La Gamba |
martes, 28 de diciembre de 2010
¡Impresionante descubrimiento en la iglesia de Setenil!
lunes, 27 de diciembre de 2010
Don Antonio el Visionario; Un personaje de Setenil
Cuando nos sentábamos a su lado y estaba gracioso, nos hacía juegos con las fichas, y nos explicaba que el dominó tenía una lógica matemática que muy poca gente conocía, pues requería de conocimientos y dedicación. Él, que si sabía esos secretos, no jugaba con los lugareños para no aprovecharse de nadie. A nosotros lo de la ciencia nos daba igual y lo que realmente nos gustaba eran los castillitos que hacía con las fichas sobre la mesa.
Don Antonio era de escasa estatura, vestía con chaqueta gris y un anacrónico chaleco del que asomaba un reloj de bolsillo al que continuamente ajustaba la hora según el telediario. Entre sus dedos regordetes portaba un sello de oro y en la muñeca un extravagante reloj electrónico. Fumaba los cigarros insertados en una larga boquilla negra y rara vez se juntaba con mucha gente. Tenía un claro acento castellano, reminiscencias familiares según contaba, y de su boca salían flores tan remilgadas y ajustadas a la lengua y el protocolo como; “le doy mi más sentido pésame”, “me pone a los pies de su señora”, “tanto gusto”, que acompañaba con la gesticulación y teatralidad adecuadas, y es que Antonio era un hombre muy preparado.
Algo más joven, Don Antonio emigró a Alemania, no porque le hiciera falta trabajar, sino por sus ansias de viajar y conocer mundo, asignatura pendiente, según nos contaba, en la educación de la juventud actual. Allí, trabajó en Correos, una colocación adecuada a sus conocimientos, a la que se aplicó con esmero y profesionalidad. Sin ir más lejos, estando de inspección en su centro el Director General del Departamento Postal de la República Federal, viéndole trabajar, se llegó a su persona y alabando ante sus acompañantes la pulcritud del quehacer de Don Antonio, le estrechó la mano diciéndole:
"Amigo (Don Antonio lo contaba en Hochdeutsch) viéndole en el desempeño de sus quehaceres me reafirmo en la idea de que ambas razas, la germana y la hispana, forman la florinata de las estirpes europeas, supervivientes que aún no han caído en la molicie y decadencia de otras naciones menos afortunadas".
Contaba esto Don Antonio con los ojos cerrados, irguiendo su cuerpo y con el dedo tieso, en un alemán que luego nos traducía a la lengua de Cervantes.
De su estancia en Alemania y su experiencia postal, Don Antonio guardó ese gusto centroeuropeo por la racionalidad científica, la puntualidad y la austeridad en las costumbres, además de una exquisita afición por la filatelia. Debo agradecerle el regalo que me hizo de una gran cantidad de sellos nacionales e internacionales que me sirvieron para iniciar una diluida colección que aún debo guardar por algún cajón.
Don Antonio se tomaba un café detrás de otro, para que las musas no le pillaran soñoliento, mientras fumaba sin parar. Dueño de incontables disloques y ocurrencias, disfrutaba mostrándonos su vieja libreta llena de garabatos, notas y signos en la mayoría de los casos ininteligibles. Gustaba de fantasear sobre determinados avatares históricos en los que Setenil era protagonista, como los asedios cristianos a la Villa. Era Don Antonio de la opinión, que de haberse empleado la lógica en mayor medida que la fuerza bruta, los moros hubieran sido derrotados siglos antes, y Setenil sería en estos momentos una ciudad más importante de lo que es ahora, y que bajo el auspicio de la noble capital hispalense hoy día estaría a la altura ciudades como Osuna o Carmona. Representaba en su libreta planos del pueblo, con flechas que representaban el avance de las tropas señalando los bandos con una media luna o una cruz según correspondiera, dibujando con detalle extraños artilugios de combate tipo arietes, torres bastida o catapultas, que colocados en determinados lugares hubieran servido para lograr este objetivo.
Hacía conjeturas de cómo serían antiguamente los lugares más habituales de Setenil, que si esto era campo entonces y aquí había un muro, la calle Ronda no existía por aquellos entonces, relataba, pues justo aquí el río daba una curva y pasaba por el segundo ojo del puente, sobre el que estamos en estos momentos, esta casa sería un molino que aprovechaba la fuerza del agua para mover sus amoladoras de granito, y cosas de estas.
En cierta ocasión nos habló de que estaba en conversaciones con el Alcalde sobre la construcción de un puente que uniera El Carmen con la Villa, una idea en la que llevaba tiempo trabajando y cuya materialización reportaría grandes beneficios a las gentes de Setenil, punta de lanza, según contaba, de un megaproyecto de infraestructuras que lograría mejorar las comunicaciones y con ello la afluencia de turistas, y poner al pueblo en la cabecera económica de la comarca. Decía que el alcalde estaba muy interesado en su idea y que se pondría en contacto con él para cuando llegaran las subvenciones de Europa, no sólo por tener en su posesión los planos de las obras y la idea original, sino también por sus conocimientos del idioma alemán, que como todos sabemos es la lengua del país de donde viene el dinero.
Ido del cascabullo o visionario, de todas sus ocurrencias y teorías destaca un tratado, oral más que nada, del ecosistema del Trejo a su paso por Setenil, argumentando que las diferentes especies se habían adaptado al medio ribereño de tal manera que se podía hablar de auténtico biotopo natural.
Como en la sabana africana, había un gran súper predador, que como el león también es un felino, el gato que se sitúa en la cima de la pirámide alimenticia, y bajo la cual están otros predadores como las ratas, que serían como las desagradables hienas manchadas, aunque también formaban parte del menú del panthera trejinensis, las aves de corral, como los grandes rumiantes o los gigantescos avestruces, y los habitantes del río; peces y ranas que eran devorados por serpientes que serían como los cocodrilos, un rico y variado ecosistema perfectamente engranado y adaptado al hábitat del río. La evolución desde luego es inexorable en sus escrutinios y nadie sabe que nos tiene deparados. No podía imaginar Don Antonio por aquellos entonces lo de las obras de canalización del río, que acabarían con aquel supuesto Serengueti ribereño surgido de su portentosa imaginación.
