viernes, 29 de octubre de 2010

Setenil: Calcarenita terciaria en Prosa

Retomamos esta sección de colaboraciones con un artículo sobre geología escrito por nuestro amigo Julio Pardillo Porras, al que supongo muchos conoceréis; Un setenileño de Madrid hijo y esposo de setenileñas (su padre, Manolo, es natural de Alcalá del Valle). Julio es geólogo y funcionario del CIEMAT (centro de investigaciones energéticas, mediambientales y tecnológicas), así que algo sabrá del tema.
Cuando viene por Setenil es normal verlo paseando por estas sierras recogiendo piedras, fósiles y cosillas de estas, y es que nuestro pueblo es todo un filón para los amantes de esta ciencia. Como dijo algún autor; Setenil es una lección de geología al aire libre.
Un abrazo, Julio.
Setenil. Octubre 2010. Historia y geología (Por Julio Pardillo Porras)

Setenil es de calcarenita terciaria, que se ha hecho horadando el río un meandro cuaternario, marino remoto, terrestre de empuje en el choque de las placas africana y euroasiática. Se han producido cabalgamientos y fallas geológicas, se han fracturado las montañas y las aguas aprovechan debilidades en la matriz rocosa.
Los terremotos no fueron extraños a la historia geológica, está el pueblo asentado en las llamadas prebéticas y maláguides, términos que designan el encuadre geodinámico de estas sierras.
Fueron marinas, estuvieron anegadas, se vivieron tiempos lagunares someros, con zonas de albuferas, y existían allí predadores de grandes dientes y escamas.
Cruzando las sierras de Ronda y Grazalema, llegarás cansado para abrir más los ojos en el contraste del blanco sobre la roca, en la roca, dentro y fuera, calcarenita terciaria, con dientes afilados de Carcharodon fosilizado, un tiburón ancestral en cuya boca se contaban decenas de filas de dientes más grandes que la mano de un hombre, el ser más devorador de cuantos hayan existido en mares o tierras.
Braquiópodos, moluscos y bivalvos, otras conchas que aparecen en los estratos de roca.
Resolvieron salir al aire los sedimentos compactados en empujes notables de sosegados lapsos y distraída constancia.
La cuenca donde se depositaban sellaban el Estrecho de Gibraltar y hasta aquí arriba han llegado. Más allá, en Ronda, el manto terrestre ha aflorado, y las rocas denominadas cromitas, representantes de esa parte que se encuentra bajo la litosfera, se muestran en contados yacimientos. Rarezas estructurales de la Madre Tierra.
Mucho antes de los hombres vivieron en estas latitudes leones prehistóricos, jabalíes de dientes curvados, elefantes extinguidos y ágiles gacelas, fauna extraña para predadores con dientes de sable.
Trajeron los romanos olivos de su tierra y encontraron ya plantados otros anteriores.
Fueron retrocediendo las raíces de estos árboles hasta ancestros fenicios, y ya ellos removieron cenizas apagadas en las cuevas del Sol y de la Sombra.
Rumores neolíticos y huesos pelados de épocas pasadas, se trituraban juntos bajo el hacha de piedra trabajada. Hicieron esos pobladores flechas con puntas de jaspe y sílex que extraían del corazón de la sierra. Descansan en cuevas y dólmenes perdidos los restos de aquellos primeros hispanos.
Las vides antiguas están plasmadas en monedas de Acinipo. Los caldos de esas bodegas que dieron apellido al pueblo embriagaron en Roma a emperadores augustos y laureados, a patricios engalanados y a los plebeyos más avezados.
Las mieses se peinaban en los campos en mayo y junio, con girasoles crecidos y huertos verdes al lado del Guadaporcún y el Trejo.
Setenil, crecido siguiendo al río, curvas majestuosas de calcáreo blanco, musulmán, hebreo y cristiano.
Se hace campesino, ganadero y comerciante. Se vuelve oleico tras el mildiú que arrasó las vides, aunque se recuperan bodegas viejas. El setenileño es pastor y huertano, troglodita y urbano, hacedor de arquitecturas imposibles, de calles endiabladas.
Las mujeres son bellas, el agua les da esa apostura, las cuestas las han dotado de figura ágil, el sol les dio el pelo oscuro y la gracia andalusí, y la luna les ha puesto embrujo en la mirada y dulzura en el gesto, las rocas la fuerza y el ánimo.
El sueño del futuro es difícil, como el acento cerrado del habla de sus habitantes, amables de naturaleza, hospitalarios y humanos. Incertidumbre y desasosiego, y por optimismo, siempre, siempre… esperanza.

Julio Pardillo Porras (Geólogo)

De Los Escarpes del río Trejo
De Los Escarpes del río Trejo
De La Clica

jueves, 28 de octubre de 2010

Una visita al cementerio de Setenil.(Especial Fiestas de Todos los Santos y Difuntos II)

