martes, 28 de diciembre de 2010

¡Impresionante descubrimiento en la iglesia de Setenil!

La Gamba
¿Un Miguel Ángel en Setenil? Aún no se puede hablar con total certeza, pero los testimonios de los restauradores que han visitado la Iglesia de Nuestra Señora de La Encarnación en los últimos días, no dejan lugar a dudas; En uno de los muros de entrada al templo se han encontrado unos frescos cuya autoría se puede deber a Michelangelo Buonarrotti, el famoso Miguel Ángel, pintor italiano del renacimiento autor de la Capilla Sixtina y La Piedad entre otras obras de arte.
Los frescos en cuestión representan a San Juan Bautista entrando en el río, aunque por ahora sólo se puede distinguir una pierna, que los expertos en arte ya han denominado "La Gamba", en honor al genial artista italiano.
Este asombroso descubrimiento, además de significar el impulso necesario que necesita el patrimonio setenileño para convertirse en uno de los destinos turísticos más importantes de Andalucía, ha llamado la atención del Ministerio de Asuntos Exteriores de la nación para incluirlo junto con la Mezquita de Córdoba y la Alhambra en el grupo de monumentos embajadores de la Política de Alianza de Civilizaciones de la que España es la principal impulsadora, ya que San Juan Bautista es considerado profeta de las tres religiones (Judaísmo, Cristianismo e Islán). El propio presidente del gobierno, Jose Luis Rodríguez Zapatero, se ha puesto en contacto con las autoridades setenileñas.
Seguiremos desde este blog atentos al curso de los acontecimientos.
Para saber más:
Juan El Bautista. Wikipedia.
Miguel Ángel. Wikipedia.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Don Antonio el Visionario; Un personaje de Setenil