Si bien me gustaba sentarme a su lado y escuchar sus extravagantes disloques, ya con trece o catorce años me tomaba un poco a guasa sus historias, y es de justicia reconocer que no siempre le guardé el debido respeto, máxime cuando era objeto de chanzas e ironías por la clientela del bar. Definitivamente cayó de su poltrona el día que tambaleándose por la calle le vi dirigirse a su casa en total estado de embriaguez, desastrado, maloliente y balbuciendo un ininteligible dudua dudua de claras connotaciones etílicas, sin percatarse de las tropelías que por atrás le hacían los chiquillos.
Cierto y verdad que no siempre caía bien, más que nada por esos aires de superioridad que se daba con lo de la correcta dicción castellana, las ínfulas de sabio renacentista y la prepotencia con la que se dirigía a los viejos que paraban por el bar, el caso es que era más digno de lástima que otra cosa, y con algo de cintura y sangre gorda se podía pasar un buen rato a su lado.
Un buen día, Don Antonio dejó de venir por el bar, y por falta de interés quizás no llegué a preguntar la razón. No sé si murió, volvió a su Castilla natal o encontró el bálsamo que hacía invisible a quien se lo aplicara, que sé yo, el caso es que simplemente desapareció. Quizás hoy día, con bastantes años más, con su reloj de bolsillo y la chaqueta gris, ande sentando cátedra en la cafetería de una vetusta y decadente ciudad castellana, anotando en su vieja libreta los mil y un disparates e ingenios que se le pasan por la cabeza.
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lunes, 20 de diciembre de 2010
Aquellas Navidades de entonces
Iluminación navideña en Setenil |
Siempre me han parecido las Navidades unas fechas tristes, no sólo por el tiempo, frío o lluvioso, siempre gris, de finales de diciembre, sino también por la nostalgia que nacen de las ausencias, perceptibles por un niño en el ánimo de sus mayores. Siempre hubo otras navidades, que se superponen como capas a las actuales y se presentan como fantasmas, en blanco y negro o en sepia, para turbar la tranquilidad y cotidianidad de los días de diario. Eso tiene la Navidad, que como un rito sagrado e insalvable, nos obliga a celebrar aún cuando no lo deseamos. Gracias a mis mayores, conozco de oídas aquellas navidades de antaño, cuando la publicidad y el consumismo eran inimaginables en aquella España de posguerra de hambre y miseria. Fiestas tradicionales donde las haya, se imagina uno esas mesas llenas de niños y mayores presididas por la patriarcal figura del padre, con suerte algún plato especial por las fechas, anís y algunos dulces para los más afortunados, Misa del Gallo y villancicos por las calles.
Frente al antiguo puente de la calle Ronda, María La Carbonera vendía castañas asadas protegida de los gélidos aires de la sierra y la humedad del río por una estufilla de ascuas, en las puertas de las casas los anafres se ventilaban al fresco en un musical chisporreteo mientras los vendedores ambulantes se afanaban por repartir sus productos. Cuenta mi madre con nostalgia aquellas navidades de su niñez cuando el horno de leña de mi abuelo aún horneaba pan. La chimenea recorría parte de la casa y como si de la tradicional gloria castellana se tratase, el suelo siempre estaba caliente y la casa cálida y acogedora, mientras el ambiente del negocio daba alegría a la calle en un continuo transitar de gentes y bestias.
Mi memoria se fija en aquellas navidades de mi niñez, en esa vieja casa de los abuelos en la Calle Ronda, posiblemente la calle más umbría y fría de Setenil. Recuerdo los techos altos de vigas de madera en los atrojes, las camas antiguas y los colchones y los edredones de lana. Nos vestían con pantalones de pana y chalecos de cuello vuelto, y en las fotos se nos ve con los mofletes colorados y regordetes.
La calle que yo conocí era alegre, no tanto como la recuerdan mis mayores, pero con mucha más vida de la que tiene ahora. Había varias tiendas y comercios, y justo frente a nuestro balcón estaba aquel precioso establecimiento de comestibles de Anita y José, con dos puertas que al abrirse o cerrarse hacían sonar una campanita. En el centro un gran escaparate que en Navidad se adornaba con toda clase de productos delicatessen ricamente presentados. Me acuerdo que José el Ditero vendía unos quesos manchegos cuyo característico aroma parecía penetrar los anchos muros de la casa y las rendijas de las ventanas de madera. Pasando el puente, Encarna Villalón y Sebastián Porras, tíos abuelos míos, tenían su viejo colmado donde se vendían todo tipo de cacharros y telas siguiendo los métodos tradicionales de pesos, medidas y cuentas. Quien haya conocido a Encarna coincidirá conmigo en que se trataba de una de las cabecitas más finas que ha dado el pueblo.
Frente a esta tienda, estaba el bar El Puente, quizás uno de los lugares más celebrados de la historia reciente de Setenil por sus tapas y por la amabilidad de sus dueños, mis tíos Manolo y Filo. Aún hoy siguen los paisanos relamiéndose con el recuerdo de aquellas carnes en salsa, los callos, los filetitos y toda la batería de tapas que se podían degustar.
Por estas fechas, en la chimenea que daba al río nunca faltaban unos buenos troncos de recia encina, mientras las cuatro puertas del local, quedaban cerradas para mantener el calorcito. El día de la lotería solía despertarme con el monótono musiqueo de los niños de San Ildefonso y el rumor de la gente atenta a televisores y radios. Una multitud seguía el sorteo dentro y fuera del bar, expectantes al baile de números y a una suerte en la mayoría de los casos esquiva. Pese a todo, el día de la lotería de Navidad era una tradición que gustaba disfrutar en compañía, en la calle o en los bares, como si del auténtico pistoletazo de salida de las fiestas se tratase.