De Setenil 69
Hay ciudades que son conocidas en gran medida por sus cementerios, por el diseño, belleza o por la cantidad de personajes célebres que reposan entre sus muros. Otras, teniendo ya de por sí indudables encantos, añaden un campo santo que reúne todos los requisitos para figurar en los itinerarios turísticos. Conocido es el cementerio sevillano de San Fernando, un museo al aire libre donde soberbias estatuas de mármol y estructuras arquitectónicas decoran majestuosos panteones, como el grupo escultórico de la tumba del torero Joselito, tallado en bronce por Mariano Benlliure. En los pueblos pequeños es más difícil encontrar cementerios de esta categoría, aunque me viene a la memoria el de la localidad malagueña de Casabermeja, conocido por la peculiar construcción de sus tumbas y nichos, tan estrechos y altos que han hecho circular el falso rumor de que allí entierran a los muertos en posición vertical.
El cementerio de Setenil sin embargo no presenta en principio ningún elemento a destacar. Se trata del clásico recinto rodeado por un muro de piedra encalado hasta el suelo, y que desde lejos, si no fuera por los cipreses que lo demarcan, parecería un cortijo más de los que hay por el término. Quizás el enclave, su estratégica posición dominando el núcleo urbano de Setenil, sea la circunstancia que mejor lo defina, ya que en ese lugar fue donde los Reyes Católicos plantaron el real para el asedio definitivo de la villa. Allí situaron además las poderosas lombardas que habían de escupir bolas de piedra sobre los desgraciados moros setenileños, que no conocían defensa ante la potencia destructora de la pólvora.
Allí mismo fue donde se levantó la primera construcción cristiana de Setenil, la ermita de San Sebastián, en acción de gracias quizás por la conquista o en honor del niño muerto de la reina Isabel, según nos cuenta la tradición. Sea como fuere, nuestro cementerio es conocido por estar donde está.
Sobre sus orígenes me van a permitir que no me pronuncie ya que no cuento con ningún dato que nos hable de su posible compra, construcción y destino a lugar de enterramiento, pero la lógica nos lleva a situarlo en las medianías del siglo XIX, momento en que los criterios racionalistas de la época aconsejaban el abandono de los enterramientos selectivos en las iglesias y masivos dentro de las ciudades. Esto lo hemos comprobado en las excavaciones de la Iglesia de la Encarnación, donde aparecieron muchas tumbas así como en la calle de entrada a la Villa, donde se descubrió el cementerio musulmán.
También me cuenta Ignacio Marín, que en la Intervención Arqueológica de la Calle Calcetas que realizó en los años 90, justo bajo el antiguo Balcón de la Villa, se encontraron gran cantidad de mármoles y fragmentos de huesos, aunque esto quizás se deba más al relleno de escombros para la ampliación de la plaza, que a tratarse de un primitivo lugar de enterramiento. En el espacio exacto donde hoy están los pisos, en la parte de la Villa que da al río y la calle Jabonerías, existió en tiempos el famoso Hospital de Santa Catalina, que seguramente recordarán nuestros mayores, aunque sólo sea de oídas, y cuyo origen se remonta a la conquista cristiana. Entre una iglesia y un hospital sería de lo más normal situar un cementerio, cuestión de comodidad, cosa lógica si pensamos en los cementerios viejos de Olvera y Torre Alháquime, que están en el mismo centro del pueblo, junto a sus iglesias.
Así, como decimos, siguiendo los criterios de modernidad, se planta el cementerio de Setenil a las afueras, bien lejos del pueblo, aunque cercano a un lugar bendecido y sagrado desde antiguo.
Su interior no llama especialmente la atención, aunque las humildes tumbas a ras de suelo que encontramos en el pasillo principal no dejan de avisarnos de su antigüedad y origen. Quizás, en un principio, todo el cementerio estuviera cubierto de pequeños enterramientos de este tipo, encalados, algunos con su cancelita incluida y coronados con pequeñas cruces de hierro. Aquí podemos encontrar tumbas de principio de siglo. Además, existieron en su momento fosas comunes donde enterraban a los finados sin recursos, y cuyos restos han aparecido en movimientos de tierra que se han realizado en sucesivas obras.
Como si se quisiera mantener la diferenciación social y económica incluso tras la muerte, los panteones familiares contrastan con los demás por su tamaño y suntuosidad, aunque resultan humildes si los comparamos con los de pueblos y ciudades mayores.
Un cementerio es un lugar lóbrego y misterioso por definición y el nuestro ha sido escenario de leyendas e historias reales o inventadas, que por ese gusto oscuro que todos llevamos dentro, han cuajado en el subconsciente del pueblo. Así pues, en los tiempos en que la luz eléctrica no iluminaba con tanta intensidad las calles y recodos de Setenil, subir al cementerio sólo durante la noche era la mayor prueba de valor que se podía realizar, como la leyenda rural (más que urbana) que ya contamos el año pasado por estas fechas sobre la porfía de la llave en la portada.
Algo tiene desde luego nuestro cementerio que sólo de pensar en una visita nocturna o al atardecer provoca escalofríos, sobre todo si el viento mueve las ramas de los olivos y las sombras imitan extrañas figuras. Lo tétrico y solitario del lugar puede conseguir que el subconsciente nos juegue una mala pasada, aunque muchas veces de eso se trata, de pasar miedo, de buscar nuevas sensaciones que nos diviertan, y si no ¿porqué siempre que se jugaba a palos se acababa en San Sebastián.
Se contaban entonces extrañas historias para calentar el ambiente, como aquella de que en las noches de luna, en el suelo se veían enigmáticas lucecitas fosforescentes que los más incautos achacábamos a las almas de los difuntos. Luego, algo menos impresionables, aprendimos que el calcio de los huesos emite estas fosforescencias cuando en la oscuridad se les aplica una luz tenue, muy normal si pensamos en la cantidad de fosas comunes removidas durante las obras de ampliación que dejaron al descubierto gran cantidad de restos antiguos. Yo mismo, de pequeño recuerdo haber encontrado justo en el cruce principal, al lado de la cruz, una carabela completa, mientras mi madre me gritaba para que la tirara diciéndome que era una calabaza.
Por aquellos entonces mis visitas al cementerio eran habituales, y en la nebulosa de recuerdos que puede tener uno de pequeño, se me viene a la memoria un día en que mi madre tuvo que pedir la llave al sepulturero porque no había nadie en el recinto. Andaba entonces jugando por aquellos pasillos cuando me percaté de que además de nosotros había unas niñas que cantaban y jugaban al corro en torno a una tumba sin reparar en mi presencia. Únicamente las vi yo. Años más tarde, por curiosidad me llegué al lugar donde recordaba la extraña escena y comprobé que se trataba de la antiquísima tumba sobre la tierra de una niña de corta edad. Cosas de niño, supongo.
Más pragmática, aunque no menos sobrecogedora es la leyenda que se cuenta de las manchas rojas que hay en algún lado del blanquísimo muro, y que por mucho que se encalen siempre aparecen, siempre vuelven tan rojas y terribles como el trágico día en que salpicadas por los disparos quedaron impregnadas para la eternidad en la fría piedra. Yo desde luego no las he visto, aunque un viejo me señaló un día los amarillentos desconchones en la pared, donde su memoria situaba el lugar de las ejecuciones.
Leyendas rurales o cuentos de vieja, historias quizás para contar al calor de la lumbre en las noches de invierno, ¿no habéis soñado alguna vez que os quedáis encerrados en el cementerio de Setenil? Quizás esto representa el miedo a lo desconocido que habita en nuestro subconsciente, y la recurrente pesadilla de quedar atrapados entre sus altos muros es la angustia vital que todos llevamos dentro.
En estos días que celebramos la fiesta de Todos los Santos y Difuntos, una visita a nuestro campo santo es más que obligada. Lo más seguro es que todos tengamos algún familiar al que honrar y llevar flores, antiquísima costumbre que hunde sus raíces en la noche de los tiempos, antes, mucho antes de que la religión cristianizara estos ritos ancestrales que nacen del miedo de los hombres a la más absoluta de las verdades; la muerte. Quizás este día, en que los vivos nos acercamos al lugar donde reposan los que ya se fueron, sea un momento de reafirmarnos en lo único que la parca no puede quitarnos cuando partimos; nuestro recuerdo en la memoria de los que se quedan.
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69

