jueves, 25 de febrero de 2010

La quema de Santos en Setenil durante la Guerra Civil

De Fotos Antiguas

Los hombres necesitamos conocer nuestro pasado. Es una constante en la historia indagar en los entresijos de hechos que se han sucedido en el tiempo, aunque muchas veces esto sea triste o doloroso.
Cuando estudiamos la historia de Setenil, podemos mirar de una manera simpática y divertida los avatares de esos antiguos setenileños que aparecen en el romancero, de los moros de la ciudadela, de los hidalgos de los legajos, de Perucho el torero valiente, y entrando en los siglos XIX y XX, las historias románticas de bandoleros, feriantes y arrieros. Pero ¿Qué pasa cuando llegamos a los años treinta de la pasada centuria?, ¿Qué pasa cuando hablamos de la Guerra Civil y los hechos que la preceden?
Siempre me ha llamado la atención el silencio que sobre estos asuntos se ha guardado, quedando las historias sobre la Guerra para ser contadas en voz baja en algún velatorio o de soslayo, como evitando el tener que tratar tan desagradable asunto.
La Guerra Civil es historia reciente, tanto como que aún viven algunas personas que tuvieron un papel relevante en la contienda. Nuestros padres, nuestros abuelos fueron los que la vivieron y en el mayor de los casos, los que la padecieron.
En todas las casas de España se cuentan historias de la Guerra. Estoy seguro de que en Setenil cada familia puede escribir su propia crónica de la contienda, y sin embargo es muy poco lo que se sabe a ciencia cierta sobre como ocurrieron los hechos en nuestro pueblo durante aquellos fatídicos años.
Setenil aparece en apuntes sobre movimiento militares hacia destinos estratégicos de mayor envergadura y en listas de represaliados, pero en lo que se refiere a los hechos mismos de Setenil antes, durante e inmediatamente después de la Guerra, existe una nebulosa de la que cada vez será más difícil salir conforme pase el tiempo.
Cada vez quedan menos testigos directos de esos años, es ley de vida, pero cuando pudieron hablar no lo hicieron, y si lo hicieron fue en el íntimo círculo familiar o de amistad. La Guerra siempre ha sido un tema tabú.
Algunas de las historias que a continuación se relatan nacen de este ámbito del que hablamos; De conversaciones íntimas de tipo familiar o de un espacio bastante reducido donde no pudiera haber filtraciones ni rumores comprometedores, pues para nuestros mayores el trauma de la Guerra les acompañó de por vida.
Lo más interesante, cuando la memoria o la propia percepción de los hechos no es clara, es poder contrastar cualquier relato con varias fuentes, como sucede en el asunto de la quema de los santos en Setenil. Así pues, después de conocer de primera mano algunas versiones de setenileños que vivieron insitu esos acontecimientos siendo unos zagalillos, tuve la suerte de oír en Málaga el relato de una anciana que, acompañando en el camión del agua a su padre, presenció la quema de los santos. Contaba esa mujer como ardían en la plazuela de San Benito que parecía que lloraban, y como ardiendo recogió la mano de una virgencita y la guardó para que los hombres de azul no se la quitasen. Esta señora le tenía dicho a sus hijas que cuando llegara su hora quería ser enterrada con esa reliquia que desde niña guardó en un cajón de su casa. De esta manera podemos imaginar lo sucedido;
“En la pequeña y coqueta Plaza de San Benito, frente a la ermita del mismo nombre, formaron una pila con imágenes, libros y ropajes de las distintas iglesias del pueblo, y ante la incredulidad de los curiosos que allí se agolparon, le metieron fuego. Al principio no prendía, pero a alguien se le ocurrió usar velas y pronto las llamas llegaban a la altura del campanario, siendo imposible estar cerca de la pira. El gentío pensó que la misma iglesia saldría ardiendo y los vecinos de la plaza se fueron de sus casas.
Para evitar que el fuego se extendiera, uno de los asaltadores enganchó un santo con un palo y lo arrastró fuera de la hoguera. Pronto hicieron lo mismo con las imágenes más accesibles y ardiendo como estaban las rodaron pecho abajo. Los niños perseguían a los santos ardientes por la cuesta. Los hombres hicieron una nueva pila al inicio de la calle, en una salida hacia el río y allí se les volvió a prender para que ardieran sin peligro alguno para las casas.
Desde la Plaza de San Benito al río había un reguero de tizones ardiendo y las hojas de los libros volaban por encima de los tejados. Las beatas cerraban las ventanas para no ver la escena, pero un grupo de curiosos, sobre todo niños, seguía de cerca el espectáculo.
La hija del camionero de la fábrica de [gaseosa] estaba en el pueblo y su padre la llevó a ver la dantesca escena. Ella entonces creyó que las imágenes lloraban de verdad.
Recuerda una virgencita ardiendo que en el trasiego de la muda perdió una mano, y la niña la coge aún caliente y la envuelve en un pañuelo. Le hubiera gustado salvar la imagen entera pero no le hubieran dejado. De vuelta a Málaga, le contaría a todo el mundo lo que había visto y les enseñaría la mano de la virgen para que la creyeran, pero el caso es que al día siguiente en su barrio todo el mundo la creyó”. [Septenilium]

