Pues eso, que eran otros tiempos y se me viene a la cabeza lo de jugar a palos, un juego de lo más peculiar y primitivo, aunque créanme, no había nada tan divertido y emocionante, como muy bien sabrán aquellos que lo han practicado.
Una buena tarde, a alguien se le ocurría que ese día se jugaría a palos. La noticia corría cómo la pólvora por medio pueblo y a la hora convenida empezaban a llegar niños de casi todos los barrios. En la Antigua Parada se juntaba gente del Carro, Calle Triana o Las Cuevas para organizar la historia; Palos, sólo palos, quizás alguna correa, nada de hierros, objetos punzantes o utensilios extraños. Los chicos como siempre persiguen a los mayores, y a ser posible nada de lanzadas, sólo el clásico zurriagazo o mandoble... lo tradicional. El campo de juego todo el casco urbano de Setenil sin limitaciones. ¿Necesitan que les dé pistas de cuales eran las reglas?
Se solía empezar al atardecer; los mayores huían y los pequeños los buscábamos para pegarles. Cuando pasábamos por otras calles más niños se unían al grupo y aquello parecía un verdadero ejército. Se subía a San Benito, la Calle Vilches, por esas escaleras que todos conocemos hasta La Ladera y desde allí hasta San Sebastián, a la misma portada del cementerio donde nos esperan los mayores y nos daban un buen susto. En el juego, como en una cacería, había lances especialmente intensos y emocionantes, como aquella vez que bajando por El Peñón de los Enamorados perseguimos a los huidos Ventosilla abajo, pasamos por El Carril y por el Puente de Zamudio se vuelven hacia Las Cuevas donde preparamos una emboscada. Mientras unos los persiguen por las Cuevas del Sol otros corremos por las de las Cuevas de la Sombra para esperarlos en el Puente de la Calle Ronda y pillarlos desprevenidos por la espalda. Ya los tenemos, gritando salimos a su encuentro y con todas mis fuerzas le pego un varazo a uno en las rodillas, que soltando un aullido me arrea una bofetada. Sigue la persecución por Jabonerías y Las Cabrerizas, pero ya estamos cansados y mandamos a tomar por saco a los mayores.
Por regla general, al existir diferencia de edad, era difícil enganchar a los perseguidos y la sangre nunca llegaba al río, pero otras veces, con las fuerzas más igualadas, había "escalabrados" y heridos. La guerra es la guerra.
En esto más o menos era en lo que consistía el juego de palos, algo impensable hoy día pero que por aquellos entonces era lo máximo; Se hacían amigos, mucho ejercicio al aire libre y nada de malos rollos. El palo o la bofetada quedaban dados y luego cada uno a su casa tan contento. Era lo que había, quizás fuéramos más básicos que los niños de hoy.
Preguntándome por los orígenes de este juego tan peculiar, me entero de que ya nuestros abuelos lo practicaban, quizás como evolución de algún otro más violento aún, donde los muchachos quemaban adrenalina persiguiéndose los unos a los otros para zumbarse sin contemplación, y se me viene a la cabeza aquella cita que ya por 1595 escribiera Pedro de Medina en su obra “Grandeza y cosas notables de España”;
“...Son los de Setenil hombres robustos de muchas fuerzas las cuales exercitan de ordinario en la labor de sus haziendas, y en otros exercicios y trabajos voluntarios. Son belicosos, arriscados,y de su naturaleza inclinados a las armas, a pendencias y pleytos.De aqui es que de ordinario han tenido,y tienen disensiones,y pesadumbres”
Y tanto que somos belicosos. Lo más parecido que yo recuerdo era que cuando venian vecinos de La Torre, de Alcalá, de Olvera, etc. lo que imperaba era el tiro de piedra contra ellos. Eso era el "civismo" entonces. Qué tiempos tan salvajes.
ResponderEliminarAunque la entrada es relativa a Setenil, en verdad que la gente de los pueblos de la comarca es enriscada y dada a pleytos y pendencias, que ya me cuentan mis tíos como los recibían los alcalareños a pedradas cuando pasaban del cruce de Alcalá.
ResponderEliminarEra lo que había.
Un saludo Pacorbe
Emocionante artículo para el que haya vivenciado este "peculiar" juego. Además de todo lo mencionado por el autor, me gustaría añadir, el protocolo que conllevaba durante toda la tarde buscar una buena vara con la que infligir el castigo al jugador pillado. Las buscábamos de distintos tipos, hay de que la hubiese pillado.
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