jueves, 7 de abril de 2011

Las Semanas Santas de Setenil


Las Semanas Santas de Setenil

Cuando echa uno la mirada hacia atrás y nos ponemos a recordar las Semanas Santas de nuestra infancia y juventud, nos damos cuenta de los buenos momentos vividos durante esos días de primavera y cuantas sensaciones y recuerdos de alegría y camaradería hemos compartido durante un día de sol radiante o bajo una inmensa luna llena. ¿Quién de nosotros no ha tenido un momento tan señalado en su vida, que no hace más que desear que llegue el año siguiente para volver a vivir algo semejante? Este momento es para muchos la Semana Santa, una fiesta tan especial que transciende cualquier campo en la que la queramos encasillar.

De hecho, según la tradición cristiana de la que somos herederos, la Pascua es un momento de penitencia, donde celebramos la muerte y resurrección de Jesucristo, por tanto se nos exige constricción y recato, y sin embargo, pese a los indudables momentos piadosos y de compostura que le son propios, la Semana Santa andaluza, a diferencia de la castellana por no irnos muy lejos, es un periodo particularmente festivo y alegre. ¿A que se debe esta presunta incongruencia?

Analizar esta situación puede llevar a adentrarnos en aspectos históricos y sociológicos más allá de lo que la extensión de este artículo permite, pero tratando de sintetizar diremos que se trata de un fenómeno realmente antiguo, mucho más quizás que el propio nacimiento de Jesús.

La Pascua tiene lugar el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera del hemisferio norte, y literalmente viene a significar paso, es decir, avance en el tiempo para dejar atrás el invierno y meternos en la primavera. La Semana Santa por tanto ha sido un momento de festividad donde las culturas antiguas celebraban el fin de los meses oscuros y la llegada de la primavera, con la consiguiente regeneración de la vida y la naturaleza. Es en primavera cuando la tierra se cubre con un manto verde, retoñan los árboles, nacen camadas y nidadas, empieza a brotar la siembra ¿Duda entonces alguien de que no merece la pena celebrarlo?

Como decía al principio, los momentos vividos en la Pascua parecen perdurar en la memoria de una forma especial, ya que después del letargo invernal, como una metáfora de la primavera, la Semana Santa es una explosión de luz, color, música y sensualidad.

Siempre me ha llamado la atención la forma que tenemos los setenileños de vivir nuestra Semana Santa, donde un pueblo entero se vuelca de una manera tan singular a vivir y a celebrar. Es por estas fechas cuando se encalan las fachadas, se estrena ropa nueva, vuelven los parientes que están lejos, se abren las casas y se saca lo mejor de las despensas, y es que la mayoría de las procesiones en Setenil se celebra en unos horarios nada intempestivos, como si el comer, beber y disfrutar estuvieran ligados inexorablemente a las mismas.

En ningún otro lugar se disfrutan las bandas como sucede en Setenil, cuando blancos y negros rivalizamos de manera tan peculiar por traer lo mejor para nuestra hermandad. ¿Quién es capaz de negar que el corazón no se le sale del pecho cuando oye una banda entrando por Las Cuevas?

La Semana Santa de Setenil es una expresión de lo mejor de nosotros mismos. Es un reflejo del alma viva de un pueblo que sabe aunar como ninguno la fe y la devoción con la exaltación y la alegría de vivir, combinando en pocas horas el entusiasmo de ver una buena banda, con el comedimiento y misterio de alguna de las procesiones más singulares de Andalucía.

Así, la misma rivalidad entre negros y blancos forma parte de este juego, un espectáculo donde realzamos nuestras diferencias y la competición se entiende como algo inherente a la propia fiesta.

Fiesta, espectáculo y devoción; Que no le quepa a nadie duda de que nuestra Semana Santa sea hija de esta dualidad donde lo estrictamente religioso se encuentra con lo auténticamente festivo, sin que ningún aspecto se superponga al otro, pues suponen distintas formas de celebrar lo mismo. Privar a la Semana Santa de Setenil de una de ellas supone dejarla huérfana de lo que la hace tan singular.

Pronto los días se harán cada vez más largos y como todos los años, un ruiseñor llamará a su pareja entre los tajos para deleitarnos todas las madrugadas con su melodía, anunciando de esta manera el fin del invierno. Entonces la primera luna llena de la primavera aparecerá en el firmamento, y el corazón nos dirá que por fin vuelve la semana en que las cosas parecen perder su lógica. Por fin ha llegado La Semana Santa.

Rafael Vargas Villalón

(Publicado en la revista Vera+Cruz 2010)

1 comentario:

  1. El año pasado, Juan (Setenil69), me animó para que escribiese un articulito para la revista de los Blancos de 2010. El día del Pregón de La Vera Cruz lo vi publicado en la revista y me hizo mucha ilusión, pues nunca había visto nada mío escrito en negro sobre blanco.
    Desde aquí les reitero mi agradecimiento.

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