En casa, mi madre y mi abuela se afanaban en preparar los platos de los que se daría cuenta por aquellos días, aunque la noche del 24 las tortas fritas con chocolate eran inexcusables. ¡Que ilusión nos hacía a los niños la noche de las tortas fritas. En el poyo de piedra se extendía la masa, se le daba forma y se pasaban al perol de aceite hirviendo, donde la informe masa blanca se hinchaba en caprichosas figuras doradas. ¿Quién no ha disfrutado llenándolas con chocolate caliente? Junto a la mesa, mis primas, mi hermana y yo mismo esperábamos las tortas con ansiedad, como si del mejor de los manjares se tratara.
Para el día de Navidad y Noche Vieja mi madre cruzaba el puente en busca de Cándida Moreno, una vecina mayor que vivía sola, y que pagaba nuestra compañía con unos huevos nevados y unos arroces con leche que quitaban el sentío. Por ahí andan algunas fotos de esa buena señora que vivía en las Cuevas del Sol en una preciosa casita bajo la roca y que con tanto cariño recordamos.
Luego, como estaba mandado, se subía a la Villa para celebrar la Misa del Gallo. La Iglesia llena de niños y mayores, el portal de belén junto a la pila bautismal, y luego a cantar villancicos por las calles.
Como mi tío no cerraba el 31, las uvas nos las comíamos en bar junto con un grupo de ancianos, que tenían en el bar el Puente el único remedio para combatir la soledad en aquellos días tan señalados. Para ellos no faltaba el plato de pollo relleno, las uvas y el champán, y siempre he pensado que mi tío no cerraba ese día por no dejar en la calle a aquellas personas tan faltas de compañía. Con ellos recibíamos el año nuevo y para ellos eran también nuestros abrazos y felicitaciones.
Quizás la Navidad sea la fiesta de la nostalgia por excelencia, cuando más se recuerdan a aquellos que faltan o están ausentes,y para muchos unas fechas que con sumo gusto tacharían del calendario, pero coincidirán conmigo en que el recuerdo de aquellas navidades de antaño, aquellas que disfrutaron cuando chicos, les provoca una punzada de suave y evocadora melancolía en el corazón.
viernes, 17 de diciembre de 2010
La fotografía de un reencuentro.
En cualquier aeropuerto colombiano, muy posiblemente en el de Bogotá, asistimos a esta emotiva escena del reencuentro de una familia después de más de tres décadas sin verse. Alonso y Conchita, rodean a su padre, Diego Tornay Mariscal, mientras Manuel, otro hermano nacido en tierras americanas, asiste sobrecogido a la escena. En esta imagen en blanco y negro con los bordes amarilleados por el tiempo caben el dramatismo de un instante, la emoción apenas contenida en el rostro de los protagonistas y toda la tragedia de una España desgarrada y fratricida que hiela el corazón de sus hijos. Aunque está tomada muy lejos de Setenil, al otro lado del Océano, cuenta una historia muy próxima que nace aquí mismo; Quizás entre verdes y retorcidos olivos, en los áridos páramos de la Campiña o en las empedradas calles de un pueblo blanco bajo una torre y un campanario, cuando el país aún se desperezaba de un letargo de siglos. Para saber más. DiegoTornay Mariscal: Un exiliado setenileño en América. (Setenil Rural) |
jueves, 16 de diciembre de 2010
Una foto desde Las Flores
El Puente desde Las Flores |
A mediados de los años ochenta se publicó esta foto como portada de algún librillo de festejos, seguramente para la Feria de Agosto o la Feria del Carmen de Setenil.
martes, 14 de diciembre de 2010
Un Setenileño valiente
Antonio, Pedro, Rosarito e Isabel Linares Gutiérrez |
Huyendo de la miseria y la pobreza que aquel Setenil de entonces y siguiendo la estela de tantos, Pedro abandonó su tierra natal y a su gente para embarcarse en una traiña pesquera en las Canarias, periplo inicial en su ilusión de emigrar a América cuando las circunstancias lo permitieran, eterno El dorado en la fantasía de generaciones y generaciones de españoles.
En ese barco, Pedro faena por lo que hoy serían los caladeros marroquíes y el banco sahariano-canario. Tendría esta embarcación sede en Tasacorte, en la Isla de la Palma, cuando Pancho, el capitán, sabiendo de sus intenciones de cruzar el charco, le ofrece pilotar un pequeño bote para llevar una tripulación de seis isleños y un gallego con los que se ha comprometido.
Pedro, aún conociendo la dificultad de la empresa, se sabe capacitado y se ofrece decidido ya que de esta manera también él podrá cumplir el sueño de viajar a América.
El día indicado buscan el bote en el puerto, una pequeña embarcación de vela de poco más de dos toneladas y esperan el amparo de la noche y la inhibición de la Guardia Civil para partir, en principio dirección a las costas africanas, y posteriormente enderezar rumbo a occidente. Desde el primer momento, nuestros aventureros cogen temporales y una mar gruesa que no los abandonará durante todo el trayecto, pese a que Pedro, en el afán de darle de lado, varía el rumbo previsto hacia el norte. Esta circunstancia, y el hecho de que el tripulante gallego modificara el rumbo durante la noche por su intención de llegar a Cuba, hacen que después de más de un mes de navegación, la chalupa llegue a la desembocadura del Orinoco en la Guyana. Desde este punto y una vez divisada tierra, navegan por cabotaje costeando el litoral atlántico, hasta que ya en aguas venezolanas son recogidos por un carguero, cuyos tripulantes no dan crédito a lo que le cuentan esos españoles que dicen venir desde tan lejos en un barquito tan pequeño.
Nuestros aventureros son desembarcados en la ciudad de Caripito, en el oriente del país, y las autoridades venezolanas se plantean la repatriación. Es entonces cuando la prensa local se hace eco de la noticia y la historia de Pedro y su tripulación comienza a ser la sensación en aquella pequeña localidad costera:
“¡Premio al heroísmo!
¡Siete marinos españoles cruzan el Atlántico en un pequeño bote en 43 días! Pedro Linares Gutiérrez, que hacía las veces de capitán...”