¿Qué es un fantasma? Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez, un instante de dolor quizás, algo muerto que parece por momentos vivo aún, un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar. Un fantasma, eso soy yo...

[El Espinazo del Diablo. Guillermo del Toro. 2001]

martes, 26 de octubre de 2010

Historias desde el otro lado. (Especial Fiestas de Todos los Santos y Difuntos I)

Vivo en un barrio de Setenil que queda lejos del pueblo, aunque está situado en la parte más alta y antigua. Es tranquilo y soleado y un muro blanco de piedra rodea todo el recinto. Las calles son rectas, las parcelas ordenadas y los jardines siempre lucen arreglados y llenos de flores. Una bonita cancela de hierro sirve de portal de entrada.
Queda este barrio como digo lejos del pueblo, junto a una vieja ermita medieval y rodeado de olivos que retuercen sus troncas en la tierra pedregosa. No se podía haber elegido un lugar más adecuado para construir la urbanización.
Los vecinos van llegando poco a poco y se instalan solos o junto a familiares que ya viven aquí, aunque el primer día vienen acompañados de mucha gente que se despide de ellos como si nunca más los volvieran a ver. Luego quizás se acercan de visita, traen regalos, flores generalmente, conversan con ellos un ratito, pasean, visitan a otros vecinos y se marchan. Pese a todo el barrio es tranquilo, muy tranquilo. Sólo la cotidiana actividad del señor de mantenimiento, con sus trapicheos y sus cosas, quebranta el silencio de nuestra vecindad.
En este barrio hay pocas fiestas, pero tenemos una muy sonada. A principios de Noviembre, en pleno otoño, el barrio se llena de gente que viene a visitar a sus familiares con flores, muchas flores que adornan las fachadas de nuestras pequeñas casas. Se dan misas, se pasea por las rectas avenidas, se conversa, se ríe y a veces se llora. Para estas fechas incluso vienen personas que están fuera de Setenil, algunos llegan en taxi, pero es muy común ver a los hijos que traen a señoras mayores. Es un día muy alegre que viene a romper la monotonía de los días en el barrio. Luego, tal como han venido se van, dejando las calles llenas de papeles, plásticos y toneladas de flores que se pudrirán al sol durante los próximos días.
Algunos vecinos del pueblo se quejan de que después de nuestra fiesta, cuando corre el viento de poniente, baja un desagradable olor a flores putrefactas y nos echan la culpa a los que vivimos aquí, pero nosotros no tenemos la culpa, nadie nos ha preguntado si queremos estos regalos o no. Por lo pronto, a mí siempre me ha gustado el vino, ¿porqué no me traen un par de botellitas? Tinto o blanco, me da igual, o una guitarra a la señora de arriba, que tan bien la tocaba cuando moza. El vecino del ático sin embargo adora a las mujeres y durante esta fiesta es la persona más feliz del mundo, pues junto a su puerta pasan chicas de toda condición; muchas señoras mayores, algunas estupendas, muchachitas veinteañeras, rubias y morenas, en fin, que mi vecino vive estos dos días con mucha alegría y espera la fiesta durante todo el año con suma expectación. Siempre fue un Donjuán.
En nuestro barrio también hay clases; la mayoría vivimos en pequeños adosados, pero luego hay mansiones donde viven familias enteras, que aunque al principio parecen un poco estirados en realidad tienen buen trato y la relación es amigable. De hecho, personas que cuando vivían en el pueblo eran enemigos irreconciliables y se llegaron a hacer cosas terribles, al mudarse dejaron atrás sus rencillas para convivir en paz y armonía. Bueno, ¿qué decir lo de un matrimonio que se odiaba sobremanera y ahora no se separan ni a sol ni a sombra? Algo especial tendrá este sitio pienso yo.
Supongo que si eres de Setenil conocerás el camino, si no es así, sólo tienes que mirar a la parte más alta del pueblo, por donde el Peñón de los Enamorados, y localizar unos cipreses negros que con su punta parecen señalar al cielo azul. Son altísimos y se ven casi desde cualquier punto. Por estas fechas dan unas bolitas que al secarse parecen pequeñas carabelas que cogen los niños para jugar.
Llevo ya algunos años en este lugar, me gusta, es tranquilo, tiene buenas vistas, vecinos agradables y no hay problemas de aparcamiento, no me quejo, pero en los días de fiesta, cuando desde nuestras casas se oye la música y el jolgorio de la gente de abajo, no dejo de acordarme de cuando vivía en el pueblo, cuando era un niño que corría por las calles jugando al fútbol o a palos, cuando de muchacho perseguía a las niñas con los amigos, cuando me enamoré, cuando disfrutaba en Semana Santa o la Romería, ¡ah! tomar una cerveza en las Cuevas durante las tardes de verano, en fin, qué decirles. Es entonces, en estos momentos que me da por recordar, cuando me invade una nostalgia infinita y echo de menos mi viejo barrio, mi antigua calle con sus problemas de aparcamiento, el ruido y a mi gente... ¡cuánto añoro a mi gente! ...y es que en el fondo soy un sentimental.
El bueno de Cuttlas.

