viernes, 31 de agosto de 2012

Los pleitos de Setenil con Ronda en los papeles de Pérez Aguilar

Siguiendo los interesantísimos apuntes que el erudito Alfonso Pérez Aguilar dedica a Setenil, encontramos notas y comentarios que nacen tanto del estudio de los archivos históricos municipales como de los de su propia familia, que no son pocos.
Sus estudios se hacen especialmente relevantes conforme el Setenil recién conquistado entra en la edad moderna, periodo histórico del que hemos tenido la suerte de conservar uno de los mejores archivos de la comarca y que dan fe de las vicisitudes de nuestro pueblo y sus gentes.
Sin pretender en la presente entrada hacer una relación pormenorizada de los hechos, si quisiera comentar algo sobre los pleitos de Setenil con la vecina localidad de Ronda, en tanto en cuanto, estos asuntos conforman en gran medida el devenir histórico e idiosincrático de Setenil y son sintomáticos de sus ansias de libertad y autonomía.
Durante todo el siglo XVI y los siguientes existió una pugna entre el Cabildo de Ronda y los pueblos que tenía bajo su jurisdicción, pleitos y litigios que dieron no poco trabajo a la Real Chancillería de Granada, llegándose incluso a que la mismísima corona tuviera que intervenir para dilucidar algún asunto.
En el fondo de estos pleitos, aparte de un claro contenido económico y competencial, subsiste un matiz personal que se adentra en el ámbito de la honra y la propia identidad de los setenileños como pueblo, como bien señala Pérez Aguilar: “así tenemos la tirantez entra Ronda y la villa más rica de su comarca, pues Setenil se sentía orgullosa ante aquella, y Ronda celosa de la última, porque la misma sangre de los conquistadores corría por ambos y no querían sentirse en situación de inferioridad...Son curiosísimas las lecturas de los legajos existentes en el ayuntamiento de Setenil, documentación abundantísima que nos reseña con todo lujo de detalles los interminables expedientes sobre estas controversias”.
De esta manera se refiere como en 1544, el emperador Carlos I expide una carta ejecutoria al corregidor de Ronda, el licenciado Antonio de Alfaro, para que ponga en libertad a los ediles de Setenil que habían ido a dar “cuenta de los propios é rentas del dicho concejo”. La raíz del problema estaba en que el cabildo rondeño quería obligar a la comisión de Setenil, con sus oficiales al frente, a que fuese a Ronda a hacer efectivos los impuestos, a lo que los setenileños se oponían por el avasallamiento que esto suponía y argumentaban que si querían cobrar, que se desplazasen ellos mismos a Setenil.
Otra ejecutoria de 1550, interpela para que Ronda se inhiba de administrar justicia en Setenil, competencia que tenía atribuida desde tiempos de los reyes Católicos, en relación sobre todo a determinados delitos contra la propiedad; “...la tala e daño en los montes vedados... y así se lo comunico a vos, licenciado Ynojosa, juez de residencia de la cibdad de Ronda e a cada uno e cualquiera jueces e justicia que agora son e serán de aquí en adelante..., para que se abstenga de intervenir por los muchos agravios que la dicha ciudad e justicia e guarda Della le hacía yendo contra la jurisdicción que la dicha villa tenía...ordenando que sean devueltas las prendas cogidas por lo que la autoridad rondeña tiene que acatar, dando, a su pesar satisfacción a Setenil”.
