El puente de Todos los Santos y los Difuntos ha pasado sin que en este blog hayamos tenido una previa, una presentación, ni nada que nos ponga en ambiente , pero es que tras lo del Vivillo y compañía, necesitaba andar un poquillo por esos campos de Setenil y que me diera el aire...
El caso es que vengo del pueblo meditabundo y compungido con esta fiesta tan extraña, que no sabemos muy bien de que trata ni que sentido quieren darle. He visto por las calles de Setenil niños disfrazados de vampiros y cosas de esas; "trato o truco", algo de eso dicen los muy patéticos, y mientras desde algunas instancias públicas aconsejan sustituir las denominaciones de nuestras fiestas tradicionales por otras que no denoten religiosidad, a los pequeños escolares les obligan a celebrar el Halloween ese tan nuestro, con sus murcielaguitos, sus calabazas y toda la parafernalia. En televisión aparece esta fiesta americana como algo de lo más divertido, y sólo hacen referencia a nuestros Santos y Difuntos mostrando las colas en los cementerios y a viejas limpiando lápidas. Desde luego que en este país no tenemos ataero ni por pescuezo.
Sea como fuere, me acuerdo yo de mis fiesta de Todos los Santos y de los Difuntos. Me acuerdo de la representación del Tenorio que hacían esa noche, con el impresionante final de los espíritus llevándose el alma de Don Juan, uno de los mitos de la literatura española y universal. Me acuerdo como no, de las visitas al cementerio y la misa a primera hora de la mañana, con un frío de órdago, y como ese día se solían estrenar las primeras prendas del invierno.
El caso es que con esto de la invasión gótica de Halloween, la pasividad-complicidad de los medios de comunicación y el cambio climático (que hace que vayamos al campo santo en pantalones cortos y playeras), nuestra fiesta de Todos Los Santos y los Difuntos están algo devaluadas, que parece como si fueran de otra época. Quizás sólo se le esté dando un barniz comercial para amoldarla a los nuevos tiempos.
Sería interesante que cada cual en su casa rompiera una lanza en favor de nuestros propios monstruos y fantasmas, que aquí también sabemos contar cosas de miedo. Seguro que si buscamos en nuestra memoria podemos sacar algunas historias de esas que se cuentan de noche a la luz del fuego o de una lumbre. Yo por si acaso os cuento alguna, que aunque un poco simplonas y rústicas, tienen la virtud de ser nuestras:
Una de Fantasmas en Setenil.
El caso es que vengo del pueblo meditabundo y compungido con esta fiesta tan extraña, que no sabemos muy bien de que trata ni que sentido quieren darle. He visto por las calles de Setenil niños disfrazados de vampiros y cosas de esas; "trato o truco", algo de eso dicen los muy patéticos, y mientras desde algunas instancias públicas aconsejan sustituir las denominaciones de nuestras fiestas tradicionales por otras que no denoten religiosidad, a los pequeños escolares les obligan a celebrar el Halloween ese tan nuestro, con sus murcielaguitos, sus calabazas y toda la parafernalia. En televisión aparece esta fiesta americana como algo de lo más divertido, y sólo hacen referencia a nuestros Santos y Difuntos mostrando las colas en los cementerios y a viejas limpiando lápidas. Desde luego que en este país no tenemos ataero ni por pescuezo.
Sea como fuere, me acuerdo yo de mis fiesta de Todos los Santos y de los Difuntos. Me acuerdo de la representación del Tenorio que hacían esa noche, con el impresionante final de los espíritus llevándose el alma de Don Juan, uno de los mitos de la literatura española y universal. Me acuerdo como no, de las visitas al cementerio y la misa a primera hora de la mañana, con un frío de órdago, y como ese día se solían estrenar las primeras prendas del invierno.
El caso es que con esto de la invasión gótica de Halloween, la pasividad-complicidad de los medios de comunicación y el cambio climático (que hace que vayamos al campo santo en pantalones cortos y playeras), nuestra fiesta de Todos Los Santos y los Difuntos están algo devaluadas, que parece como si fueran de otra época. Quizás sólo se le esté dando un barniz comercial para amoldarla a los nuevos tiempos.
Sería interesante que cada cual en su casa rompiera una lanza en favor de nuestros propios monstruos y fantasmas, que aquí también sabemos contar cosas de miedo. Seguro que si buscamos en nuestra memoria podemos sacar algunas historias de esas que se cuentan de noche a la luz del fuego o de una lumbre. Yo por si acaso os cuento alguna, que aunque un poco simplonas y rústicas, tienen la virtud de ser nuestras:
Una de Fantasmas en Setenil.
