domingo, 29 de abril de 2012

Una correspondencia muy taurina



Tío y sobrino, una bonita amistad y una afición común a la fiesta nacional. No sabemos quién es el primero que le envía la foto al otro, ni siquiera si una postal responde a la otra inmediatamente. Lo más seguro es que recibida por el tío la imagen de su sobrino disfrazado de esa guisa, tocado con montera y envuelto en el capote de paseo, este rebuscaría en los cajones un antiguo retrato de cuando hizo la mili para enviársela. Toro negro azabache, bien armado y con trapío. El pase de pecho de impecable factura. Lo cierto y seguro es que ambos son los autores y destinatarios de esta especie de disparate.
En la primera, escrita en Pamplona a una semana de iniciados los San Fermines, ¡ojo! el protagonista con pañuelo al cuello, leemos lo siguiente:
"Se prohíbe reírse, peligra la vida del artista.
El que lo coja, para él y el que lo vea que se calle.
Con mucho cariño para mi tío José Villalón
Fdo: Alonso Tornay
Pamplona a 15 de Julio de 1955"



Su tío José, que no quiere ser menos, le responde:
"En prueba de mis últimas actuaciones, te mando esta foto,
pensando en volver otro día para que aprecies el valor de tu tío.
Fdo: José Villalón Ramírez"
Con guiños de complicidad que quizás sólo ellos conocían, estos dos setenileños compartían parentesco, una entrañable amistad y, además de su afición a los toros, mucha guasa y la sangre muy gorda. ¡Dos tíos flamencos!

sábado, 28 de abril de 2012

Setenil es de Cine (I): Esplendor en la hierba



Hoy ha amanecido nublado, han caído algunos aguaceros y se nota la humedad en el ambiente; Caracoles y cabrillas, tan esquivos en este año tan seco, salen de sus umbrías para comer y quizás reproducirse. Aislados en majuelos, arroyos, matas, setos o lindes de piedra, estos moluscos forman parte de una tribu de supervivientes a los pesticidas y herbicidas con los que nos empeñamos en emponzoñar el campo.
Esplendor en la hierba, plateadas estelas en la tierra y los árboles, voraces visitantes en la huerta y estrellas invitadas en nuestra gastronomía, personajes desde luego imprescindibles de una lluviosa mañana de primavera.

jueves, 26 de abril de 2012

En el Bar el Puente


En cualquier verano de principios de los años setenta se tomaron estas fotos del Bar El Puente, emblemático establecimiento ubicado en la Calle Ronda y junto a ese puentecito de piedra que le daba nombre.
Carteles de La Casera y otra marca, establecimiento de Philips y señal de teléfonos, aunque en esos momentos ya lo regentaría Manolo, en las fotos aparecen sus padres que fueron los primeros propietarios; Manuel Marín Camacho y Catalina Ponce, que se retrata con su hija Antonia, pipote en mano, delante del inconfundible decorado de Las Cuevas de la Sombra.
La casualidad ha querido que mi abuela Isabel apareciera en la foto entrando por una de las puertas.
Bonitos recuerdos sin duda.

viernes, 20 de abril de 2012

Setenil, mil novecientos veinte y tantos; Contratos de arrendamiento



El arrendamiento es una modalidad contractual que consiste en ceder o adquirir por precio el aprovechamiento temporal de cosas, obras o servicios. En los casos que vamos a ver a continuación, se trataría del arrendamiento de fincas rústicas.
Las condiciones generales suelen venir fijadas por la ley, existiendo condiciones particulares o propias en determinadas zonas o localidades.
En Setenil, el arrendamiento rústico ha compartido protagonismo con la aparcería, modalidad en la que el pago pecuniario es sustituido por el reparto del producto de la cosecha o del beneficio, dándose diferentes porcentajes según las zonas. Aquí suele fijarse al cincuenta por cierto entre el dueño de la propiedad y el aparcero.
Aparte de esta diferencia fundamental, el arrendamiento suele aplicarse en grandes extensiones de tierra, normalmente de secano, donde la cosecha tiene un valor ponderable, mientras que la aparcería se estila más en pequeñas fincas de regadío, huertas, bancales etc. donde el reparto del producto se hace en especie.
Estamos en el año 1923. El labrador Manuel Tornay Aguilar pretende arrendar dos fincas mediante sendos contratos donde se estipulan la duración de los mismos, el precio por año, la localización de las fincas y las condiciones aplicables, un verdadero documento donde, además de conocer los modos y formas de esta modalidad contractual en Setenil, tenemos noticias de añejos lugares del término como son las Viñas Altas y Cabrejas, Manchón del Albaricoque, Tejarejo, Capellanía, así como los nombres de muchos propietarios colindantes y linderos.
Resulta además llamativo el hecho de que si bien cada contrato tiene un arrendador diferente, en ambos casos están apellidados Ponce de León, ilustre apellido de gran raigambre en las comarcas sevillana y rondeña y que hunde sus orígenes en los tiempos de aquel Marqués de Cádiz y su parentela que tanto se destacaran en la guerra contra los moros. En el primer caso tenemos a un tal Augusto y en el segundo una caterva de menores, seguramente huérfanos, tutelados por Doña Natalia Moreno, que defendía bien los intereses de sus administrados al estipular que al terminar el contrato, la cosecha pendiente de madurar sería para los propietarios, cosa que no se aprecia en el primer documento.
¿Podrían tratarse estos Ponce de León de un resto de la antigua aristocracia Rondeña? Yo apuntaría que sí, que se trataría en ambos casos de descendientes de algún propietario rondeño que de antiguo tenía propiedades en el término de Setenil. Especulamos con la idea de que en ambos casos se trataría de personas que o no podían gestionar ellos mismos sus tierras, caso evidente de los huérfanos, que no lo necesitaban, o que por su condición noble nunca habían desarrollado este tipo de oficios.
Este sería el primero de ellos, celebrado en Ronda el 4 de Abril de 1923;