Don Antonio, llamémosle así simplemente, era uno de esos personajes curiosos y pintorescos de la fauna local de la que todos tenemos algún ejemplar en mente. Nunca tuve claro quien era, de donde venía y que es lo que hacía, el caso es que diariamente aparecía por el bar el Puente con el periódico bajo el brazo, se pedía un café y se sentaba en una de las mesas que dan al río. Allí se ponía a leer, hacer crucigramas o a dibujar y tomar notas en una vieja libreta.
Cuando nos sentábamos a su lado y estaba gracioso, nos hacía juegos con las fichas, y nos explicaba que el dominó tenía una lógica matemática que muy poca gente conocía, pues requería de conocimientos y dedicación. Él, que si sabía esos secretos, no jugaba con los lugareños para no aprovecharse de nadie. A nosotros lo de la ciencia nos daba igual y lo que realmente nos gustaba eran los castillitos que hacía con las fichas sobre la mesa.
Don Antonio era de escasa estatura, vestía con chaqueta gris y un anacrónico chaleco del que asomaba un reloj de bolsillo al que continuamente ajustaba la hora según el telediario. Entre sus dedos regordetes portaba un sello de oro y en la muñeca un extravagante reloj electrónico. Fumaba los cigarros insertados en una larga boquilla negra y rara vez se juntaba con mucha gente. Tenía un claro acento castellano, reminiscencias familiares según contaba, y de su boca salían flores tan remilgadas y ajustadas a la lengua y el protocolo como; “le doy mi más sentido pésame”, “me pone a los pies de su señora”, “tanto gusto”, que acompañaba con la gesticulación y teatralidad adecuadas, y es que Antonio era un hombre muy preparado.
Algo más joven, Don Antonio emigró a Alemania, no porque le hiciera falta trabajar, sino por sus ansias de viajar y conocer mundo, asignatura pendiente, según nos contaba, en la educación de la juventud actual. Allí, trabajó en Correos, una colocación adecuada a sus conocimientos, a la que se aplicó con esmero y profesionalidad. Sin ir más lejos, estando de inspección en su centro el Director General del Departamento Postal de la República Federal, viéndole trabajar, se llegó a su persona y alabando ante sus acompañantes la pulcritud del quehacer de Don Antonio, le estrechó la mano diciéndole:
"Amigo (Don Antonio lo contaba en Hochdeutsch) viéndole en el desempeño de sus quehaceres me reafirmo en la idea de que ambas razas, la germana y la hispana, forman la florinata de las estirpes europeas, supervivientes que aún no han caído en la molicie y decadencia de otras naciones menos afortunadas".
Contaba esto Don Antonio con los ojos cerrados, irguiendo su cuerpo y con el dedo tieso, en un alemán que luego nos traducía a la lengua de Cervantes.
De su estancia en Alemania y su experiencia postal, Don Antonio guardó ese gusto centroeuropeo por la racionalidad científica, la puntualidad y la austeridad en las costumbres, además de una exquisita afición por la filatelia. Debo agradecerle el regalo que me hizo de una gran cantidad de sellos nacionales e internacionales que me sirvieron para iniciar una diluida colección que aún debo guardar por algún cajón.
Don Antonio se tomaba un café detrás de otro, para que las musas no le pillaran soñoliento, mientras fumaba sin parar. Dueño de incontables disloques y ocurrencias, disfrutaba mostrándonos su vieja libreta llena de garabatos, notas y signos en la mayoría de los casos ininteligibles. Gustaba de fantasear sobre determinados avatares históricos en los que Setenil era protagonista, como los asedios cristianos a la Villa. Era Don Antonio de la opinión, que de haberse empleado la lógica en mayor medida que la fuerza bruta, los moros hubieran sido derrotados siglos antes, y Setenil sería en estos momentos una ciudad más importante de lo que es ahora, y que bajo el auspicio de la noble capital hispalense hoy día estaría a la altura ciudades como Osuna o Carmona. Representaba en su libreta planos del pueblo, con flechas que representaban el avance de las tropas señalando los bandos con una media luna o una cruz según correspondiera, dibujando con detalle extraños artilugios de combate tipo arietes, torres bastida o catapultas, que colocados en determinados lugares hubieran servido para lograr este objetivo.
