jueves, 6 de mayo de 2010

Un reportero de El Imparcial en Setenil (2). En casa de Don Pedro

De Fotos Antiguas
Ayer dejamos a Don Manuel Weis acostadito en su habitación de la posada de La Victoria, propiedad como ya sabemos de Doña Victoria Vargas Valencia, no sin antes haberle dado tiempo a redactar unos cuantos artículos que a modo de folletines se irían publicando sucesivamente en El Imparcial. De esta manera, el periodista nos dejó unas primeras impresiones sobre el largo viaje de Madrid a Setenil, algunos apuntes sobre el bandolerismo en Andalucía y una somera descripción del humilde lugar donde se hospeda, lo cual puede servir para iniciar esta serie sobre las andanzas del Vivillo en Setenil. Esa misma noche del 29 de Septiembre, Weis deja escrito otro artículo para que sea publicado el próximo 2 de Octubre, y donde nos deja la impresión que le produce su llegada a Setenil y la entrevista en casa de Pedro Guzmán, como podemos leer a continuación:
"Desde Setenil. Al llegar. Panorama y escenario. Una víctima del Vivillo. En casa de Don Pedro Guzmán. Relato del despojo.
El pueblo de Setenil no aparece á la vista del viajero hasta que éste llega al fondo del inmenso barranco, del tajo profundo, dentro del cual y por encima del que se asienta la más extravagante y pintoresca agrupación de viviendas humanas.
Figuraos un ancho río que hubiera empobrecido hasta convertirse en un arroyo miserable y fangoso.

Imaginad que en tiempos remotos, acaso prehistóricos y durante siglos y siglos, la corriente impetuosa y constante de las aguas hubiera socavado las laderas del barranco que sirve de lecho al río, hasta el punto de formar en una y otra margen dos enormes cornisas de roca.
Colocad bajo la concavidad de esas cornisas que amenazan aplastar las calles empinadas, casitas alegres, de fachadas azules y rosadas, humildes chozas y silos tenebrosos, y por encimas de esas calles y de esas casas, en laberíntica y ascendente espiral, otras calles y otras viviendas y las ruinas de un castillo y los muros morenos escarificados, vetustos, de una iglesia con apariencia de mezquita.
Y con todos estos elementos escenográficos y arquitectónicos, no podéis formar sino idea muy remota del aspecto, de la estructura, del sorprendente panorama de Setenil, visto desde la entrada por la senda, casi imperceptible, que de la estación ferroviaria conduce al pueblo.
Vadeando el sediento arroyo se entra en la población por la calle principal, llamada de Ronda, una calle cubierta á trechos por la techumbre de roca de la consabida cornisa.
Al promedio de esta extraña vía se encuentran frente a frente y á izquierda y derecha, respectivamente, la casa de Don Pedro Guzmán y la posada de la victoria, el domicilio de la víctima y el alojamiento del secuestrador, del contrabandista el Vivillo, que ha pernoctado muchas veces en la habitación, con ventana al río, donde escribo estas cuartillas..."
Que útil le hubiera resultado a Weiss una cámara fotográfica como la que usaba su compañero y competidor José Campúa, aunque estarán de acuerdo conmigo en que suple a las mil maravillas esta carencia con su escritura, abigarrada y barroca desde luego, pero capaz de describir a la perfección lo que un viajero podía encontrar al llegar al pueblo.
Como dijimos ayer, el periodista escribe desde la misma habitación donde en otras ocasiones se hospedara el bandido, y de seguro se hospedará también el mismo Campúa, con vistas al río y a la Calle Triana. La posada de La Victoria, como se dice, queda justo en frente de la casa de Don Pedro, con lo cual podemos hacernos una idea de donde vivía este hombre conociendo la amplia fachada de la actual Discoteca la Pozá.
Seguimos con el relato del Manuel Weis:
"...En el momento de llegar, la posada, una posada clásica de Andalucía, estaba muy animada. Por fuera paseaban ociosos muchos mozos del campo y un gitano terne y jacarandoso corría por la calle una mulilla, cuya estampa admiraba el presunto comprador.

Tuve que esperar a que el Sr Guzmán regresase de sus fincas y era ya de noche cuando penetré en la cómoda y típica vivienda del rico labrador, quien, en unión de sus dos hijos, simpáticos muchachos de doce á catorce años, se hallaba sentado á la mesa, mientras servía la cena al marido y á los hijos la dueña de la casa".