Estos acontecimientos suceden cuando llevamos un mes de la sublevación de Franco, como nos dice Pedro Marín en su libro "Un Siglo en Blanco y Negro", que sitúa los dramáticos acontecimiento en ¿agosto? del 36:
“1936. malos vientos recorren Europa. Julio, sobre España se desata la tormenta.
24 de Agosto de 1936. El culmen de la barbarie, el cenit de la locura. La incultura y la intransigencia de unos y de otros llevan al mayor de los despropósitos.
La venerada imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno es atada, por su cabellera, a la cola de un caballo, al trote lo arrastran por el Pecho y la Plaza, y lo que queda es quemado en la pira que se forma en la plazoleta de San Benito con las demás imágenes y los archivos y enseres de la Hermandad. La noticia corre como un reguero de pólvora. La consternación, la impotencia, el estupor y la rabia se apoderan de los hermanos, uno de ellos al conocer la funesta noticia, murió a causa de una cogestión. En la foto se ven los restos de la Sagrada Imagen después de tan lamentables sucesos. Del sacrilegio sólo se salva la cabeza y un trozo del torso que fue escondido en unos atrojes de grano en la calle San Benito Nº 9”.

"Un siglo en Blanco y Negro". Álbum Gráfico de la Pasión según La Hdad. De Ntro. Padre Jesús y Ntra. Sra. De la Soledad. Pedro Luis Marín García.
Es en este día cuando aportamos lo que Don Cristóbal Andrades contó al respecto de la quema de los santos, cuando recogió la cabeza y parte del torso de Padre Jesús y se lo entregó a una señora. El resto de los acontecimientos se los pueden ustedes imaginar; Uno de los testigos presencia la escena, ve como los hombres de azul prenden la pira y ve como los santos ruedan pecho abajo desde San Benito, donde la niña recoge la mano y Cristóbal la cabeza, hasta la salida al río frente a la calle Triana. Allí terminan de quemarlos a placer. Estas tres versiones de un mismo acontecimiento las conocí en un intervalo de tiempo aproximado de diez años, sin que hubiera ninguna relación geográfica ni personal entre sus protagonistas.
Ignoro si esta pira de San Benito fue la única o hubo más en Setenil. Posiblemente los saqueadores se cebaran con la pequeña ermita, pero ¿Porqué razón?
En al menos dos de las versiones se habla de hombres de azul, que evidentemente se refiere a milicianos. Siempre escuché que cuadrillas de pistoleros venían a los pueblos a quemar iglesias y cometer asesinatos, y las activas y tristemente famosas partidas de los pueblos del Guadalteba y la misma Málaga tenían Setenil muy a mano. ¿Quizás se llegaran estos a Setenil a realizar los trabajos que los propios setenileños no querían o no podían hacer? Es evidente que era más fácil hacer la revolución fuera de tu pueblo que en tu propia casa.
Se cuentan muchas historias en Setenil de gentes que salvaron algunas imágenes, como la del Cristo de La Vera-cruz, que fue sacado de la Iglesia y llevado al Secanillo a lomos de caballo. Allí quizás se salvara de desaparecer bajo las llamas.
La que ardió de punta a rabo fue toda España, que inexorablemente se dirigía hacia el abismo de la Guerra Civil. Como dijimos en la anterior entrada, esto sólo era el preludio de lo que se avecinaba.

Hoy día no conozco ningún catálogo de imágenes y enseres que se quemaron durante estos terribles hechos. Se sabe de la pérdida más famosa, la talla de Padre Jesús, pues se pudieron salvar parte de sus restos y el pueblo de Setenil permaneció fiel en su devoción. Evidentemente ardieron más imágenes, así como gran cantidad de libros y otros enseres cofrades y litúrgicos, perdiéndose para siempre en aquella tarde de agosto gran parte del patrimonio artístico y documental de Setenil, parte en definitiva de nuestro pasado.

Fotografía: Nuestro Padre Jesús Nazareno después del saqueo de San Benito (Foto tomada el 20 de Junio de 1939). Fuente: Un siglo en Blanco y Negro. Pedro Luis Marín García.

1 comentario:

  1. hay cierta contradicción en las fechas, pues mientras una fuente habla de que la quema de santos se produjo en agosto del 36, la foto de la cabeza y torso de Padre Jesús está fechada en Julio del 36. O las fechas están equivocadas o hubo varias quemas de santos

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