"...Por aquellos entonces había en el pueblo dos tipos de fantasmas: Los muertos y los vivos, siendo estos últimos los que de verdad daban miedo, pues por la noche se adueñaban de algunas calles y si no andabas con ojo, podían seguirte hasta la mismísima puerta de tu casa. Siguiendo esta clasificación, podemos hacer un recuento de las almas en pena, espíritus y seres de naturaleza difuminada que poblaban ese Setenil de nuestros abuelos;
Hubo un tiempo no muy lejano en que los fantasmas andaban por las tierras de los vivos como Pedro por su casa, y no era raro saber de historias de aparecidos y espíritus juguetones que gustaban de andar cerca de los mortales. Eran historias que se tenían por ciertas, y quien no quería saber nada de ellas, se santiguaba y negaba con la cabeza, aunque se trataba de algo normal que formaba parte de la misma vida.
Si alguien ve fotos antiguas de pueblo, se puede hacer una idea de lo fácil que podía ser para un fantasma morar y presentarse a los vecinos por entre las callejuelas de la vieja villa, así como por la floresta aledaña, siendo curioso el atractivo que para los fantasmas representa el clásico caño o chorrillo de agua situado a las afueras, donde acaba el pueblo y empieza el campo, lugar sombrío y fresco donde las zarzas devoran las ruinas de algún viejo molino.
De entre los fantasmas muertos o técnicamente llamados almas en pena, contamos con una amplia gama en Setenil, como ahora verán ustedes.
Por la subida hacia Los Frontones, camino de una antigua vereda hacia Ronda, nos encontramos con el fantasma de La Pepa, que se aparece en el arroyo del mismo nombre, es decir, el Arroyo de la Pepa, curioso y sonoro topónimo para un accidente geográfico. Dicen que esta Pepa se presenta allí en las frías noches de invierno a los feriantes y arrieros que se aventuraban por esas veredas. El caso es que hoy día es casi tan difícil que se te aparezca la Pepa como ver un arriero, aunque como dicen por Galicia, "haberlos haylos".
Siguiendo con el muestrario, contamos con un espectro de tradición familiar, cuyo nombre no ha podido ser documentado. Se trata de una mujer que se le presentó a mi abuelo allá por los años treinta, cerca de la Venta de Leches, en la vereda de entrada a la Viña Alta, donde vivía su novia (y que con el tiempo sería mi abuela). Desde el cortijo al camino que baja hacia el pueblo, había una veredita cuajada de chopos que durante la noche puede resultar un sitio bastante lóbrego.
Iba como digo mi abuelo en su yegua de vuelta para su casa, después de rondar a mi abuela, cuando en medio de esa vereda escuchó los lamentos de una mujer. Mi abuelo se apeó y le preguntó el porqué de sus lloros, y esta le contestó que un niño chiquitito se le había caído a un pozo cercano. El muchacho corrió a socorrerlo, y cuando llegó al pozo en ruinas pudo comprobar que estaba seco e inutilizado. Cuando se volvió hacia la mujer ya no estaba allí. Al día siguiente le comentó lo sucedido a su futuro suegro, que le contó la historia de una mujer que se volvió loca cuando se le ahogó su hijo en el viejo pozo. La mujer murió y los entonces dueños de la finca lo cegaron.
Aún hoy, si se pasea por aquella zona, se puede contemplar las piedras blanquecinas de lo que un día fue un pozo, en un estado de ruina y deterioro tal que se confunde con el terreno.
Hay otra leyenda común a todos los pueblos con castillo o fortaleza. Me refiero a la princesa muerta de amor que se presenta en las almenas, o la del guerrero metálico que esperaba al incauto que subiera a la torre para cortarle la cabeza con un hacha, pero estos relatos se pueden atribuir más a mentes infantiles en sus juegos por la Villa, que a verdaderas apariciones.
Sí es de destacar el caso del "Perrito Cadenas", tanto por tratarse de un endemismo propio de Setenil, como por ser el fantasma de un animal, lo cual nos sumerge en el dilema moral y teológico de hablar del alma en pena de un perrito. La cosa tiene miga, y creo que puede ser un buen tema de debate para programas de expertos en lo paranormal (quizás le mande un mensaje a Iker Jiménez).
Se aparece este "Perrito Cadenas" en el Cañuelo junto al río, allí donde termina el pueblo y empieza el campo y donde las zarzas devoran las ruinas de algún viejo molino, como dije al principio.
