sábado, 25 de febrero de 2012

Un día en el IES Villa de Setenil


Un día te llaman desde el IES. Los responsables del mismo te citan a una reunión y se planifican unas jornadas culturales para celebrar el día de Andalucía. Tú te preparas algunas cosillas, sacas algún material y ensayas una pequeña presentación de un tema que piensas puede interesar a los chavales, pero nada, al menos en mi caso, nada te prepara para ser objeto de la atención y el cariño que nos dispensaron el pasado viernes los alumnos y profesores del Instituto Villa de Setenil.
Este año , los responsables del centro pensaron que Rafael Domínguez, de Setenil Historia y Numismática, el CISB y yo mismo, podríamos preparar una pequeña exposición de piezas y documentos para complementar nuestros comentarios y dar así una somera visión de la historia de Setenil desde la prehistoria hasta nuestros días: Utensilios y herramientas de piedra, molinos, cerámicas, libros, fósiles, Monedas, facsímiles etc. sirvieron de presentación a exposiciones sobre el mundo de la numismática, el monte setenileño y su relación con el hombre, los restos arqueológicos de la fortaleza de la Villa y el Setenil de principios del siglo XX.
Luego los alumnos del instituto nos presentaron los trabajos que habían elaborado con material de nuestros blogs: Equivalencias matemáticas con monedas antiguas y extranjeras, vídeos turísticos en francés e inglés, reseñas literarias de nuestros cuentos e historias, un diccionario setenileño, la sobrecogedora musicalización de un antiguo romance de finales del XV y otros muchos trabajos donde habían colaborado todos los departamentos del Instituto.
En algunos momentos del acto reconozco que llegué a emocionarme, sobre todo con los vídeos del proyecto de vida realizado por algunos alumnos, donde de una manera muy personal e íntima, expresaban sus esperanzas para el futuro. Espero de todo corazón que sus deseos y anhelos se cumplan y que en algo hayamos podido inspirarles nosotros.
A los chavales, un consejo: Ustedes sois en estos momentos los dueños de vuestro futuro. No escatiméis ningún esfuerzo en conseguirlo.
Desde Setenil Rural reitero mis gracias a todos los profesores y alumnos del IES Villa de Setenil por este día inolvidable.
¡Gracias amigos!

viernes, 17 de febrero de 2012

Antiguas casas de Setenil (III): El antiguo casino


Casino, establecimiento de venta de tejidos, tienda de las lanas, hasta hoy día, cuando convertida en una vivienda moderna, mantiene su condición comercial.
Así se veía a finales de los años ochenta esta antiquísima vivienda situada al inicio de la subida al pecho de la Plaza, hoy Calle Constitución, con la misma fisonomía que esa famosa instantánea donde luce con bandera en su balcón principal y corrido de señores sentados en la terraza de la puerta, así como tantas fotos donde se retrata el paso de una comitiva de boda, los tronos un Viernes Santo o cualquier otra celebración. No hay que olvidar que estamos en una de las arterías principales de Setenil y lugar de paso obligado.
Recuerdo esa casa con su escaparate de cristal colgado en la pared, la fachada blanca sin zócalo y porticada con dinteles dieciochescos, el sanjuán, los tres balcones con sus enrejados de forja y un interior amplísimo con patio incorporado. Durante décadas fue comercio textil y vivienda de Sebastián Porras y Encarnación Villalón, tíos abuelos míos, así que exploré a conciencia esos salones llenos de muebles antiguos, fotografías familiares y de época (incluida una de las mejores colecciones del fotógrafo rondeño Miguel Martín, del que eran cuñados) y estanterías desbordadas de libros, donde destacaba un Cossio de notables dimensiones, fruto de la afición taurina del comerciante.
El local, al que se accedía por una puerta contigua, era un auténtico museo de piezas antiguas de pesos y medidas, con un larguísimo mostrador de madera, las estanterías y las vitrinas de cristal, donde se exponían toda clase de productos textiles.
En el patio del interior, un Rafalillo de unos siete años, aprovechando la familiaridad con la que entraba y salía de la casa, abrió la enorme jaula en la que tenían su morada decenas de canarios de todos los colores que salieron disparados en busca de la libertad, para regocijo general de una jauría de chavales que nos esperaban en la calle y el lógico mosqueo de los propietarios. Las cosas de los niños.
Tanto por dentro como por fuera, aquella casa resultaba un rincón antiguo y vetusto de Setenil que hoy ya sólo permanece en nuestra memoria.