Hacía conjeturas de cómo serían antiguamente los lugares más habituales de Setenil, que si esto era campo entonces y aquí había un muro, la calle Ronda no existía por aquellos entonces, relataba, pues justo aquí el río daba una curva y pasaba por el segundo ojo del puente, sobre el que estamos en estos momentos, esta casa sería un molino que aprovechaba la fuerza del agua para mover sus amoladoras de granito, y cosas de estas.
En cierta ocasión nos habló de que estaba en conversaciones con el Alcalde sobre la construcción de un puente que uniera El Carmen con la Villa, una idea en la que llevaba tiempo trabajando y cuya materialización reportaría grandes beneficios a las gentes de Setenil, punta de lanza, según contaba, de un megaproyecto de infraestructuras que lograría mejorar las comunicaciones y con ello la afluencia de turistas, y poner al pueblo en la cabecera económica de la comarca. Decía que el alcalde estaba muy interesado en su idea y que se pondría en contacto con él para cuando llegaran las subvenciones de Europa, no sólo por tener en su posesión los planos de las obras y la idea original, sino también por sus conocimientos del idioma alemán, que como todos sabemos es la lengua del país de donde viene el dinero.
Ido del cascabullo o visionario, de todas sus ocurrencias y teorías destaca un tratado, oral más que nada, del ecosistema del Trejo a su paso por Setenil, argumentando que las diferentes especies se habían adaptado al medio ribereño de tal manera que se podía hablar de auténtico biotopo natural.
Como en la sabana africana, había un gran súper predador, que como el león también es un felino, el gato que se sitúa en la cima de la pirámide alimenticia, y bajo la cual están otros predadores como las ratas, que serían como las desagradables hienas manchadas, aunque también formaban parte del menú del panthera trejinensis, las aves de corral, como los grandes rumiantes o los gigantescos avestruces, y los habitantes del río; peces y ranas que eran devorados por serpientes que serían como los cocodrilos, un rico y variado ecosistema perfectamente engranado y adaptado al hábitat del río. La evolución desde luego es inexorable en sus escrutinios y nadie sabe que nos tiene deparados. No podía imaginar Don Antonio por aquellos entonces lo de las obras de canalización del río, que acabarían con aquel supuesto Serengueti ribereño surgido de su portentosa imaginación.
Si bien me gustaba sentarme a su lado y escuchar sus extravagantes disloques, ya con trece o catorce años me tomaba un poco a guasa sus historias, y es de justicia reconocer que no siempre le guardé el debido respeto, máxime cuando era objeto de chanzas e ironías por la clientela del bar. Definitivamente cayó de su poltrona el día que tambaleándose por la calle le vi dirigirse a su casa en total estado de embriaguez, desastrado, maloliente y balbuciendo un ininteligible dudua dudua de claras connotaciones etílicas, sin percatarse de las tropelías que por atrás le hacían los chiquillos.
Cierto y verdad que no siempre caía bien, más que nada por esos aires de superioridad que se daba con lo de la correcta dicción castellana, las ínfulas de sabio renacentista y la prepotencia con la que se dirigía a los viejos que paraban por el bar, el caso es que era más digno de lástima que otra cosa, y con algo de cintura y sangre gorda se podía pasar un buen rato a su lado.
Un buen día, Don Antonio dejó de venir por el bar, y por falta de interés quizás no llegué a preguntar la razón. No sé si murió, volvió a su Castilla natal o encontró el bálsamo que hacía invisible a quien se lo aplicara, que sé yo, el caso es que simplemente desapareció. Quizás hoy día, con bastantes años más, con su reloj de bolsillo y la chaqueta gris, ande sentando cátedra en la cafetería de una vetusta y decadente ciudad castellana, anotando en su vieja libreta los mil y un disparates e ingenios que se le pasan por la cabeza.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Aquellas Navidades de entonces