Quizás fuera en este edificio donde ocurrió el doble asesinato; El del anciano y el de su fiel perrillo, que tratando de defender a su amo, entró en el lote del homicidio. El caso es que del viejo no se sabe nada, pero el perrillo se presenta a los sedientos caminantes, que de vuelta de las labores del campo bajan a tomar un trago de agua fresca. Todavía hoy queda un hombre que dice que lo vio con sus propios ojos, y cuenta como se le puso el pelo cano del susto que se llevó al ver la fantasmagórica imagen de un perrillo blanco arrastrando cadenas, con una puñalada en el costado y emitiendo lastimosos quejidos.
También hay casos de posesiones demoniacas o similares, en las cuales determinadas personas soportan la presencia de determinados entes, incluso de familiares ya fallecidos, que en algunos casos emplean la violencia con la persona poseída. Son estas, historias más notorias y recientes que todas las anteriores, con testigos varios y situaciones de lo más inverosímil, pero no tienen en mi opinión el halo de misterio y romanticismo que rodean al fantasma familiar o al "Perrito Cadenas".
En la linde entre la vida y la muerte están las leyendas o historias inciertas donde el protagonista no tiene una naturaleza clara. Se suelen tratar de bromas, confusiones y malentendidos, que con el paso del tiempo logran la categoría de mitos que se cuentan de generación en generación.
Se habla, por ejemplo, de la Chacha Lisa, cuya etérea presencia se asomaba a las ventanas de una vieja casona, coincidiendo curiosamente con la quema de cal viva.
También se cuenta el caso de la porfía de un grupo de amigos sobre la valentía de uno de ellos, que se apostó que era capaz de subir al cementerio y dejar una llave en la portada. El valiente sube sin percatarse de que sus amigos le siguen, recuperan la llave, y una vez de vuelta la dejan en el bolsillo de su chaqueta. Dicen que cuando vio que la llave seguía con él, perdió la voz de la impresión que se llevó. Esta historieta, aunque no entra en la catalogación de las anteriores, es muy particular, pues representa un claro exponente de lo que en Setenil llamamos "Sangre Gorda", una forma muy particular de ser y de actuar que consiste en tomarse la vida con una mezcla de seriedad aparente y cachondeo interior, y que si no se hace con gracia puede degenerar en chulería barata.
Más en la linde de lo que al principio hablábamos, está el caso de los fantasmas de la Cantarería, empinada calle junto a la cara del tajo y paralela a la principal, aunque muy oscura y solitaria, que en tiempos remotos podía tratarse de una especie de polígono industrial, donde se maceraban al fresco los nobles caldos que se producían en nuestra villa.
Pues bien, era esta calle la elegida por unos seres, que al amparo de la noche, asustaban a todo aquél que decidía cruzarla, y no sólo se conformaban con cagar de miedo al personal, sino que perseguían y maltrataban a la gente. Conocí a un viejo cuya casa casa quedaba no muy lejos de esa calle, y que una noche fue perseguido hasta su misma puerta. A la mañana siguiente se encontró un enorme cuchillo clavado, que al desenclavarlo se llevó el taco de madera. El propio anciano me enseñó la mella de la puerta. Luego, su mujer me contó que La Cantarería era el lugar de encuentro para mantener relaciones prohibidas de todo tipo, y que muchos eran los interesados en que la calle permaneciera solitaria y a oscuras. Lo del cuchillo puede ser un ajuste de cuentas o una palabrilla de más, pero ya se pueden imaginar lo que este relato puede hacer en la mente de un niño. Aún hoy, ya en el siglo XXI y con la calle repleta de farolas, no puedo evitar mirar para atrás cada dos o tres pasos cuando la cruzo sólo y de noche. En mi memoria quedará siempre la calle oscura y llena de fantasmas que era.
El tiempo pasaba y llegó una guerra que dejó muertos y mutilados por todos lados, y por aquellos entonces los fantasmas que de verdad daban miedo eran los vivos. Los que llevaban pistola y no se ocultaban, sino todo lo contrario, se pavoneaban y lucían. Si se presentaban en tu casa a media noche malo, pues ahí no había susto, sino paseillo y pistolón en el monte. En aquellos años se fabricaron más espíritus que nunca, y de toda condición y clase. Luego llegó la Guardia Civil con sus rondas intempestivas, y los fantasmas perdieron el gustillo a aparecerse, quedando sólo para ocasiones muy especiales, como los trajes del domingo. El caso es que uno, que no ha visto a ninguno, los tiene muy presentes, con sus historias y leyendas, y los mantiene en su memoria para que no mueran nunca del todo".
