lunes, 29 de julio de 2013

Sueño felino



Sestea este gatillo a la sombra de un manzano. No hay alerta ni vigilancia, sólo la placidez de un sueño tan profundo que el animalito no se percató de que yo estaba a escasos dos metros de distancia.
¿Qué puede soñar un felino? ¿Noches de luna por tajos y tejados, romances y amores, el acecho del pequeño cazador? ¿Puede alguna imagen representar mejor el sopor de las tardes de verano?

martes, 16 de julio de 2013

Historia de una puerta

 No es esta puerta de bronce ni hierro fundido, no tiene llamador, ni sus goznes son de oro. No tiene un enrejado de forja, ni pedrería, ni adornos.  Muy posiblemente ningún personaje de renombre  la haya atravesado jamás. Es una puerta pequeña, con el cuerpo de recia encina y el quicio de una madera de menos alcurnia. Algunos clavos rechapados la atraviesan y un precioso cerrojo de hierro de forja termina por darle un aspecto sobrio y austero. Ningún maestro firma la obra, lo más seguro es que el autor sea un antiguo carpintero setenileño cuyo nombre y recuerdo se haya perdido en el tiempo.
Andaba esta puerta perdida por algún rincón de nuestra iglesia mayor. Feo tablón de madera, morada de la podredumbre y la carcoma, fuera de lugar, desubicado en el tiempo y el espacio, sin cabida posible en ese nuevo templo minimalista que se alza blanco y radiante en la Villa. Como es habitual, su destino no era otro que una cuba de escombros,  acomodo de todo lo inservible e incatalogable.
Quiso la divina providencia que nuestro amigo Rafael D.C pasara ese día por allí. Los muchachos de la obra le enseñaron una serie de objetos en una escombrera:
“… Cuando fuímos a la calle había un pequeño rincón que hacía de escombrera, efectivamente allí estaba ese bonito cerrojo y cerradura  empotrados a una impresionante puerta de muy noble madera. Yo en principio pensé en quitar el cerrojo y cerradura a machota y cincel. Pero me lo pensé y por la tarde le pedí a mi padre la furgoneta y me dispuse a ir a por ella, puerta que como tú sabes desde aquel día conservo en mi cochera como reliquia”

El mismo Rafael Domínguez Cedeño nos hace una breve descripción técnica del hallazgo:
“La puerta seguramente es del siglo XVII por sus formas y sobre todo por el cerrojo y cerradura tan característico de la época, con su indiscutible forja y burilado que hacen de un arte único la pieza.
Su madera es de una calidad impresionante, conservando una excelente patina oscura adquirida a lo largo de los años.  Posiblemente el árbol elegido para dicha puerta fue la encina, madera resistente al paso de los años, aunque su bastidor parece que fue hecho con madera menos noble.
En su elaboración podemos observar más de 40 clavos hechos a forja de unos 17 a 20 cm cada uno. El grosor de la puerta es de 12 cm, con una altura de 1,50 cm por 77 de ancha con el bastidor incluido, midiendo la hoja 68cm. Estas medidas son de una importancia única ya que nos dice donde estuvo colocada en la antigüedad. Se encontraba en un habitáculo que existe en la subida al coro. 
A mi parecer pudo estar en la subida al campanario o sacristía antigua. Sería fácil averiguarlo con solo medir los pocos huecos existentes se daría fácilmente, ya que por ejemplo la entrada al campanario, ni se podía hacer más grande ni más ancha, por sus cantos y muros tan desorbitados”.
Pero quizás, el detalle que más llama la atención de esta antigua puerta, no sea otro que los signos, marcas e inscripciones, sobre todo el detalle de una muela incrustada en la madera cuyo significado no deja de ser más enigmático y perturbador; Extraños sortilegios mágicos, sincretismo religioso, rescoldos de antiguos rituales paganos que en esos siglos de intolerancia religiosa aún perduraban en aquellas gentes. Quizás macabro juego de algún bromista, ¿quién sabe? El caso es que descubrir una pieza dental humana incrustrada en la madera de una puerta de un templo cristiano no deja de sorprendernos y dejarnos perplejos.   
Detalle de la pieza dental incrustada en la madera

Inscrpciones de la puerta de san Pedro Fiz.
Quiso la casualidad que en una visita que realicé no hace mucho al Museo do Pobo Galego, en Santiago, viese una puerta de similares características que perteneció a la capilla de una antigua iglesia. Presentaba el objeto inscripciones y detalles de parecida factura a esta de Setenil, incluso con pequeñas incisiones.
Recordé entonces aquella puerta que me enseñara Rafael hacía casi un año y imaginé que como tantos objetos y documentos, el destino de la misma no debe de ser otro que un museo de artes y costumbres setenileño, un museo donde de manera feaciente queden constatadas no ya sólo los restos de otros pueblos y culturas que pasaron por estas tierras, sino las formas de vida de nuestro propios padres y abuelos, de sus formas de trabajar, celebrar y vivir en definitiva.  