Iluminación navideña en Setenil

Siempre me han parecido las Navidades unas fechas tristes, no sólo por el tiempo, frío o lluvioso, siempre gris, de finales de diciembre, sino también por la nostalgia que nacen de las ausencias, perceptibles por un niño en el ánimo de sus mayores. Siempre hubo otras navidades, que se superponen como capas a las actuales y se presentan como fantasmas, en blanco y negro o en sepia, para turbar la tranquilidad y cotidianidad de los días de diario. Eso tiene la Navidad, que como un rito sagrado e insalvable, nos obliga a celebrar aún cuando no lo deseamos. Gracias a mis mayores, conozco de oídas aquellas navidades de antaño, cuando la publicidad y el consumismo eran inimaginables en aquella España de posguerra de hambre y miseria. Fiestas tradicionales donde las haya, se imagina uno esas mesas llenas de niños y mayores presididas por la patriarcal figura del padre, con suerte algún plato especial por las fechas, anís y algunos dulces para los más afortunados, Misa del Gallo y villancicos por las calles.
Frente al antiguo puente de la calle Ronda, María La Carbonera vendía castañas asadas protegida de los gélidos aires de la sierra y la humedad del río por una estufilla de ascuas, en las puertas de las casas los anafres se ventilaban al fresco en un musical chisporreteo mientras los vendedores ambulantes se afanaban por repartir sus productos. Cuenta mi madre con nostalgia aquellas navidades de su niñez cuando el horno de leña de mi abuelo aún horneaba pan. La chimenea recorría parte de la casa y como si de la tradicional gloria castellana se tratase, el suelo siempre estaba caliente y la casa cálida y acogedora, mientras el ambiente del negocio daba alegría a la calle en un continuo transitar de gentes y bestias.
Mi memoria se fija en aquellas navidades de mi niñez, en esa vieja casa de los abuelos en la Calle Ronda, posiblemente la calle más umbría y fría de Setenil. Recuerdo los techos altos de vigas de madera en los atrojes, las camas antiguas y los colchones y los edredones de lana. Nos vestían con pantalones de pana y chalecos de cuello vuelto, y en las fotos se nos ve con los mofletes colorados y regordetes.
La calle que yo conocí era alegre, no tanto como la recuerdan mis mayores, pero con mucha más vida de la que tiene ahora. Había varias tiendas y comercios, y justo frente a nuestro balcón estaba aquel precioso establecimiento de comestibles de Anita y José, con dos puertas que al abrirse o cerrarse hacían sonar una campanita. En el centro un gran escaparate que en Navidad se adornaba con toda clase de productos delicatessen ricamente presentados. Me acuerdo que José el Ditero vendía unos quesos manchegos cuyo característico aroma parecía penetrar los anchos muros de la casa y las rendijas de las ventanas de madera. Pasando el puente, Encarna Villalón y Sebastián Porras, tíos abuelos míos, tenían su viejo colmado donde se vendían todo tipo de cacharros y telas siguiendo los métodos tradicionales de pesos, medidas y cuentas. Quien haya conocido a Encarna coincidirá conmigo en que se trataba de una de las cabecitas más finas que ha dado el pueblo.
Frente a esta tienda, estaba el bar El Puente, quizás uno de los lugares más celebrados de la historia reciente de Setenil por sus tapas y por la amabilidad de sus dueños, mis tíos Manolo y Filo. Aún hoy siguen los paisanos relamiéndose con el recuerdo de aquellas carnes en salsa, los callos, los filetitos y toda la batería de tapas que se podían degustar.
Por estas fechas, en la chimenea que daba al río nunca faltaban unos buenos troncos de recia encina, mientras las cuatro puertas del local, quedaban cerradas para mantener el calorcito. El día de la lotería solía despertarme con el monótono musiqueo de los niños de San Ildefonso y el rumor de la gente atenta a televisores y radios. Una multitud seguía el sorteo dentro y fuera del bar, expectantes al baile de números y a una suerte en la mayoría de los casos esquiva. Pese a todo, el día de la lotería de Navidad era una tradición que gustaba disfrutar en compañía, en la calle o en los bares, como si del auténtico pistoletazo de salida de las fiestas se tratase.
En casa, mi madre y mi abuela se afanaban en preparar los platos de los que se daría cuenta por aquellos días, aunque la noche del 24 las tortas fritas con chocolate eran inexcusables. ¡Que ilusión nos hacía a los niños la noche de las tortas fritas. En el poyo de piedra se extendía la masa, se le daba forma y se pasaban al perol de aceite hirviendo, donde la informe masa blanca se hinchaba en caprichosas figuras doradas. ¿Quién no ha disfrutado llenándolas con chocolate caliente? Junto a la mesa, mis primas, mi hermana y yo mismo esperábamos las tortas con ansiedad, como si del mejor de los manjares se tratara.
Para el día de Navidad y Noche Vieja mi madre cruzaba el puente en busca de Cándida Moreno, una vecina mayor que vivía sola, y que pagaba nuestra compañía con unos huevos nevados y unos arroces con leche que quitaban el sentío. Por ahí andan algunas fotos de esa buena señora que vivía en las Cuevas del Sol en una preciosa casita bajo la roca y que con tanto cariño recordamos.
Luego, como estaba mandado, se subía a la Villa para celebrar la Misa del Gallo. La Iglesia llena de niños y mayores, el portal de belén junto a la pila bautismal, y luego a cantar villancicos por las calles.
Como mi tío no cerraba el 31, las uvas nos las comíamos en bar junto con un grupo de ancianos, que tenían en el bar el Puente el único remedio para combatir la soledad en aquellos días tan señalados. Para ellos no faltaba el plato de pollo relleno, las uvas y el champán, y siempre he pensado que mi tío no cerraba ese día por no dejar en la calle a aquellas personas tan faltas de compañía. Con ellos recibíamos el año nuevo y para ellos eran también nuestros abrazos y felicitaciones.
Quizás la Navidad sea la fiesta de la nostalgia por excelencia, cuando más se recuerdan a aquellos que faltan o están ausentes,y para muchos unas fechas que con sumo gusto tacharían del calendario, pero coincidirán conmigo en que el recuerdo de aquellas navidades de antaño, aquellas que disfrutaron cuando chicos, les provoca una punzada de suave y evocadora melancolía en el corazón.