jueves, 21 de octubre de 2010

Algunos apuntes sobre la emigración en Setenil

A principios de los años setenta, algunos paisanos que trabajaban en la Junta de Energía Nuclear tienen la brillante idea de organizar una comida de setenileños residentes en Madrid. Cada uno tiene el teléfono de unos pocos y estos los datos de otros tantos, así que puestos en faena se inicia la red de llamadas y la organización del evento.
El lugar elegido un merendero del Parque del Retiro, donde previamente han acordado que aunque traigan la comida y usen las mesas, las bebidas serán consumidas en el local. El día previsto para la reunión se llegan a presentar más de 250 setenileños, que felices de reencontrarse con sus paisanos se disponen a pasar un día de fiesta.
Reuniones de este tipo se suceden en distintos puntos de la geografía nacional y europea. Más de mil emigrantes de Torre Alháquime, Setenil y otros pueblos vecinos llegan a reunirse en Zurich en un evento de similares características. Las famosas Casas de España en las principales ciudades destino acogen fiestas y eventos, en muchos casos sufragados por las embajadas, aunque en la mayoría de las ocasiones se tratara de concentraciones espontáneas.
Entre las décadas de los sesenta y los setenta nos encontramos a miles de setenileños y andaluces desperdigados por medio mundo, en busca de un futuro mejor que su tierra era incapaz de proporcionarles: Madrid, Cataluña, las Vascongadas dentro de España, y Suiza, Holanda, Francia y Alemania sobre todo eran las zonas de destino de los emigrantes setenileños en particular y andaluces en general, una auténtica diáspora que vació nuestros pequeños pueblos serranos y los sumió en una decadencia de la que aún no se han podido recuperar.
Efectivamente, si miramos una tabla demográfica donde se mida la población en Setenil desde 1900 hasta nuestros días, podemos comprobar el paulatino aumento de almas en nuestro pueblo desde principios de siglo, seguramente como consecuencia de las mejoras de las condiciones de vida y los avances y universalización de la medicina, que reduciría drásticamente en las primeras décadas del siglo XX la mortalidad infantil, fruto de lo cual se pasa de 3291 habitantes en 1900 a 5005 habitantes en 1960.
Pero justo al inicio de la década de los 60, cuando lo lógico sería una explosión demográfica, nos encontramos con el desplome en el padrón de habitantes que se mantiene durante toda la década, llegando a 1970 con tan sólo 3455 almas censadas en Setenil; 1550 habitantes menos que diez años atrás. Estos 1550 setenileños, a los que ahora había que sumarles sus hijos, son los que se reunían en el Retiro madrileño o en las Casas de España de Zurich o Eindhoven . Un auténtico descalabro demográfico y social para un pequeño núcleo rural como el nuestro. Luego, en la década de los noventa aparece en la pirámide un tímido repunte de la población, fruto del retorno de muchos de los que se fueron en los años sesenta, aunque en la inmensa mayoría de los casos han dejado en los países que les acogieron hijos y nietos. Miles de setenileños de corazón que nunca formarán parte del padrón municipal.
El fenómeno de la emigración en Andalucía es un tema bien estudiado, y desde no hace mucho, forma parte de la temática de películas y series de corte documental. Algún autor ha manifestado que la emigración es el hecho más relevante y significativo de la historia reciente de Andalucía, en tanto en cuanto a modificado, para bien y para mal, la vida social, económica, cultural y emotiva de la región.
Los emigrantes, al volver no sólo traían regalos y souvenires para sus familiares, sino que dejaron divisas que sirvieron para el crecimiento económico de España, y una visión muy diferente de la vida que contrastaba con la de aquellos que se quedaron en el pueblo. Ideas de democracia y libertad quizás que sirvieron para crear un germen de cambio en la sociedad, y que mantenía en constante vigilancia a los servicios de inteligencia de los cuarteles rurales.
Recuerdo una conversación con un emigrante que salió de Setenil siendo un muchacho. Cuando viajaba en el tren dejaba un pueblo gris y pobre, anclado en otra época, y llegaba a una Europa libre, democrática y moderna. Recuerda este setenileño lo chocante que le resultó su primera visita a la Plaza del Dam de Ámsterdam en plena revolución Hippie; “No hagas la guerra, haz el amor”... Igual que en la plaza del pueblo.
Obviando frivolizaciones del asunto, la emigración llegó a resultar un drama para aquellas familias que se separaban, en una época en que las comunicaciones no funcionaban como hoy día. En algunos casos resultaba una auténtica tragedia dejar atrás la tierra que les vió nacer y los seres queridos que quedaban en ella.
Conocer cómo se desarrolló este proceso para tantos y tantos setenileños que un día cogieron las maletas y salieron destino a otros paises en busca de una vida mejor, es conocer nuestra historia. En próximas entradas iniciaremos un recorrido emocional por muchas de estas trayectorias vitales.

