Allí estaba, con el codo apoyado en la barra del bar y una mano en la sien, como pensando o meditando. Al verme me hace una señal para que me ponga a su lado mientras avisa al camarero para que me sirva.
Le pregunto cómo le van las cosas, y me responde que tirando, que este frío no es bueno para la reuma y que anda fastidiado con la patingola, que ya ha sembrado las habas y está preparando la tierra para las papas, y que ha arrancado los espárragos porque ya no puede trabajarlos. Por lo visto la perrilla parió a finales de verano y se ha quedado con un cachorrillo. Es blanco pero tiene una manchita en la frente y es más vivo que un conejo.
Me pregunto si le gustaría lo que escribí sobre él, aunque pienso que ni siquiera lo leyó pese a que un hijo tiene Internet en casa. No es hombre al que le guste el protagonismo y quizás no le haga gracia que se aireen sus cosas, pero no creo que me reproche nada.
Trato de pagar el café pero no me deja:
-De ningún modo, soy yo quién te ha invitado.
Guardo la cartera y me despido, y él me invita a que me pase por lo suyo:
-Allí tienes tu casa. Te vienes y te convido a unos mostillos con chicharrones, que te voy a dar unos huevos de los de verdad, los de la yema amarilla.
Allí lo dejo, con el vaso de café vacío y aún humeante. Quizás ahora, cuando yo salga, se tome una copita de aguardiente.
Salgo de un Setenil sumido en la niebla y la oscuridad cuando las primeras luces del alba despuntan ya por El Higuerón. Paso por la Ventosilla y aún no se ve el pueblo, sólo la tenue luz de las farolas y pienso que sería bonito acechar la salida del sol desde La ladera, ver como ese fondo blanco se difumina y plasmar un bonito amanecer que insertar cualquier día en estas páginas.
Por el camino, peligroso por la poca visibilidad y las placas de hielo en las umbrías, pienso en ese hombre y en sus cosas, en su vida cadenciosa y sin prisas, en la sabiduría de aquel que habla consigo mismo en la soledad del campo. Hoy lo he notado más meditabundo que de costumbre; Puede que sea el frío, lo más seguro es que de verdad le duela la pierna, quizás tenga uno de esos días tontos en que nos da por recordar ¿quién sabe?
A la hora del desayuno cojo el periódico y mientras espero mi mollete, ojeo la sección de artículos donde veo que uno de los columnistas, Antonio García Barbeíto, también conoce a nuestro amigo:
"...Todo sin prisas, todo haciéndose pero sin empujones, sin atropellos; despacio, como se canta un cante reposado. Todo con el mismo ritmo que lleva el pulso de la tierra por las ocultas venas del agua que, aunque no la vemos, corre en veneros subterráneos camino del pozo. No sé qué estaba haciendo cuando llegué, pero, esté haciendo lo que esté haciendo, resulta que siempre tiene más tiempo que yo, y todo lo hace con un son que no es el mío, un son que a veces me desespera, por mis prisas, no porque él sea lento. Crecen hermosas las matas de habas, el mosto, siempre a punto en la botella, y las aceitunas en el plato, el sol en su sitio, el viento posándose en las ramas más altas y él, el más rico del mundo. Ser rico es esto: sentirse libre —y serlo— hollando el campo en un territorio de luz. Este hombre vive todos los días un año de cualquiera".
ABC de sevilla. 11 de Febrero de 2011
Parece que Don Antonio se ha pasado no hace mucho por su finquita y se dejó convidar a uno de esos mostillos con chicharrones.
El Hombre más feliz de Setenil. Setenil Rural.
El más rico. Antonio García Barbeito. ABC de Sevilla.
Nota: Si tienen oportunidad, no dejen de leer los artículos de este periodista sevillano. Un remanso de nostalgia, sabiduría y sensaciones. Son las palabras de un hombre cabal que aportan algo de sensatez y reflexión a nuestra vida diaria, muy necesario ahora que el ruido hueco y la crispación parecen adueñarse de todo.
Rafa, eso no se hace hombre; otra vez describiendo un amanecer en Setenil. Que si el cafelito en el bar, que si la niebla, el hielo, el frio, que si la luz tenue, que si la salida del sol. Me estás obligando a pasarme por ahí pronto, muy pronto, una mañanita muy temprano, para sentir esas sensaciones tan especiales que solo se dan en un lugar como ese. Eso no se hace.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola Vespertinus
ResponderEliminarNo te puedes imaginar el amanecer ese viernes, con la niebla que no se veía Setenil y el sol despuntando por los tajos.
Un abrazo