sábado, 18 de agosto de 2012

Historia de una maestra en Trejo


Recuerda Charo que llegó a Setenil en una noche de otoño. El autobús que la trajo desde Cádiz la dejó en el cruce donde hoy está el cuartel de la Guardia Civil, sola y completamente desorientada. Una mujer que por allí pasaba se ofreció a acercarla hasta la Plaza. Allí entró en un bar donde sólo estaban el dueño, un señor muy mayor, y un niño. Lo primero que le llamó la atención fué un extraño ruido que subía desde la Calle Herrerías. Charo se presentó, dijo que era maestra, que estaba destinada en Setenil y que necesitaba hablar con el director del colegio. El anciano le aclaró que el ruido procedía del río que venía crecido tras las lluvias, que la persona que andaba buscando era Don Antonio Camacho y que el niño le acompañaría hasta su casa. Así fue. Era la hora de la cena y la familia, el propio director y dos hermanas vestidas de negro, estaban sentados en la mesa. Charo le enseñó el nombramiento y Don Antonio le informó que su destino era Trejo, una pedanía de Setenil que estaba a pocos kilómetros del pueblo.
Era el año 1967, Charo, una muchacha natural de Puebla de Guzmán, alta, rubia y con los ojos azules, había estado destinada previamente en San Lucar de Barrameda. Su nuevo destino, una pequeña aldea rural y agraria ubicada en una curva del río Trejo, no podía resultar más diferente a la populosa ciudad gaditana donde viene a morir el Guadalquivir.
Al día siguiente, la maestra encontró combinación con un compañero que ejercía la docencia en Olvera y se dirigió a Trejo. Sus ánimos se vinieron un poco abajo cuando conoció su destino, pero decidida se llegó al lugar donde se congregaba el personal. Era día de matanza y todos, niños y mayores, estaban inmersos en la faena. Charo se presentó, encendió un cigarro y se quedó observando, cuando uno de los señores le increpó su conducta:
¡A mi no me gustan las mujeres que fuman! Le dijo.
De esta manera tan agria fue como nuestra protagonista llegó a Setenil y a su destino en Trejo, pero como dicen que las buenas historias nunca tienen buenos comienzos, Charo adecentó la escuela que aún hoy existe en la aldea y los niños empezaron a llegar, los propios de Trejo y los de las casas de alredor; Los molinos de Trejo y de Ordóñez, La Florida, El Cortijo de Vargas ya en Torre Alháquime y algunos más.
Cuenta Charo que si bien el comienzo fue difícil, al poco tiempo conoció la naturaleza amable y hospitalaria de la gente del campo. Dormir lo hacía en la pensión de Catalina en Setenil, pero todos los días comía en casa de Sebastián y Carmela, padres de Trini y Eli o en casa de Dolores y Gonzalo, llegando incluso a pernoctar algunas noches en casa de estas familias.
Recuerda Charo con nostalgia y alegría los nombres de aquellos niños que fueron sus alumnos; Rosario y su hermana pequeña, Trini, Mari Paz y tantos otros, rememora como en las frías noches de invierno todos se reunían alrededor del fuego mientras Gonzalo les deleitaba con el toque festivo y alegre del acordeón, las excursiones por el río, la visita al santuario de los Remedios y al Lunes de Cuasimodo, el revuelo y susto por la noticia que trajo la Guardia Civil de la fuga del penal de Puerto del Lute, ese personaje sin par de la historiografía española y que figuró en las pesadillas de tantos niños:
¡como no te acuestes va ha venir el Lute y te va a llevar! Dice mi hermana que le asustaban de chica.
En ese curso de comienzos tan extraños y difíciles, Charo hizo muchas amistades, conoció la amabilidad de la gente de Trejo a los que recuerda con extraordinaria gratitud y en sus paseos por las calles de Setenil conoció a Manuel, un muchacho que con los años sería su marido. Así que esta maestra que vino de Huelva a pasar un año por estos andurriales, al final se convirtió en una setenileña más.
En otra ocasión conoceremos algo de Trejo, un pequeño núcleo rural de cinco o seis casillas hoy bastante abandonado pero que por aquellos entonces, gracias a las familias que lo habitaban, era lo suficientemente importante como para tener escuela y maestra.

3 comentarios:

  1. Gracias Rafael por traer a la memoria y al recuerdo escrito aquellos instantes que no se tienen que olvidar, y que por suerte son recopilados y escritos para que el folklore de Setenil no se pierda. Sencillamente y sinceramente... excepcional, muchísimas gracias, Jesús López.

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  2. Yo también insisto en agradecer tu trabajo Rafa. Es muy agradable ver aflorar sentimientos de nostalgia en estos tiempos de vértigo que corren. Quisiera participar en tu blog diciendo que mi hermano mayor y yo también asistimos en aquellos años a la escuela de Trejo y recordamos con mucho cariño que íbamos desde la casa de mis abuelos (Huerta de Juan Castaño) en burra. Tengo vagas imágenes de la escuela pero es entrañable recordar los nombres de las personas que cita la maestra. De nuevo muchas gracias, y espero con impaciencia que cuentes más cosas de Trejo.

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  3. Espero poder contar algunas cosas más de Trejo, tanto de los recuerdos de Charo, que es mi tía, así como la de otros que como tu propia familia han vivido allí. Hace unos días hice un pequeño reportaje fotográfico y he quedado en breve con un amigo para que me cuente algo más de como era la vida cuando aquello estaba habitado.
    Un saludo

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