Contrato que celebran de una parte Don Augusto Ponce de León Pérez, como arrendador, y de otra Don Manuel Tornay Aguilar y Don Valentín Marqués Callejo, el primero como arrendatario y el segundo como su fiador, bajo las bases y condiciones siguientes:
1ª Don Augusto Ponce de León es dueño de la siguiente finca; un olivar situado en el término de la villa de Setenil en el punto conocido por Viñas Altas y Cabrejas, de cabida de treinta y tres aranzadas, equivalentes á diez y ocho hectáreas, noventa y cuatro áreas y veinte centiáreas, lindante por el Norte como el camino que desde dicha villa conduce á Algodonales, por el Este por el que se dirige a esta ciudad. Por el Sur con el de Setenil a Grazalema y tierra de Don Pedro Barriga Jiménez llamada Manchón del Albaricoque y por el Oeste con otras de la pertenencia de los herederos de Don Juan Jiménez Anaya.
2ª Don Augusto Ponce de León concede en arriendo a Don Manuel Tornay la descrita finca por seis años que comenzaron el uno de Octubre del corriente y terminarán el treinta de Septiembre de mil novecientos veinte y nueve.
3ª La renta anual de este arriendo es de mil veinte y cinco pesetas que deberá pagarse en moneda de plata de curso legal el veinte y cuatro de Diciembre de los años mil novecientos veinte y cuatro a mil novecientos veinte y nueve inclusive en el domicilio del arrendador, donde se pacta el cumplimiento del contrato y á cuya jurisdicción queda sometido el arrendatario por renuncia del fuero del suyo.
4ª La aceituna pendiente de madurez al finalizar el arriendo corresponde al arrendatario.
5ª El arrendatario queda obligado a cultivar las tierras y el arbolado a uso y costumbre de buen labrador, conservando los árboles, lindes y servidumbres para que las fincas no desmerezcan de su actual estado
6ª La operación de talar y limpiar el arbolado se realizará por obreros designados por la arrendadora, siendo del cargo del arrendatario el pago de los jornales y manutención de los mismos, quedando los productos de la limpia y tala de la propiedad de este.
7ª No podrá el arrendatario cortar ningún árbol sin permiso escrito de la arrendadora.
8ª En el mes de Septiembre de cada uno de los años del arriendo deberá el arrendatario practicar el deschuponado alto y bajo del arbolado.
9ª Las fincas deberán ser bien aradas dos veces cada año, la primera en Enero ó Febrero y la segunda en Abril o Mayo.
10ª No se podrán sembrar yeros ni alverjas en las finjas a menos que estas lo sean para segar en verde.
11ª La casa queda obligado el arrendatario a encalarla dos veces en cada año y a habitarla continuamente. Las obras de reparación que haya que realizar en la misma se efectuarán a costa de los propietarios, pero el trasporte de los materiales correrá a cargo y cuenta del arrendatario.
12ª No podrán subarrendarse las fincas sin permiso por escrito de la arrendadora.
13ª Si al terminar el contrato permanece el arrendatario disfrutando quince días de la finca no se entenderá por eso que haya tácita reconducción.
14ª Si se venden las fincas objeto de este contrato se considera por tal hecho terminado este, no teniendo el arrendatario derecho más que a recoger los frutos de la cosecha que correspondan al año agrícola en que se efectúe, sin que pueda exigir indemnización alguna.
15ª Don Manuel Tornay Aguilar acepta y promete cumplir las obligaciones que nacen para él de este contrato, pudiendo ser compelido por la jurisdicción ordinaria del domicilio del propietario, a la que se somete expresamente, siendo de cuenta suya el pago de la indemnización de los perjuicios que con sus actos se originen, así como de el de las costas y gastos que se causaren.
16ª Don Valentín Márquez Callejo conforme con cuanto queda expuesto, se constituye fiador mancomunado y solidario de Don Manuel Tornay Aguilar.
Y para que conste se extiende este documento por duplicado á un solo efecto en Ronda a cuatro de Abril de mil novecientos veinte y tres.





Este sería de segundo contrato, celebrado en Ronda el 7 de Abril de 1923:

Contrato que celebran de una parte Doña Natalia Moreno Gayte en nombre de Don Luis, Don Francisco, Doña Luisa y Doña Aurelia Ponce de León González, como tutora de los mismos y en concepto de arrendataria, y de otra Don Manuel Tornay Aguilar y Don Valentín Marqués Callejo, el primero como arrendatario y el segundo como fiador, bajo las bases y condiciones siguientes:
1ª Los menores Don Luis, Don Francisco, Doña Luisa y Doña Aurelia Ponce de León son dueños en pleno dominio y por cuartos iguales partes pro indivisas de las siguientes fincas:
A- Un trozo de tierra cabida como de veinte y tres fanegas y media, que equivalen aproximadamente a quince hectáreas, tres áreas y treinta centiáreas poblado en toda su extensión de olivos, sito en el partido de Tejarejo del término de Setenil, que linda por Norte con olivar de Don Antonio Marín Molinillo y con otros terrenos de la finca primitiva de que se ha segregado propio de Don Vicente Narváez, por Sur con otro olivar perteneciente a Don Bartolomé Camacho Anaya, por Este con otro de Don Juan Antonio Zamudio y por Oeste con la vereda que desde el Tejarejo conduce a la Campiña de Setenil.
B- Un pedazo de tierra plantado también de olivar en el mismo sitio y término que la finca antes descrita, de cabida como de diez y seis fanegas, equivalentes a diez hectáreas, treinta áreas y treinta y tres centiáreas, que linda por el Este con la vereda que conduce del Tejarejo a la Capellanía y por Norte, Oeste y Sur, con tierras que son de la propiedad de Don Vicente Narváez Benítez de donde se segrega la finca de que se trata.
2ª Las descritas fincas que son colindantes, se arriendan por este contrato formando un solo predio.
3ª Doña Natalia Moreno concede en arriendo a Don Manuel Tornay las descritas fincas en la forma antes dicha por seis años que comenzaron el uno de Octubre del corriente y terminarán el treinta de Septiembre de mil novecientos veinte y nueve.
4ª La renta anual de este arriendo es de dos mil cien pesetas que deberá pagarse en moneda de plata de curso legal el veinte y cuatro de Diciembre de los años mil novecientos veinte y tres a mil novecientos veinte y ocho inclusive en el domicilio de los propietarios y a entera satisfacción de quien los represente.
5ª La aceituna pendiente de madurez al finalizar el arriendo corresponde a los propietarios.
6ª El arrendatario queda obligado a cultivar las tierras y el arbolado a uso y costumbre de buen labrador, conservando los árboles, lindes y servidumbres para que las fincas no desmerezcan de su actual estado.
7ª La operación de talar y limpiar el arbolado se realizará por obreros designados por la arrendadora, siendo del cargo del arrendatario el pago de los jornales y manutención de los mismos, quedando los productos de la limpia y tala de la propiedad de este.
8ª No podrá el arrendatario cortar ningún árbol sin permiso escrito de la arrendadora.
9ª En el mes de Septiembre de cada uno de los años del arriendo deberá el arrendatario practicar el deschuponado alto y bajo del arbolado.
10ª Las fincas deberán ser bien aradas dos veces cada año, la primera en Enero ó Febrero y la segunda en Abril o Mayo.
11ª No se podrán sembrar yeros ni alverjas en las finjas a menos que estas lo sean para segar en verde.
12ª La casa queda obligado el arrendatario a encalarla dos veces en cada año y a habitarla continuamente. Las obras de reparación que haya que realizar en la misma se efectuarán a costa de los propietarios, pero el trasporte de los materiales correrá a cargo y cuenta del arrendatario.
13ª No podrán subarrendarse las fincas sin permiso por escrito de la arrendadora.
14ª Si al terminar el contrato permanece el arrendatario disfrutando quince días de la finca no se entenderá por eso que haya tácita reconducción.
15ª Si se venden las fincas objeto de este contrato se considera por tal hecho terminado este, no teniendo el arrendatario derecho más que a recoger los frutos de la cosecha que correspondan al año agrícola en que se efectúe, sin que pueda exigir indemnización alguna.
16ª Don Manuel Tornay Aguilar acepta y promete cumplir las obligaciones que nacen para él de este contrato, pudiendo ser compelido por la jurisdicción ordinaria de esta ciudad a la que se somete expresamente, siendo de cuenta suya el pago de la indemnización de los perjuicios que con sus actos se originen.
17ª Don Valentín Márquez Callejo conforme con cuanto queda expuesto, se constituye fiador mancomunado y solidario de Don Manuel Tornay Aguilar.
Y para que conste se extiende este documento por duplicado á un solo efecto en Ronda a siete de Abril de mil novecientos veinte y tres.