Ya en 1520, se requiere a un tal Porras, de Setenil, y que era el encargado de llevar los pleitos con Ronda, para que “diese cuenta sin dilaciones de los 16000 maravedíes tomados para gastos de dicho pleito”.
Pasan los años y son otros los nombres que aparecen en los legajos: en 1557 el corregidor de Ronda ordena prender a los oficiales setelineños que han ido a satisfacer los impuestos. Pese a ser puestos en libertad al poco tiempo, una comisión de Setenil, entre los que se encontraban los agraviados Orozco y Pedro López Montero, junto con Pedro Mir Quixada y Miguel Zamudio de Lizarazu, se desplaza a Granada a pedir justicia; “movidos por la pasión que tienen a la justicia e jurisdicción de Ronda por los pleitos que de ordinario sostienen...”
Siguen los pleitos sobre rentas, impuestos, cantidades, tierras de realengo, como que se desarrolla por la dehesa del Burgo que abarca desde 1564 a 1652, donde se conserva una carta con sello real donde se autoriza a Setenil a sacar los papeles que necesite del Archivo de Málaga para demostrar sus derechos sobre esta propiedad.
En 1607, aparece que Setenil adeuda al cabildo rondeño la cantidad de ocho millones de maravedíes en concepto de impuestos insatisfechos. No sabemos si Setenil saldaría esa deuda, pero si que en 1630 reúne la cantidad necesaria para pagar a Ronda y eximirse por tanto de su jurisdicción, en virtud de una Real Pragmática que le concede la independencia económica, quedando aún la jurisdicción militar subordinada al partido de Ronda, como figura en algún legajo de 1640.
Así en 1631, Pedro Díaz de Peraza se desplaza a Madrid como diputado de la Villa de Setenil para la compra definitiva a la Real Hacienda de la jurisdicción ordinaria. Consigue por tanto Setenil su independencia de Ronda, haciendo real un anhelo que setenta años antes, el 2 de abril de 1557, se expresa en un acuerdo del cabildo.
Queda así mismo reflejado este último punto en el monográfico de los Hermanos de las Cuevas, detallando que la cantidad para la compra de la independencia se eleva a 23000 ducados para la corona y “una buena suma de maravedises a Ronda”, haciéndose mención a que el heraldo setenileño ostenta el mismo apellido que el conquistador de Canarias, nota que también aparece en los apuntes de Pérez Aguilar, como bien se indica en las apuntes adicionales.
No se nos escapa por tanto, como ya hemos dicho en alguna otra ocasión, que los Hermanos de las Cuevas tiran para realizar su monográfico sobre Setenil de los apuntes de Pérez Aguilar, sin desdeñar por ello el trabajo de recopilación e investigación de los de Arcos, así como la calidad literaria que impregnan a sus escritos.
De esta manera, los estudios de Alfonso Pérez Aguilar representan un eslabón necesario entre las primeras investigaciones conocidas sobre Setenil, como la del erudito local José Pérez Benítez, que ya a principios del siglo XX se dedicara a organizar, cotejar y anotar gran parte del archivo, y la labor recopilatoria de los Hermanos de las Cuevas en la década de los años sesenta, hasta llegar a estudios más recientes, científicos y especializados de las últimas décadas. Reitero por tanto mi agradecimiento a los propietarios de estos papeles, no sólo por permitirme echarles un vistazo, sino también por haberlos conservado durante tanto tiempo, y dar de esta manera el sitio que sin duda merece su autor entre los estudiosos de la historia de Setenil.

