martes, 29 de noviembre de 2011

Setenil en planos del siglo XVIII


[Plano de la comarca de Ronda. Pedro Jacinto Villalón
Presbítero de Setenil. 1780. B.N.E.]


Gracias a la fabulosa obra "Arriate en el siglo XVIII", de Sergio Ramírez González, tenemos ocasión de conocer no sólo el devenir histórico de la vecina localidad malagueña, sino también, y aunque sólo sea de soslayo, detalles interesantísimos del resto de pueblos de la serranía y de Setenil.
Así, entre la densidad de páginas de este libro imprescindible, podemos encontrar copias de planos de los caminos de la comarca de Ronda y un croquis realizado por el presbítero setenileño Pedro Jacinto Villalón, ambos de finales del siglo XVIII y extraídos de la Biblioteca Nacional de España.
En el primero que tenemos sobre estas líneas, se representa de modo esquemático la comarca con especial detalle en los accidentes geográficos, distinguiéndose los arroyos por el color azul y los caminos por el gris.
Setenil aparece representado con sus edificios principales en La Villa bajo cuyo promontorio se distribuyen el resto de casas. Bordeándolo y en azul, El Guadalete, por atrás el Arroyo de Alcalá y el camino Real de Sevilla y por el sur la carretera de Ronda a Osuna. En un verde atenuado por el tiempo los Montes de la Villa de Setenil, justo en el sureste del pueblo, porción de terreno que ocupa gran parte del plano.
Caños Santos, Los Remedios, Arriate, Cuevas del Becerro, Ronda, Torre Alháquime, Cañete la Real, Alcalá, Algámitas, Pruna, Olvera, Grazalema, la Laguna de Alberca, La Dehesa de Tomillos, Sierra Mediana y otros lugares se distribuyen alrededor de Setenil.
Llama poderosamente la atención la posición privilegiada de Setenil en el centro del mapa, como si fuera la capital de la comarca. Podría tener mucho que ver desde luego que Don Pedro sea setenileño, pero en los planos siguientes nuestro pueblo aparece como eje en la red de caminos de la comarca rondeña.
Así lo cuenta el propio autor; "...Setenil, verdadero cruce de caminos secundarios hacia Sevilla, Olvera, Ronda la Vieja y Cuevas del Becerro. Pero la vía objeto de nuestro estudio, con su punto final en Ronda, continuaba hacia el sur por medio de los campos de Setenil hasta llegar a la villa de Arriate, en lo que podría equipararse a la actual carretera que separa ambas localidades"
Es este plano quizás menos rico en detalles y topónimos curiosos, pero más fiel a la hora de representar la red de caminos de la serranía y la verdadera localización de pueblos y accidentes físicos. Aún así, Setenil y sus montes se ven señalados, pudiéndose percibir incluso lo que a mi entender son los caminos de Osuna y Málaga entre el Puerto del Monte, Escalante y Conejito.
Los detalles que se aprecian en estos planos, así como los datos que aporta el autor, no pueden ser más jugosos y nos dan una idea de la distribución de los caminos en la comarca de Ronda, donde Setenil, como podemos comprobar, aparecía como eje fundamental de los mismos.
Sobre algunos asuntos de esta obra y sobre Don Pedro Jacinto Villalón hablaremos en próximas entradas.
¡Salud amigos!

Fuente: Arriate en el Siglo XVIII. Sergio Ramírez González. Ayuntamiento de Arriate. Editorial Serranía. Ronda 2009.





[Plano general y detalle de los caminos de la
comarca de Ronda a finales del siglo XVIII. B.N.E.]