Tenemos otro contrato de 1934 por el que Manuel Tornay arrienda otra finca en el término de Setenil, ya como vemos celebrado durante la 2ª República. Resultaría interesante analizar los pormenores y cláusulas de ambos contratos a fin de dilucidar si varían o no las condiciones respecto a estos celebrados durante el reinado de Alfonso XIII. En principio veo estas condiciones claramente favorables a los propietarios, sobre todo en el caso de que si la finca es vendida durante la vigencia del contrato, el arrendador no tiene derecho a ninguna indemnización ni compensación.
Así mismo, resulta curioso el asunto de la tala y poda, que en ningún caso puede ser realizada por el arrendador, aunque queda estipulado que este deberá hacerse cargo del coste del personal externo empleado a tal efecto. Esta cláusula, unida al la imposibilidad de cortar ningún árbol de la finca, tendría su motivo en evitar que un arrendador o aparcero hiciera una tala excesiva con el fin de sacar un mayor beneficio antes de que acabe el contrato, ya que como todos sabemos, la leña es un valor añadido que se une a la aceituna en la rentabilidad del olivar.
Por otro lado, mientras en los apellidos de los propietarios es posible el origen aristocrático, en la figura de Manuel Tornay Aguilar vemos al hombre que llega con decisión a un lugar en el que resulta extraño, sangre nueva frente a una vieja aristocracia por la que parecen haber pasado sus años de gloria, como un advenedizo que llega a un mundo antiguo. Feraces predios para aquellos que confiando tan sólo en su destreza con la yunta y el arado, apostarán su dinero y trabajo a las nubes y el sol.
Hemos tenido la suerte, de conservar gran parte de la documentación que este hombre fue acumulando durante toda su vida; contratos de arrendamiento de fincas, contratos de compraventa de inmuebles y tierras, tratos con prestamistas, pleitos, peticiones administrativas, seguros agrícolas, diarios, cartas, algunas fotos. En otra ocasión trataremos de conocer algo de este bisabuelo mío, hombre singular sin duda que murió casi centenario y cuya vida resulta desde luego novelable, de su ambición por lograr sus objetivos, las dificultades e injusticias que tuvo que sobrellevar, sus avatares personales durante la guerra civil y el enigmático origen de ese apellido tan singular y a la vez tan propio de la Serranía de Ronda.
Desde luego que un gran hombre necesita al lado una gran mujer, y esa era sin duda María Teresa Mariscal, su mujer, la venerable anciana que supo guardarlo todo en una vieja carpetita.
¡Salud amigos!

Setenil, mil novecientos veinte y tantos; Los papeles



Cuando su hija Ana murió, María Teresa Mariscal dejó su enésimo hogar y se vino a vivir a Setenil con su hija Isabel, la única que le quedaba de los cinco hijos que tuvo. Entre sus escasas pertenencias, esa mujer casi centenaria trajo unos libros de santos y una carpetita por donde asomaban los bordes de unas hojas ajadas por el tiempo; contratos, escrituras, cartillas militares, emotivas cartas de parientes, fotos en blanco y negro. María Teresa guardaba en esa carpetita su vida, la suya y la de aquellos que la compartieron con ella.
Tenían nuestros abuelos la sana costumbre de guardar todos los papeles que pasaran por sus vidas, tenían estos papeles demás la virtud de durar, amarillearse quizás, pero durar y mantener entre sus pliegues letras de abigarrada caligrafía y palabras antiguas y añejas.
Hoy, miramos esos papeles con curiosidad, casi con devoción. Pasamos las hojas, notamos el tacto áspero al contacto con nuestros dedos, aspiramos el olor a cerrado, a madera, carcoma y humedad. Miramos las fechas; mil novecientos diez y seis, mil novecientos veinte y tres, nombres de lejanos parientes que firman haciendo bonitos arabescos, Ronda, Olvera, Setenil, la carta enviada desde un recóndito lugar de América. Inmediatamente, comenzamos a imaginar la vida de los protagonistas. Conocemos sus caras, aquellos rasgos de su personalidad que nos contaron los que les conocieron, los avatares de sus vidas. Podemos cometer el error de juzgarlos por un solo hecho, bueno o malo, que acaeció en su juventud. ¿Es lícito enjuiciar toda una vida por unas palabras, un comentario, unas letras? Lo más seguro es que simplemente los veamos como hijos del tiempo que les tocó vivir.
Me doy cuenta de que entrelazando estos papeles se puede engranar una vida, relatar una historia, ¿Existe cosa más extraordinaria que tratar de conocer el pasado a través de sus protagonistas? Escudriñar en el tiempo, hurgar en las vidas de aquellos que nos precedieron, aunque quizás no tengamos derecho a hacerlo.
No encontraremos en estos papeles grandes nombres ni fechas, ni siquiera datos dignos de figurar en alguna investigación, pero leyendo una carta podemos hacernos una idea del dolor que suponía para esas personas estar lejos de sus familias, la añoranza de los días de fiesta en el pueblo. En una cartilla militar podemos saber la quinta de algún mozo, donde hizo el servicio, su complexión física, ¡su color de ojos! Ojeando un contrato de arrendamiento podemos ver como vivía la gente en aquellos años, cuales eran las normas que regulaban su vida, los usos y costumbres en el trabajo, sus anhelos, sus ilusiones, sus tristezas y alegrías, nos podemos encontrar con un parte médico, frío y aséptico, que profetiza un próximo final, podemos conocer en definitiva aquella parte de la historia que no aparece en los libros ni se estudia en el colegio, precisamente ese pedazo de la historia de la que realmente formamos parte.

martes, 17 de abril de 2012

Setenil en la obra La Guerra en la Historia


Estatua del Gran Capitán en la Plaza de
las Tendillas de Códoba.