domingo, 26 de agosto de 2012

El Arco de la Villa



Esta fotografía tan conocida podría ser la única imagen del primitivo arco de la Villa, la puerta que protegía la entrada de la fortaleza nazarí de Setenil. Miguel Martín, el fotógrafo rondeño autor de la instantánea, supo ver en este rincón un resquicio de un Setenil añejo y antiguo, un icono que representaba como ningún otro el pueblo de los hechos y hazañas de las crónicas y el romancero. Pese a que el arco de la Villa se mantuvo algunos siglos después de la conquista cristiana, su rústico y recio porte está ligado a la historia del Setenil musulmán que durante siglos resistió encaramado en la peña los reveses de la historia.
No veo razón para que tras la conquista los cristianos lo echaran abajo y construyeran otro de similares características, toda vez que el pueblo, décadas posteriores a la conquista, se desparramaba ladera abajo. Quizás como mucho alguna reforma para evitar su ruina, algún adorno que le diera algo de apariencia cristiana. Así pues me atrevería a decir que esta imagen representa el arco bajo el cual salían a cabalgar las huestes de El-Cordi; los esforzados moros setenileños que se distinguieron en tantas cabalgadas y correrías fronterizas.
Presenta este arco las características propias de una construcción defensiva; fabricado en piedra tosca, se le aprecia un grosor de unos dos metros aproximadamente y no cabe duda de que formaba parte del que quizás fuera el lienzo de muralla más recio de la ciudad. Ubicado en un acceso en rampa, quizás en tiempos necesitase de una pasarela o puente que salvase un cortado del terreno. Detalle curioso es el codo que hace la calle para llegar al arco, estrategia defensiva que servía para evitar el uso por hipotéticos asaltantes de arietes u otras armas ofensivas.
Imaginen lo difícil que tenía que resultar ganar Setenil a través de su puerta principal, lógico por tanto que la mayoría de lo intentos de toma fueran con escaladores por los tajos o la intentona final por medio de artillería, cuando los moros, tras salir malparados al presentar batalla al Marqués de Cádiz, vuelven a la fortaleza y sellan con argamasa la puerta; “...los moros como siempre salen a escaramuzear, pero sólo con los tiros de pólvora de la artillería el Marqués los confunde. Entonces, se reúnen en cónclave en la torre del Homenaje y toman la decisión de no salir más, cerrar las puertas de la villa e incluso tapiarlas por dentro. En el fondo tapian su tumba”.
Con el tiempo, los cristianos descendientes de los conquistadores cubrieron de yeso las recias piedras, lo blanquearon con cal y en el mismo centro se incrustó una hornacina con una imagen que he tenido la oportunidad de ver en persona y que rápidamente identificamos como la misma que aparece en la fotografía; un lienzo de madera o pizarra muy gastado y oscuro con una estampa de algo parecido a una virgen dolorosa. La familia que lo guarda quizás lo recogiera de los escombros del monumento derruido, y que muy posiblemente hubieran acabado rellenando los cimientos de alguna construcción moderna.
Algunos años después de que se derribara este monumento, Alfonso Pérez Aguilar, el médico y cronista rondeño se lamenta del deterioro sufrido por el patrimonio setenileño en general y el mismo arco en particular; “...Igual podemos decir de la manía de las reformas de los edificios particulares, que tan clásicos existían en Setenil, con las obras de albañilería efectuadas en sus fachadas que contrasta con la estructura medieval de sus pinas callejuelas y la cimera de los restos del castillo; por ello no sería nada extraño que el único edificio que queda, el del Ayuntamiento, con su espléndido artesonado mudéjar, sus inscripciones góticas, con su patina de tantos siglos en sus tejados, una piqueta mal dirigida eche por suelo esas sagradas piedras que tantas generaciones vieron. Esto ha ocurrido con el precioso arco de la villa, con la desdichada restauración a base de argamasa de cemento”.
En el capítulo que Pérez Aguilar hace en sus estudios a los inicios del siglo XV, refiere la descripción que de Setenil hace el cronista : ".. en la descripción que se hace de Setenil en la Crónica de Juan II se dice: ...es muy fuerte, la cual está asentada entre dos valles en una gran peña, que es hecha como manera de trévedes, y está toda ciega, sino los pretiles o almenas que están sobre la peña, la cual es toda tajada de altura donde es de dos lanzas de armas, e corre cerca della un poequeño río, e tiene una puerta al cabo de la villa... y a continuación hace el siguiente comentario; "esta puerta lamentablemente, la han agrandado y reformado con cemento, quitándole todo su sabor medieval"
Hoy, el arco bajo el cual accedemos a la Villa no llega siquiera a una réplica de aquel que defendiera la ciudad. Aquel arco, aquellas piedras, aquella puerta recia y guerrera, se perdió para siempre como tantos restos de un Setenil noble y heroico.
Fuentes:
Setenil de las Bodegas. Hermanos de las Cuevas.
Papeles de Don Alfonso Pérez Aguilar. Archivo particular.

sábado, 25 de agosto de 2012

Abejas en el girasol



No, no se trata de las feroces avispas de las que venimos hablando en entradas anteriores y que tan mal genio tienen. Esta que aparece en la imagen es una abeja que, constante y decidida, se afana en recolectar polen de este girasol tan  maravilloso que ha nacido en un arriate junto a mi casa.
Me acerco para hacer la foto y la veo trabajando junto con sus hermanas, guardando entre las patas unas bolitas amarillas que saca de la flor.
Hay muchas y suena un zumbido constante. Después de un rato alguna se me acerca como queriéndome decir que mantenga las distancias, que el girasol de casi un centenar de cabezas es suyo. Al menos estos animalillos te avisan, te piden amablemente que las dejes trabajar tranquilas.
Hago la foto y las dejo zumbando sobre el girasol, laboriosas, acarreando polen a manotadas hasta su panal.