viernes, 17 de diciembre de 2010

La fotografía de un reencuentro.

En cualquier aeropuerto colombiano, muy posiblemente en el de Bogotá, asistimos a esta emotiva escena del reencuentro de una familia después de más de tres décadas sin verse. Alonso y Conchita, rodean a su padre, Diego Tornay Mariscal, mientras Manuel, otro hermano nacido en tierras americanas, asiste sobrecogido a la escena.
En esta imagen en blanco y negro con los bordes amarilleados por el tiempo caben el dramatismo de un instante, la emoción apenas contenida en el rostro de los protagonistas y toda la tragedia de una España desgarrada y fratricida que hiela el corazón de sus hijos. Aunque está tomada muy lejos de Setenil, al otro lado del Océano, cuenta una historia muy próxima que nace aquí mismo; Quizás entre verdes y retorcidos olivos, en los áridos páramos de la Campiña o en las empedradas calles de un pueblo blanco bajo una torre y un campanario, cuando el país aún se desperezaba de un letargo de siglos.
Para saber más.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Una foto desde Las Flores

El Puente desde Las Flores

A mediados de los años ochenta se publicó esta foto como portada de algún librillo de festejos, seguramente para la Feria de Agosto o la Feria del Carmen de Setenil.
La instantánea está tomada desde El Mesón-restaurante Las Flores, al menos eso parece por la ubicación y la altura, para inmortalizar este puente conocido como de los Gallos y que une las Cuevas del Sol con las Cuevas de la Sombra, dando la imagen a una gigantesca letra "Hache".
Posiblemente el puente no llevaría mucho tiempo construido, pues aún se distinguen las barandillas metálicas y sorprende comprobar que apenas se ven coches aparcados, salvo un solitario Land-Rover de algún paisano que pararía a tomarse un café.
Una joven ataviada a la moda ochentera, con el pelo a lo Cindy Lauper y los pantalones bombachos, testimonia la escasa presencia humana.


martes, 14 de diciembre de 2010

Un Setenileño valiente

Antonio, Pedro, Rosarito e Isabel Linares Gutiérrez
Sentado en una mesa camilla y rodeado de todos sus hermanos, Pedro linares Gutiérrez rememora para nosotros aquella odisea que le tocó vivir, cuando por el año 1955 cruzó en Atlántico en compañía de otros valientes.
Huyendo de la miseria y la pobreza que aquel Setenil de entonces y siguiendo la estela de tantos, Pedro abandonó su tierra natal y a su gente para embarcarse en una traiña pesquera en las Canarias, periplo inicial en su ilusión de emigrar a América cuando las circunstancias lo permitieran, eterno El dorado en la fantasía de generaciones y generaciones de españoles.
En ese barco, Pedro faena por lo que hoy serían los caladeros marroquíes y el banco sahariano-canario. Tendría esta embarcación sede en Tasacorte, en la Isla de la Palma, cuando Pancho, el capitán, sabiendo de sus intenciones de cruzar el charco, le ofrece pilotar un pequeño bote para llevar una tripulación de seis isleños y un gallego con los que se ha comprometido.
Pedro, aún conociendo la dificultad de la empresa, se sabe capacitado y se ofrece decidido ya que de esta manera también él podrá cumplir el sueño de viajar a América.
El día indicado buscan el bote en el puerto, una pequeña embarcación de vela de poco más de dos toneladas y esperan el amparo de la noche y la inhibición de la Guardia Civil para partir, en principio dirección a las costas africanas, y posteriormente enderezar rumbo a occidente. Desde el primer momento, nuestros aventureros cogen temporales y una mar gruesa que no los abandonará durante todo el trayecto, pese a que Pedro, en el afán de darle de lado, varía el rumbo previsto hacia el norte. Esta circunstancia, y el hecho de que el tripulante gallego modificara el rumbo durante la noche por su intención de llegar a Cuba, hacen que después de más de un mes de navegación, la chalupa llegue a la desembocadura del Orinoco en la Guyana. Desde este punto y una vez divisada tierra, navegan por cabotaje costeando el litoral atlántico, hasta que ya en aguas venezolanas son recogidos por un carguero, cuyos tripulantes no dan crédito a lo que le cuentan esos españoles que dicen venir desde tan lejos en un barquito tan pequeño.
Nuestros aventureros son desembarcados en la ciudad de Caripito, en el oriente del país, y las autoridades venezolanas se plantean la repatriación. Es entonces cuando la prensa local se hace eco de la noticia y la historia de Pedro y su tripulación comienza a ser la sensación en aquella pequeña localidad costera:
“¡Premio al heroísmo!
¡Siete marinos españoles cruzan el Atlántico en un pequeño bote en 43 días! Pedro Linares Gutiérrez, que hacía las veces de capitán...”
“El pueblo de Caripito pide que no se repatríen a los valerosos marinos españoles que cruzan el Atlántico en 43 días”