Hubo un tiempo no muy lejano en que los fantasmas andaban por las tierras de los vivos como Pedro por su casa, y no era raro saber de historias de aparecidos y espíritus juguetones que gustaban de andar cerca de los mortales. Eran historias que se tenían por ciertas, y quien no quería saber nada de ellas, se santiguaba y negaba con la cabeza, aunque se trataba de algo normal que formaba parte de la misma vida.
Si alguien ve fotos antiguas de pueblo, se puede hacer una idea de lo fácil que podía ser para un fantasma morar y presentarse a los vecinos por entre las callejuelas de la vieja villa, así como por la floresta aledaña, siendo curioso el atractivo que para los fantasmas representa el clásico caño o chorrillo de agua situado a las afueras, donde acaba el pueblo y empieza el campo, lugar sombrío y fresco donde las zarzas devoran las ruinas de algún viejo molino.
De entre los fantasmas muertos o técnicamente llamados almas en pena, contamos con una amplia gama en Setenil, como ahora verán ustedes.
Por la subida hacia Los Frontones, camino de una antigua vereda hacia Ronda, nos encontramos con el fantasma de La Pepa, que se aparece en el arroyo del mismo nombre, es decir, el Arroyo de la Pepa, curioso y sonoro topónimo para un accidente geográfico. Dicen que esta Pepa se presenta allí en las frías noches de invierno a los feriantes y arrieros que se aventuraban por esas veredas. El caso es que hoy día es casi tan difícil que se te aparezca la Pepa como ver un arriero, aunque como dicen por Galicia, "haberlos haylos".
Siguiendo con el muestrario, contamos con un espectro de tradición familiar, cuyo nombre no ha podido ser documentado. Se trata de una mujer que se le presentó a mi abuelo allá por los años treinta, cerca de la Venta de Leches, en la vereda de entrada a la Viña Alta, donde vivía su novia (y que con el tiempo sería mi abuela). Desde el cortijo al camino que baja hacia el pueblo, había una veredita cuajada de chopos que durante la noche puede resultar un sitio bastante lóbrego.
Iba como digo mi abuelo en su yegua de vuelta para su casa, después de rondar a mi abuela, cuando en medio de esa vereda escuchó los lamentos de una mujer. Mi abuelo se apeó y le preguntó el porqué de sus lloros, y esta le contestó que un niño chiquitito se le había caído a un pozo cercano. El muchacho corrió a socorrerlo, y cuando llegó al pozo en ruinas pudo comprobar que estaba seco e inutilizado. Cuando se volvió hacia la mujer ya no estaba allí. Al día siguiente le comentó lo sucedido a su futuro suegro, que le contó la historia de una mujer que se volvió loca cuando se le ahogó su hijo en el viejo pozo. La mujer murió y los entonces dueños de la finca lo cegaron.
Aún hoy, si se pasea por aquella zona, se puede contemplar las piedras blanquecinas de lo que un día fue un pozo, en un estado de ruina y deterioro tal que se confunde con el terreno.
Hay otra leyenda común a todos los pueblos con castillo o fortaleza. Me refiero a la princesa muerta de amor que se presenta en las almenas, o la del guerrero metálico que esperaba al incauto que subiera a la torre para cortarle la cabeza con un hacha, pero estos relatos se pueden atribuir más a mentes infantiles en sus juegos por la Villa, que a verdaderas apariciones.
Sí es de destacar el caso del "Perrito Cadenas", tanto por tratarse de un endemismo propio de Setenil, como por ser el fantasma de un animal, lo cual nos sumerge en el dilema moral y teológico de hablar del alma en pena de un perrito. La cosa tiene miga, y creo que puede ser un buen tema de debate para programas de expertos en lo paranormal (quizás le mande un mensaje a Iker Jiménez).
Se aparece este "Perrito Cadenas" en el Cañuelo junto al río, allí donde termina el pueblo y empieza el campo y donde las zarzas devoran las ruinas de algún viejo molino, como dije al principio.
