Un incidente en la Calle Ronda:
Una buena amistad:
Cuando lo vi por primera vez no me llevé muy buena impresión: A Tuli, un cachorro de Setter Irlandés color canela, lo había pillado un coche y andaba arrastrando las patas. Poco a poco, gracias a los paseos que nos pegábamos por el campo, se fue poniendo fuerte y se convirtió en un perro precioso.
Si íbamos paseando por el río, siempre andaba por el agua y cuando llegábamos a La Molinilla se tiraba desde el puente. Algún cazador me lo pidió, máxime cuando les contaba como me hacía la muestra en las zarzas con el rabo tieso y la patita levantada. En los días calurosos nos echábamos a sestear bajo una encina mientras yo apoyaba mi cabeza en su lomo, y cuando lo llevaba a dormir a su cuadra nos pimpábamos entre los dos media botellita de vino dulce, Tuli en su platito y yo a morro. Éramos inseparables.
Seducción fatal:
Como si se tratase de una corista de cabaret, las máquinas tragaperras fueron desembarcando en los bares de Setenil para seducir con sus llamativas luces y estridentes sonidos a aquellos que se atrevían a invitarlas a bailar. Aquellos rudos hombres, acostumbrados a las arduas faenas del campo o al ensordecedor ruidos de las plantas de producción en Alemania o Suiza, parecían no tener defensa ante las artes y enredos de esas perversas seductoras.
Luego,despechados y humillados,volverían a sus casas para reconocer que perdieron la paga del mes en brazos de otra mujer, mientras las madres de sus hijos, con los ojos rojos, tendrían que tragarse la vergüenza e implorar al propietario para que les devolvieran el dinero.
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