De esta manera, Pedro y sus hermanos recuerdan lo que decían los titulares de los periódicos, lo cual sirvió para generar una oleada de solidaridad para con los valientes españoles tanto en Caripito como en el resto del país. Así, nuestros protagonistas son conducidos a Caracas, capital del estado venezolano, siendo tratados en todo momento con suma amabilidad por las autoridades, dándose el caso incluso de que la policía les lleva de visita turística por los principales monumentos de la ciudad. En ningún momento llegan a ser tratados como delincuentes y desde todos los puntos les llegan muestras de ánimo y solidaridad. Son recibidos en todos lados como auténticos héroes, unos valientes que por atreverse a cruzar el Atlántico de una manera tan peligrosa merecen quedarse en el país.
En Caracas, Don José de la Vega, una asturiano asentado allí desde hace tiempo, les ofrece alojamiento hasta que puedan regularizar su situación, mientras que las autoridades venezolanas piden informes a España con la idea de permitir que se puedan quedar en el país.
En Setenil, Nebreda, el Comandante de Puesto de la Guardia Civil, se llega a la casa familiar de los Linares Gutiérrez con el fin de recabar datos sobre la situación de Pedro. Su madre, Doña Josefa Gutiérrez Bermúdez se muestra sorprendida por el curioso paradero de su hijo e insta a Nebreda a dar buenas referencias. Así lo hace el veterano militar, y muy posiblemente esto serviría para que Pedro, el valiente setenileño que atravesó el Atlántico en una patera, pudiera cumplir su sueño de quedarse en América.
Al poco tiempo, ya regularizada la situación, Pedro reclama a su hermano que se encuentra trabajando en Avilés, Asturias, después de hacer el servicio militar. El padre de familia reprende a su hijo por el deseo de emigrar también a Venezuela:
-pero hijo, ¿Tu sabes lo que hay por el mundo?
Antonio. El hijo menor le responde:
-Yo no sé lo que hay por el mundo, pero si lo que hay en Setenil.
Al poco tiempo, Antonio también emprende el viaje a América saliendo del puerto de Vigo, pero esta vez, como recuerda jocosamente, en mejores condiciones y en un barco más grande que el que transportó a su hermano.
Cuando días atrás hablábamos del duro trance por el que pasaron miles de setenileños al tener que abandonar la tierra que les vio nacer, poco podíamos imaginar que algunos de ellos lo hicieron en condiciones tan dramáticas y peligrosas, donde poner en prenda la propia vida entraba dentro del coste del billete. Quizás el caluroso recibimiento que el pueblo venezolano brindó a nuestro paisano y a aquellos que viajaban con él sea una lección que nunca deberíamos olvidar.
Sirvan estas letras de homenaje a todos ellos.
Puerto de Caripito

Puerto de Caripito

jueves, 9 de diciembre de 2010

Sobre la lectura

Dibujo de Don Antonio Mingote. ABC

«Aprendí a leer a los cinco años (…). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio». De esta manera tan elocuente comenzó el pasado martes Mario Vargas Llosa su discurso de aceptación del Premio Nóbel de Literatura, el máximo galardón del mundo de las letras, que, como todos sabemos, este año le ha tocado en suerte al genial fabulador hispano-peruano.