lunes, 20 de agosto de 2012

La venganza de los abejarucos


¿Recuerdan que hace unos días les dije que, como si de un barco de vela se tratase, estábamos a merced de los vientos? Solano o poniente, cálido y seco o fresco y atlántico. Pues bien, si siguiéramos con el símil marinero, hoy sería uno de esos días de calma chicha, de calor sofocante y sin nada de aire. Es como si el barco estuviera anclado al fondo del mar, ardiendo, achicharrándose bajo un sol inclemente e inmisericorde.
A estas horas de la tarde en la que les escribo, no se mueve ni una brizna de hierba, ni las ramas de los olivos y de la tierra seca y polvorienta emana una película gaseosa que distorsiona la imagen, y sin embargo oigo un gorgoteo inconstante, sonoro y alegre. Sobre la chimenea de un viejo tejado veo una nubecilla de pájaros saltar de un almendro a la casa y de la casa a una higuera. Afino la vista y distingo vivos colores en el aire. Azules, amarillos, negros, alborozada tropical entre los olivos. No cabe duda, son abejarucos.
Hace unos días, quizás a las horas de más calor del día, pasaba junto a la casa en dirección a una alberca cuando de pronto me atacaron unas feroces avispas, de forma violenta y sin provocación previa por mi parte. De las tejas salieron de improviso y alguna llegó a picarme, que no fueron más porque cogí las de villadiego. Desde ese día me cuidé de pasar al medio día junto a la casa pues se ve que a las avispas no les hacía gracia mi presencia.
Hoy veo a esa mesnada de pajarillos haciendo cabriolas en el aire y dibujando arabescos de colores, dando buena cuenta en fin de esas avispas que con tanto genio se señoreaban en el tejado. La naturaleza tiene estas cosas, donde las dan las toman y si no es por un lado será por otro y esta vez la venganza ha venido en forma de bellísimos pajarillos multicolores como el arco iris.
Así pues, mientras dura esta tarde terrible de verano, me entretengo oyendo el sonoro gorgoteo de los abejarucos y disfruto maliciosamente de mi vendeta.
¡Salud amigos en esta africana tarde de agosto!