domingo, 12 de febrero de 2012

Orgullosos de su pueblo


Echándole un vistazo a La Historia Ilustrada de los Pueblos de la Provincia de Cádiz, de Ricardo Tejeiro, me encontré con esta divertida viñeta donde un emigrante setenileño le cuenta a un compañero de trabajo alemán como es su pueblo, haciendo aspavientos con las manos y buscando en el idioma la palabra "precioso", y eso ante la cara de incredulidad del otro. Y me ha hecho gracia porque ¿cuántas veces me habré visto yo en esa situación? ¿a cuántos compañeros y conocidos les habré tratado de explicar lo bonito que es mi pueblo?
Me acuerdo por esas calles de Sevilla con mis amigos Pepe y Antonio María contándole a cualquiera que el río había oradado un cañón en la roca y que las casas estaban bajo los tajos, y que estaba lleno de cuestas por los que paseábamos los tronos en Semana santa y muchas veces acompañando esas "laudes setenileñas" con dibujos en el aire y manoteos, para recalcar que aquello no era cualquier cosa, que nuestro pueblo es único.
La verdad es que cuando uno está lejos de su tierra, aunque sólo sea a unos centenares de kilómetros como era nuestro caso, la nostalgia y la morriña hacen que sólo nos acordemos de las cosas buenas del pueblo. Quizás nunca tendremos tan buenos embajadores como aquellos setenileños que un día abondonaron su casa para irse a trabajar a otro país.
Fuente: Historia Ilustrada de los Pueblos de la Provincia de Cádiz. Setenil de las Bodegas. 2003. Ricardo Tejeiro.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Las casas cueva de Setenil (VII): Las Cuevas del Sol


Hace ya muchos años, cuando aquel asunto del Vivillo, fueron muchos los periodistas que se pasaron por Setenil para cubrir el caso. Periódicos de tirada nacional pusieron el punto de mira en nuestro pueblo para narrar una historia de tintes románticos y un marcado sesgo sensacionalista; El robo a unos lugareños por un conocido forajido.
De todos ellos, el que sin duda se llevó el gato al agua fue Don José Campúa, uno de los padres del periodismo gráfico español, que en octubre de 1905 nos legó el que con casi total seguridad es el primer reportaje gráfico que se hace de Setenil.
Las fotos de Campúa retratan a los protagonistas, un grupo de enigmáticos caballistas, a la guardia civil, la posada donde se aloja, unas panorámicas del río a la altura de la Calle Triana y Las Cuevas de Sol, entrada al pueblo esta última si llegamos desde la estación, como fue su caso.
Imaginamos el asombro que debió causar al reportero su entrada en Setenil y pasar bajo los tajos de Las Cuevas del Sol, “casas de Setenil construidas bajo la montaña”, como reseña junto a una foto de la calle casi al mismo nivel del río.
Otro periodista, Weiss, también por el mismo asunto del Vivillo, nos dejó un mes antes que Campúa uno de las mejores descripciones del pueblo. Así lo relata para El Imparcial:
"El pueblo de Setenil no aparece á la vista del viajero hasta que éste llega al fondo del inmenso barranco, del tajo profundo, dentro del cual y por encima del que se asienta la más extravagante y pintoresca agrupación de viviendas humanas.
Figuraos un ancho río que hubiera empobrecido hasta convertirse en un arroyo miserable y fangoso.
Imaginad que en tiempos remotos, acaso prehistóricos y durante siglos y siglos, la corriente impetuosa y constante de las aguas hubiera socavado las laderas del barranco que sirve de lecho al río, hasta el punto de formar en una y otra margen dos enormes cornisas de roca.
Colocad bajo la concavidad de esas cornisas que amenazan aplastar las calles empinadas, casitas alegres, de fachadas azules y rosadas, humildes chozas y silos tenebrosos, y por encimas de esas calles y de esas casas, en laberíntica y ascendente espiral, otras calles y otras viviendas y las ruinas de un castillo y los muros morenos escarificados, vetustos, de una iglesia con apariencia de mezquita.
Y con todos estos elementos escenográficos y arquitectónicos, no podéis formar sino idea muy remota del aspecto, de la estructura, del sorprendente panorama de Setenil, visto desde la entrada por la senda, casi imperceptible, que de la estación ferroviaria conduce al pueblo.
Vadeando el sediento arroyo se entra en la población por la calle principal, llamada de Ronda, una calle cubierta á trechos por la techumbre de roca de la consabida cornisa".