¿Recuerdan ustedes la ardua tarea de aprender a leer? ¿Recuerdan acaso las primeras palabras que pudieron traducir en imágenes, como dice Vargas Llosa?¿Son capaces de escudriñar tanto en su memoria? Yo no llego a tanto, quizás el primer libro. Seguro que mi madre tuvo que echar horas extras para que las letras entraran en mi cabeza de zoquete, más pendiente de juegos y correrías, pero sí me vienen a la memoria algunos de los primeros libros y cuentos que tuve en mis manos; Unos tebeos del Jabato que me regaló Pedrín en su tienda cuando tendría yo unos cinco o seis años, y aún recuerdo sobrecogido esos dibujos en colores donde el héroe ibérico y su poderoso amigo Ursus se enfrentaban a una jauría de cocodrilos del Nilo, ¡casi ná! Puede que mi primera fuente literaria no tenga mucho fundamento, pero todo necesita su tiempo y no me cabe la menor duda de la importancia que los comic tuvieron en mi futura afición a la lectura.
Sería por aquellos años, cuando aún no dominaba el arte de convertir los ininteligibles signos del alfabeto en palabras e imágenes, cuando en Setenil se puso una feria del Libro; Tres o cuatro puestos regentados por unos jóvenes setenileños, con barba y pañelos palestinos, no se me olvida, frente a la puerta del Sindicato mientras por algún altavoz sonaban canciones de Jarcha y Victor Jara. Estábamos en los primeros años de la incipiente democracia, quizás uno de los momentos más ilusionantes de nuestra historia, donde la cultura se veía como un deber y un derecho de los hombres para poder vivir plenamente en libertad, y el libro era el máximo exponente de este concepto.
Me acerqué al evento junto a mi hermana, que por aquellos entonces ya sabría leer bastante bien, y mi tía le quiso regalar un libro. En las estanterías de madera los había de todas las clases, algunos hasta no hacía mucho prohibidos, y para todas las edades, pero mi hermana se decidió por un Platero y Yo de Juan Ramón Jiménez en edición económica. Supongo que el título le debió resultar sugerente y el simpático borriquito de la portada haría el resto, pero el caso es que se aplicó con tal resolución a la lectura que ella si puede decir que ese fue el primer libro que se leyó. Yo, zoquete y todo, me sentaba entusiasmado a su lado y le pedía que me contara las cosas que le pasaban al borriquillo, así que aunque sea indirectamente también puedo decir que gracias a la exultante poesía de Juan Ramón y al gusto de mi hermana disfruté por primera vez del universo paralelo de literatura.
Luego, en el colegio, aquellos profesores progres e idealistas que tuvimos la suerte de tener, nos leían en clase las Leyendas de Bécquer, y en los maravillosos Sendas conocimos a nuestra más tierna edad la poesía de Lorca, Machado o Rosalía de Castro, las fábulas de Samaniego e Iriarte, las escabrosas historias de Valle Inclán y Baroja y los capítulos más conocidos del inmortal Quijote, los clásicos en definitiva de la Literatura Española, lo cual no estaba reñido con que al llegar a casa nos empleáramos en el Super Humor, Las Grandes Novelas Ilustradas o las ya inevitables aventuras del Jabato.
Como una extraña coincidencia, junto a este manifiesto de Vargas Llosa en defensa de la lectura como moldeador de la personalidad del niño, los resultados del Informe Pisa sobre la educación en España y sobre todo en Andalucía, no pueden ser más desalentadores y chirrían como hierros oxidados en nuestras cabezas. La educación andaluza sigue bajo mínimos y los niños andaluces suspenden en casi todas las materias, entre ellas la compresión lectora, donde no son capaces de entender ni interpretar lo que leen. Esto no es solamente gravísimo para el futuro económico y social de la región, sino que los estamos privando de acceder al mundo rico y fecundo que se esconde entre las páginas de los libros.
Que cada uno saque las conclusiones que quiera.

