Retomamos esta sección de colaboraciones con un artículo sobre geología escrito por nuestro amigo Julio Pardillo Porras, al que supongo muchos conoceréis; Un setenileño de Madrid hijo y esposo de setenileñas (su padre, Manolo, es natural de Alcalá del Valle). Julio es geólogo y funcionario del CIEMAT (centro de investigaciones energéticas, mediambientales y tecnológicas), así que algo sabrá del tema.
Cuando viene por Setenil es normal verlo paseando por estas sierras recogiendo piedras, fósiles y cosillas de estas, y es que nuestro pueblo es todo un filón para los amantes de esta ciencia. Como dijo algún autor; Setenil es una lección de geología al aire libre.
Un abrazo, Julio.
Setenil. Octubre 2010. Historia y geología (Por Julio Pardillo Porras)Setenil es de calcarenita terciaria, que se ha hecho horadando el río un meandro cuaternario, marino remoto, terrestre de empuje en el choque de las placas africana y euroasiática. Se han producido cabalgamientos y fallas geológicas, se han fracturado las montañas y las aguas aprovechan debilidades en la matriz rocosa.
Los terremotos no fueron extraños a la historia geológica, está el pueblo asentado en las llamadas prebéticas y maláguides, términos que designan el encuadre geodinámico de estas sierras.
Fueron marinas, estuvieron anegadas, se vivieron tiempos lagunares someros, con zonas de albuferas, y existían allí predadores de grandes dientes y escamas.
Cruzando las sierras de Ronda y Grazalema, llegarás cansado para abrir más los ojos en el contraste del blanco sobre la roca, en la roca, dentro y fuera, calcarenita terciaria, con dientes afilados de Carcharodon fosilizado, un tiburón ancestral en cuya boca se contaban decenas de filas de dientes más grandes que la mano de un hombre, el ser más devorador de cuantos hayan existido en mares o tierras.
Braquiópodos, moluscos y bivalvos, otras conchas que aparecen en los estratos de roca.
Resolvieron salir al aire los sedimentos compactados en empujes notables de sosegados lapsos y distraída constancia.
La cuenca donde se depositaban sellaban el Estrecho de Gibraltar y hasta aquí arriba han llegado. Más allá, en Ronda, el manto terrestre ha aflorado, y las rocas denominadas cromitas, representantes de esa parte que se encuentra bajo la litosfera, se muestran en contados yacimientos. Rarezas estructurales de la Madre Tierra.
Mucho antes de los hombres vivieron en estas latitudes leones prehistóricos, jabalíes de dientes curvados, elefantes extinguidos y ágiles gacelas, fauna extraña para predadores con dientes de sable.
Trajeron los romanos olivos de su tierra y encontraron ya plantados otros anteriores.
Fueron retrocediendo las raíces de estos árboles hasta ancestros fenicios, y ya ellos removieron cenizas apagadas en las cuevas del Sol y de la Sombra.
Rumores neolíticos y huesos pelados de épocas pasadas, se trituraban juntos bajo el hacha de piedra trabajada. Hicieron esos pobladores flechas con puntas de jaspe y sílex que extraían del corazón de la sierra. Descansan en cuevas y dólmenes perdidos los restos de aquellos primeros hispanos.
Las vides antiguas están plasmadas en monedas de Acinipo. Los caldos de esas bodegas que dieron apellido al pueblo embriagaron en Roma a emperadores augustos y laureados, a patricios engalanados y a los plebeyos más avezados.
Las mieses se peinaban en los campos en mayo y junio, con girasoles crecidos y huertos verdes al lado del Guadaporcún y el Trejo.
Setenil, crecido siguiendo al río, curvas majestuosas de calcáreo blanco, musulmán, hebreo y cristiano.
Se hace campesino, ganadero y comerciante. Se vuelve oleico tras el mildiú que arrasó las vides, aunque se recuperan bodegas viejas. El setenileño es pastor y huertano, troglodita y urbano, hacedor de arquitecturas imposibles, de calles endiabladas.
Las mujeres son bellas, el agua les da esa apostura, las cuestas las han dotado de figura ágil, el sol les dio el pelo oscuro y la gracia andalusí, y la luna les ha puesto embrujo en la mirada y dulzura en el gesto, las rocas la fuerza y el ánimo.
El sueño del futuro es difícil, como el acento cerrado del habla de sus habitantes, amables de naturaleza, hospitalarios y humanos. Incertidumbre y desasosiego, y por optimismo, siempre, siempre… esperanza.
Julio Pardillo Porras (Geólogo)
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