Ambos periodistas pasan por las Cuevas del Sol, uno de ellos la fotografía y el otro nos la describe entre otros elementos arquitectónicos y paisajísticos de Setenil.
Y es que esta emblemática calle de Setenil puede ser una de las más nombradas y reseñadas por cuantos viajeros se han acercado al pueblo, así como profesionales de la talla de Nicolas Muller, Antonio Sánchez, Miguel Martín y tantos otros que nos legaron unas fotografías que no dejan lugar a duda de que se trata de un sitio de especial singularidad.
Innumerables imágenes nos la presentan en color o en blanco y negro, humildes casas cuevas habitadas por familias, las calles llenas de niños, grupos de forasteros, posteriormente cocheras, alguna imagen pintoresca como esta que encabeza la entrada hasta llegar a esas fotografías actuales que se publican todos las semanas en la redes sociales, donde ya los negocios de hostelería han sustituido a esas cocheras con vados en sus puertas de madera.
Extraña mutación constante la de esta calle, quizás lo mismo que le ocurre a tantas calles emblemáticas de nuestra geografía, que a fuerza de ser inevitables e ineludibles, se han convertido en auténticas millas de oro.
Y sin embargo yo la recuerdo de otra manera, con ese enorme terraplén de arena que hacía de bajada al río, aquellas cocheras que como si fueran porterías soportaban los balonazos de los niños, y es que, sin apenas coches, las calle era como una plaza más de Setenil, un espacio abierto a los niños de las escuevas, Triana y el principio de la Calle Ronda ¿se acuerdan de aquel cartel de los electrodomésticos americanos White Westinghouse?. En fotos de los años 60 ya aparece y yo lo conocí en los ochenta. Quizás hubiera sido bonito mantenerlo como un monumento más, un oxidado recuerdo de aquellas primeras lavadoras sólo al alcance de algunas privilegiadas. Improvisado escenario de fiestas, pasacalles, charlotadas, verbenas y todo tipo de eventos, ¿no son Las Cuevas del Sol la plaza oficiosa de Setenil?
Hubo un tiempo en que grupos de chavales luchamos y jugamos al grito de ¡Vivan las Cuevas! bandería que aglutinaba a cuantas calles se disponían a su alrededor, pese a que muy poca gente vivía ya en ellas. Era el nombre de todo un barrio que cogía desde el bar de Domingo hasta el bar de Zamudio.
El acceso al río estaba guardado por una albarrá blanca, luego se sustituyó por una baranda metálica sobre un murete de piedra, para finalmente, convertirlo de nuevo en una albarrá. Mutación constante la de esta calle, que sin embargo no deja de ser sorprendente, impresionante, sobrecogedora.
Las Cuevas del Sol siempre unida a su hermana Cuevas de la Sombra, que pese a todo aún resiste frente al empuje del turismo y su industria. Turismo que demanda su hábitat, un espacio libre de aquellos elementos que recuerden el mundo real. Así el destino de estas calles está en la esfera de lo irreal, entre la nebulosa de la impostura y el decorado de cartón piedra, idea que nos puede hacer perder la noción de que andamos bajo otro pueblo que se sustenta sobre toneladas de roca. Así pues, todo en las Cuevas del Sol es geología, volumen y precisión.
Deambulan bajo esas ancestrales peñas grupos de visitantes, sorprendidos quizás por la maravilla de la naturaleza, hastiados en muchos de los casos de superávit de sensaciones. Las terrazas ocupan su lugar, los coches aparcados copan gran parte del tramo, quizás un grupo de moteros haya aparcado sus Harley-Davidson sobre los muretes de piedra. Sin embargo, cada vez que paso por Las Cuevas del Sol me da la sensación de oír retumbando entre los tajos el eco de la chiquillería jugando a palos o al fútbol, bajando al río para hacer cocheritas o pasarelas de madera. No se me olvida entonces que aquella es mi calle y que gran parte de mi infancia la pasé bajo aquellas piedras asombrosas.

sábado, 4 de febrero de 2012

Las huestes de Setenil en la batalla de Lopera

Bueno amigos, llegó el frío de verdad. ¡Llevamos dos días bajo cero! y por la madrugada tenemos temperaturas de -7 ó -8 grados. ¿no queríamos invierno? pues invierno y del bueno.
Hoy, cuando el frío nos tiene acobardados en nuestras casas, pega una buena historia, una de batallitas de moros y cristianos. Esta trata sobre la batalla de Lopera en la que las huestes del Cordi se las ven y se las desean en una incursión por tierras cristianas. Lean, lean:

En los albores de la Guerra de Granada, el sultán nazarí Muley Hacén propone a los suyos una incursión por tierras cristianas, quizás para resarcirse de las últimas afrentas sufridas a manos de sus enemigos. El lugar elegido es la frontera occidental del reino, concretamente las postrimerías de la Serranía de Ronda.
A principios de Septiembre se reúnen en la ciudad del Tajo la florinata de las caballerías granadinas y malagueñas. Hamet el Zegrí, alcaide de Ronda, ejerce de anfitrión de la nobleza del reino entre los que encontramos a los alcaides de Málaga, Coín, Álora, Velez-Málaga y gran parte de la Axarquía. Todas las comarcas de la raya, incluidos los setenileños con su Cordi a la cabeza, aportan fuerzas para conformar un ejército de unos 1500 hombres de a caballo y 4000 de infantería.
La incursión se desarrollaría más o menos por lo que hoy sería la carretera a Sevilla, quizás algo escorados hacia el sur, buscando la ciudad de Utrera.
Pronto, tan numeroso ejército es divisado por un destacamento de almocárabes, tropa de elite cristiana acostumbrada a luchar en zonas de montaña, dando aviso a Luis Puerrtocarreño y al mismísimo Marqués de Cádiz. La contienda estaba servida.
En algún punto del río Lopera, las tropas cristianas interceptan a los moros y después de una encarnizada lucha más de mil nazaríes pierden la vida, entre ellos los alcaides de Álora, Marbella, Comares, Coín, mientras el resto inicia la desbandada para poder salvar la vida.
En Historia del Burgo en el siglo XV, publicado por la Revista Jávega en 1976, se cuenta la especial animadversión que el Marqués de Cádiz y sus hombres tenían por los moros del Burgo y la Axarquía, a causa de algunos actos contrarios a las leyes de la guerra:
"Un grupo de fugitivos, capitaneados por el alcaide del El Burgo, se retiró por los campos del Guadalete, teatro en otro tiempo de la empresa más afortunada de sus abuelos, el Marqués de Cádiz, que había salido de Arcos, con la gente de Jerez, salió al encuentro con tanto mayor ardimiento que sabía de esos moros eran montañeses de la Axarquía, los que habían asesinado a sus parientes y compañeros, y que iban ataviados con los arneses de los vencidos, un soldado cabalgaba en el mismo caballo de su hermano Beltrán.
Frenético salió contra ellos, aumentó la mortandad y los acosó hasta su entrada en la Serranía. Por una coincidencia singular trajeron cautivo al alcaide del Burgo, contra el que tenía ojeriza especial, pues este caudillo había degollado al destacamento de cristianos de Jerez y Arcos, en el asalto de la fortaleza de Montecorto, pues era un gran escalador".
La carnicería fue total. Los cristianos perseguían a los moros que trataban de huir buscando la Serranía y el que no moría en el campo acabaría su vida en alguna mazmorra, caso del propio alcaide del Burgo.
Pero, ¿que pasó con los moros de Setenil? Gente aguerrida, como todos aquellos que participaron en tan desafortunada empresa desde luego, setenileños y rondeños contaban con una ventaja respecto a los demás: El conocimiento de un terreno que no en vano hacía linde con sus tierras. De esta manera, dándose cuenta quizás de que la huida por el mismo lugar por dónde habían llegado era una muerte segura, y que los cristianos centrarían sus esfuerzos en dar caza a los moros de la Axarquía a los que les tenían ganas, optaron por adentrarse más en tierras de cristianos por lo que hoy son los campos de Las Cabeza , por el camino de Montellano a Lebrija más o menos, para una vez metidos en la guarida del lobo, atravesar el Guadalete a la altura de Arcos. Los hermanos de las Cuevas, siguiendo la Crónica del Cura Bernáldez, relatan como contaron con la ayuda de un mudéjar para poder huir: "Los guiaba un mozo llamado Elche el Perrero, que había sido cristiano y era moro, entonces, y conocía la tierra como los linces. Bernaldez dice que el mudéjar trabajó de panadero en Arcos".
La estrategia les salió de perlas porque unos treinta hombres de a caballo de Setenil y Ronda, con sus alcaides a la cabeza, logran burlar la persecución de los hombres del Marqués de Cádiz y regresar a sus localidades.
Atrás no sólo dejaban a sus enemigos; El 17 de Septiembre de 1483 unos mil soldados del ejército nazarí perecieron o fueron cautivos, imnumerables pertrechos quedaron en el campo de batalla y quince banderas fueron enivadas como botín de guerra a los Reyes Católicos, pero lo peor de todo, la desmoralización de los granadinos y la constatación de que vencer a los cristianos en campo abierto, fuera de las escarpadas serranías, era una quimera.
Hamed el Zegrí y nuestro Cordi eran perros viejos en estas lides y al menos lograron salvar sus vidas y muchos de los suyos. Sabían moverse por estas tierras y en este tipo de situaciones pero otra cosa sería salir con éxito del próximo reto que la historia les depararía, una guerra que estaban destinados a perder.