lunes, 28 de noviembre de 2011

Setenil, citta aperta

Apura Juan el café de la mañana, cargado y muy caliente, como a él le gusta, escuchando las conversaciones de sus compañeros de barra. Los monos de trabajo y las pergañas de barro delatan su condición de gente del campo. Después del asunto de los disparos, ahora de lo que toca hablar son de las inspecciones de trabajo. Juan afina el oído...esto le interesa.
Alguno de ellos se llegó a la Seguridad Social a preguntar y allí, ya se sabe; Si no quiere usted tener problemas, papeles en regla, pero claro, ¿cuales son esos papeles?
Donde de verdad han hecho estragos ha sido en Olvera y Algodonales, aquí, quieras o no, hemos tenido suerte. Comenta otro. Por ahí han pillado a familias enteras sin asegurar. Les ponen una multa, le quitan el paro y le obligan a devolver todo lo que hayan cobrado. Una ruina.
¿Pero eso cómo va ha ser?
¿Que no? En Olvera dicen que uno cuando vio lo que le venía encima se ha suicidado. La cosa está mala de verdad.
Pero bueno, lo que hay es que trabajar como Dios manda y ya está, luego, cuando se terminen las aceitunas das de alta el paro.
Sí, pero con el que tiene cuatro palmos de tierra ¿Que pasa? Deja que las aceitunas se queden en el campo, porque entre lo poco que valen y el gasto que tienen no te salen las cuentas.
Todos callan.
El camarero le pone a Juan una copita de machaco. Aún es temprano.
Sigue la conversación
Dicen que los inspectores esperan a los aceituneros en la puertas de los molinos, donde no tienen escapatoria.
Bueno, y en el campo van acompañado de dos guardias, y corretean a la gente por esos campos, como en los tiempos de la guerra. Cuentan que en Olvera pillaron a un abuelo haciendo unas sopas y también lo querían emplumar, y le dijeron que le iban a quitar la paga y el hombre lloraba que era una pena de verlo.
Y encima, los controles de la guardia en todos los cruces. Como te vean con un tractor o un remolque te paran seguro, y como ahora te pueden multar por lo que quieran... Lo que te digo, la cosa se está poniendo fea.
Juan asiente con la cabeza. A él mismo le metieron hace unos días cien euros de multa por llevar un faro fundido del cuatro ele... Como está la cosa tan buena, encima.
Después de un prolongado silencio acaba la tertulia. Uno a uno salen del bar en busca de sus labores. Con inspectores o sin inspectores hay que ganarse el pan.
La mañana está fría. Hoy ha caído una de las primeras helás y en el campo aún se ve blanco de la escarcha. Tenues columnas de vaho ascienden cuando los rayos de sol inciden sobre la hierba y la tierra mojada. Esto ya huele a invierno.
Juan se monta en su cuatro ele y se dirige a lo suyo. Él, gracias a dios, ya no tiene esos problemas. Desde hace unos años tiene la paguilla, que aunque escasa les da para ir tirando en casa, y luego con la huerta en el campo siempre tiene la alacena llena. Este año, quizás no haga matanza, que es mucho trabajo y encima hay que arreglar un montón de papeles. Ya mismo nos van a cobrar hasta por respirar, musita Juan cuando empieza a carrilear.
En el camino ve a los aceituneros que ya han metido mano. De todas formas, por mucho que se quejen los jóvenes, nuestros tiempos fueron peores con los suyos.
Juan tiene poca faena; dar de comer a los bichillos, quemar unos ramones. Hace unos días plantó su huerto de invierno y matas de lombardas y coliflores asoman entre lomos milimétricos. Ahora sólo hace falta verlas crecer, animarlas y darles calor con la vista.
Hoy quizás coja algunas aceitunillas pintonas para sajarlas. Allí, junto al arroyo hay un olivo viejo que las da de escándalo, y por estar fresco y en umbría aún le lucen verdes.
Hasta él se llega Juan cubo en mano y empieza a ordeñar los racimos de aceituna. De pronto, un escalofrío le sube por la nuca; ¿Y si los inspectores me pillan ahora mismo? ¿Cómo le explico yo que lo hago para sajarlas? Mira que si me quitan la pagilla con el trabajo que ha costado que me la den....
Juan mira a su alrededor, a los chopos amarillentos, a los tajos, al cielo. Le ha parecido escuchar el motor de un coche por el camino. La perrilla, que tan bién le conoce, husmea el aire. Habrá que estar alerta.
En la lejanía se oye el cansino y monótono ronroneo de las vibradoras. ¡Bah!, eso era, una vibradora. Ahora tienen máquinas para todo. Antes si que era duro coger la aceituna, sentencia nuestro amigo mientras vuelve a su quehacer.