Pirámide de población de Setenil
Instituto Nacional de Estadística

Para saber más:
Setenil de las Bodegas. Wikipedia.

miércoles, 20 de octubre de 2010

El Veranillo del Membrillo


Aunque ayer hablamos del otoño con todas sus peculiaridades, no hay que obviar que la temperatura de Setenil en general viene siendo bastante agradable, pese a que por las mañanas hace un frío que pela y ya han caído las primeras heladas. Por la zona del Nogalejo se han llegado a registrar los 3º de temperatura, con lo que la oscilación térmica es más que considerable.
Así pues estamos en pleno veranillo del membrillo, y como ya hicimos el año pasado, colocamos las fotos de uno que tengo en la linde, que con tan sólo tres años, sufrido y generoso, ha criado ¡23 membrillos 23! nada más y nada menos, que daba pena de verlo de lo cargado que estaba con las ramas rozado el suelo.
Mis primillos Alejandro y Alvaro me ayudaron a recogerlos. Comparen con la foto del año pasado, cuanto han crecidos los niños y el membrillo.
¡Salud!



El Veranillo del Membrillo en Setenil. Setenil Rural.

martes, 19 de octubre de 2010

Otoño en Setenil

De Setenil
Continua este suave otoño corriendo en el calendario con música de ventoleras y crepitar de hojas que caen al suelo. Lejanos quedan ya los eternos atardeceres del pasado verano mientras nos acostumbramos a los días cada vez más cortos y la rápida caída del sol en el horizonte, allá por donde los pinos del Tejarejo.
Corre el otoño como digo vistiendo los campos de una belleza decadente, cuando las frutas que maduraron con la templada calidez de septiembre y octubre visten aún las desnudas arboledas; amarillos membrillos y granás coloradas, nueces, bellotas, y entre el suelo húmedo y putrefacto de hojas, en la puebla que aún no se ha retirado o quizás en la tronca podrida de algún viejo chopo derrotado, manojos de setas con sus gorritos blancos.
Lejanas humaredas se levantan a lo lejos, un olor ya olvidado a ramones que se consumen en el fuego, olivares cargados de esmeraldas pintonas que se oscurecen en las cansadas ramas que besan la tierra limpia. En los Montecillos, La Umbría, El Nogalejo, se velan las armas; Tensa quietud que precede a la batalla que en breve entablarán contra recias varas de avellano.
Brillantes bellotas cuelgan de las encinas, una ráfaga de viento las desprende de su capuchón, rociando el manto verde de dulces balas marrones. Es tiempo de montanera, ancestral sustento del cochino ibérico que alegrará las despensas y saladeros de las casas para cuando la pronta matanza. Que bello sería ese Setenil que conocieron nuestros padres y abuelos donde majestuosas encinas chorreaban desde La Dehesa, El Almendral o El Alambique, asomándose a las mismas puertas de Setenil. Más bella sería aún una vista desde lo alto, allá por Accinipo, cuando el viajero que mirara hacia el Este sólo atinara a distinguir pequeños caseríos blancos ahogados en un mar rizado de verde oscuro. Codornices volantonas y patirrojas por La Mata y La Preciá, quizás algún conejo y ya pronto los zorzales, cuando llegue el frío, chispa y pasión de la caza menor en una naturaleza domeñada pero aún no derrotada.
Ya lucen granates las viñas después de la recogida de la uva, pronto sus troncas lucirán desnudas y retorcidas entre haces de sarmiento apilados para prender las hogueras. Su alma, el mosto, descansa en la fresca oscuridad de la bodega en constante proceso químico para renacer en vino, alegre compañero durante las largas noches de invierno.
Barbecho en la Campiña después de las cosechas. Hay que ver cuantas habrán dado esas tierras... cuanto sudor, cuantas bocas habrán alimentado. Desde el tiempo de los romanos, o quizás antes, cuando los primitivos lugareños de la ciudad roturaron los montes en busca de tierras donde sembrar sus cosechas; Riqueza y fama de una ciudad que acuñaba monedas con la espiga de trigo y el racimo de uva.
Antiguas culturas celebraban sus fiestas en otoño, cuando recogían la fruta, cuando volvían las lluvias, cuando la hierba fresca brotaba de la tierra enterrando al pasto seco del verano. En esta parte de Europa, cuna de pueblos agrícolas, el final de verano y el principio del otoño se vivía mirando al cielo a la espera del cambio de ciclo. El otoño es el otro renacimiento, el cambio necesario, como lo es la primavera en los pueblos del norte o incluso para nosotros mismos. Es en estos momentos, cuando la naturaleza deja atrás la monotonía del verano para transformar el paisaje con sus olores, sonidos y sabores, cuando le esencia rústica y rural de pequeños pueblos como Setenil se manifiesta más viva y espléndida que en cualquier otro momento del año.
De Instantáneas
De Setenil Rural
De Setenil Rural