Una bonita portada con ilustraciones de soldados de los tercios, dan cobijo a las gruesas hojas amarilleadas por el tiempo de este ejemplar de La Guerra en La Historia, relatos abreviados de historia militar por el General F. García Rivera, de la Editorial Juventud.1944.
Recuerdo cuando a principios de los noventa lo compré en una feria del libro de ocasión en Sevilla donde se exponía la colección entera, cerca de veinte tomos, pero yo sólo tenía dinero para llevarme este dedicado a las guerras de los Reyes Católicos y la campaña de Italia del Gran Capitán, y en la que por lógica deduje que Setenil aparecería aunque sólo fuera de soslayo.
En la estantería abandoné a su suerte las campañas de Alejandro Magno, Julio César, Las Cruzadas, Napoleón y tantos otros episodios de la historia que aparecían en esta colección, escrita por un General de Brigada, procedente del Cuerpo de Estado Mayor del Ejército y antiguo oficial de Caballería, para quedarme con un exhaustivo estudio desde el punto de vista militar, de las campañas de los Reyes Católicos y la portentosa figura de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.
Como es lógico, Setenil aparece dentro del contexto de la Guerra de Granada, campaña donde empezaron a fraguarse muchos de los métodos y usos de la guerra moderna que tendrían su reválida en las futuras contiendas de Italia y Flandes, empresas que dejaban atrás la Edad Media para dar paso a una nueva etapa de la historia. El autor, sin duda, hace hincapié en que Setenil fue usado como teatro de operaciones para ensayar el uso de la artillería, los zapadores e ingenieros y sobre todo los hospitales de sangre;

"Esta conquista (Álora), resultaba de gran importancia, porque entre Antequera y Málaga, era, en poder de los moros, una defensa de esta última y entonces, en poder de los cristianos, era una amenaza.
Desde allí bajaron por el valle del Guadalhorce hasta cerca de Cártama, y, después de hacer talas por los campos de Málaga, se acordó realizar una nueva expedición contra la poderosa fortaleza de Setenil, entre Ronda y cañete, que cercó el Marqués de Cádiz con 2000 caballos y después la batió el rey con el grueso y su poderosa artillería. Esta artillería de la reina hacía maravillas, pues las murallas moras de Setenil, que resistían a las máquinas guerreras de aquel tiempo, se derrumbaban ante las gruesas piezas de la hueste cristiana, que consiguió la rendición de la plaza, retirándose a Ronda los moros que la defendían.
En este sitio de Setenil se presentó el primer Hospital de sangre o de campaña organizado por el ingenio de la reina Isabel, que mandó construir seis tiendas de campaña provistas de medicamentos y material para curar enfermos y heridos, con médicos y cirujanos que reclutó para ello. Aquel organismo, que ningún ejército del mundo había tenido, recibió el nombre de "Hospital de la Reina".
También hay que observar que en dicho sitio empezó a emplearse la artillería en gran escala, tanto por el número de piezas como por el calibre de los cañones, y se usó como signo de los nuevos tiempos, la pala y el pico por millares de hombres para abrir camino a las tropas o mejorar los existentes".

La obra, fue declarada de utilidad pública para el Ejército, recompensada por la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco, pensionada, mandada publicar por cuenta del Ministerio de la Guerra en el año 1936, y empezada a publicar en 1942 por la editorial mencionada.
Aunque hoy podría resultar algo políticamente incorrecta, resulta un documento exhaustivo, preciso y muy didáctico para entender las estrategias y técnicas militares, al menos este tomo dedicado a las guerras de los Reyes Católicos, que con mis escasos caudales, fue el único que me pude agenciar de la colección.
¡Salud amigos!

viernes, 13 de abril de 2012

La exposición



A mediados del pasado mes de marzo, Rafael estaba exultante; en el Ayuntamiento le habían dado permiso para poner la exposición en el museo de la Calle Vilches y lo que es más importante, tenía la llave. Poquito a poco, recorrió la distancia que separa los dos edificios y abrió la puerta. Su alegría se vino un poco abajo cuando vio en las condiciones que estaba, pero nada, ni la humedad ni el polvo podrían aplacar su determinación.
Toda su familia se puso manos a la obra; limpiar y frotar, rascar los desconchones de humedad y blanquear, arrancar el verdín de las losas, rozar las hierbas que en el patio buscaban el azul del cielo. Cuando yo me llegué por primera vez ya estaban terminando. Rafael me enseñó las tres plantas del edificio, ya limpio y saneado, y me explicó las ideas que tenía en mente para desarrollar la exposición. Poco a poco fueron llegando las piezas; fósiles, usos de piedra, cerámicas, monedas, botones, lámparas, libros explicativos. Para los objetos pesados; restos de columnas, estelas etc. le tuvieron que ayudar algunos amigos. Unas borriquetas y unas tablas de obra sirvieron para preparar los stands.
Algunos días después me llegué de nuevo por la Calle Vilches. Las piezas estaban ordenadas cronológicamente y a su lado podías ver una lámina o libro donde se explicaban los temas a tratar. Los objetos más valiosos; algunas monedas, vasijas de barro y la estela nazarí estaban protegidos bajo unas hornacinas. Un buen vecino se encargó de darle algo de luz eléctrica. Aquello ya parecía un museo.
La gente empezó a llegar y Rafael les iba guiando por las distintas mesas de la sala. Así nos enteramos que esas enormes bolas de piedra era la terrible munición escupida por las bombardas cristianas en los distintos asedios a Setenil, tal como ocurrió en el fallido intento de Fernando de Antequera, que ordenó a sus artilleros a que cada artefacto disparara a diario un mínimo de cuarenta de esas. Lógico es que se encuentren en todo el perímetro de La Villa a nada que se escudriñe entre los olivares. La cruz patriarcal del siglo XVIII, negra y abierta, contrasta dentro de la oquedad en la que está colocada con el blanco de la pared, dando idea de sincretismo cristiano y pagano en un mismo objeto. Me probé unos dedales metálicos que quizás protegiera los dedos de una chica en el siglo XIV mientras hilaba, cogí con mis manos hebillas romanas y visigóticas, puntas de lanza y hachas de piedra. Me explica que el talismán lo encontró en la demolición de los viejos muros de una casa, que ese trozo de columna los sacó de una zanja cuando las máquinas destrozaban una villa romana en la Preciada, que esas cerámicas las rescató de la escombrera resultante de levantar el suelo de la Cantarería, ¡claro! Pensé yo, es normal que en la Cantarería se encuentren restos de cántaros.
Poco a Poco, vecinos de Setenil fueron donando objetos de sus casas; Un precioso trillo de sílex, la copa, el anafre y la badila de latón, una jáquima hecha a mano, platos antiguos, bellísimas lámparas de aceite. Un buen amigo nos enseño un paquete de utensilios y aperos gastados por el trabajo en las faenas del campo y que pretendía donar al museo. Rafael tuvo que advertirles que la exposición era provisional.
En Semana Santa empezó a entrar más gente. Julio Pardillo, como geólogo que es, alucinó con la colección de fósiles, sobre todo con los trilobites y el diente de Megalodon azul mineral de unos ciento cincuenta millones de años. De Madrid eran muchos de los visitantes y gracias al Facebook una familia inglesa buscó ex proceso la Calle Vilches para visitar la exposición. A Rafael le hubiera gustado que su buen amigo, el arqueólogo madrileño Juan Ignacio Marín, hubiera estado por el pueblo para hacerle una visita. Juan Ignacio nos transmitió su amor por la historia de Setenil, demostrándonos que se puede ser erudito sin llegar a ser pedante.
Grupos de escolares han pasado por las salas del museo, algunos jóvenes se han llegado varias veces para bombardear a Rafael a preguntas; ¿eso es un hacha de guerra? ¿Y las espadas? Él les aconseja que estudien y que lean mucho. Se han repartido muchas láminas del Civitates Orbis Terrarum, ese dibujo de las cabritas que George Hofnaglius grabara allá por 1564 y que representa un Setenil que poco a poco se desparrama muralla abajo. Impresionan la calle que parte en dos Los Cortinales, el torreón desmochado décadas atrás por la artillería de los Reyes Católicos, la Torre del Espigón, la casa de Candidita como antiguo pósito de grano, San Benito a las afueras del pueblo, los caleros humeantes, la calle Ronda como si fueran las Cuevas de San Román. Ahora todos tendremos en casa una lámina que representa un Setenil de hace cuatro siglos, todos hablaremos de los fósiles sepultados en montañas de estratos, del botón desprendido de una camisa que un soldado de Felipe II perdiera en el abrevadero de un pozo, unos acinipos que quizás sirvieran para comprar alimento, o los maravedís para pagar una jarra de vino en una taberna. La gente desde luego hablará del edificio de tres plantas que muy posiblemente fuera la morada de ese Esteban de Vilches alcaide de Setenil y de Arriate, del patio empedrado con su aljibe y la pila de lavar, los atrojes de ventanas ovaladas, un edificio en definitiva digno de albergar algún día un museo.
Rafael me regala la última de las láminas y empieza a empaquetar cuidadosamente los objetos de su colección. Se llevará primero las cajas pequeñas mientras que para las piezas grandes usará el coche. Luego se dará una vuelta por la casa para comprobar que no ha dejado ninguna ventana abierta, que todo está limpio, que no deja nada olvidado. Cogerá aire, cerrará la puerta, devolverá las llaves y dará las gracias a los responsables por dejarle usar el museo.
Rafael tenía la ilusión de enseñar a paisanos y visitantes una parte de la colección adquirida durante toda su vida. ¡nada más y nada menos!