Llama poderosamente la atención que un objeto tan bello y valioso pueda pasar desapercibido a los ojos de los técnicos y todos aquellos que participan en las obras de restauración de nuestra Iglesia de La Encarnación, para acabar de esta manera en una vulgar cuba de escombros.
Estimo que este hecho se debe más a un error de verificación que una actitud verdaderamente intencionada, aunque desde luego es evidente una total  falta de sensibilidad de los responsables. Resulta triste pensar, que como tantas veces ha ocurrido en Setenil, si un particular no rescata la pieza la hubiéramos perdido para siempre y una vez más hubiéramos tenido que hablar de hechos consumados.
Afortunadamente en Setenil hay personas como Rafael D.C. cuya afición y amor por Setenil lo convierten en un auténtico guardian de nuestro patrimonio y cuya colección, como él mismo desea, será disfrutada algún día por todos nosotros.
Esperemos que sea él mismo y no otra persona la encargada de desarrollar esta idea en un futuro. No puede haber nadie más idóneo para tal cometido.

¡Salud amigos! y felicidades a todas Las Cármenes.

lunes, 8 de julio de 2013

Los Águilas

 

 Recuerdo perfectamente el momento en la que certificamos nuestra amistad. Fué, como tantas veces, una noche de risas y alcohol. Sobre cinco posavasos como este estampamos nuestras firmas y nos juramos amistad eterna, sin fisuras, a tumba abierta, como sólo pueden hacerlo unos chavales de diecipocos años.
Recuerdo que desde aquel día me sentí más fuerte, más valiente, que por muy dura o difícil que se pusieran las cosas allí estarían Los Águilas para ayudarme. Luego llegó la realidad para sacarnos de aquella adolescencia interminable y la vida nos puso a cada uno en nuestro sitio, pero el camino ya estaba andado; Noches de verano viendo el discurrir de las estrellas por el firmamento, bravuconerías y fanfarronadas, risas y llantos, carreras por las calles y caminos de Setenil, anocheceres y amaneceres... en definitiva, los años más maravillosos de nuestra vida.
Cuando después de tanto tiempo volví a ver este posavasos me acordé de ti amigo mío, me acordé de todos nosotros y sentí no poder abrazarte en ese mismo intante.

(Tienes el balón en tus manos. El aro está lejos, parece muy pequeño, el defensor no te deja ni respirar, pero tú saltas, estiras los brazos, giras la muñeca y ¡zas! ¡tripleeeee! Ganamos el partido)

¡Un fuerte abrazo amigo mío!
 

Visión panorámica desde Las Cuevas

Alguien tuvo el detalle de pasarnos esta panorámica de Setenil tomada desde Las Cuevas del Sol. La luna cabalga por el firmamento sobre un decorado de piedras y estrellas. A esas horas, seguramente, golondrinas, aviones y vencejos acabaron su ensordecedora orgía de chillidos y gorgoritos por los cielos y comienza la hora de los seres de la noche, las ondas ultra sensoriales de los murciélagos y el croar eterno de los ranos enamorados.
Una imagen que nos trae recuerdos y sabores. Son los sonidos de los albores del verano en Setenil; el azul eléctrico de la imagen de un pueblo que se sume en la belleza de eternos atardeceres y tibias noches de estío, recuerdos de adolescencia, amistades inquebrantables y primeros amores.

lunes, 1 de julio de 2013

Cuevas de la Sombra, de Antonio Sánchez


Con la fotografía me pasa lo mismo que con la magia, independientemente de que me guste mucho una instantánea o una ilusión, nunca me ha interesado conocer la técnica de ejecución o el truco en cuestión. Me he conformado siempre con disfrutar de un resultado perfecto, de un trabajo que finalmente termina por dejarme extasiado.
Con esta imagen del fotógrafo setenileño Antonio Sánchez ocurre algo parecido. Podemos hablar del uso de la luz, del juego de claroscuros, de un perfecto encuadre, de una técnica depurada con el tiempo y el trabajo cotidiano, pero quizás lo único que necesitamos es disfrutar de una obra redonda; La belleza de esa calle pasadizo cuya estructura la hace única, esas casas de piedra encaladas hasta el suelo, las farolas, la franja de luz que entra desde la calle Ronda y marca las sombras de la niñas… Nada parece cursi ni tópico, nada es superfluo ni circunstancial y como en el símil que hacíamos al principio, algo tiene de juego de magia y alquimia de luz y sombras.
Hace años, mi tío Manuel Marín, Manolo el del Puente, me comentó que Antonio Sánchez fue un fotógrafo de primer nivel que de haber contado con las herramientas y posibles de otros de su gremio, hubiera sido un profesional reconocido y prestigiado en vida. Su trabajo se desarrolló principalmente en el ámbito local de Setenil, compaginando una labor de fotógrafo de estudio con la necesaria y quizás más lucrativa faena ambulante de atracción ferial.
Viendo su obra, gracias sobre todo a la labor de recopilación y archivo que están haciendo Rafael Domínguez y Pedro Andrades, podemos conocer parte del trabajo de Antonio “El Retratista”, una obra dispersa y en muchos casos inédita que, sin marcas de agua ni apropiaciones indebidas, se hace ahora pública para todos.
Queda en el aire la imperiosa necesidad que, desde nuestro punto de vista, hay de una exposición fotográfica permanente de Setenil y de sus gentes que sirva para dar una visión de nuestro pueblo en el tiempo, una memoria colectiva de su existencia. Imaginamos muchas de las imágenes que podían aparecer en esta supuesta exposición y los nombres de los artistas que ejecutaron los trabajos, relación de nombres desde luego donde no podría faltar el membrete de Antonio Sánchez, fotógrafo de Setenil.
Para saber más:
Un fotógrafo de Setenil. Setenil Rural
Viaje en el tiempo por Setenil. Imagina Setenil