“El pueblo de Caripito pide que no se repatríen a los valerosos marinos españoles que cruzan el Atlántico en 43 días”
De esta manera, Pedro y sus hermanos recuerdan lo que decían los titulares de los periódicos, lo cual sirvió para generar una oleada de solidaridad para con los valientes españoles tanto en Caripito como en el resto del país. Así, nuestros protagonistas son conducidos a Caracas, capital del estado venezolano, siendo tratados en todo momento con suma amabilidad por las autoridades, dándose el caso incluso de que la policía les lleva de visita turística por los principales monumentos de la ciudad. En ningún momento llegan a ser tratados como delincuentes y desde todos los puntos les llegan muestras de ánimo y solidaridad. Son recibidos en todos lados como auténticos héroes, unos valientes que por atreverse a cruzar el Atlántico de una manera tan peligrosa merecen quedarse en el país.
En Caracas, Don José de la Vega, una asturiano asentado allí desde hace tiempo, les ofrece alojamiento hasta que puedan regularizar su situación, mientras que las autoridades venezolanas piden informes a España con la idea de permitir que se puedan quedar en el país.
En Setenil, Nebreda, el Comandante de Puesto de la Guardia Civil, se llega a la casa familiar de los Linares Gutiérrez con el fin de recabar datos sobre la situación de Pedro. Su madre, Doña Josefa Gutiérrez Bermúdez se muestra sorprendida por el curioso paradero de su hijo e insta a Nebreda a dar buenas referencias. Así lo hace el veterano militar, y muy posiblemente esto serviría para que Pedro, el valiente setenileño que atravesó el Atlántico en una patera, pudiera cumplir su sueño de quedarse en América.
Al poco tiempo, ya regularizada la situación, Pedro reclama a su hermano que se encuentra trabajando en Avilés, Asturias, después de hacer el servicio militar. El padre de familia reprende a su hijo por el deseo de emigrar también a Venezuela:
-pero hijo, ¿Tu sabes lo que hay por el mundo?
Antonio. El hijo menor le responde:
-Yo no sé lo que hay por el mundo, pero si lo que hay en Setenil.
Al poco tiempo, Antonio también emprende el viaje a América saliendo del puerto de Vigo, pero esta vez, como recuerda jocosamente, en mejores condiciones y en un barco más grande que el que transportó a su hermano.
Cuando días atrás hablábamos del duro trance por el que pasaron miles de setenileños al tener que abandonar la tierra que les vio nacer, poco podíamos imaginar que algunos de ellos lo hicieron en condiciones tan dramáticas y peligrosas, donde poner en prenda la propia vida entraba dentro del coste del billete. Quizás el caluroso recibimiento que el pueblo venezolano brindó a nuestro paisano y a aquellos que viajaban con él sea una lección que nunca deberíamos olvidar.
Sirvan estas letras de homenaje a todos ellos.
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Puerto de Caripito |
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Puerto de Caripito |
jueves, 9 de diciembre de 2010
Sobre la lectura
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Dibujo de Don Antonio Mingote. ABC |
«Aprendí a leer a los cinco años (…). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio». De esta manera tan elocuente comenzó el pasado martes Mario Vargas Llosa su discurso de aceptación del Premio Nóbel de Literatura, el máximo galardón del mundo de las letras, que, como todos sabemos, este año le ha tocado en suerte al genial fabulador hispano-peruano.
¿Recuerdan ustedes la ardua tarea de aprender a leer? ¿Recuerdan acaso las primeras palabras que pudieron traducir en imágenes, como dice Vargas Llosa?¿Son capaces de escudriñar tanto en su memoria? Yo no llego a tanto, quizás el primer libro. Seguro que mi madre tuvo que echar horas extras para que las letras entraran en mi cabeza de zoquete, más pendiente de juegos y correrías, pero sí me vienen a la memoria algunos de los primeros libros y cuentos que tuve en mis manos; Unos tebeos del Jabato que me regaló Pedrín en su tienda cuando tendría yo unos cinco o seis años, y aún recuerdo sobrecogido esos dibujos en colores donde el héroe ibérico y su poderoso amigo Ursus se enfrentaban a una jauría de cocodrilos del Nilo, ¡casi ná! Puede que mi primera fuente literaria no tenga mucho fundamento, pero todo necesita su tiempo y no me cabe la menor duda de la importancia que los comic tuvieron en mi futura afición a la lectura.
Sería por aquellos años, cuando aún no dominaba el arte de convertir los ininteligibles signos del alfabeto en palabras e imágenes, cuando en Setenil se puso una feria del Libro; Tres o cuatro puestos regentados por unos jóvenes setenileños, con barba y pañelos palestinos, no se me olvida, frente a la puerta del Sindicato mientras por algún altavoz sonaban canciones de Jarcha y Victor Jara. Estábamos en los primeros años de la incipiente democracia, quizás uno de los momentos más ilusionantes de nuestra historia, donde la cultura se veía como un deber y un derecho de los hombres para poder vivir plenamente en libertad, y el libro era el máximo exponente de este concepto.
Me acerqué al evento junto a mi hermana, que por aquellos entonces ya sabría leer bastante bien, y mi tía le quiso regalar un libro. En las estanterías de madera los había de todas las clases, algunos hasta no hacía mucho prohibidos, y para todas las edades, pero mi hermana se decidió por un Platero y Yo de Juan Ramón Jiménez en edición económica. Supongo que el título le debió resultar sugerente y el simpático borriquito de la portada haría el resto, pero el caso es que se aplicó con tal resolución a la lectura que ella si puede decir que ese fue el primer libro que se leyó. Yo, zoquete y todo, me sentaba entusiasmado a su lado y le pedía que me contara las cosas que le pasaban al borriquillo, así que aunque sea indirectamente también puedo decir que gracias a la exultante poesía de Juan Ramón y al gusto de mi hermana disfruté por primera vez del universo paralelo de literatura.