martes, 22 de noviembre de 2011

Sobre tiros, heridos y otras noticias



Estas son las noticias que transcienden, que pasan fronteras, que serán recordadas durante generaciones y que alguien, dentro de muchos años, publicará o dará a conocer en vaya usted a saber que invento tecnológico.
Nadie recuerda quien era el alcalde de Setenil en 1860, difíciles son de conseguir los datos de las elecciones que por aquellos años se celebraran, ni los nombres de los mayores contribuyentes, quienes eran los maestros etc. Salvo casos aislados, pocas son las noticias que sobre estos asuntos aparecen en la prensa y poco o nada lo que tenemos publicado en libros especializados.
Sin embargo, esta noticia que aparece en el periódico liberal El Clamor Público, debió causar una enorme conmoción no sólo en Setenil, sino en toda la comarca; ¡Un asesinato! nada más y nada menos que el asesinato del escribano de Setenil, un tal Joaquín Moreno que fue asaltado en su casa por seis forajidos que lo maltratan y matan después de una terrible lucha.
La casualidad ha querido que otro dantesco suceso ocurra también en noviembre, me refiero a la noticia del tiroteo en La Gabriela. Cuentan las crónicas que uno de los que se llevó la peor parte del pastel, con un tiro en la cabeza como iba, se tiró por esos tajos pidiendo ayuda hasta las huertas que lindan con el río. En una noticia que narraba el suceso, el periodista, mal informado como suele suceder, decía que el pistolero era natural de Setenil de las Bodegas, cosa que era desmentida en un comentario que aclaraba que eso no era correcto, que el autor de los disparos era de Alcalá del Valle.
Hoy mismo, en la Voz Digital, el articulista proclama que ha podido contactar con la persona que sufrió los disparos; ¿El herido? Al aparato. Está usted hablando con él. Nada que no puede uno ni robar tranquilo sin que le peguen un tiro en la cabeza... Como se está poniendo la cosa.
Lean la noticia que aparece en el enlace, no tiene desperdicio. El mismo autor se queja de que la exclusiva ha sido demasiado fácil. Ayer como hoy, escabrosos asunto de tiros y quebrantos, mantienen en vilo durante un tiempo la apacible vida de las gentes de nuestros pequeños núcleos rurales. Tema de conversación seguro en las puertas de la cooperativa mientras se espera el turno para descargar y molturar la aceituna.
Quizás, dentro de muchos años, la gente seguirá recordando el asunto; ¿Te acuerdas del tiroteo de la Gabriela?



Fuente: ¿El herido? Al aparato. Malagente que camina. Por Miguel Domingo García. La Voz Digital

lunes, 21 de noviembre de 2011

Setenil en el Suspiro del Moro

Transcurre la escena en alguno de los salones de la Alhambra. Hacén, el sultán nazarí, departe con el visir Venegas y con su favorita Zoraya, la antigua cristiana renegada bautizada al nacer como Isabel de Solís.
Pocos días antes, la florinata del ejército granadino ha caído en la batalla de Lopera ante las tropas cristianas y Zahara, aquel castillo fronterizo con el que empezó la guerra, ha vuelto a manos de los Reyes Católicos.
En el palacio nazarí sólo hay lugar para ayes y lamentos de desesperación;

"...Tienes razón Hacem, ¿Quién puede contar nuestras desgracias? Doce mil infantes y seis mil caballos se han reunido en Antequera, para emprender la más asoladora tala que han visto los siglos. No han quedado en Coín, en Almegía, en Cártama, ni las raíces de un árbol por los campos, ni la piedra de una quinta por las ruzafas. Los cielos claros de las malagueñas costas se han oscurecido al espeso humo; y las pobres madres moras han gritado, al ver arruinadas y hechas cenizas las viviendas de sus hijos, como gritan las gaviotas cuando se lleva el huracán sus nidos. Cuarenta días de terrible desolación y exterminio han dejado como un desierto de África los edenes más viciosos y más bello de Andalucía. Aquella incomparable Álora, engarzada como brillante regio en áureas colinas, a cuyos pies los palmerales y los naranjales se dilatan, han caído en manos cristianas. Los pesadísimos cañones han acertado a subir donde solamente llegan las nubes, y desde allí, han puesto en aprieto a Setenil, a la inexpugnable Setenil, de quien dijeran los poetas que solamente podían llevársela en sus garras las águilas".
Este es el argumento del Suspiro del Moro, un relato de estilo romántico dedicado a las leyendas, tradiciones e historias referentes a la conquista de Granada, escrito por Don Emilio Castelar, político y escritor andaluz que llegó a ser presidente en la I República.
La verdad es que hoy día resulta un poco pesado leer esta prosa recargada de expresiones rebuscadas donde los protagonistas se pierden en divagaciones interminables, pero resulta interesante echarle un vistazo a estos cuentecillos basados en antiguos romances y leyendas. Como es habitual, Setenil aparece como prototipo de atalaya escarpada e inexpugnable, de lugar inaccesible, sólo al alcance de las águilas, quizás una de las imágenes con las que nuestro pueblo a pasado a la posteridad.
Sobre la batalla de Lopera tenemos una breve referencia en el manual de los hermanos De Las Cuevas, que sacan la información de La Historia de los Reyes Católicos don Fernando y Doña Isabel , de Bernáldez, ese cura de Los Palacios que ya conocemos de otras entradas y donde por cierto, el alcaide de Setenil y los suyos sufren una aparatosa historia cuyas visicitudes dejaremos para otra ocasión... Merece la pena.
¡Salud amigos! en este tardío pero lluvioso otoño.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Las casas cueva de Setenil (IV): Las Cuevas de San Román



