El Cañuelo

Se encuentra El Cañuelo prácticamente en el casco urbano de Setenil, en la encrucijada de varios caminos y veredas donde vienen a unirse algunos arroyos, que desde diferentes puntos convergen para acceder al pueblo por su cara Este.

Se trataba en sus tiempos de la clásica fuentecilla de agua fresca y cristalina que, manando desde la misma roca, venía a calmar la sed de los sedientos caminantes, aunque eso sí, muy a trasmano y no apta para todos los andares, pues había que vadear el río y recorrer la estrecha vereda hasta el caño.

Hoy día no hay caño, sino un arroyo que salido de madre baja desde Los Montecillos para ocupar el trecho.

No sabe uno por que razón se dejan de frecuentar esos lugares que lo han sido todo en la niñez; Fin de camino obligado tras una larga excursión por El Almendral, El Quinto o La Umbría, descanso fresco y tranquilo en las tardes de verano, el contraste en la boca del dulzor de las bellotas con la aspereza del agua caliza y mineral, el misterio y desasosiego de la vereda de piedra y la ermita natural con bóveda de zarzas e higueras, allá donde esos porretas con pelos largos y barba daban buena cuenta de sus litronas mientras escuchaban a Triana o Medina Zahara (la Puch amarilla la dejaban al otro lado del río).

El Cañuelo es el recuerdo de los amigos y las correrías de mi niñez, y el sonoro ronroneo del agua chocando entre los tajos forma parte de la banda sonora de aquellos días.

No me cabe ninguna duda de que las ondinas y los tímidos duendes que antaño habitaron Setenil, tienen en El Cañuelo una de sus últimas moradas, quizás resguardados del ruido y la curiosidad de la gente entre esas piedras milenarias.

El Cañuelo; Morada de los últimos duendes de Setenil