De Setenil |
Corre el otoño como digo vistiendo los campos de una belleza decadente, cuando las frutas que maduraron con la templada calidez de septiembre y octubre visten aún las desnudas arboledas; amarillos membrillos y granás coloradas, nueces, bellotas, y entre el suelo húmedo y putrefacto de hojas, en la puebla que aún no se ha retirado o quizás en la tronca podrida de algún viejo chopo derrotado, manojos de setas con sus gorritos blancos.
Lejanas humaredas se levantan a lo lejos, un olor ya olvidado a ramones que se consumen en el fuego, olivares cargados de esmeraldas pintonas que se oscurecen en las cansadas ramas que besan la tierra limpia. En los Montecillos, La Umbría, El Nogalejo, se velan las armas; Tensa quietud que precede a la batalla que en breve entablarán contra recias varas de avellano.
Brillantes bellotas cuelgan de las encinas, una ráfaga de viento las desprende de su capuchón, rociando el manto verde de dulces balas marrones. Es tiempo de montanera, ancestral sustento del cochino ibérico que alegrará las despensas y saladeros de las casas para cuando la pronta matanza. Que bello sería ese Setenil que conocieron nuestros padres y abuelos donde majestuosas encinas chorreaban desde La Dehesa, El Almendral o El Alambique, asomándose a las mismas puertas de Setenil. Más bella sería aún una vista desde lo alto, allá por Accinipo, cuando el viajero que mirara hacia el Este sólo atinara a distinguir pequeños caseríos blancos ahogados en un mar rizado de verde oscuro. Codornices volantonas y patirrojas por La Mata y La Preciá, quizás algún conejo y ya pronto los zorzales, cuando llegue el frío, chispa y pasión de la caza menor en una naturaleza domeñada pero aún no derrotada.
Ya lucen granates las viñas después de la recogida de la uva, pronto sus troncas lucirán desnudas y retorcidas entre haces de sarmiento apilados para prender las hogueras. Su alma, el mosto, descansa en la fresca oscuridad de la bodega en constante proceso químico para renacer en vino, alegre compañero durante las largas noches de invierno.
Barbecho en la Campiña después de las cosechas. Hay que ver cuantas habrán dado esas tierras... cuanto sudor, cuantas bocas habrán alimentado. Desde el tiempo de los romanos, o quizás antes, cuando los primitivos lugareños de la ciudad roturaron los montes en busca de tierras donde sembrar sus cosechas; Riqueza y fama de una ciudad que acuñaba monedas con la espiga de trigo y el racimo de uva.
Antiguas culturas celebraban sus fiestas en otoño, cuando recogían la fruta, cuando volvían las lluvias, cuando la hierba fresca brotaba de la tierra enterrando al pasto seco del verano. En esta parte de Europa, cuna de pueblos agrícolas, el final de verano y el principio del otoño se vivía mirando al cielo a la espera del cambio de ciclo. El otoño es el otro renacimiento, el cambio necesario, como lo es la primavera en los pueblos del norte o incluso para nosotros mismos. Es en estos momentos, cuando la naturaleza deja atrás la monotonía del verano para transformar el paisaje con sus olores, sonidos y sabores, cuando le esencia rústica y rural de pequeños pueblos como Setenil se manifiesta más viva y espléndida que en cualquier otro momento del año.
Para saber más:
Ya lucen granates las viñas después de la recogida de la uva, pronto sus troncas lucirán desnudas y retorcidas entre haces de sarmiento apilados para prender las hogueras. Su alma, el mosto, descansa en la fresca oscuridad de la bodega en constante proceso químico para renacer en vino, alegre compañero durante las largas noches de invierno.
Barbecho en la Campiña después de las cosechas. Hay que ver cuantas habrán dado esas tierras... cuanto sudor, cuantas bocas habrán alimentado. Desde el tiempo de los romanos, o quizás antes, cuando los primitivos lugareños de la ciudad roturaron los montes en busca de tierras donde sembrar sus cosechas; Riqueza y fama de una ciudad que acuñaba monedas con la espiga de trigo y el racimo de uva.
Antiguas culturas celebraban sus fiestas en otoño, cuando recogían la fruta, cuando volvían las lluvias, cuando la hierba fresca brotaba de la tierra enterrando al pasto seco del verano. En esta parte de Europa, cuna de pueblos agrícolas, el final de verano y el principio del otoño se vivía mirando al cielo a la espera del cambio de ciclo. El otoño es el otro renacimiento, el cambio necesario, como lo es la primavera en los pueblos del norte o incluso para nosotros mismos. Es en estos momentos, cuando la naturaleza deja atrás la monotonía del verano para transformar el paisaje con sus olores, sonidos y sabores, cuando le esencia rústica y rural de pequeños pueblos como Setenil se manifiesta más viva y espléndida que en cualquier otro momento del año.
De Instantáneas |
De Setenil Rural |
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Para saber más:
Los Misterios Eleusinos. Wikipedia.
jeje y los pájaros cantan y las nubes se levantan y la yeidi con las cabras, que te gusta el campo rafa¿
ResponderEliminarHola Rafael. Me encanta cuando sacas tu prosa de paseo. Es lo que mas me gusta de tu blog, sin restar importancia al resto de tus temas. Saludos.
ResponderEliminarRafa, creo que el cambio de estación te ha influido bastante. Estadísticamente, el otoño es la época del año que más influye en el estado anímico de las personas. A mi particularmente es la estación que más me gusta, es como si verdaderamente el año comenzara en esa época, pues representa un cambio bestial entre el duro, tedioso y aletargante verano y el reinicio de toda actividad de la naturaleza: lluvia, viento, frio, barro, hierba, agua en los arroyos... En cuanto al estado que presentaba la vegetación silvestre en el término municipal de Setenil en otros tiempos, puedes hacerte una idea si ves las primeras ortofotos (fotografías aéreas) existentes de los campos españoles realizadas por los americanos en el año 1956, a través de las cuales puedes observar perfectamente los extraordinarios encinares de este municipio. Te advierto que te entrará mucha rabia por todo cuanto se ha destruido en pos de un débil y falso desarrollo.
ResponderEliminarUn saludo
hola Vespertinus
ResponderEliminarsi, parece que el otoño me influye bastante, pero creo que para bien, pues el verano tan largo me cansa y me aburre. cuando llegan las primeras lluvias, el frío etc todo es más variado y se disfrutan más de los días soleados.
¿como puedo ver esas imágenes de las que hablas?
lo había escuchado antes, pero nunca me ha dado por buscarlas. lo de los encinares en setenil es de pena. aún en los años 80 se arrancaron miles de ellos, y ahora, los que hay están en un estado más que lamentable. todos los años se pierden un montón, y el campo no se regenera. esperemos que la cosa cambie. Tampoco la administración, ayuda mucho, pues son muy exigentes con los agricultores, por ejemplo, y luego permiten lo de los Merinos, donde se han arrancado más de 2000 encinas centenarias. luego dicen que las replantan, pero cualquiera que entienda algo de campo sabe que eso es una falacia legal para lavar la cara.
bueno, es lo que tenemos.
un saludo
Qué se te va la olla con la productos de la temporada jajaja. Esas fotos...uy cuantos coloresss.
ResponderEliminarUn abrazo
moda otoño invierno; se llevarán los colores vivos, en amarillo membrillo y graná colorá, con camisas de cuadros tipo leñador...muy rural
ResponderEliminarotro abrazo