Las Cuevas de San Román... o quizás deberíamos llamar a este otro barrio troglodítico por su nombre autóctono; Las Escuevas Román.
Venía yo desde luego avisado; Mira Rafael que esto no está como en las fotos de los años 60 que publicaste hace un mes, ni tampoco como lo podrías recordar de pequeño.
El caso es que yo, en mis excursiones lacustres por los campos y cañones de Setenil, pocas veces me atreví a adentrarme más allá del Charco de los Caballos, quizás subir al Tesorillo, aquella oquedad natural donde el goteo constante había tallado una obra sin igual, pero más adentro no.
Tengo en mi mente esas fotos de los años veinte de un tenebroso claroscuro que te hacen dudar de si esas imágenes son reales o forman parte de un decorado lunar. Pero no, eran reales. Las Cuevas de San Román no pueden dejarnos indiferentes ni hace ochenta años ni hoy día.
Aprovecho la ocasión que nos brinda nuestro amigo Rafael Domínguez Cedeño de ejercer de cicerone por estos escenarios que fueron de su niñez, por este incomparable parque temático de cuevas, veredas y charcas que forma el río Martín en su penúltimo tramo antes de entrar en el pueblo.
Accedemos al paraje desde La Ventosilla, bajando por lo que antaño fue una preciosa bajadilla empedrada, como podemos ver en aquellas fotos antiguas. Pitas y chumberas delimitan el camino hasta llegar a los primeros habitáculos, donde construcciones de moderna factura comparten el entorno con otras cuya antigüedad parece indudable. Atravesamos un canuto de roca tan acentuado que parece que la piedra pretende engullirnos. El barrio se distribuye a ambos lados del río, dándose la circunstancia de existir una especie de explanada o solana a modo de plazuela, eso es al menos la sensación que podría transmitir al evocar Las Escuevas de Román habitadas por familias enteras, imaginando el humo saliendo de los hogares, a los hombres con sus piaras de cabras, a las mujeres lavando en el río y montones de chiquillos correteando por aquí y por allá. Hoy día, son jaurías de podencos los que nos siguen curiosos por la presencia de extraños.
Y el caso es que estos parajes siempre han estado habitados, quizás desde tiempos prehistóricos y seguro que hasta bien entrado el siglo XX, pero, ¿que buscaba la gente viviendo en aquel lugar tan extraño? Quizás la cercanía del río, pero si lo que querían era agua, en abundancia la podemos encontrar en todo el casco urbano de Setenil. Puede que el acceso a una pequeña parcela de tierra que les era negada en otras partes. Quizás buscaran aquellas gentes un refugio natural y confortable que los protegiese de la amenaza de incursiones enemigas o lo que es más probable, un entorno alejado de la autoridad que podrían suponer Acinipo o la cercana fortaleza de la Villa. Un lugar donde permanecer alejados del rigor y la opresión moral.
El caso es que no se me ocurre un hogar más recóndito y escondido que estas cuevas naturales a ras del río.
Protegidos de la intensa lluvia bajo el paraguas de los tajos, me cuenta Rafael con nostalgia donde estaban los lugares de juego de su infancia; La poza de la viga, la peña donde se secaban al sol, el huerto de Gumersindo, la casilla de Manquera, la peña donde anidaban los calíces. Me habla de peces, galápagos y culebras, del lugar donde la leyenda dice que había escondido un tesoro. Hoy día, prosigue, todo está sucio y abandonado.
Antes, aquello era una prolongación de su propio barrio, era el acceso natural de la gente del Carril y La Ventosilla al río, y el lugar lucía limpio, arreglado, las veredas accesibles y libres de matorrales, las vivendas en buen estado. Yo permanezco en silencio. Aún de esta manera, sucio y abandonado, aquello me parece un lugar soberbio y majestuoso.
Si de Setenil se ha dicho que es una lección de geología al aire libre, Las Cuevas de san Román son su máxima expresión.











































