jueves, 12 de abril de 2012

Vísperas de Romería en Setenil





Hay un joven setenileño al que le deben de gustar mucho las fiestas pues, si hace unos días paseaba en coche por el pueblo con marchas procesionales, ahora lo hace al son cadencioso de la flauta y el tamboril. Supongo que a principios de verano recorrerá esas mismas calles con sevillanas y rumbas, dándonos a entender que están próximas las ferias del Carmen y de Agosto. Así es él, alegre y jovial, heraldo de Dionisos y Euterpe, lúdico mensajero del jolgorio y la jarana. Si cualquier persona aterrizara en Setenil después de un largo viaje por el espacio, tan sólo con cruzarse con nuestro amigo sabría la época del año en la que estamos por la música que llevara puesta.
En fin, cuando aún la cera hace chirriar las ruedas de los coches y andamos en plena faena de traslado de tronos y enseres, la flauta y el tamboril que lleva en su coche ese edecán de las musas, vienen a recordarnos que estamos en vísperas de nuestra Romería de San Isidro; andar peregrino de gentes y bestias por los carriles de la Mata de Vargas hacia las verdes praderas de Escalante, bellos atardeceres entre los trigales, buena comida y mejor bebida, prolongadas conversaciones a la luz de una candela, esa puñetera muchachada insomne y borracha... ¡y eso que aún falta casi un mes! Ya sabemos que por aquí las vísperas son prolongadas, eternas, tan intensas como el climax al que preceden...Así somos por estas tierras del sur.
Pues eso, que andamos por las estribaciones de la Romería y mi amigo Pepe y la Junta de la Hermandad de San Isidro se han puesto en contacto conmigo para recordarme que el viernes 13 a las 21 horas en las Flores hay reunión de para todos los hermanos y simpatizantes con el fin de tratar asuntos de importancia para el discurrir de la fiesta.
Así mismo en la Web de la hermandad darán cumplida noticia del asunto.
¡Salud amigos!