sábado, 18 de agosto de 2012

Historia de una maestra en Trejo


Recuerda Charo que llegó a Setenil en una noche de otoño. El autobús que la trajo desde Cádiz la dejó en el cruce donde hoy está el cuartel de la Guardia Civil, sola y completamente desorientada. Una mujer que por allí pasaba se ofreció a acercarla hasta la Plaza. Allí entró en un bar donde sólo estaban el dueño, un señor muy mayor, y un niño. Lo primero que le llamó la atención fué un extraño ruido que subía desde la Calle Herrerías. Charo se presentó, dijo que era maestra, que estaba destinada en Setenil y que necesitaba hablar con el director del colegio. El anciano le aclaró que el ruido procedía del río que venía crecido tras las lluvias, que la persona que andaba buscando era Don Antonio Camacho y que el niño le acompañaría hasta su casa. Así fue. Era la hora de la cena y la familia, el propio director y dos hermanas vestidas de negro, estaban sentados en la mesa. Charo le enseñó el nombramiento y Don Antonio le informó que su destino era Trejo, una pedanía de Setenil que estaba a pocos kilómetros del pueblo.
Era el año 1967, Charo, una muchacha natural de Puebla de Guzmán, alta, rubia y con los ojos azules, había estado destinada previamente en San Lucar de Barrameda. Su nuevo destino, una pequeña aldea rural y agraria ubicada en una curva del río Trejo, no podía resultar más diferente a la populosa ciudad gaditana donde viene a morir el Guadalquivir.
Al día siguiente, la maestra encontró combinación con un compañero que ejercía la docencia en Olvera y se dirigió a Trejo. Sus ánimos se vinieron un poco abajo cuando conoció su destino, pero decidida se llegó al lugar donde se congregaba el personal. Era día de matanza y todos, niños y mayores, estaban inmersos en la faena. Charo se presentó, encendió un cigarro y se quedó observando, cuando uno de los señores le increpó su conducta:
¡A mi no me gustan las mujeres que fuman! Le dijo.
De esta manera tan agria fue como nuestra protagonista llegó a Setenil y a su destino en Trejo, pero como dicen que las buenas historias nunca tienen buenos comienzos, Charo adecentó la escuela que aún hoy existe en la aldea y los niños empezaron a llegar, los propios de Trejo y los de las casas de alredor; Los molinos de Trejo y de Ordóñez, La Florida, El Cortijo de Vargas ya en Torre Alháquime y algunos más.
Cuenta Charo que si bien el comienzo fue difícil, al poco tiempo conoció la naturaleza amable y hospitalaria de la gente del campo. Dormir lo hacía en la pensión de Catalina en Setenil, pero todos los días comía en casa de Sebastián y Carmela, padres de Trini y Eli o en casa de Dolores y Gonzalo, llegando incluso a pernoctar algunas noches en casa de estas familias.
Recuerda Charo con nostalgia y alegría los nombres de aquellos niños que fueron sus alumnos; Rosario y su hermana pequeña, Trini, Mari Paz y tantos otros, rememora como en las frías noches de invierno todos se reunían alrededor del fuego mientras Gonzalo les deleitaba con el toque festivo y alegre del acordeón, las excursiones por el río, la visita al santuario de los Remedios y al Lunes de Cuasimodo, el revuelo y susto por la noticia que trajo la Guardia Civil de la fuga del penal de Puerto del Lute, ese personaje sin par de la historiografía española y que figuró en las pesadillas de tantos niños:
¡como no te acuestes va ha venir el Lute y te va a llevar! Dice mi hermana que le asustaban de chica.
En ese curso de comienzos tan extraños y difíciles, Charo hizo muchas amistades, conoció la amabilidad de la gente de Trejo a los que recuerda con extraordinaria gratitud y en sus paseos por las calles de Setenil conoció a Manuel, un muchacho que con los años sería su marido. Así que esta maestra que vino de Huelva a pasar un año por estos andurriales, al final se convirtió en una setenileña más.
En otra ocasión conoceremos algo de Trejo, un pequeño núcleo rural de cinco o seis casillas hoy bastante abandonado pero que por aquellos entonces, gracias a las familias que lo habitaban, era lo suficientemente importante como para tener escuela y maestra.

jueves, 16 de agosto de 2012

Este soy yo





En un momento de descanso, de esos que dicen los excombatientes que tantos hay en la guerra, estos soldados del ejército regular republicano posan para la cámara.
Verano madrileño en plena Guerra Civil, ausente toda señal de marcialidad militar estos doce hombres exhiben un papel entre las manos, imaginamos que una carta que acaban de recibir de la familia.
La foto sirve de postal para que Antonio Marín, un muchacho de Setenil, escriba a un buen amigo que anda lejos:
"En prueba de la buena amistad que siempre nos ha unido te dedico este recuerdo.
Tu buen amigo Antonio Marín Camacho
Frente del Pardo 18 de agosto de 193(7)"
Bajo la imagen de un hombre recostado, un expresivo "este soi yo" 
Después de la Batalla de Madrid (noviembre-diciembre de 1936), el Frente del Pardo se convertiría en la línea de contención para evitar una invasión franquista de Madrid por el norte. En esta población se establecería el cuartel general de una división del Ejército Republicano así como la sede de la XII Brigada Internacional.
El frente se mantendría inalterable durante casi toda la guerra, cuajado de trincheras que separaban a los contendientes los metros suficientes como para evitar el fuego de mortero. Esta situación hizo que El Pardo fuera escenario de una guerra de minas donde se excavaban túneles para dinamitar desde abajo las posiciones enemigas.
Imaginamos a estos muchachos inmersos de un constante trabajo de pico y pala como si de un destacamento de zapadores se tratara, buscándoles los bajos a los soldados nacionales y durmiendo más que con un ojo abierto, con los oídos de par en par por si se escuchaban ruido bajo sus pies.
Como a tantos españolitos, la Guerra Civil partió la vida de estos hombres, muchos de ellos voluntarios por convicción política pero otros simplemente estaban allí haciendo la mili. Los que no perdieron la vida en el frente tuvieron que enfrentarse a un proceso que en el mejor de los casos les llevaría a la cárcel o al exilio.
Mientras tanto, este setenileño posa ufano y satisfecho diciendo "este soi yo", ajeno quizás al largo periplo que tendría que soportar cuando definitivamente “cautiva y desarmada” la República, “Las tropas Nacionales alcanzan sus últimos objetivos militares”