Por estos días de septiembre, el bueno de Don Pedro aún no habría lidiado con muchos periodistas, y relajadamente invita a Weis a su casa, y por lo que parece, le ofrece mejor recibimiento que el que recibe Campúa unas semanas más tardes, que se las ve y se las desea para entrevistar y fotografiar al protagonista. Para mediados de Octubre, Pedro Guzmán estaba literalmente hasta los mismísimos de periodistas, del Vivillo y la madre que los parió, pero ese 29 de Septiembre, Weiss puede entrevistarlo a placer en su misma casa.
"...-con mucho gusto referiré á usted el lance- me dijo, contestando á mi ruego el Sr. Guzmán,-y para no interrumpir mi relato- agregó- me permitirá que acabe yo de cenar y hablaremos tranquilamente.
Me pareció muy justificada la animosa indicación del Sr. Guzmán, y mientras la cena concluía, contemplé con agrado aquel sencillo cuadro de familia y con curiosidad examiné la estancia. No faltaba allí ninguno de esos detalles que la conformidad establece en la casa del labrador rico, ni la chimenea monumental, que ha de alegrar con su amoroso fuego las veladas de invierno, ni la clásica alacena, empotrada en la pared, donde lucen vistosamente confundidas la loza de Sevilla, los juguetes que eran el encanto de los angelitos que se fueron al cielo y las flores de talco que han de adornar las andas de la Virgen el día de la fiesta del pueblo".
Vemos como el periodista maneja los tiempos a la perfección, y en ese intervalo que parece tenemos que cumplir hasta que Don Pedro termine la cena, Weis nos describe soberbiamente la casa de su anfitrión que parece que estamos sentados en la misma mesa y sólo nos falta oír los sorbos de sopa del labrador. Nos queda el misterio de las últimas palabras sobre los juguetes de los angelitos que se fueron al cielo. Seguimos con el relato:
"...Don Pedro Guzmán es hombre de unos cuarenta años, buen mozo, de cabello abundante y negro, en el que empiezan á platear, de semblante grave y melancólico, de mirada firme y expresiva. El rostro afeitado, no se diferenciaba del de los jornaleros á sus órdenes; el traje era medio señoril.
Concluida la cena de D. Pedro Guzmán, me concedió el objeto de mi visita. Creo que me ofreció un cigarro de tabaco gibraltareño y aún creo que lo fumé para que este obsequio sirviese en mi memoria de recuerdo a la proverbial hospitalidad andaluza. Por fin el Sr Guzmán tuvo a bien contarme su triste aventura. Separose la víctima del Vivillo de la mesa del yantar, y sin más proemios comenzó de este modo su relato:
¿Quiere usted saber lo que me ocurrió en el camino de Villamartín cuando fui robado y amarrado? Pues voy a referírselo detalladamente..."
Comienza en estos momentos el relato de Don Pedro hace de los hechos, muy interesante por cierto, pero que no es el objeto de esta entrada donde sólo pretendemos ver como enfocaban estos periodistas la noticia, y la particular visión que tenían al adentrarse en esta parte de Andalucía, trágica y misteriosa tan alejada de la gran urbe capitalina.
Resulta desde luego entrañable la visión que tiene Don Manuel a su llegada a Setenil, del ambiente de la calle donde un gitano le enseña una mulilla a un posible comprador, de la casa del Sr Guzmán, su mobiliario, la imagen familiar con esos niños, y desde luego, la teatralidad del relato, donde como decimos podemos imaginarnos a Don Pedro apartándose de la mesa para, tras ofrecerle un cigarro a su interlocutor, iniciar el relato de lo que le sucedió con el Vivillo.
Leer el amplio artículo es necesario para conocer los hechos y entiendo yo, que a parte de la indudable calidad artística que Manuel Weis imprime a sus artículos, es capaz de desgranar por secuencias los hechos, aportando a la vez certeros comentarios.
"..Habíamos interrogado á la víctima. Íbamos á averiguar la opinión del representante de la ley en Setenil. Desde la casa del Sr. Guzmán fuimos a la casa cuartel de la Guardia Civil para hablar con el comandante de puesto. Después de incidentes, que mañana serán narrados, nos encontramos con el cabo Mariano Romanos Escribano, tipo clásico y admirable del benemérito instituto. Lo que él nos dijo será motivo de inmediata información".
Dejamos a Manuel Weis camino del Cuartel de la Guardia Civil, intrigados seguro por lo que el aplicado periodista nos pueda contar mañana tras sus investigaciones por aquel Setenil de 1905.

Fuentes: Manuel Weiss. Diario Liberal El Imparcial. Lunes 2 de Octubre de 1905. Biblioteca Nacional de España.


De Fotos Antiguas

1 comentario:

  1. Estas que te sales. Eres el Cristiano Ronaldo de la literatura e historia de Setenil.
    Por momentos se confunde lo que escribe el periodista con tus comentarios.

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