Para saber más:

jueves, 14 de octubre de 2010

En las entrañas de los Escarpes del Río Trejo

De Setenil 69
De Setenil 69
Nunca dejo de sorprenderme por la belleza de este espectacular paisaje que acompaña la travesía de Setenil a Torre Alháquime, el lugar por donde el Río Trejo se "escapa" de Setenil, creando un decorado de meandros, tajos y cañones que no puede dejar indiferente a nadie.
Me recuerda este paisaje a otros escarpes que he recorrido; Las Hoces de Lumbier en Navarra, El Cañón del Río Lobos en Soria, y Las Hoces del Río Duratón en Segovia, por las formaciones rocosas en forma de meandro que hace el río, por la exuberante vegetación aledaña y por las ruinas de antiguos molinos construidos en sus márgenes, lugares todos estos protegidos por su valor paisajístico, natural e histórico. En la actualidad no hay ningún sendero habilitado para recorrer estos lugares, pero una excursión campo a través o una aproximación desde la carretera es más que recomendable.
Gracias a Setenil69 por mandarnos estas fotos desde las mismas entrañas de los Escarpes del Río Trejo.

Para saber más:

De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69
De Setenil 69

miércoles, 13 de octubre de 2010

1er.Tostón de Clásicos en Setenil

Cartel del "Tostón de Clásicos"
Los "chicos de la Villa"no paran de organizar cosas, y para el 31 de Octubre ya preparan el "Tostón de Clásicos", que supongo que es una concentración de vehículos antiguos amenizado con un tostón de castañas, algo de música, cervecitas y almuerzo. Como podemos ver, a los participantes se les entregará una cesta de productos setenileños de las empresas que participan en el evento.
En el cartel podemos ver el famoso "seita" de Juan Manuel cruzando el Arco de la Villa.

viernes, 8 de octubre de 2010

Dos puentes sobre el Río Guadalporcún

Foto: Setenil69
Esta foto de Setenil69 es de hace más de un año, concretamente de enero de 2009, y representa una panorámica del conocido como "Puente de Zamudio" tomada desde El Carmen más o menos.
Se nota claramente que se hizo en una mañana de invierno, donde la tenue e incipiente luz matinal se refleja en la humedad y el vaho de la blandura que cayó en la noche pasada.
Justo detrás del viejo puente de paso de vehículos se puede ver la nueva pasarela de madera que une El Carril con la Coronilla, un lugar ideal para ver la unión de dos arroyos, uno que baja de la Campiña y otro de la Sierra, que se funden para cruzar Setenil. En los días de crecida, pasar este puente es un auténtico ejercicio de valor, como recordarán de las imágenes que vinos en el invierno pasado, y se puede distinguir claramente la diferencia del color de las aguas que bajan de uno y otro lado. También puede ser el lugar ideal para iniciar la "Ruta de los Bandoleros", que ya conocimos en otra entrada (les recomiendo que la revisen, pues un usuario de la Ruta y de este blog, Francisco Jesús Gil, ha publicado en Google Map un plano de la ruta, que resulta muy útil e interesante).
Un bonito rincón desde luego para descansar, disfrutar de unas vistas agradables y si les apetece, gozar en el Bar Zamudio de algunas de las tapas más deliciosas, originales y elaboradas de la provincia de Cádiz.
¡Salud!
Ruta de los Bandoleros: Setenil-Acinipo. Setenil Rural