sábado, 11 de agosto de 2012

Setenileños en la Feria de Málaga





He tenido la suerte de encontrar estas dos fotografías en lugares y fechas diferentes, aunque sin duda pertenecieron en su día al mismo archivo familiar.
Una parada en el camino para comer o tomar un refrigerio en alguna venta, una pose sobre una barca, quizás una jábega, junto a la playa. La coincidencia de rostros y los mismos trajes nos dan una idea de que fueron tomadas el mismo día en el transcurso de un viaje, posiblemente a la Feria de Málaga excursión habitual para los aficionados setenileños a los toros.
En otras ocasiones se organizaron viajes a Valencia para Las Fallas, pero el hecho de viajar en coche de viajeros en vez de en tren nos hace decantarnos por una excursión a la capital de La Costa del Sol, ciudad que como todos sabemos celebra sus fiestas a mediados de agosto.
Así pues tenemos a un grupo de setenileños que a finales de los cincuenta o principios de los sesenta fletan uno o varios coches y se dirigen a Málaga. Una comida en una venta del camino, un paseo por la Malagueta y luego, a eso de las seis de la tarde, al cercano coso malagueño a disfrutar de una afición compartida.
Rostros conocidos y desde luego familiares, cómodos y frescos con esos trajes de corte veraniego, en el porte y la pose de estos señores percibimos cierta complasencia burguesa y el aire provinciano de aquellos de dejan por un día sus negocios y quehaceres diarios en un pequeño pueblo de la Sierra de Cádiz para bajar a Málaga, la coqueta y luminosa ciudad mediterránea.

miércoles, 8 de agosto de 2012

En bici por Setenil



¿Puede una imagen contar una historia? Ya lo hemos hablado en más de una ocasión refiriéndonos a alguna fotografía que transciende el mero hecho testimonial y deja de ser un simple documento visual. Por unas Cuevas del Sol limpias y nítidas donde no se ve ni por asomo la presencia de mesas ni vehículos de motor, este niño hace alardes con una bicicleta mientras un paisano pasea junto a la albarrá que da al río, cigarro en mano y esbozando media sonrisa.
A mediados de los sesenta un niño podía recorrer Setenil de esta guisa sin temor a ser atropellado o incluso improvisar un campo de fútbol en cualquier ensanchamiento de la vía. ¡Una bici! Antes no todos podían permitirse el lujo de tener una, quizás alguien se la prestara, no lo sabemos. El niño más simpático y feliz no puede aparecer en la imagen, hábil y decidido, radiante diría yo.
La instantánea no tendría nada de particular si no reparáramos en el hecho de que al protagonista le falta el bracito derecho, con lo cual el saludar al fotógrafo con la izquierda tendría un valor añadido realzando de hecho la empatía que sentimos por el chaval.
Una imagen viva, nostálgica y alegre a la vez, con pellizco y que, al menos en mi caso, no puede dejar de producirme una sincera ternura.

viernes, 3 de agosto de 2012

El triunfador de la feria de Setenil


¡Pase de pecho con la izquierda! ¡pase con la derecha! Brindis al respetable, ¡dos orejas! y el triunfador de la feria de Setenil es...el torero local "Pepe el de Camila".
¡Salud amigos! 



