lunes, 22 de marzo de 2010

Aquella cuadrilla de 1990

De setenil borrador
De setenil borrador
Fue a principios de los años 90, cuando nuestro amigo Felipe nos convenció para que subiéramos a la Iglesia el Jueves Santo y sacáramos la Virgen todos juntos. Al principio no nos parecía buena idea, pues ninguno de nosotros había sido costalero aún y pensábamos que no nos dejarían, pero Felipe es muy cabezón y el mismo miércoles, mientras los hermanos de la Veracruz preparaban la subida íntima del Cristo a San Sebastian, nos acercamos cinco o seis muchachos a los tronos que ya estaban preparados y colocamos nuestros pañuelos en la parte trasera de la Virgen del Amarrao.
Al día siguiente, a la hora prevista nos llegamos a la Iglesia pensando que alguien se habría encargado de quitarlos para ocupar nuestro sitio, pero no, en su sitio estaban, y una hora antes de salir la procesión del Señor Amarrado a la Columna allí estábamos nosotros también amarrados a los varales; Felipe, Antoñín, Pepe, Fali, yo mismo y Rafalito Durán, que aún estaba muy escanillado pero que no se quería quedar atrás.
El caso fue que salimos ese Jueves Santo y tres o cuatro años más, primero con la Virgen y luego con el Señor, casi siempre la misma cuadrilla de amigos a los que luego se nos unió alguno más, y creamos una especie de ritual que nunca nos saltábamos, como aquel de compartir una manzana en la primera parada de la procesión, cortada por Felipe a navaja y en gajitos todos iguales. Fueron muchas las anécdotas que nos ocurrieron durante estos momentos, máxime si tenemos en cuenta que Fali venía con nosotros, y aunque muchas veces nos veíamos como un puro para aguantar el peso, cualquier cosa nos hacía gracia. Eso nos paso una vez que viendo que no éramos capaces de aguantar el peso de una levantá demasiado larga por una saeta que nos cantó la Reverte, alguien empezó a pedir ayuda diciendo; ¡meter algo! (refiriéndose a que colocaran las patas o que alguien nos echara una mano) ¡meter algo!, a lo que Fali respondió, ¡chinos no! ¡chinos no! (chinos o piedrecillas entre los hombros y los varales. Surrealista total). Esto que parece absurdo hay que imaginárselo descompuestos por el enorme peso que soportábamos y ante el silencio de una muchedumbre que escuchaba una saeta en la noche. Como es lógico todos estallamos en una colosal carcajada ante situación tan esperpéntica. De todas formas pese a nuestras risas nadie nos regañaba pues sabían que hacíamos un gran esfuerzo porque las cosas salieran bien.
En una ocasión, al colocarnos para iniciar la subida a La Villa, en la levantá alguno de nosotros perdió pié y los dos varales de la derecha nos caímos a la vez, chocando el trono ante el pánico del gentío justo donde hoy está la peluquería de Noelia. Gracias a dios no pasó nada, pero esta escena nunca se me olvida y no dejo de pensar cada vez que salgo de costalero, que Setenil es un pueblo muy difícil, y que sacar un trono tan pesado no está exento de riesgos. Recuerdo que el traqueteo de la pata metálica al resbalar por el suelo me rompió el pantalón, y no me cogió la pierna de milagro.
Era peligroso y pesaba mucho, pero ahí estábamos nosotros todos los Jueves Santos, un grupo de amigos, negros y blancos, a los que nos gustaba estar juntos.
Yo y algunos otros con el tiempo dejamos de salir el Jueves Santo, pues los Negros necesitaban ayuda para la Soledad que acompaña a Padre Jesús el Viernes Santo, y de hecho Pepe y yo, casi veinte años después aún la seguimos llevando, pero siempre recordaremos nuestra primera experiencia costalera, aquella que disfrutamos con nuestros amigos a principios de los noventa, en aquellas noches de luna llena donde ocultos bajo el manto de la virgen repartíamos una manzana como buenos hermanos.
¡Un abrazo a todos ellos!
De setenil borrador

1 comentario:

  1. Hacemos una pequeña rectificación: el que dijo lo de "chinos no", fué Antoñín y no Fali, como ponemos en la entrada. Fali seguramente diría otro chorreón parecido. Esta anécdota sucedió subiendo el pecho de la plaza en la curva de Morenito, y fue cuando Ana Reverte nos cantó una saeta muy larga. También me recuerdan que lo de la manzana era en la Cantarería, aunque yo recuerdo coméndonos una en la misma Iglesia y en el arco de la Villa. seguramente nos comeríamos más de una.

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