martes, 10 de abril de 2012

Crónica de la Semana Santa de Setenil 2012

Finiquitada queda la Semana Santa 2012, y corresponde hoy, cuando aún estamos emocionados por las experiencias vividas estos días y alguno que otro andamos con las rodillas maltrechas y el hombro contusionado, tratar de hacer una crónica de lo que ha supuesto la fiesta grande en Setenil de las Bodegas.
Difícil resulta desde luego, pues no recuerdo una Semana Santa tan abierta y polémica como la de este año, donde la famosa guerra de las bandas vuelve a llenar las calles de bandas militares que rivalizan en número, jerarquía o popularidad por las calles de Setenil. Solamente el cielo con su preciado maná de agua nos ha puesto a todos en nuestro sitio, como queriendo decirnos que le importan un bledo nuestros súplicas y anhelos y que la lluvia cae cuando tenga que caer. Así de sencillo.
Ante la crisis hay dos tipos de intervenciones. La primera y más convencional es el control del déficit mediante la minimización de gastos, es decir, no gastar más de lo que se tiene para evitar endeudarnos. De lógica, como la administración de una casa de familia. La otra, quizás más novedosa y viendo que la cosa no endereza, es justamente lo contrario, incentivar la inversión y aumentar el gasto para estimular la economía.
Pues bien, en esta Semana Santa 2012 en Setenil se ha optado por la segunda opción; Saldos y rebajas en el Ministerio de Defensa y cuarteles del Ejército Español. La crisis aprieta, y la bajada no sólo en el número de contratos sino también en el caché de las bandas durante estos días, ha hecho que estos abnegados funcionarios del estado hagan más salidas y desfiles para no perder este filón económico que para ellos supone la Semana Santa.
Así pues, Setenil ha salido beneficiado de esta circunstancia que ha supuesto una reactivación de la famosa guerra de las bandas, que tanto lustre y prestigio ha otorgado a este pequeño pueblo de dos mil quinientos almas, y que consiste en plantarle una banda militar en las narices a ese vecino que nos cae tan mal y que encima es de la otra hermandad. Vuelve un fenómeno que parecía de otros tiempos cuando, después de alguna buena cosecha o un año colmado de buenos tratos y negocios, los setenileños de ambas hermandades daban gracias a las alturas haciendo desfilar bajo las calles de Setenil las más afamadas bandas militares de la nación, tronadores ecos de redoble que retumbaban entre tajos milenarios y que hacían enmudecer hasta a los pájaros del campo.
Golpe de efecto, alegría en los bares y comercios de Setenil, suspense en las calles y corridos de rumores antes de las procesiones...”te voy a contar una cosa pero no se lo vayas a contar a nadie”, aglomeraciones para ver el pasacalles por Las Cuevas, en fin, la guerra de las bandas. La Legión, Regulares de Ceuta, Regulares de Melilla...del Jueves Santo al Domingo de Resurrección, Setenil se convierte en la sede de la Capitanía General del Estrecho.
Sería interesante hacer un estudio de lo que representa la Semana Santa para la economía de Setenil, si de verdad supone un incentivo económico y si se amortiza la enorme inversión que realizan las dos hermandades, y por ende todo el pueblo, o si por el contrario supone un despilfarro y un descalabro para la maltrecha economía local.
En principio parece claro que son los comercios de hostelería los principales beneficiados, así como tiendas de artesanía y recuerdos, en mayor o menor medida si están ubicados por las calles por donde pasan las procesiones. Quizás estos comercios compran su materia prima en negocios locales y lo más seguro es que de hacerlo, contraten a personal del pueblo.
Desde este punto de vista la Semana Santa, por su enorme afluencia de visitantes resultaría un aliciente para la economía local, aunque sólo sea como puesta de largo de la temporada. Si encima es una fiesta propiciadora de la anhelada lluvia, miel sobre hojuelas. Que cada uno saque las conclusiones que quiera.
Pero claro está, todo hubiera sido perfecto si la lluvia, la tan necesaria lluvia, no se hubiera presentado como el que no quiere la cosa, para estropear muchas salidas procesionales y con ello retraer el número de turistas.
Así, el Jueves Santo quedó deslucido por un aguacero repentino, mientras que un desagradable chirimiri se empeñó en acompañar el Viernes Santo durante toda la procesión a Padre Jesús y la Soledad. Horas más tarde, un fuerte chaparrón partió en dos la procesión del Santo Entierro. De esta manera se volvieron a repetir las mismas escenas del año pasado; carreras, santos cobijados bajo las Cuevas de la Sombra y el Callejón, plásticos para proteger enseres y tronos, mantillas y penitentes corriendo, en fin, las cosas que pasan. Sólo el Silencio, la Soledad del Sábado y el Resucitado se han librado del agua.
Pero la Semana Santa de Setenil 2012 no sólo ha sido bandas y lluvia; alegría, bullicio, tradición, fe, devoción en las calles, penitencia, la dramática escenificación del Silencio, el homenaje a ese costalero que al que ya nunca veremos en un varal de La Soledad, ese dorado del majestuoso trono de la Veracruz, o si queremos podemos hablar de música de verdad, como la que toca la banda de Trebujena: Caridad del Guadalquivir, Madrugá, Soledad de Setenil, quizás la mejor agrupación que ha pasado por nuestro pueblo en años, sin olvidarnos de la banda de Porcuna o la agradable sorpresa de una afinada y voluntariosa agrupación de Alcalá del Valle, que por su buen hacer repetirá el año que viene. Nada desde luego tan noticiable como la apoteosis militar de este año, o por lo menos lo que la lluvia ha dejado.
Por otro lado este año gracias al video comunitario hemos podido disfrutar de las procesiones en directo, dándose la circunstancia de que mientras veíamos en la tele a la virgen por la Plaza, el señor pasaba por la puerta de la casa. Hay gente, que ha visto todas las procesiones por la tele, sin levantarse del sillón, ahorrándose de esta manera el frío, la lluvia, las aglomeraciones o ese desagradable encontronazo con los chicos de las libretitas, ya me entienden. Las cosas de la tecnología.
Pues nada, un año más dejamos atrás nuestra fiesta grande, tan compleja, tan polémica, tan especial, tan llena de matices. Me doy cuenta de que hacer una crónica ponderada y mesurada de una Semana Santa tan sui géneris como es esta resulta misión imposible, pues cada uno la entiende de manera diferente, participando de esta especie de éxtasis colectivo, viviéndola íntimamente, ejerciendo el legítimo derecho a pasar de todo o simplemente incordiando, que todo cabe en esta fiesta.
La luna, la inconstante luna vuelve a desaparecer en el firmamento, las nubes y la lluvia nos abandonan hasta dios sabe cuando, los ecos de tambores y cornetas se difuminan en el silencio. Todo ha sido como un decorado, un sueño, una la alucinación de la que despertamos para volver a la realidad.
¡Salud amigos!

jueves, 5 de abril de 2012

Siempre hay una primera vez (I)