viernes, 11 de noviembre de 2011

Una medalla de San Benito en Setenil


En unas obras recientes en los bajos de una casa de la plazoleta de San Benito, alguien encontró una medalla como esta que aparece en la foto. Pese a tratarse de una imagen sacada de una página especializada, aquella estaba también muy bien conservada y sus dibujos, símbolos y letras eran perfectamente inteligibles.
Inmediamente, el autor del hayazgo se la enseñó a un amigo que la identificó como una medalla en bronce de San Benito, datada entre los siglos XVII y XVIII.
Representa en el anverso la imagen de San Benito con la cruz en una mano y el dragón en el hombro, más bien un lagarto, que se identifica con el diablo, mientras que en el reverso, rodeando a la cruz, aparece una oración que en acróstico y a modo de exorcismo, reniega de Satanás y todos sus actos.
Es sin duda la medalla de San Benito una de las más importantes de la cristiandad, algo menos conocida que otras, pero cargada de gran simbolismo, y que por aquellos años en que fue acuñada estaría sólo al alcance de los monjes de la orden o de algunos iniciados.
Sería interesante escudriñar en la razón o casualidad del hayazgo de esta medalla en la plaza del mismo nombre, lugar donde, como todos sabemos, está ubicada la ermita de San Benito, sede de la hermandad de Nuetro Padre Jesús Nazareno.
Hoy día se puede conseguir esta medalla en algunas tiendas especializadas, con alguna modernización que otra pero conservando la misma oración contra satanás y sus obras. Lo que no sabemos es si las tentaciones de aquellos siglos, por eso del relativisno moral, son las mismas que hoy día.
La ficha y la expresiva oración de la medalla sería la siguiente:
Medalla religiosa de bronce. Siglos XVII-XVIII. En el anverso San Benito con el dragón al hombro y la inscripción CRUX. S.P. S.P BENEDICTI. (Crux Sancti Patris Benedicti). En el reverso, la cruz de San Benito y la oración:
C.S.S.M.I. Crux sancta sit mihi lux (la Santa Cruz sea mi luz)
N.D.S.M.D. Non draco sit mihi dux (no sea el dragón mi guía)
V.R.S. Vade retro satana (¡Retírate Satanás!)
N.S.M.V. Nunquam saude mihi vana (no me aconsejes vanidades)
S.M.Q.L. Sunt mala quae libas (Son cosas malas las que tu me brindas)
I.V.B. Ipse venena bibas (Bebe tú esos venenos)
Luego en círculo, aparece lo siguiente:
V.R.S Vade retro satana (¡Retírate Satanás!)
N.S.M.V Nunquam suade mihi vana (Para de atraerme con tus mentiras)
S.M.Q.L Sunt mala quae libas. (Venenosa es tu carnada)
I.V.L. Ipse venena bibas. (Trágatela tú mismo)
PAX. Paz
¡Todo esto puede llegar a decir una medalla tan pequeña! Impresiona hoy día, al menos en mi caso, el dramatismo de esta oración en latín que, pese a los siglos, no ha perdido un ápice del énfasis que su creador quiso darle.
Nota: Agradezco a Rafael D.C. especialista en numismática como todos sabemos, la información que aportó sobre el hayazgo de la medalla y sus características técnicas.
Para saber más: La medalla de San Benito. Wikipedia.
¡Salud!

jueves, 10 de noviembre de 2011

Asociación de discapacitados de Setenil Sonrisa Libre



Se acaba de crear en Setenil la asociación de discapacitados "Sonrisa Libre", una estupenda noticia para estos niños y sus familiares. Por lo pronto han sacado este bonito calendario, una buena manera de colaborar con ellos.
¡Suerte amigos!