Luego, en el colegio, aquellos profesores progres e idealistas que tuvimos la suerte de tener, nos leían en clase las Leyendas de Bécquer, y en los maravillosos Sendas conocimos a nuestra más tierna edad la poesía de Lorca, Machado o Rosalía de Castro, las fábulas de Samaniego e Iriarte, las escabrosas historias de Valle Inclán y Baroja y los capítulos más conocidos del inmortal Quijote, los clásicos en definitiva de la Literatura Española, lo cual no estaba reñido con que al llegar a casa nos empleáramos en el Super Humor, Las Grandes Novelas Ilustradas o las ya inevitables aventuras del Jabato.
Como una extraña coincidencia, junto a este manifiesto de Vargas Llosa en defensa de la lectura como moldeador de la personalidad del niño, los resultados del Informe Pisa sobre la educación en España y sobre todo en Andalucía, no pueden ser más desalentadores y chirrían como hierros oxidados en nuestras cabezas. La educación andaluza sigue bajo mínimos y los niños andaluces suspenden en casi todas las materias, entre ellas la compresión lectora, donde no son capaces de entender ni interpretar lo que leen. Esto no es solamente gravísimo para el futuro económico y social de la región, sino que los estamos privando de acceder al mundo rico y fecundo que se esconde entre las páginas de los libros.
Que cada uno saque las conclusiones que quiera.
Como dejó dicho el propio Juan Ramón en un prólogo de su obra; Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren».
Platero y yo. Juan Ramón Jiménez. Google Libros
Platero y yo. Wikipedia.
Elogio de la lectura y la ficción. Mario Vargas LLosa (Blog: Algún día en alguna parte)
Cena de Navidad de los Negros
lunes, 6 de diciembre de 2010
Setenil en la Sierra Indomable y Ruta de los Pueblos Sorprendentes
Lejos quedan como decimos sus continuos artículos donde promocionan el mejor manual sobre Setenil hasta la fecha o la incursión de nuestro pueblo en La Ruta de los Pueblos Sorprendentes. Los Pueblos Reflejados. (ABC Madrid 14/10/1962) "País de lo imprevisto, tras la pulida monotonía de Europa llamaba Ford a España -Pays de contrastes- fantásticos, curiosos, singulares, originales, inverosímiles, son términos también frecuentes en los libros de viajes, ante la extraña disposición de nuestros pueblos. Esta ruta pretende ensartar precisamente algunos de los pueblos más sorprendentes...", una ruta imaginaria que partiendo desde la brumosa Guipuzcoa, -"donde los pueblos de niebla bajo la madrugada"- llega hasta las Islas Canarias en una retahila de los enclaves más pinturescos de nuestra geografía: "De Ronda a Setenil, un pueblo metido en una buena parte en las entrañas de la tierra. Es más, hay una calle con el techo de roca. -Estando encima de sus calles se ignora su existencia- (Ortiz de Echagüe)". Tiene el honor nuestro pueblo de cerrar las seis páginas del reportaje con una foto de las Cabrerizas tomada desde la Villa, firmada por Movellán, aunque es de justicia reconocer que frente a las bonitas imágenes de postal en colores acuarela de Orio, Arcos de la Frontera, Altea, Castelar o Mijas, Setenil aparece en un sobrio blanco y negro cuyas sombras apenas dejan entrever los olivos recortados en los tajos sobre unas casitas blancas. Nos sirve sin embargo este reportaje para apuntar en la lista de fotógrafos dos nombres más; Movellán, que se ve que trabaja para el periódico, y Ortiz de Echagüe, polifacético piloto, artista y aventurero que bien podría ser considerado el fotógrafo de la generación del 98, y que puede tener fotos de Setenil en alguna de sus colecciones repartidas por museos e instituciones nacionales e internacionales.
Veintiocho años después, eterno embajador de la Sierra de Cádiz y la Ruta de los Pueblos Blancos, enamorado incondicional y a perpetuidad de Setenil, Jose Luis de Las Cuevas escribe La Sierra Indomable, evocador título que a modo de las "laudes béticas" de los historiadores romanos, le venden al mundo Setenil, su sierra, sus encinas y sus gentes, siempre con una prosa antigua y ya por esos años en desuso, siempre con un poso de nostalgia; "...Este Setenil, -romántico y primitivo- de Pérez Clovet, donde ya no quedan bodegas, conserva todavía, milagrosamente, ese aire cándido, austero, del pueblo virgen...Dejemosle así, verse, blanco y ocre, como el viejo bronce sin bruñir".
Fuentes:
Hemeroteca ABC
Enlaces:
Turismo Espectacular (Hemeroteca ABC Madrid 14/10/1962)
Final del reportaje (Hemeroteca ABC Madrid 14/10/1962)
La Sierra Indomable (Hemeroteca ABC 26/12/1990)
Para saber más:
Ortiz de Echagüe (wikipedia)
Pueblos y Paisajes. Ortiz de Echagüe. Fondo fotográfico Universidad de Navarra.
Setenil de las Bodegas; De los Hermanos de las Cuevas (Setenil Rural)
viernes, 3 de diciembre de 2010
Setenil de las Bodegas: Un pueblo fundido en la roca
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Reportaje ABC 4 de Diciembre 1983 |
Pues nada, un par de periodistas que tal día como mañana se plantaron en Setenil de turismo rural, hicieron unas fotos, le preguntaron al primero que pasaba sobre la historia y los datos más curiosos del pueblo, para publicarlo al día siguiente en el ABC.
Y hoy, después de 23 años tampoco es que haya mucho más publicado sobre Setenil ni en la prensa ni en ningún otro sitio. Quizás los mejores reportajes; El de Weis, el de Campua, el monográfico de los hermanos De Las Cuevas llevaban décadas (incluso más de un siglo) escritos, cuando Setenil, por una razón u otra, era noticia y prototipo de los pueblos de la Andalucía profunda, romántica y misteriosa.
Eso al menos nos queda.