miércoles, 6 de octubre de 2010

Diego Tornay: Un exiliado setenileño en América

En los confusos momentos inmediatos a la entrada en Setenil de las tropas nacionales, son muchos los acontecimientos que se suceden. Como ya vimos en otros artículos, nuestro pueblo ha permanecido casi tres meses en manos de milicianos anarquistas sobre todo, en el centro de una tierra de nadie donde las refriegas, los ajustes de cuentas, los asesinatos y el desorden estaban a la orden del día.
Estamos en Septiembre de 1936, las tropas nacionales han cortado la exigua línea de defensa de los milicianos entrado en Setenil el día 18 de este mes. Se habla entonces de escaramuzas más que combates y algunas ejecuciones sumarias, así como muchas detenciones. Como venía siendo habitual, todos aquellos que opusieran resistencia a las tropas, los sospechosos de haber participado en actos criminales, vandalismo, vigilancia etc, los antiguos cargos republicanos o simplemente los que no ocultaban su afinidad con grupos de izquierda, eran rápidamente represaliados.
Diego Tornay Mariscal, concejal de Setenil por Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña, estaría por tanto en las listas para ser detenido.
Por la vereda que desde Setenil conduce a la Venta de Leches, dos hombres a lomos de caballo se dirigen hacia la Viña Alta. Al llegar al cortijo le preguntan a Manuel Tornay Aguilar por el paradero de su hijo Diego y este, tranquilo y sosegado, les responde que no se encuentra en ese momento, que está arando en la Campiña.
Los hombres hablan entre ellos y vuelven sus monturas, mientras el viejo les observa en la puerta de su casa hasta que en un recodo los pierde de vista. Entonces avisa a un muchacho que trabaja en la casa, le prepara su mejor yegua y lo manda a que avise a su hijo.
La yegua es veloz y el muchacho logra el objetivo de dar el recado antes de que lleguen los dos misteriosos jinetes.
Testimonios familiares hablan de que Diego fue avisado la noche antes de la entrada de las Tropas Regulares en Setenil por un militante falangista, un amigo que salvó la vida al ser acogido en la Viña Alta durante los peores momentos del “terror rojo”.
Ignoro si estos jinetes eran pistoleros que tenían la misión de detener al antiguo concejal o las personas encargadas de avisarlo, pero el hecho de que su padre se apresurara a mandarle el recado de que tenía que huir a toda prisa hace pensar en lo primero.
Quizás Diego ya sabría lo de la entrada de las tropas nacionales pero se sentiría a salvo por no haber participado en altercados ni ningún hecho delictivo, y se limitaría a hacer su vida cotidiana.
Sea como fuere Diego logra escapar evitando de esta manera su captura y muy posiblemente su muerte. En estos momentos se le pierde el rastro. Suponemos que huyó por la sierra hacia Ronda y desde allí a Málaga como tantos refugiados de la comarca, para continuar de esta manera una huida ininterrumpida hasta su embarque hacia América.
En España deja a su familia; padres, hermanos, mujer y tres hijos, que nada saben de su situación pero sufren el celo de los nacionales en los interrogatorios. En lo que es hoy el antiguo edifico del Sindicato frente a la Parada de la Calle Ronda, su madre y su hermana fueron detenidas hasta que son liberadas por la mediación de la suegra de esta última, que usa sus influencias para convencer a las autoridades de que nada saben del paradero de Diego, mientras que los miembros varones de la familia tienen que quitarse de en medio por una temporada.
Pese a que la guerra ha terminado en Setenil, el conflicto fraticida continua desgarrando el resto del país y nada presupone que las cosas vayan a calmarse. No hay cartas ni llamadas telefónicas y la familia se teme lo peor.
En los archivos de la Junta de Ayuda a los Refugiados Españoles, organismo encargado del auxilio de los primeros exiliados republicanos en América, aparece una referencia a Diego cuando pide una ayuda para pasar de Ciudad Trujillo (¿Perú?) a México:

Junta de Auxilio a los republicanos españoles (JARE)
Libros de actas (1939-42)
Libros III y IV
Biblioteca Virtual Cervantes
Acta nº 19.
Reunión del 12 de marzo de 1941.
5.- Abonar el viaje de Ciudad Trujillo a México a las siguientes personas: Esteban Isern Cervera, Manuel Suárez Villa fuerte [sic], esposa y dos hijos; Ernesto Rubio Milla, Diego Tornay Mariscal, Tomás Yuste Navas, esposa, tres hijos y cuñada, Sirio del Solar Romero y esposa, Emilio Sáez Abascal y esposa, Joaquín Viñas Montagut, esposa y dos hijos, y Angel Roig Estrada, madre, esposa y tres hijos, como comprendidos todos en el caso 2º; y a Gaspar Ruiz Lecina e hijo, Julio Sanz Sainz, esposa e hijo, y Carlos Romero Ortega, como incluidos en el grupo 1º.

Luego, unos días después, se ve que queda anulada esta petición de ayuda, aunque ignoramos si se produjo o no este viaje a México:
Acta nº 23.
Reunión del 25 de marzo de 1941.
Adóptense los siguientes acuerdos:
1.- Girar seiscientos dólares al ex diputado don Eduardo Castillo para su viaje y el de su familia desde Ciudad Trujillo en donde se encuentra a México.
2.- Anular el acuerdo relativo al pago del pasaje de Diego Tornay Mariscal de Ciudad Trujillo a México.