Para saber más: Tarde de toros en Setenil. Setenil Rural

jueves, 2 de agosto de 2012

Un verano como tantos

A sofocantes golpes de calor y atemperadas treguas avanza este verano. A veces pienso que como si un barco de vela se tratase estamos a merced de los vientos; Ahora solano, tórrido y seco que llega por el levante agostando los yermos campos recién arados, luego poniente, que desde el lejano atlántico llega preñado de salada claridad para enfriar las noches y pintar tibios amaneceres de rocío.
Un triste evento nos sirve para andar por esas calles donde antaño corrían hordas de zagales. Hoy toca solano y el calor acumulado durante el día parece guarnecerse entre los tajos. Las arañas, grandes y terribles, amenazantes con sus largas patas afiladas, salen de sus nidos, caen de los tejados o emergen de las oscuras cavidades de los contadores de agua, mientras, en alguna pared, las salamanquesas recrean primitivas sombras verticales alrededor de la tenue luz de una farola. Quizás aún puedas ver sentada a una abuela tomar el fresco en la puerta de su casa, lo mismo hasta algunos niños cuchicheando y riendo en el umbral.
Por los resquicios de ventanas entreabiertas se intuyen escenas familiares, niños y mayores reuniéndose alrededor de la mesa. Es la hora de la cena y un agradable olor a pimientos, papas y berenjenas fritas embarga las calles vacías. Las huertas, las humildes pueblas labradas a golpes de zoleta y regadas con agua y sudor, llenan las alacenas y colorean de olores y sabores mesas con manteles de hule. Ya los tomates  rojos, los de carne, esos pintones que parecen que van a reventar en la mata, se muestran en el plato como la mejor de las carnes, el eterno consuelo del pobre.
Junto a las rejas de una antigua casa se reúne la gente, triste evento como digo que sirve para congregar al personal, eterno ritual de respeto de familiares y vecinos para con quien emprende el postrero viaje. Allí, en aquella céntrica calle otrora transitada y alegre, se forman grupos, hay saludos para aquel paisano que lleva tiempo sin venir por el pueblo, se habla del campo, del precio del trigo, de la situación económica y la crisis, como no. Ese triste evento, como todos, sirve de improvisada asamblea vecinal para tomar el pulso del día a día.
Un hombre de edad cercana a la jubilación comenta que ha vivido muchas crisis pero que como esta ninguna, alguno augura algo parecido a lo del 36, otro cuenta que coincidiendo en un bar con el alcalde le sugirió que le buscara trabajo, que llevaba dos años parado, y a ante las lamentaciones de este por los recortes que estaban sufriendo las administraciones se vio en el compromiso de invitarlo al café que estaba tomando. Todos reimos la ocurrencia, pero él permaneció en silencio.
La crisis, la puñetera crisis que se está llevando por delante tantas cosas, no todas buenas, que también se está llevando mucha porquería y "sin dios". Es el momento de la solidaridad familiar, aquella que quizás nunca haya faltado pero que ahora se hace más patente. Nunca los huertos fueron tan precisos, tan necesarios, nunca una caja de papas recién sacadas de la tierra fue regalo tan grato para esos vecinos que están pasando una mala racha.
La gente sigue llegando, ahora parece que corre una ligera brisa pero las fachadas de las casas siguen desprendiendo fuego. En el cielo la luna se pone redonda y recorta la silueta cúbica de la iglesia, ahora cuadriculada y milimetrada por el andamiaje de las obras de restauración. Más de un año de faena dicen que hay, que bonita va a quedar, que limpia y arreglada, que ganas tenemos de que en un lejano pueblo de Castilla o Extremadura restauren alguna vieja iglesia para que los obreros de Setenil puedan ir a trabajar.
Damos por concluida nuestro compromiso y retornamos a casa. Por el camino, ya diluido el debido respeto, me comentan que la muchachería prepara una quedada para protestar contra la supresión de la feria de día en Las Cuevas. Twiter, Facebook, macrobotellona reivindicativa, el 15 M a la setenileña. No hay nada como que te machaquen la feria para movilizar al personal. Al menos esto calienta algo el ambiente que lo de la feria parece que no va con nosotros, que no hay nada  que celebrar, aunque al final sabemos que cada cual hará lo que le venga en gana; Cuevas o Alambique, o las dos, la feria de día o la de noche, o ninguna que el bolsillo no está para locuras, en Setenil somos así.
En fin, un verano como tantos, un verano como todos, caluroso, largo, con el telón de fondo gris y depresivo de una crisis que se ha instalado en nuestras vidas para quedarse. Como siempre digo por estas fechas, nada como una buena chubascada para que enfríe algo el ambiente.
¡Salud amigos en estos calurosos días de verano!
PD; Buena feria, seáis lo que seáis.