El universo de mi niñez presenta una extraña bicefalia que quizás marque el resto de mi existencia. Mi mundo se repartía entre la fantasía y la realidad, lo nuevo y lo ancestral, el asfalto de las calles de mi barrio en la ciudad y los tajos, el río y la tierra mojada de los campos de Setenil. Era como si un día me levantase en Metrópolis, para dormir esa noche en las escarpadas laderas de Itaca.
Setenil era mi libertad, la aventura de los días interminables y los vagabundeos por una tierra nueva, sin fronteras. Andanzas de niño por campos, bosques y riberas, donde moraban animales y seres mitológicos, lugares misteriosos y hombres centenarios que contaban viejas historias de bandidos y guerras ya olvidadas.
El mundo de mi niñez se dividía entre la tediosa vida de escolar en la ciudad, y la vigorosa existencia de correrías montunas donde lo extraordinario era lo habitual.
En mi Universo había un río que cambiaba su forma según la estación, lleno de peces, ranas, gatos romanos y gallos gigantes que atacaban a los niños. Los calís sobrevolaban los cielos azules y en lo alto de algún tajo podías distinguir la terrible presencia de un feroz macho cabrío de cuernos retorcidos. Había ruinas de algún viejo molino devorado por las zarzas, fuentes de agua clara que nacían de la misma piedra, bosques de encinas que daban bellotas dulces, choperas donde pasaban la noche bandadas de pájaros negros.
En la Molinilla había una poza que decían se tragaba a la gente, a los Caños no se debía acudir en la anochecida, en la Cantarería moraban fantasmas y en las Cuevas de Román había misteriosas grutas donde las brujas hacían sus aquelarres. Mi mundo se nutría en cada excursión, en cada recodo, de los cimientos de una memoria vieja y antigua, anterior incluso a mi presencia. La existencia de vivencias anteriores que quedaban en los muros de vetustas casas, en los caminos y en los troncos de los árboles.
Volver a Setenil en Semana Santa era todo eso y mucho más. Grabada en mi memoria quedaba aún la pasada navidad, con su frío intenso, el gris del cielo y el olor a candela de cisco y humedad. Aún perduraba el recuerdo de excursiones entre caminos embarrados y arboledas desnudas, para desembarcar en la incipiente primavera de los meses de abril. Nuevos vagabundeos por trigales verdes moteados de amapolas y almendros en flor. Un mundo nuevo renacido del invierno.
Poco me importaba entonces la música y los fastos de las salidas procesionales, poco sabía yo de hermandades, santos, misas y la pasión de nuestro señor, que en realidad sólo venían a turbar mi onírico mundo de aventuras.
Vestido supongo para las fiestas, no lo recuerdo, incómodo quizás con algún pantalón de pinzas y unos zapatos a estrenar, abandonamos Setenil por el Charco de los Caballos, para seguir bajo la Umbría por donde las Cuevas de Román. Atravesamos olivares y vadeamos el río que transcurre entre altísimos chopos que subían en pos de la luz y la claridad. Ascendemos por entre zarzas y encinas al cementerio, buscamos la vieja ermita donde nos han contado que hay un cristo liado entre sábanas que subieron hace unos días los hombres. Tratamos de verlo por las ventanas, pero están muy altas y desistimos. Nadie nos contó que ya lo habían bajado a la iglesia. Alguno cuenta entonces la historia de un cristo enterrado en los bajos de un pajar.
Mientras tanto, en el pueblo se oye música; rítmicos tabores percuten en los tajos atronadoramente, una música cadenciosa y primitiva, africana, sube hasta el olivar donde nos hemos sentado a descansar. Uno de los niños sentencia;
Es Padre Jesús que está en la calle y esos tambores son de La Legión que viene para Los Negros.
Bajamos corriendo por la Ladera, la Calle Vilchez y las escaleras de san Benito hasta llegar a la albarrá de la subida a la ermita que converge en la Calle Ronda. Entre el barullo de la gente y la algarabía busco un hueco para asomarme entre la multitud. De ahí no se puede pasar. Por la curva aparece un trono dorado, gigante, como un barco enorme. Paso quedo acompasado con la música. ¡Es Padre Jesús! ¡Es Padre Jesús! Gritan los niños. Trato de asomarme más, con peligro incluso de caer. Ya se ve una imagen morena y azul sobre un suelo rojo de claveles. Padre Jesús se acerca; una ráfaga de aire frío mueve su túnica y algunos claveles caen al suelo en cada mecida, en cada levantá. La gente calla, se persigna y tocan el paso dorado. Veo la cruz negra, oscilante, Padre Jesús está a nuestra altura. Callado miro su corona de espinas, las manos negras y heridas, los ojos tristes con pena, con dolor, su mirada me traspasa. En silencio, humilde y pobre, pasa Padre Jesús en su trono dorado y rojo, y yo me quedo paralizado apoyado en la albarrá. Vuelve el ruido, vuelve la música cadenciosa y mis compañeros me avisan que trataremos de pasar por entre la legión, pero yo sigo ensimismado.
Pasa la procesión y vuelvo a mi casa por la calle sucia de cera y papeles.
Llego desastrado y hambriento y mi madre me regaña.
Yo le pregunto; Mamá ¿quién es Padre Jesús?
Padre Jesús es el Señor.
¿Nosotros somos negros?
Claro hijo, te lo he dicho veinte veces.
Por aquellos entonces estaría en los cursillos de la Primera Comunión. Aprendí con desgana y de memoria el Padre nuestro, el Ave María y en el Credo supongo que me enriscaría con los pormenores de la doctrina. Quizás los catequistas me hubieran contado la pasión y muerte de Jesucristo, pero sólo sería a raíz de aquel día en que se me representó esa escena tan dramática y sobrecogedora, cuando vi la imagen de Padre Jesús cara a cara, tan nítida y verdadera, cuando algo prendió en mi.
Entonces, satisfecho, cojo un papel y dibujo un hombre triste y añil que lleva una cruz a cuestas sobre un suelo rojo. Legionarios romanos con plumas en sus cascos custodian las cuatro esquinas del trono dorado. Detrás, pequeño e insignificante, como si no quisiera salir en la escena, aparece un penitente de negro con la capa morada y la cruz de Jerusalén en el costado. Ese era yo. A partir de ese año acompañaría todos los Viernes Santos a ese cristo moreno y doliente pero altivo y noble que me impresionara de aquella manera en la albarrá de la subida a San Benito.
Mi universo de campos, de bosques, de torres de piedra y de viejas historias se alimenta de la soberbia presencia de portentosos mitos, de seres mitológicos que pueblan los asombros de la imaginación de un niño. Como decía el poeta, “todo regreso de un hombre a Itaca es una nueva creación del mundo”.

Siempre hay una primera vez (I)
Rafael Vargas Villalón
Publicado en el Boletín de Los Negros 2011

Silencio en Setenil



Desde lejos, Setenil aparece a oscuras, iluminado levemente por los detellos de luna que asoman entre las nubes. Un hilo de lucecitas baja desde San Sebastián para entrar en el pueblo mientras la suave brisa de poniente nos trae los ecos del miserere.



La Legión, en Setenil, por Las Cuevas de la Sombra



Escuadra de gastadores con el cetme en alto delante de la banda. Secos redobles de tambor retumban entre los tajos de las Cuevas del Sol, Cuevas de la Sombra y la Cantarería. Carreras por las calles, expectación y nerviosismo en las calles de Setenil pues La Legión toma el pueblo a paso ligero.
Hay fotos mucho más antiguas que esta, algunas en las que queda reflejada la clásica estampa del fiero Tercio ennoviado con la muerte, como recién llegado de las guerras de Marruecos, pero yo me quedo con esta imagen de La Legión entrando en un Setenil de principios de los ochenta, un Setenil democrático, un pueblo reconciliado e identificado plenamente con este arma del Ejército Español.
¡55 años ya! que La Legión vino por primera vez a Setenil, efeméride sin duda para celebrar.

In memoriam: Mingote



Hace años, cuando aún las cajas de ahorros no eran los voraces depredadores que son hoy día, la Caja de Ahorros de Ronda repartía almanaques donde se celebraban las estaciones y se fomentaba el ahorro como patrimonio de la familia y del país. Con imágenes como esta nos acostumbramos a los dibujos de Mingote, genio y figura de una manera de interpretar la realidad fuera de lo común, muy lejos de la zafiedad que impera hoy día.
Maestro del periodismo gráfico español, su viñeta diaria ha representado un oasis de cordura en el triste panorama ideológico y ético de la realidad española. Descanse en paz.

miércoles, 4 de abril de 2012

Inestabilidad atmosférica en Setenil

Quizás invocamos la lluvia con tanto entusiasmo que el cielo parece habernos oído, y aquí la tenemos; pequeños aguaceros, esporádicos y repartidos que son pan de oro para las resecas tierras de Setenil pero que también son capaces de fastidiar las salidas procesionales.
Aún así el agua hace falta y no hay que olvidar que la Semana Santa hunde sus raíces en antiguos ritos agrarios del mundo clásico donde se celebra el resurgir de la primavera tras los fríos meses de invierno. Las lágrimas de la diosa Démeter que llora la pérdida de su hija riegan los campos sembrados de cereal y propician la cosecha que se recogerá en los meses de verano. ¿Les suena?
Pero bueno, no es plan de llegarse a la puerta de una iglesia con toda la peña llorando y contarles el mito de Démeter y su hija Perséfone, más que nada para no salir de allí a gorrazos.
¡Salud amigos! y disfruten lo que puedan de estos días.
Para saber más:
Perséfone y el mito del rapto. Wikipedia.