Hasta aquí la frialdad de los documentos que aportan muy pocos datos sobre el periplo inicial de su exilio americano, y es en este momento donde cobran importancia los testimonios orales, que cuentan la curiosa manera en la que Diego logra ponerse por primera vez en contacto con su familia en los primeros años de la década de los cuarenta, cuando la Guerra no ha hecho más que terminar, pero donde aún es imposible que los exiliados republicanos puedan contactar con sus familias.
Así se sabe que aprovechando el evento de que el diestro cordobés Manolete toreaba en Ronda, Manuel Tornay recibe un aviso para que se llegue a la plaza y hablar de esta manera con el torero o alguno de la cuadrilla. Allí, en una cafetería o en cualquier recodo del coso rondeño se le informa de que días atrás Diego había estado con ellos en América y les había dado recado de que se encontraba en perfecto estado, y que por ahora era imposible su vuelta a España.
Efectivamente, si seguimos la trayectoria de Manolete en América, vemos que toreó varias corridas en México y otros países iberoamericanos desde 1941 hasta 1947, incluso tenemos una serie de corridas en Colombia, destino final del periplo americano de Diego Tornay.
En abril de 1946, Manuel Rodríguez “Manolete” se presentó en la plaza de toros de Santamaría ante una expectación sin antecedentes. Fue la única temporada en plazas colombianas del torero cordobés que también pisó el ruedo de La Macarena de Medellín. Su imagen quedó grabada en el recuerdo de quienes tuvieron la oportunidad de verlo y en las fotos de Manuel H, que se hizo mundialmente conocido por los instantes que logró capturar del torero más importante de los días posteriores a la guerra civil española. Efemérides.
...Los medios de comunicación habían anunciado que Manolete debía actuar en febrero en Bogotá, pero como el segundo mes ya había iniciado, un empresario anónimo tomo la iniciativa de contactar a Camará y le realizó el siguiente ofrecimiento:
“Manolete se comprometería a torear una corrida el 3 de marzo lidiando dos toros de casta de la ganadería de Vistahermosa. El empresario le pagaría la módica suma de 30 mil dólares (60 mil pesos) y el 33% de las utilidades. La empresa le pondrá avión expreso desde México a Bogotá, para que una vez cumplido su compromiso pudiera seguir hacia Lima donde debe torear el segundo domingo de marzo”.
La casi desesperada propuesta salió publicada en los principales diarios de la capital: El Tiempo y El Espectador, aunque nunca se hizo mención de la identidad de aquel empresario. Tanto Manolete como su representante jamás respondieron al ofrecimiento.
(
Fuente:El monstruo de Córdoba pasó por la Santa María. Redacción de Puerta Grande)
Se ha llegado a insinuar que este misterioso contacto del apoderado de Manolete con un empresario Colombiano, no era más que una tapadera para que un grupo de exiliados españoles pudieran enviar recados a España, usando a la cuadrilla del Califa Cordobés como mensajeros y evitando de esta manera el férreo control franquista.
Recientes investigaciones hablan de que Manolete y su cuadrilla se entrevistaron en varias ocasiones con refugiados españoles en América, por lo que esta información no deja de tener todos los visos de verosimilitud:
A su llegada al país hermano (México), en el que tanto se le admiró y quiso, gran parte de la prensa le criticó abiertamente tratándole, “como abanderado del franquismo”, exagerándose hasta lo grotesco su participación en la guerra civil española. Pero todo quedó zanjado cuando D. Indalecio Prieto, Jefe del Gobierno Republicano Español en el exilio, manifestó: Pero Manolo se reunió en el país hermano con varios intelectuales de la talla de don Pedro Garfia, poeta; don Antonio Jaén Morente (1), escritor; don Juan Rejano, poeta cordobés amigo suyo de la infancia; Rafaelita González, prima de Camará; y la más importante, se reunió un par de veces con Indalecio Prieto (2), Jefe del Gobierno Republicano Español en el exilio, quien dijo: “Manolete es el único español desde Hernán Cortés que ha venido a México y no ha hecho el ridículo.” En sus Memorias explica que tenía en su despacho una foto de Manolete con esta dedicatoria: “De un español a otro.” Semejante comentario expresado por un Republicano convencido fue, además, una prueba evidente de que Manolo era apolítico. El cuento de que el torero cordobés exigió que quitaran la bandera republicana que dicen ondeaba en la Monumental “Plaza México”, cae por su propio peso, pues allí no ha ondeado nunca alguna bandera en sus Plazas de Toros, ni nacional ni extranjera.
(Fuente:Toros en el Puerto. Plazareal.net .Su recuerdo sigue vivo. Juan José Zaldivar Ortega. 29 de Agosto de 2007).
Con el tiempo las cartas comenzaron a llegar y Manuel enviaba a la persona que me contó alguna de estas anécdotas a la casa de su hija Isabel. En ellas, Diego preguntaba por el campo y sobre todo por su familia, mientras "imploraba a Dios para que nuestro Caudillo Franco los dejara volver a España..." Era lógico que las cartas eran intervenidas antes de llegar a su destino y su contenido pasaría a los atestados de los servicios de inteligencia de la policía.
Diego inicia una nueva vida en Colombia, hace buenos negocios y prospera económica y socialmente, y tras la muerte de su mujer vuelve a casarse fundando una nueva familia, aunque alguno de los hijos que dejara en España viajan años más tardes a verlo.
Diego Tornay Mariscal era un hombre inteligente y honrado, conocido por su desprendimiento hacia los más necesitados, que pensó que una sociedad más justa era posible y que como tantos, pagó los platos rotos de un país que caminaba al borde del abismo.
Nunca más volvería a España.
Nota: En breve publicaremos algunas fotografías relativas a esta entrada.
Fuentes: Archivo Carlos Esplá. JARE. Libro de Actas.

lunes, 4 de octubre de 2010

Sobre la restauración de la Iglesia de Setenil

De Setenil Rural
Hay que hacer todos los esfuerzos posibles para que la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, el edificio más emblemático de Setenil, se pueda restaurar, por lo que desde este blog solicitamos que en la reunión que se celebrará hoy en nuestro Ayuntamiento se tomen las decisiones correctas para proceder a su completa restauración y su apertura al público, pues no hay que olvidar que pese a tratarse del principal elemento de nuestro patrimonio histórico artístico, también es un edificio de uso cotidiano y diario de los setenileños y lugar imprescindible para la vida social, cultural y religiosa de Setenil, así como un sitio especialmente emotivo para su gente.
Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. Setenil de las Bodegas. Setenil Rural
Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. Setenil de las Bodegas (2). Setenil Rural
Iglesia de la Encarnación. Setenil. Setenil Rural