Como dejó dicho el propio Juan Ramón en un prólogo de su obra; Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren».

Platero y yo. Juan Ramón Jiménez. Google Libros

Platero y yo. Wikipedia.

Elogio de la lectura y la ficción. Mario Vargas LLosa (Blog: Algún día en alguna parte)

Cena de Navidad de los Negros




La Hermandad de Nuestro Padre Jesús y Nuestra Señora de la Soledad de Setenil, los Negros, invitan a todos aquellos que lo deseen a su tradicional cena de Navidad, que se celebrará el próximo sábado 11 de Diciembre en el Mesón Huerta 1ª a las 9:00 de la noche.
Habrá concursos, sorteos, desfiles, copitas, bailoteo con la actuación estelar del afamado y dicharachero artista setenileño Dj Gallo y por supuesto la cena. Todo lo necesario para pasar una noche estupenda en compañía de familiares y amigos.
Los teléfonos de contacto son los siguientes:
956 13 42 81/616 16 87 07

lunes, 6 de diciembre de 2010

Setenil en la Sierra Indomable y Ruta de los Pueblos Sorprendentes

Para cuando don Jose Luis de las Cuevas viene a escribir el artículo de La Sierra Indomable, publicado en ABC el 26 de Diciembre de 1990, lejos quedan ya aquellos textos preciosistas y pinturescos escritos junto a su hermano Jesús, donde nos presentan, nos pintan mejor dicho, un Setenil evocador, romántico, misterioso y primitivo que seduciría sobremanera a los lectores de la capital.
Lejos quedan como decimos sus continuos artículos donde promocionan el mejor manual sobre Setenil hasta la fecha o la incursión de nuestro pueblo en La Ruta de los Pueblos Sorprendentes. Los Pueblos Reflejados. (ABC Madrid 14/10/1962) "País de lo imprevisto, tras la pulida monotonía de Europa llamaba Ford a España -Pays de contrastes- fantásticos, curiosos, singulares, originales, inverosímiles, son términos también frecuentes en los libros de viajes, ante la extraña disposición de nuestros pueblos. Esta ruta pretende ensartar precisamente algunos de los pueblos más sorprendentes...", una ruta imaginaria que partiendo desde la brumosa Guipuzcoa, -"donde los pueblos de niebla bajo la madrugada"- llega hasta las Islas Canarias en una retahila de los enclaves más pinturescos de nuestra geografía: "De Ronda a Setenil, un pueblo metido en una buena parte en las entrañas de la tierra. Es más, hay una calle con el techo de roca. -Estando encima de sus calles se ignora su existencia- (Ortiz de Echagüe)". Tiene el honor nuestro pueblo de cerrar las seis páginas del reportaje con una foto de las Cabrerizas tomada desde la Villa, firmada por Movellán, aunque es de justicia reconocer que frente a las bonitas imágenes de postal en colores acuarela de Orio, Arcos de la Frontera, Altea, Castelar o Mijas, Setenil aparece en un sobrio blanco y negro cuyas sombras apenas dejan entrever los olivos recortados en los tajos sobre unas casitas blancas. Nos sirve sin embargo este reportaje para apuntar en la lista de fotógrafos dos nombres más; Movellán, que se ve que trabaja para el periódico, y Ortiz de Echagüe, polifacético piloto, artista y aventurero que bien podría ser considerado el fotógrafo de la generación del 98, y que puede tener fotos de Setenil en alguna de sus colecciones repartidas por museos e instituciones nacionales e internacionales.
Veintiocho años después, eterno embajador de la Sierra de Cádiz y la Ruta de los Pueblos Blancos, enamorado incondicional y a perpetuidad de Setenil, Jose Luis de Las Cuevas escribe La Sierra Indomable, evocador título que a modo de las "laudes béticas" de los historiadores romanos, le venden al mundo Setenil, su sierra, sus encinas y sus gentes, siempre con una prosa antigua y ya por esos años en desuso, siempre con un poso de nostalgia; "...Este Setenil, -romántico y primitivo- de Pérez Clovet, donde ya no quedan bodegas, conserva todavía, milagrosamente, ese aire cándido, austero, del pueblo virgen...Dejemosle así, verse, blanco y ocre, como el viejo bronce sin bruñir".
Fuentes:
Hemeroteca ABC
Enlaces:
Turismo Espectacular (Hemeroteca ABC Madrid 14/10/1962)
Final del reportaje (Hemeroteca ABC Madrid 14/10/1962)
La Sierra Indomable (Hemeroteca ABC 26/12/1990)
Para saber más:
Ortiz de Echagüe (wikipedia)
Pueblos y Paisajes. Ortiz de Echagüe. Fondo fotográfico Universidad de Navarra.
Setenil de las Bodegas; De los Hermanos de las Cuevas (Setenil Rural)

viernes, 3 de diciembre de 2010

Setenil de las Bodegas: Un pueblo fundido en la roca

Reportaje ABC 4 de Diciembre 1983
Mañana se cumplen 27 de la publicación en ABC de este sencillo reportaje, donde Setenil aparece esquemáticamente representado con las fotografías de la portada y el interior de la Iglesia de la Encarnación, Una panorámica general, La fachada de la ermita de San Sebastián y Las Cuevas de la Sombra, quizás esta última la más interesante pues se viene a vislumbrar algo de actividad cotidiana en la calle. ¿Recuerdan esas rejas metálicas sobre la baranda de piedra? Posiblemente se tratara de una de las primeras obras del primer Ayuntamiento Democrático. Lástima que las sombras no permitan distinguir las fotos con nitidez. Si las fotografías son eclécticas que decir del texto, donde en breves líneas nos dan un repaso de parte de la historia y esencia de Setenil; Tajos, casas en las cuevas, el río Guadalporcún, la filoxera, la conquista por los Reyes Católicos y una mención a la leyenda del infante Sebastián "...hijo de dichos monarcas...que por algún motivo (quizás por muerte temprana) no llegó a constar en las Genealogías Reales de España de Méndez Silva".
Pues nada, un par de periodistas que tal día como mañana se plantaron en Setenil de turismo rural, hicieron unas fotos, le preguntaron al primero que pasaba sobre la historia y los datos más curiosos del pueblo, para publicarlo al día siguiente en el ABC.
Y hoy, después de 23 años tampoco es que haya mucho más publicado sobre Setenil ni en la prensa ni en ningún otro sitio. Quizás los mejores reportajes; El de Weis, el de Campua, el monográfico de los hermanos De Las Cuevas llevaban décadas (incluso más de un siglo) escritos, cuando Setenil, por una razón u otra, era noticia y prototipo de los pueblos de la Andalucía profunda, romántica y misteriosa.
Eso al menos nos queda.
Fuente: ABC Sevilla 4 de Diciembre 1983