lunes, 16 de mayo de 2011

Aquella muesca en el puente


Me crié viendo esa muesca que había en la albarrá, inalcanzable durante años a mi escasa estatura hasta que un día, saltando, pude atarragar y asomarme; La casa de mis abuelos, el horno, la bajadilla y el río, nada que yo no supiese que había tras ese muro de piedra, pero que ganas tenía de pasar mi cabeza por encima y verlo con mis propios ojos.
Pasó el tiempo y aires de modernidad invadieron Setenil. Esa albarrá blanca impedía las vistas al río y se sustituyó por una reja de hierro. Luego, algunos años más tarde se derruyó el puente mismo para sustituirlo por otro de hormigón, las cosas del pogreso, y poco a poco, esa muesca de la albarrá, esa cima inalcanzable, desapareció de mi recuerdo.
Un día, asomado al puente viendo el río pasar, se me acercó un señor mayor. Lo recuerdo afable y con un sombrero graciosamente ladeado en la cabeza. Creo que era verano. Me habló este hombre de mis abuelos que habían vivido en esa casa y de su relación con ellos, de la panadería, de los oficios de antes. Me dijo que él se encargaba de suministrar la leña de encina para el horno, que la traía del campo en una carreta tirada por mulas que aparcaba en el puente. De la Mata, monte mejor de Setenil, como él decía.
¿Sabes que entonces había una albarrá blanca asin de alta con una muesca? Me decía señalando la altura con la palma de la mano.
Entonces, inmediatamente, se me vino a la cabeza el puente de mi niñez, con esa media luna blanca en el poyete a la que no llegaba a asomarme.
Pues por ahí lanzábamos la leña. Esa muesca se hizo para poder lanzar la leña al río más fácilmente. Este buen señor era Don José Domínguez "Tijeras".
Podría decir el punto exacto donde estaba ubicada, el espacio físico que ocupaba. Hoy quizás me llegaría al cuello, pero entonces, cuando tenía seis o siete años aquella muesca era altísima, gigante, inalcanzable a mis posibilidades físicas. En aquellos días, sólo deseaba ser lo suficientemente grande para poder asomarme y ver lo que se escondía detrás.



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3 comentarios:

  1. Hola Rafa. Varias veces he visto el nombre de José Dominguez en tus relatos. Yo recuerdo una persona con ese nombre que era el dueño de una tienda que estaba enfrente de la casa del cura o 50 metros antes de llegar al antiguo ayuntamiento, al inicio de la pequeña subidita para acceder a él. Creo que en el pueblo habrá mas de uno con el mismo nombre y apellido y ademas aquel creo que pudo aprender a leer y escribir, que le recuerdo muy vivaracho. En menudo lio te he metido, tendrás que mirar en la prehistoria. Saludos.

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  2. Hola Pacorbe
    El José D. que sale en algunas entradas era el famoso Tijeras que vivía en el Cerrillo, un auténtico personaje de Setenil por su cultura y simpatía. Llegó a publicar un librillo de poemas, pese a que no pudo aprender a leer. Además era una auténtica enciclopedia del folclore popular, y se sabía de memoria romances que en algunos de los casos se dataron en más de cinco siglos. Tengo grabada en casset una conferencia de una profesora dela universidad de Cádiz sobre los romances setenileños en los años 80, y he tratado de colocarla en el blog, pero por problemas técnicos no puedo. es un tesoro pues la mayoría de esas personas han muerto llevándose con ellos esa memoria oral.
    El José Domínguez del que tu hablas podría ser el antiguo mayordomo de los Blancos y Alcalde de Setenil después de la guerra. En el blog se le hacen algunas referencias y de hecho aparece en la foto del Resucitado por la noche (publicada esta Semana Santa). Aún así, José Domínguez es un binomio muy normal en el pueblo. creo que los debe haber a cientos, pues Domínguez es un apellido antiguo aquí y muy extendido (los primeros Domínguez vinieron con los Reyes Católicos).
    Lo de escribir en serio...algo hay, pero necesito más concentración y sobre todo tiempo.
    Un abrazo Pacorbe

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