Leí hace unos días la columna de un renombrado periodista sevillano donde decía que sólo los catetos dicen penitente en vez de nazareno, refiriéndose a la persona que en Semana Santa se planta su capirote en la cabeza y sale en procesión con su hermandad. En un primer momento me planteé escribir al periódico para denunciar esta, a mi juicio, falta de respeto a los pueblos, pero luego me tranquilicé, pensé en lo inútil de mi intención y que incluso podría caer fulminado por la afilada pluma de este florido y relamido periodista con ínfulas quevedianas.
Quedó mi indignación en eso, un calentamiento momentáneo, que dijo el hombre una verdad como un templo, pues sólo en los pueblos se dice penitente, quedando el vocablo nazareno para la capital del reino hispalense. Para nosotros, nazareno se escribe con “N” mayúscula pues así llamamos a Cristo con la cruz en andas, Padre Jesús Nazareno, para que todos nos entendamos.
Otra cosa es que nos llamara catetos, un adjetivo que quizás tenga cierto aire despectivo, pero que a fuerza de ser usado queda perfectamente admitido e incluso ostentado con orgullo por nosotros los pueblerinos.
Me dio por pensar entonces en aquellas cosas que durante la Semana Santa tanto nos diferencian a los pequeños núcleos rurales de las grandes capitales; Vocablos, como este del que hablamos, tradiciones, formas de hacer las cosas, de representarlas y de vivirlas.
Desde hace años circula el dicho de que Setenil en Semana Santa es la Sevilla chica, cuando, bajo mi punto de vista, en muy poco se parecen ambas fiestas y por supuesto no deja de suponer una comparación que sólo nos puede ocasionar disgustos y malentendidos, en tanto en cuanto un visitante venga a Setenil a ver algo con lo que después no se va a encontrar, pudiendo por ello sentirse estafado.
Aquí no sólo llamamos penitentes a los que realizan la estación de penitencia y dejamos Nazareno para Cristo con la cruz a cuestas, sino que decimos Hermandad en vez de cofradía, tal como aparecen en los esos libros con varios siglos de antigüedad que, gracias a Dios, aún se conservan en nuestros archivos. Hermandad, de hermanos, me parece un término muy bonito. También hablamos de trono en vez de paso, que mirado así por encima resulta mucho más visual y representativo, pues ¿no parece que llevamos a las imágenes como en un asiento ricamente ornamentado?
Luego hay otras muchas cosas que nos diferencian, quizás la más notable sea la forma de portar estos tronos, pues mientras en Sevilla los llevan con el morrillo en Setenil los llevamos a hombros, así que de ninguna manera los setenileños seríamos costaleros. Puede que hombre de trono o portador, como se dice en Málaga sea más correcto, pero en Setenil no conozco ninguna palabra de nos identifique para esta función, como mucho se dice voy con la virgen o llevo al Señor, pero bueno, son formas de hablar.
Siempre me ha hecho gracia las chanzas de algunos sobre este portar los tronos a hombros, en parihuela [esparigüela. Sic], creo que le dicen, y ya me gustaría a mí verlos subiendo o bajado los pechos de la Plaza o La Cantarería, con un trono que pesa varios miles de kilos, por piernas, y les aseguro que hay momentos en los que se pasa realmente mal. En Setenil no hay otra manera de llevar un trono. Se lleva sobre los hombros o no se lleva, tal como lo hacían nuestros abuelos, cuando buscaban ese traje que sólo servía para ocasiones muy especiales y acompañaban al Señor. Aquí no había posibles para pagar costaleros profesionales o estibadores como en las capitales, eran los propios hermanos los que sacaban los tronos a la calle. Otra diferencia. Esto vale también para los que presumen de tronos grandes como barcos, en comparación con los nuestros, donde lo llevamos entre veinticuatro personas. Un trono más grande sería inviable en Setenil por la sencilla razón de que no cabría, además, trono más grande equivale a más gente portándolo y mayor reparto del peso.
Corre el peligro la Semana Santa andaluza de morir por su propio éxito, por su propia descontextualización como si sólo se tratase de un evento de carácter turístico. Se corre el peligro además de que las semanas santas de Sevilla y ahora también la de Málaga, acaben por deglutir a las de los pueblos pequeños, en una especie de homogenización generalizada en las formas de hacer las cosas, fomentada quizás desde los medios de comunicación autonómicos. Sin menospreciar lo bueno y grandioso que hay en las fiestas más famosas y relumbradas, cometeríamos entonces el error de pensar que aquello que viene de las capitales es mejor que lo nuestro, de pensar que no se hacen las cosas correctamente, y eso sería el final de la nuestra. Se perderían entonces todas las peculiaridades y particularidades que hay en la Semana Santa Andaluza, todos los matices que pueblo a pueblo le confieren un carácter único. Se perderían tradiciones, costumbres, arcaicismos que se pudieron perder en las ciudades hace mucho tiempo, pero que aún se conservan en pueblos como el nuestro. Hablo de la rivalidad entre hermandades, la guerra de las bandas, que pese a lo que muchos creen hunde sus raíces en el tiempo. Hablo de la particular terminología, la forma de llevar los tronos, el desfile de mantillas, la fiesta, las casas abiertas para agasajar a los amigos durante la procesión, pedir para la hermandad por la calle, el desenfado y la falta de teatralidad barroca de otros lugares y todos aquellos pequeños detalles que hacen de nuestra Semana Santa algo único. La Semana Grande de Setenil no tiene nada que ver con las de Málaga o Sevilla. No debiera pretender imitarlas pues ni podría ni la harían mejor, y no debemos envidiarla ni sentirnos acomplejados por lo de catetos. En los libros, viejos y añejos testigos del pasado, viene todo: Fechas, nombres, datos, cuentas, testimonios, referencias, curiosidades, fedatarios en definitiva de una tradición tan antigua como el propio pueblo. El Setenil cristiano, ese que conquistaron los reyes católicos, y la Semana Santa han caminado juntos desde hace más de quinientos años. No podemos permitirnos el lujo de peder nuestra identidad por corrientes homogenizadores con el falso mito de que todo es lo mismo pero más grande o más pequeño, cuando en realidad se debería hablar de que todo es diferente, y en eso estriba su grandeza. Lo otro, la apatía o la trasnochada aversión en aras de una falsa modernidad, también muy antiguas, por cierto, es harina de otro costal y quizás sean mucho más difíciles de analizar, pues entran dentro de la libertad individual de las personas.
jueves, 24 de marzo de 2011
Algunas apreciaciones sobre la Semana Santa de Setenil
Etiquetas:
Opinión
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Que emoción este año voy a málaga... de hecho ya estoy revisando algunos consejos para disfrutar la semana santa.
ResponderEliminarCómo disfrutar de la Semana Santa en Málaga
Cómo se vive la Semana Santa en Málaga
¿Tenéis algún otro consejo? gracias =)
El Cautivo en la madrugada del lunes entrando en la Calle Larios. Los Gitanos en la Cruz Verde entrando en su casa.
ResponderEliminarEl Rico, La Esrella. Por la noche todo parece especial.
Fíjate en la túnica del cautivo cuando la mueve el viento.
Un saludo y a disfrutar de la Semana Santa de Málaga