domingo, 6 de noviembre de 2011

Las casas cuevas de Setenil (III): Peña Caída


Después de las pasadas lluvias, reanudamos nuestros paseos en busca de otras casas cuevas de Setenil. En este caso nos dirigimos a Peña Caída, perturbador nombre con el que se llama a este barrio troglodítico que se encuentra pasando el puente de la Molinilla, en línea con el Arroyo de Alcalá y la Ruta de los Molinos, camino que nos conduce a Alcalá del Valle.
Conscientemente dejamos atrás otras casas cuevas que jalonan el camino de La Variante y que dejaremos para otra ocasión. Hoy quiero pasarme por aquí para conocer este recodo que tanto me recuerda a algunos pueblos de las Hurdes, aunque reconozco que nunca he podido llegar hasta el final. Además, por aquí vive un viejo amigo al que tengo ganas de saludar.
Al cruzar el puente miro a la derecha y allí lo veo; Anda atajando el huerto junto a sus nietos, inconfundible con su mascota y esa legona que maneja con destreza. ¡Juan Solano! para él no hay domingos, ni crisis ni gaitas. Allí lo encontrarás, en su huerto, preparando las judías para el invierno, sonriente y dispuesto a saludar a cualquier visitante que pase por la puerta de sus casa. Juan me saluda con entusiasmo, me gasta alguna broma y me habla de mi padre. Nos cuenta alguna anécdota de cuando yo era pequeño.
Ahora vivo aquí...todo esto es mío, me dice señalándome los tajos, todo el mundo se para a saludarme y cuando subo al pueblo a por los mandados siempre me recoge algún coche. Yo me llevo bien con todos, incluso con los guardias y los forestales , y además, desde que tú me metiste en internet la familia de Vitoria y Barcelona me tiene localizado.
Bueno, Juan, al menos hablamos bien de usted ¿no?
le respondo
¡Hombre claro! Faltaría más.
Sigo charlando un ratillo con el bueno de Solano hasta que llega un señor que viene caminando por la vereda. Allí los dejo mientras yo aprovecho para fotografiar la casa de Juan; Un gato sale a recibirnos, La colada secándose entre olivos, una mesa y sillas de enea en la terracilla, cables de la luz, la antena de televisión anclada en los tajos, una blanca claridad casi dolorosa en la fachada. Esta es la peña humanizada, la cueva hecha hogar.
Subo por el trecho que me lleva a Peña Caída. En algunos tramos encuentro el suelo empedrado, en otros los dueños de las casas han vertido algo parecido a un hormigón. La mayoría de las viviendas son cuadras pero hay algunas casas habitables, incluso alguna se adorna con una parabólica que desde un poste apunta al firmamento. Caminamos entre tajos y pitas. Setenil se ve como salido de la nada, abigarrado y blanco entre verdes olivares. Pendiente abajo, los sinuosos meandros de Los Escarpes del Río Trejo, chopos y algunos Molinos derruidos. Una densa humareda en un olivar cercano delata la quema de chupones.
Llegamos al final del trecho, una casa del mismo color de la piedra parece cortarnos el paso. El techo hundido y las grietas de las paredes evidencian el paso inexorable del tiempo, pero su bellísima estampa entre los tajos resulta innegable.
Me subo a una peña y disfruto de las vistas. Mi imaginación me trasporta a otra época, cuando los destacamentos franceses patrullaban la sierra en busca de rebeldes. ¿Sería por aquellos parajes donde la partida del Cura Lobo batió a un grupo de Dragones? ¿Que pensarían los gabachos de aquellas gentes que vivían en esas casas troglodíticas? ¿Que pensarían de esos hombres enriscados y esas mujeres que les jaleaban desde las alturas en la lucha?
Cuando vuelvo por mis pasos me encuentro a Juan fumándose un cigarro en el puente.
¿Ya has hecho las fotos? me pregunta
Algunas, Juan. Aquí está usted bien ¿no?
Ya ves, en mi casa vivieron en tiempos hasta once personas y en las cuadras una burra y seis vacas, así que figúrate.
Y ¿no le da miedo usted el río?
Hace dos años llegó hasta un metro de mi puerta y se llevó medio puente...pero ¿cuánta agua tiene que caer para que se meta en mi casa?
Aquí tengo agua del pueblo, lavadora, televisor, de todo. Cuando estaban haciendo la casilla de la luz, me llegué al que parecía el jefe con un saco al hombro y les dije que venía a recoger una poquilla de electricidad para plantarla en el huerto. Les hizo tanta gracia que al día siguiente se llegó el encargado con un electricista y le dijo que para la noche tenía yo que tener luz en mi casa...
Solano va apurando el cigarro contándome sus historias. Estaría horas escuchándolo pero tengo que volver a casa. Visitar Peña Caída y echar un ratillo de charla con Solano ha sido un placer. Siempre es agradable conversar con este hombre bueno.