Fuente: ABC Sevilla 4 de Diciembre 1983
lunes, 29 de noviembre de 2010
Algunas anécdotas de las de antes
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En este otoño antiguo, ya casi olvidado, de agua, frío y viento, de bufanda y mesa camilla y de escolares con botas de plástico, me vienen a la cabeza viejas historias que pasan de boca en boca, de memoria en memoria, que nos hablan de la vida de nuestros mayores en un mundo en blanco y negro que ya parece extinto. Nos repiten los viejos que ya no llueve ni hace frío como antes, cuando por el mes de diciembre"llovían cuarenta días y una semana en la vará de Santa Bibiana". Era entonces, cuando las gentes del campo, a la espera de que el cielo se abriera y se pudieran reanudar las labores, se recluían en los cortijos al calor de la lumbre y el amparo de unas migas y un mosto corriente. En las chimeneas de estos lugares ardía noche y día el fuego del puchero, para preparar el guiso, el café o simplemente para calentar la casa. En aquellos entonces, la puerta de la vieja casona del campo permanecía entreabierta y el candil, como si de un faro se tratase, quedaba encendido para guiar a la hoguera a los que allí trabajaban, los que estaban de paso o la pareja de guardias que hacían la ronda nocturna. Se me viene a la cabeza la dureza de la vida de antes; el hambre y el frío de aquellos inviernos, las penalidades en los trabajos en el campo, las condiciones de vida de los mayores, los enfermos y los niños sin recursos de una España rural y pobre de la que parece que sólo recordamos los momentos alegres y divertidos, como si se tratase de un resorte que tuviéramos en nuestro cerebro que nos hace olvidar y desechar lo amargo y triste. Necesaria y narcotizante desmemoria que nos ayuda a pasar por la vida. Como siempre hicieron los hombres en las frías y largas noches invernales, se imagina uno esas veladas alrededor del fuego entre bromas y risas, contando historias divertidas y sonadas, otras quizás de misterio, y luego, cuando la cosa se fuera despejando, rijosos y explícitos relatos de amoríos. Muchas de las anécdotas que todos conocemos han sido transmitidas de esta manera, exageras lo más seguro y distorsionadas por el boca a boca. Todas desde luego nos dan idea de las formas de vida de nuestros antepasados, como aquella repetida hasta la saciedad por generaciones de setenileños que cuentan de un hombre empleado en un cortijo, que era flamenco y zalamero como pocos. Trabajaba como tantos por la comida y poco más, y tanta hambre y necesidad pasaba la criatura que bien podría pasearse por las páginas y recovecos de El Buscón o El Lazarillo sin dar mucho la nota y sin dejar que nadie fuera más pícaro ni gastara más idea que él mismo. Andaba nuestro carpanta sentado en la mesa del amo frente a una rebanada de pan y una alcuza de aceite, que bien podría tratarse de desayuno, almuerzo o cena, o lo más probable, todo junto en uno que no había más de comer en el día que ese humilde y sencillo condumio. Con arte y maña vaciaba la alcuza de aceite en la rebanada, a lo que el amo, viendo que la terminaba le reprende: "¡Alto!" El desaforado comensal, siempre obediente, cumple y sube bien alto la alcuza sin dejar de escanciar aceite. El amo, viendo que con el "alto" no terminaba el expolio, le vuelve a reprender; "¡Buenooo!" Y nuestro hambriento amigo, conminado a responder, interpela sin dejar de verter aceite que parecía un venenciador; "No es malo" Cuentan que este hombre, fue el mismo que despedido por su amo con la consabida coletilla de que ya podía coger la manta, echársela sobre el hombro y salir del cortijo, le respondió; "Pos ahora me voy, pero la manta me la llevo arrastrando..." Menos agilidad mental quizás y sin chispa de gracia ni duende como el otro, había un hombre en Setenil al que todos recordaremos; Pepe el Mosco, grande y corpulento, impresionaba verlo ya de mayor en la puerta de la Cervantes, que parecía un coloso de las películas de romanos. Sobrevivía Pepe en mil y un trabajos de poco lustre donde cumplía sin rechistar. Cuentan que un día lo llamaron para recoger un mulo muerto de una finca y llevarlo al muladar que distaba un buen trecho. Pepe, amparado en su extraordinaria fuerza física acepta el encargo, y enganchando la bestia por el rabo la arrastra hacia el barranco donde tenía que despeñarla. Después de un ímprobo esfuerzo, se vuelve en busca del amo del mulo finado para cobrar la faena, con la desagradable sorpresa de que no recibe el salario convenido. No me imagino a Pepe el Mosco cogiendo al labriego por la solapa y zarandeándolo en el aire como si fuera un muñeco, aunque bien hubiera podido hacerlo y mucho lo mereciera el otro. Tampoco lo veo discutiendo, porque nuestro Goliat era de pocas palabras. Lo que si hizo fue salir en silencio de la finca, bajar al profundo barranco donde muy posiblemente ya estuvieran los buitres empeñados en su almuerzo, recoger los restos del mulo y arrastrándolo cuesta arriba, dejárselo a su legítimo dueño en la puerta de su casa. Cada uno se tomaba la justicia como bien podía, con las luces, con el ángel y una viveza fuera de lo común o con una fuerza y unos cojones desmesurados. Era lo que había, que como los desarrapados hidalgos de las novelas de pícaros de las que antes hablábamos, la pobreza y la miseria no estaban reñidas con la dignidad. Sigue la lluvia cayendo con fuerza y mojando los cristales de la ventana, y el ronroneo del agua que baja por las canales parece querer arrullarme en esta triste tarde de otoño. Se imagina uno esos arrieros arreando bestias por los caminos. Tiras de mulos con los serones cargados de mil y un productos por veredas y trechos, para Ronda, Málaga o Sevilla, con la escopeta y el revólver como en las películas del Oeste, al cuidado de una emboscaba en alguna cañada o recodo. La capa ceñida y el sombrero enroscado en la frente capeando el temporal en una arboleda donde les sorprendió el aguacero. Un viaje a Sevilla era un acontecimiento en Setenil, tanto para el que lo realizaba como para aquellos que necesitaban de algo que no podían encontrar en el pueblo. Para el que viajaba