jueves, 17 de febrero de 2011

Un almuerzo en el campo


Tiene esta foto una curiosa historia: Me la regaló un señor hace algunos años en la puerta de la Iglesia de la Encarnación, cuando se enteró que yo era hijo del cabo Vargas, amigo suyo de cuando estuvo destinado en Setenil. Quizás en la copia no se puedan ver las pequeñas cruces que adornan las cabezas de los comensales, distinguiendo a aquellos que estaban vivos de los que ya habían fallecido. Luego en el reverso de la foto, bajo la fecha (1963 creo recordar) los nombres y apellidos de todos.
Me contó que ese día, trabajadores del ayuntamiento y amigos celebraron una comida en el campo donde dieron buena cuenta de un borriquito, un manjar de lo más exclusivo por aquellos entonces.
Cuando este anciano señor me la entregó, todas las cabezas lucían ya esa triste cruz salvo la suya y la de los niños. Me habló algo de lo rápido que pasa la vida y la gente que va quedando atrás. Pocos meses después yo mismo puse a lápiz una cruz sobre su cabeza y su nombre.
Me quedo de esta instantánea con el melancólico semblante de mi padre, sus ojos tristes y un cierto aire ausente, como desvanecido en la imagen, ajeno quizás en ese momento a la vida y la muerte, al paso inexorable del tiempo, a la simbólica cruz que cualquier día alguien dibujaría sobre su cabeza y a que sería su propio hijo el que cerraría ese ciclo, colocando la última algunos años después.

3 comentarios:

  1. Hola Rafa. Si uno lee a la ligera esta historia que cuentas apenas nos damos cuenta de lo que realmente significa, pero leyéndola despacio y reflexionando sobre el tema, lo que pasó con esa fotografía es un claro exponente de la realidad de la vida, la gente va desapareciendo uno detrás de otro, poco a poco, uno detrás de otro. A mí me pasa una cosa muy macabra cuando veo una fotografía antigua en la que salen personas, no lo puedo evitar; Si viene la fecha en la que se realizó, calculo la edad de sus protagonistas y me digo: este puede que viva, este seguro que no, aquel tampoco, y así con todos. Una manía tonta.

    Un saludo

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  2. Las fotografías antiguas tienen algo especial, ves la cara de la gente, que en la mayoría de los casos ya no están, y te invade cierto desconsuelo al verles tan felices y risueños, y que ya no quede nada de ellos, sólo su imagen.
    Bueno al menos eso nos queda, el recuerdo o un instante de su vida plasmado en papel.
    todas las fotos antiguas aportan algo, parece que tienen alma.

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  3. Justo en el doblez que corta a tu padre (en la parte inferior de la foto).En la parte superior está mi padre e.p.d. FRANCISCO RIOS RUIZ,funcionario que fué del Excmo.Ayuntamiento de Setenil.
    Saludos Juan Rios Cote.

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