miércoles, 8 de febrero de 2012

Las casas cueva de Setenil (VII): Las Cuevas del Sol


Hace ya muchos años, cuando aquel asunto del Vivillo, fueron muchos los periodistas que se pasaron por Setenil para cubrir el caso. Periódicos de tirada nacional pusieron el punto de mira en nuestro pueblo para narrar una historia de tintes románticos y un marcado sesgo sensacionalista; El robo a unos lugareños por un conocido forajido.
De todos ellos, el que sin duda se llevó el gato al agua fue Don José Campúa, uno de los padres del periodismo gráfico español, que en octubre de 1905 nos legó el que con casi total seguridad es el primer reportaje gráfico que se hace de Setenil.
Las fotos de Campúa retratan a los protagonistas, un grupo de enigmáticos caballistas, a la guardia civil, la posada donde se aloja, unas panorámicas del río a la altura de la Calle Triana y Las Cuevas de Sol, entrada al pueblo esta última si llegamos desde la estación, como fue su caso.
Imaginamos el asombro que debió causar al reportero su entrada en Setenil y pasar bajo los tajos de Las Cuevas del Sol, “casas de Setenil construidas bajo la montaña”, como reseña junto a una foto de la calle casi al mismo nivel del río.
Otro periodista, Weiss, también por el mismo asunto del Vivillo, nos dejó un mes antes que Campúa uno de las mejores descripciones del pueblo. Así lo relata para El Imparcial:
"El pueblo de Setenil no aparece á la vista del viajero hasta que éste llega al fondo del inmenso barranco, del tajo profundo, dentro del cual y por encima del que se asienta la más extravagante y pintoresca agrupación de viviendas humanas.
Figuraos un ancho río que hubiera empobrecido hasta convertirse en un arroyo miserable y fangoso.
Imaginad que en tiempos remotos, acaso prehistóricos y durante siglos y siglos, la corriente impetuosa y constante de las aguas hubiera socavado las laderas del barranco que sirve de lecho al río, hasta el punto de formar en una y otra margen dos enormes cornisas de roca.
Colocad bajo la concavidad de esas cornisas que amenazan aplastar las calles empinadas, casitas alegres, de fachadas azules y rosadas, humildes chozas y silos tenebrosos, y por encimas de esas calles y de esas casas, en laberíntica y ascendente espiral, otras calles y otras viviendas y las ruinas de un castillo y los muros morenos escarificados, vetustos, de una iglesia con apariencia de mezquita.
Y con todos estos elementos escenográficos y arquitectónicos, no podéis formar sino idea muy remota del aspecto, de la estructura, del sorprendente panorama de Setenil, visto desde la entrada por la senda, casi imperceptible, que de la estación ferroviaria conduce al pueblo.
Vadeando el sediento arroyo se entra en la población por la calle principal, llamada de Ronda, una calle cubierta á trechos por la techumbre de roca de la consabida cornisa".


Ambos periodistas pasan por las Cuevas del Sol, uno de ellos la fotografía y el otro nos la describe entre otros elementos arquitectónicos y paisajísticos de Setenil.
Y es que esta emblemática calle de Setenil puede ser una de las más nombradas y reseñadas por cuantos viajeros se han acercado al pueblo, así como profesionales de la talla de Nicolas Muller, Antonio Sánchez, Miguel Martín y tantos otros que nos legaron unas fotografías que no dejan lugar a duda de que se trata de un sitio de especial singularidad.
Innumerables imágenes nos la presentan en color o en blanco y negro, humildes casas cuevas habitadas por familias, las calles llenas de niños, grupos de forasteros, posteriormente cocheras, alguna imagen pintoresca como esta que encabeza la entrada hasta llegar a esas fotografías actuales que se publican todos las semanas en la redes sociales, donde ya los negocios de hostelería han sustituido a esas cocheras con vados en sus puertas de madera.
Extraña mutación constante la de esta calle, quizás lo mismo que le ocurre a tantas calles emblemáticas de nuestra geografía, que a fuerza de ser inevitables e ineludibles, se han convertido en auténticas millas de oro.
Y sin embargo yo la recuerdo de otra manera, con ese enorme terraplén de arena que hacía de bajada al río, aquellas cocheras que como si fueran porterías soportaban los balonazos de los niños, y es que, sin apenas coches, las calle era como una plaza más de Setenil, un espacio abierto a los niños de las escuevas, Triana y el principio de la Calle Ronda ¿se acuerdan de aquel cartel de los electrodomésticos americanos White Westinghouse?. En fotos de los años 60 ya aparece y yo lo conocí en los ochenta. Quizás hubiera sido bonito mantenerlo como un monumento más, un oxidado recuerdo de aquellas primeras lavadoras sólo al alcance de algunas privilegiadas. Improvisado escenario de fiestas, pasacalles, charlotadas, verbenas y todo tipo de eventos, ¿no son Las Cuevas del Sol la plaza oficiosa de Setenil?
Hubo un tiempo en que grupos de chavales luchamos y jugamos al grito de ¡Vivan las Cuevas! bandería que aglutinaba a cuantas calles se disponían a su alrededor, pese a que muy poca gente vivía ya en ellas. Era el nombre de todo un barrio que cogía desde el bar de Domingo hasta el bar de Zamudio.
El acceso al río estaba guardado por una albarrá blanca, luego se sustituyó por una baranda metálica sobre un murete de piedra, para finalmente, convertirlo de nuevo en una albarrá. Mutación constante la de esta calle, que sin embargo no deja de ser sorprendente, impresionante, sobrecogedora.
Las Cuevas del Sol siempre unida a su hermana Cuevas de la Sombra, que pese a todo aún resiste frente al empuje del turismo y su industria. Turismo que demanda su hábitat, un espacio libre de aquellos elementos que recuerden el mundo real. Así el destino de estas calles está en la esfera de lo irreal, entre la nebulosa de la impostura y el decorado de cartón piedra, idea que nos puede hacer perder la noción de que andamos bajo otro pueblo que se sustenta sobre toneladas de roca. Así pues, todo en las Cuevas del Sol es geología, volumen y precisión.
Deambulan bajo esas ancestrales peñas grupos de visitantes, sorprendidos quizás por la maravilla de la naturaleza, hastiados en muchos de los casos de superávit de sensaciones. Las terrazas ocupan su lugar, los coches aparcados copan gran parte del tramo, quizás un grupo de moteros haya aparcado sus Harley-Davidson sobre los muretes de piedra. Sin embargo, cada vez que paso por Las Cuevas del Sol me da la sensación de oír retumbando entre los tajos el eco de la chiquillería jugando a palos o al fútbol, bajando al río para hacer cocheritas o pasarelas de madera. No se me olvida entonces que aquella es mi calle y que gran parte de mi infancia la pasé bajo aquellas piedras asombrosas.

3 comentarios:

  1. Rafael te tengo que decir que esta vez has sobrepasado los limites, enhorabuena por el artículo, lo he leido detenidamente y una vez leido me a hecho regresar al Setenil de antes, y por lo cual he tenido muy bonitos recuerdos, gracias y bravo, un saludo.

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  2. Gracias rafalillo
    Tu también eres medio escueveño ¿no?

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  3. El 50 por ciento Rafael, ya que si un día trae 24 horas, 12 estaba en casa de mi abuela, con mi "tio". Un saludo.

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