los encargos se multiplicaban; Un medicamento para el enfermo, algún libro, telas, cartas para los parientes, unos documentos que entregar en cualquier oficina; Multitud de papeles en definitiva que el viajante sopesaba en la mesa del casino. Algunos hacían el encargo con el dinero, otros con el sobre vacío, a lo que nuestro protagonista, haciendo causa común y metiéndolos todos en su sombrero, los tira al aire diciendo; "A ver quien viene conmigo a Sevilla" Los sobres vacíos caen al suelo, y los que pesan, los que contienen monedas, permanecen dentro del hongo. Este hombre, del que aún se conserva su capa y su revolver, lo tenía claro, encargos sin dinero... Así se cuenta en el chascarrillo donde una mujer le encarga a un vecino que iba a la ciudad que le trajese unas cremas y que ya se las pagaría a la vuelta. Cuando vuelve al pueblo la mujer le reclama el encargo, y el viajante le responde que el caballo tropezó y se rompieron los frascos. La mujer respira aliviada; "anda que si te lo pago", y el hombre responde; "anda que si te lo traigo". Pues lo mismo, que este bisabuelo o tatarabuelo mío que viajaba cada cierto tiempo a Sevilla en busca de lozas para las solerías y zócalos de las casas grandes setenileñas, que me imagino yo la cantidad de bestias que tenía que fletar para transportar tal cantidad de material. Cuentan en mi casa, y sigo con historias familiares, que mi abuelo a modo de coletilla cuando algo le contrariaba terminaba con un sonoro "me cachis en los moros", que supongo que cuando no tuviera niños delante exclamaría "me cago", como todo el mundo, y queda además más natural. Pues esta expresión que tanto gustaba de usar al padre de mi madre pudiera venir de cuando la guerra, que unos moros de las tropas de regulares, con tanta hambre supongo como el paisano de la anécdota anterior, al olor del pan que se horneaba en el horno bajaron a la panadería y decidieron por su cuenta y riesgo confiscarlo sin pasar por caja. Mi abuelo, con veintipocos años no entendió de guerra ni de moros y se aprestó a la defensa de su pan. Los rifeños, acostumbrados quizás a sus razzias, casi lo degüellan allí mismo en su casa de no ser por la intervención de un oficial que los largó de la panadería a bastonazos. Y es que el pan, el caballo y la mujer de uno ni tocarlos ¿eh? Perdonen lo insustancial de la entrada de hoy; Simples chascarrillos con visos de verosimilitud muy probablemente exagerados una y otra vez hasta el paroxismo. No se trata de historias ni acontecimientos importantes para la vida social y económica de Setenil, pero más allá del valor que queramos darle, son parte del acervo cultural de un pueblo. Historias que nos dicen como se vivía antes y que demuestran como el hombre nunca ha dejado de fabular, crear, inventar o exagerar las vivencias propias o extrañas, aunque sólo sea para amenizar una fría y lluviosa noche de otoño como esta. |
viernes, 26 de noviembre de 2010
Setenileños en la Junta de Energía Nuclear
La historia de la energía nuclear en España comenzó en octubre de 1948 cuando un grupo de militares y científicos españoles se reunieron en el LTIEMA (Laboratorio y Taller de Investigación del Estado Mayor de la Armada) con el objetivo de constituir un organismo denominado Junta de Investigaciones Atómicas.
Dentro de la Junta se puso en marcha la actividad extractora de mineral de uranio, necesaria para las investigaciones iniciales de la sociedad. Se seleccionó una zona de la Sierra Albarrana, en el término de Hornachuelos (Córdoba). Además se incorporaron otros distritos mineros en las provincias de Burgos, Zamora y Salamanca. Esta ampliación de actividades en las áreas geológicas y mineras llevaron a considerar que no debían ocultarse por más tiempo las actividades de la sociedad.
Mediante Decreto Ley de 22 de octubre de 1951 se crea la Junta de Energía Nuclear (JEN), a partir de esa fecha las investigaciones nucleares comienzan a hacerse públicas y el desarrollo de los trabajos científicos españoles se lleva a los foros internacionales. El 28 de noviembre de 1951 se acordó que el emplazamiento de la JEN sería en Madrid, en la Ciudad Universitaria, así nace un nuevo organismo investigador.
En los difíciles comienzos de los años 50 muchos españoles encontraron un grave obstáculo en el tema laboral y la zona de la Serranía de Cádiz no era exenta a esos problemas. La emigración al extranjero y a ciudades como Madrid, Barcelona y Bilbao, resultó ser el destino de muchos andaluces, la salida a muchas inquietudes.
Juan Marín Ortega, a finales de los 40, estaba haciendo el servicio militar en Algeciras, destinado en transmisiones, y uno de sus mandos le propuso la integración en el equipo de prospección de uranio de la Junta de Energía Nuclear, una vez finalizado su servicio militar.
Quizás nadie preveía el giro que esa propuesta cobraría en un pueblo como Setenil, y lo importante que fue para un numeroso grupo de gente.
La seriedad de Juan Marín, el buen hacer en las responsabilidades que contraía y las necesidades de ampliar los equipos de personal obraron el resto. Los jefes de Juan Marín le encomendaron la tarea de nuevas contrataciones de personal, y él pensó enseguida en muchos jóvenes de su pueblo.
Muchos hijos de setenileños viven ahora en Cáceres, Salamanca, Madrid y Barcelona, hijos de esos prospectores de tierras y minas, que estuvieron en Ciudad Rodrigo (Salamanca), Don Benito (Badajoz), Cardeña (Córdoba), Andújar (Jaén), Albalá (Cáceres), Alburquerque (Badajoz), Molina de Aragón (Guadalajara) y Calaf (Barcelona), por citar los más importantes yacimientos de nuestro país.
La prospección creó un grupo de personas que compartieron vivencias y se sintieron como una gran familia, cualquier momento difícil era menor, cualquier alegría era de todos. Los traslados eran participativos, en el embalaje de los muebles y los trastos, el corazón se llenaba de nostalgias de unos que se marchaban o de otros que llegaban. Y en medio, la casa de cada uno era la fonda de paso de otros, hacia Setenil, o de vuelta, de nuevo al destino, un rato de descanso, una comida compartida, “¿cómo están por el pueblo?”.
