miércoles, 20 de enero de 2010

Setenil Mágico (II): La Clica

He tenido algunos problemillas con mi pequeña Canon, así que he tenido que desechar algunas fotos, de todas formas os paso un pequeño reportaje con algunos comentarios de la entrada anterior.



De la clica



De la clica


De la clica

En el interior podemos ver tajos siempre húmedos de cuyas paredes brotan extrañas formaciones que asemejan caprichosas figuras, con cuevas donde se forman estanques de agua cristalina por el goteo constante que mana de la roca, y que genera un peculiar musiqueo.
De la clica

Allí crecen nogales, chopos y mimbres que abrazados ferozmente por la hiedra hasta la copa, alcanzan alturas imposibles por su búsqueda constante de la luz. Con temperaturas muy suaves, mucha humedad y el olor a madera putrefacta, la sensación a la altura del arroyo puede ser densa y sofocante.
De la clica

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En uno de sus escarpados accesos, paralela a un camino de piedra y junto a un pino que quizás pueda rivalizar en altura con los del Tejarejo, encontramos una casa semiderruida. La visión de esta construcción no puede dar una mayor sensación de desasosiego, y la imaginación nos lleva a las mismísimas Cuevas de Zugarramurdi.
De la clica

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Me paré a fotografiar la casa, el camino y las cuadras aledañas, abrí una ventana y en una estancia sin techo, tallado en la misma piedra que hacía de pared, observé enmarcado un enigmático rostro sonriente.
La verdad es que nos llamó mucho la atención contemplar esa imagen en aquel lugar, aunque ignoramos su datación, su origen y su propio sentido, lo cual acrecienta el misterio del lugar.
De la clica

De la clica
De la clica
De la clica
De la clica
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Visitar La Clica es como viajar a un pasado en el que el mismo pueblo de Setenil, entendiéndolo como hábitat humano, era solo un esbozo, y reducidos grupos de pastores se refugiaban de las inclemencias del tiempo al abrigo de sus cuevas. Se imagina uno ese lugar húmedo y sombrío, cuajado de zarzas e hiedras y lleno de árboles como brazos de gigantes, que desde el mismo lecho del río extendían sus ramas hacia la superficie.

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