martes, 3 de abril de 2012

Costaleros de la Soledad (Boletín 2012 de Los Negros)







Se andará repartiendo estos días previos al inicio de la Semana Santa el Boletín de los Negros de este año 2012, una estupenda noticia para la afianzación de este proyecto joven e ilusionante de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y de Nuestra Señora de la Soledad. Como es lógico, aún no la he leído entera pues son unas setenta páginas de sentimiento y exaltación cofrade, con algunos artículos de gran contenido emocional.
Hoy, sin haberle pedido permiso ni a él ni a la Hermandad, me gustaría publicar el artículo de mi amigo Pepe con el que llevo más de veinte años llevando el trono de La Soledad y que, con un estilo directo y natural, ha hecho un bonito semblante de la idiosincrasia y las circunstancias que han rodeado durante tantos años las salidas procesionales de este trono de Los Negros, la de los negritos o los sanjuanistas, como nosotros mismos nos denominamos muchas veces.
¡Enhorabuena Pepe! por tu primera experiencia literaria y nos vemos el viernes en San Benito.



COSTALEROS DE LA SOLEDAD

Hace frio, mucho frio. Escribo estas líneas cuando estamos pasando una de esas olas de frio que vinieron en el mes de febrero con temperaturas de hasta -10º, ¿os acordáis?
Sin embargo ya hay signos evidentes de que algo está pasando, de que algo está cambiando. Las tardes comienzan a ser un poco más largas, en los campos ya predominan los colores verdes sobre los ocres y en el canal sur ya hay chirigotas del carnaval de Cádiz a todas horas. Si, no hay duda, la cuaresma se acerca y con ella nuestra Semana Santa.
Hace unos días mi amigo Antonio “el del estanco” mientras charlábamos de la comida de costaleros que este año por cierto tampoco hemos hecho, me animó a que escribiera algo para la revista, pero en seguida lo descarté. ¡Si yo no tengo arte pa na pensé! Pero después me di cuenta de que si todo el mundo piensa como yo, nunca se haría nada. Después pensé que sobre nuestra Semana Santa estaba ya todo escrito y además muy bien, por gente que sabe mucho de esto, así que, ¿de que iba a escribir yo?
Al final me he decidido porque me gustaría escribir algo sobre un grupo de gente, “de amigos”, que creo que son los más olvidados de la Hermandad, me refiero a los Costaleros de la Soledad del Viernes.
Desde hace más de veinte años y supongo que habrá sido así toda la vida, vengo viendo como el Viernes Santo al medio día, hay verdaderas ansias y deseos por parte de muchos hombres por poder meterse bajo el trono de Padre Jesús y poder sacarlo por el “Pecho la Plaza” parriba. Sin embargo, cuando esto ocurre y La Legión y todo el mundo se va tras Padre Jesús, hay un pequeño grupo de hombres que nos quedamos solos en San Benito, con ella, con La Soledad y empezamos a mirarnos preguntándonos si seremos bastantes para poder sacarla.
-Este año faltan fulanito y menganito.
-Sí pero hay un chaval nuevo que me ha preguntado que si puede entrar.
-¿Cuál, ese? ¿No es un poco bajo?, mejor será que se vaya atrás que van más cortitos de personal.
Todos los años el mismo problema, pero al final cuando Mari Francis dice:-“Venga, aligerarse, que nos vamos”, la Virgen sale sin problemas, al son de la Marcha Real y algunas veces ¡hasta bien! (Solo de pensar en ese momento se me pone la piel de gallina).
En ese grupo hay gente que ha tenido oportunidades de pasar al trono de Padre Jesús, pero siempre ha decidido quedarse donde se le necesita más, ya que para él y su Cirineo siempre sobra gente.
Desde hace ya algunos años, los más viejos decimos cada Viernes Santo que este es el último, que cada año pesa más. A lo mejor no nos queremos dar cuenta de que en realidad siempre pesa igual, que somos nosotros los que sí que pesamos cada año más y es que los años no pasan en balde. Aunque supongo que el año que no pueda estar debajo sufriré más que todos los que he pasado bajo su trono. Seguro que cuando llegue ese día no podre evitar sonreír al pensar en las frases de mi capataz tales como “!picando el paso!”, “!fuera pasos!”, “!!Adelante mis leones!!” o anécdotas como cuando le dio a Bolero en la cabeza con el martillo, en vez de a la campana a la hora de subir el trono. Aquel día nos reímos tanto que si no tiramos a la Virgen fue porque ella no quiso caerse.

Aunque es injusto mencionar nombres (por los que se dejan de nombrar), no puedo dejar de acordarme de algunos de los que llevan toda la vida como Rafael “ Bole” Gabi “el de Sevilla”, Sebastián “el del Komokomo”, Sebastián Domínguez, Salvador “Bolero” y toda la familia de Pepe Mira. Algunos se fueron tras muchos años como Antonio “Tarraque”, Antonio María, Javi “Levis”, Alfonsito o el gran Fali... Han entrado algunos con muchas ganas, que no se que haríamos sin ellos, como Iván “Tarraque”, Jesús Sánchez o David “Dorado”. Pero sobre todo no quiero dejar de mencionar a un hombre sin el que mi Semana Santa no sería lo mismo y espero seguir compartiéndola muchos años con él, Rafa Vargas Villalón.

En fin, estas líneas son para todos esos costaleros que a pesar de haber sufrido las peores bandas que han pasado por Setenil, como los tomatitos de Marbella, Benaoján o un Soria 9 venida a menos en los últimos años y a mi amiga Mari Francis regañándonos para que no se corte la procesión, no pueden evitar estar el Viernes Santo a las doce del mediodía en San Benito para sacar a Nuestra Señora de La Soledad.

Acordarme por último de un gran costalero que nos acaba de dejar, Sebastián “el Boti”. Este año seguro que nos ves salir desde un lugar privilegiado. Que sepas que en la primera levantá estaremos pensando en ti y en lo mucho que hemos compartido en todos estos años que nos has acompañado. Hasta siempre amigo. Un abrazo muy fuerte para toda su familia.

A todos los demás, ¡nos vemos el Viernes Santo en San Benito!

Pepe García Ruíz
Costalero de la Soledad del Viernes.
Publicado en el Boletín 2012 de la Hermandad de Nuestro Padre

Jesús Nazareno y de Nuestra Señora de la Soledad (Los Negros)