lunes, 21 de marzo de 2011

Un paseo matutino por Setenil

Va Juan por la Jabonería a su ritmo, que no es malo cuando uno piensa que ya hace algunos años que pasó de los ochenta. Como todos los días va al pueblo a comprar el pan y si le sobra algo se tomará un café en Las Cuevas, la rutina de un hombre sencillo.
Aún hace fresco por las mañanas y el relente del río hace subir una bruma húmeda a la calle, por eso Juan le da dos vueltas a esa bufanda que más bien parece un sayo y se ciñe la mascota hasta el entrecejo, aunque en el cielo ya despunta majestuoso un sol que hoy domingo calentará de lo lindo.
Va Juan con su bastón tanteando el camino, que ya sus pequeños ojos no son los de antaño, y va apartando bolsas de basura y botellas de plástico y cristal, que parece que se ha roto una papelera, pero no, parece mucha porquería, quizás se haya volcado un contenedor y los perros la hayan esparcido por la calle. Más basura, más plástico, más cristales rotos en la calle, mientras que el río se asemeja a un estercolero todo lleno de ropajes, bidones, cajas etc. Allí, entre la hierba, parece que hay una persona muerta. ¡No! Gracias a Dios; se trata de un muñeco de tamaño real.
Pero ¿Qué diantre ha pasado aquí? Pregunta Juan en el bar. Es que ayer fueron los carnavales y la juventud andaba de fiesta, le responde un conocido, y Juan, que de chico se tuvo que poner a trabajar con su padre porque en casa no había posibles, que en su ya cansada memoria no hay recuerdos de juegos ni fiesta, sólo de aparejar la mulilla para salir al campo, de azada en la huerta y hocino en la siega, del frío de enero y la calima de agosto, piensa en la suerte de esta juventud de ahora. Cuanto le gustaría haber vivido en estos años para ser un chaval como ellos e ir destrozándolo todo y tirando la porquería a la calle sin nadie que le reprendiera ni nada por el estilo. ¡A tu aire! ¡A tu libre albedrío! Relata en voz alta zarandeando el bastón.
¡Que injusta es la vida! Piensa Juan mientras regresa a su casa sorteando la basura por las calles.

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