No se puede calcular lo que representó para aquellos jóvenes y sus familias la estabilidad laboral y los sueldos generosos que suponían para aquella época.
Siento nostalgia de Juan Marín, de mi cuñado Antonio Fernández, de cada uno de los que ya no se encuentran entre nosotros, sirva como homenaje especial a todos ellos mi recuerdo y mi cariño, y ya que no tengo hermanos ellos han formado parte de mi familia, así los he sentido.
Manuel Pardillo Dorado (Funcionario retirado e la Junta Nuclear)
Relación de las personas que D. Juan Marín Ortega llamó para ser contratados en la Junta de Energía Nuclear:
Juan Fernández Pérez.
Francisco Linares Ordóñez.
José Marín Ortega.
Antonio Fernández Pérez.
Pedro Guzmán Ortega.
Manuel Pardillo Dorado (Alcalá del Valle)
Diego Morales Gutiérrez.
Juan Marín Hormigo.
Sebastián Aguilera Anaya.
Francisco Aguilera Anaya.
Antonio Aguilera Anaya.
José Aguilera Anaya.
Sebastián Torres Villalón.
José González Sánchez.
Marcos Melgar Pimentel (Arriate).
José Luis Gallego Sánchez.
Francisco Guzmán Ortega.
Pedro Andrades Porras.
Rafael Carmona Arévalo (Pozoblanco, Córdoba).
Antonio Carmona Arévalo (Pozoblanco, Córdoba).
Juan Luna Peña.
Enrique Guzmán Ortega.
Francisco Gil García.
Juan Luis Porras Ortiz.
José Ortiz Andrades.
Juan Ortiz Andrades.
Juan Ramos Hormigo.
Francisco Guzmán Batmale.
José García Fernández.
Juan Hernández Aguilera.
Jesús Martín Fernández.
Juan Martín Fernández.
Diego Aguilera Domínguez.
Miguel Oliva Fernández.
Santiago Marín Ortega.
Jesús Marín Ortega.
Jesús Lao Guzmán.
José Avelino Lao Guzmán.
Antonio Menacho (Olvera).
José Parras Aguilera.
Eduardo Hidalgo Delgado.
Antonio García Martínez (¿?).
Nota: he estado haciendo ejercicio de memoria para nombrarlos a todos, pero mi memoria ya no es tan buena como antes y sentiría haberme olvidado de alguno. En el homenaje que le tributamos a Juan Marín Ortega cuando se jubiló acudimos los que vivíamos en Madrid y alrededores, y él, como siempre lleno de generosidad, nos obsequió con un cuadro que representaba la entrada a La Villa de Setenil.
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Homenaje a Juan Marín Ortega. Junio 1988 |
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Homenaje a Juan Marín Ortega. Junio 1988 |
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De setenil |
Los números se corresponden con el contorno de la persona a la que le corresponde.
Nº en foto Nombre y apellidos Origen
1 Pepín García Fernández Setenil
2 Jesús Martín Fernández Setenil
3 Águeda Martínez Escalante Teba (Málaga)
4 Pedro Guzmán Ortega Setenil
5 Juan Hernández Aguilera Setenil
6 Diego Morales Gutiérrez Setenil
7 Carmen Rubio Espejo Dos Torres (Córdoba)
8 Ana Laos Guzmán Jaén
9 Diego Pérez Cano Belmez (Córdoba)
10 Santiago Marín Ortega Setenil
11 Lourdes Orense
12 Jesús Marín Ortega Setenil
13 Casilda Morales Núñez Alburquerque (Badajoz)
14 Isidoro Santos Vázquez Belmez (Córdoba)
15 Dolores Porras Ortiz Setenil
16 Paco Aguilera Anaya Setenil
17 Juan Martín Fernández Setenil
18 Josefita Jiménez Molinillo Setenil
19 Mª Carmen Domínguez Rodríguez Cáceres
20 Ascensión Ruiz Arroyo Pozoblanco (Córdoba)
21 Juan Fernández Pérez Setenil
22 Francisca Gámez Anaya Setenil
23 Josefa (Pepita) Corral Hormigo Setenil
24 Josefa Romero Fregenal de la Sª (Badajoz)
25 Juan Luis Porras Ortiz Setenil
26 Francisco Orden Palomino El Carpio (Córdoba)
27 Antonio Fernández Pérez Setenil
28 Juan Marín Hormigo Setenil
29 Pedro Andrades Porras Setenil
30 Francisco (Paco) Gil García Setenil
31 Ceferina Marín Hormigo Setenil
32 Dolores Mena Andújar (Jaén)
33 Carmela Ortiz Setenil
34 María José Aceituno Muñoz (Navalmoral Mata) (Cc)
35 Mercedes Porras Ortiz Setenil
36 Isabel Moreno Aguilar Setenil
37 Paco Linares Ordóñez Setenil
38 Sebastián Aguilera Anaya Setenil
39 Miguel Oliva Fernández Setenil
40 Milagros Ramos Márquez Valencia de Alcántara (Badfajoz)
41 Valeriano Larrubia El Carpio (Córdoba)
42 Teresa Revuelto Delgado Encinasola (Huelva)
43 Carmen Gómez-Bermúdez (Jerez de la Frontera)
44 Diego Aguilera Domínguez Setenil
45 Juan Marín Ortega Setenil
46 Manuel Pardillo Dorado (Alcalá del Valle)
domingo, 21 de noviembre de 2010
Por la ermita de San Sebastián
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Cartel realizado para el evento |
Cúpula apuntalada |
Tres siglos de urnas del Cristo |
Antigua casa de la santeral |
el piso de la ermita |
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Antigua entrada a la ermita |
Parte trasera de la ermita |
martes, 16 de noviembre de 2010
Inscripciones en las paredes del campanario
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Inscripción de una campana de la iglesia de La Encarnación
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lunes, 15 de noviembre de 2010
Desde el campanario de la Iglesia de La Encarnación de Setenil
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