Quizás fuera en este edificio donde ocurrió el doble asesinato; El del anciano y el de su fiel perrillo, que tratando de defender a su amo, entró en el lote del homicidio. El caso es que del viejo no se sabe nada, pero el perrillo se presenta a los sedientos caminantes, que de vuelta de las labores del campo bajan a tomar un trago de agua fresca. Todavía hoy queda un hombre que dice que lo vio con sus propios ojos, y cuenta como se le puso el pelo cano del susto que se llevó al ver la fantasmagórica imagen de un perrillo blanco arrastrando cadenas, con una puñalada en el costado y emitiendo lastimosos quejidos.
También hay casos de posesiones demoniacas o similares, en las cuales determinadas personas soportan la presencia de determinados entes, incluso de familiares ya fallecidos, que en algunos casos emplean la violencia con la persona poseída. Son estas, historias más notorias y recientes que todas las anteriores, con testigos varios y situaciones de lo más inverosímil, pero no tienen en mi opinión el halo de misterio y romanticismo que rodean al fantasma familiar o al "Perrito Cadenas".
En la linde entre la vida y la muerte están las leyendas o historias inciertas donde el protagonista no tiene una naturaleza clara. Se suelen tratar de bromas, confusiones y malentendidos, que con el paso del tiempo logran la categoría de mitos que se cuentan de generación en generación.
Se habla, por ejemplo, de la Chacha Lisa, cuya etérea presencia se asomaba a las ventanas de una vieja casona, coincidiendo curiosamente con la quema de cal viva.
También se cuenta el caso de la porfía de un grupo de amigos sobre la valentía de uno de ellos, que se apostó que era capaz de subir al cementerio y dejar una llave en la portada. El valiente sube sin percatarse de que sus amigos le siguen, recuperan la llave, y una vez de vuelta la dejan en el bolsillo de su chaqueta. Dicen que cuando vio que la llave seguía con él, perdió la voz de la impresión que se llevó. Esta historieta, aunque no entra en la catalogación de las anteriores, es muy particular, pues representa un claro exponente de lo que en Setenil llamamos "Sangre Gorda", una forma muy particular de ser y de actuar que consiste en tomarse la vida con una mezcla de seriedad aparente y cachondeo interior, y que si no se hace con gracia puede degenerar en chulería barata.
Más en la linde de lo que al principio hablábamos, está el caso de los fantasmas de la Cantarería, empinada calle junto a la cara del tajo y paralela a la principal, aunque muy oscura y solitaria, que en tiempos remotos podía tratarse de una especie de polígono industrial, donde se maceraban al fresco los nobles caldos que se producían en nuestra villa.
Pues bien, era esta calle la elegida por unos seres, que al amparo de la noche, asustaban a todo aquél que decidía cruzarla, y no sólo se conformaban con cagar de miedo al personal, sino que perseguían y maltrataban a la gente. Conocí a un viejo cuya casa casa quedaba no muy lejos de esa calle, y que una noche fue perseguido hasta su misma puerta. A la mañana siguiente se encontró un enorme cuchillo clavado, que al desenclavarlo se llevó el taco de madera. El propio anciano me enseñó la mella de la puerta. Luego, su mujer me contó que La Cantarería era el lugar de encuentro para mantener relaciones prohibidas de todo tipo, y que muchos eran los interesados en que la calle permaneciera solitaria y a oscuras. Lo del cuchillo puede ser un ajuste de cuentas o una palabrilla de más, pero ya se pueden imaginar lo que este relato puede hacer en la mente de un niño. Aún hoy, ya en el siglo XXI y con la calle repleta de farolas, no puedo evitar mirar para atrás cada dos o tres pasos cuando la cruzo sólo y de noche. En mi memoria quedará siempre la calle oscura y llena de fantasmas que era.
El tiempo pasaba y llegó una guerra que dejó muertos y mutilados por todos lados, y por aquellos entonces los fantasmas que de verdad daban miedo eran los vivos. Los que llevaban pistola y no se ocultaban, sino todo lo contrario, se pavoneaban y lucían. Si se presentaban en tu casa a media noche malo, pues ahí no había susto, sino paseillo y pistolón en el monte. En aquellos años se fabricaron más espíritus que nunca, y de toda condición y clase. Luego llegó la Guardia Civil con sus rondas intempestivas, y los fantasmas perdieron el gustillo a aparecerse, quedando sólo para ocasiones muy especiales, como los trajes del domingo. El caso es que uno, que no ha visto a ninguno, los tiene muy presentes, con sus historias y leyendas, y los mantiene en su memoria para que no mueran nunca del todo".
Pues nada amigos, aunque un día tarde, os dejo unos relatos de misterio local, que supongo algunos ya conocíais. Esperemos que el machaqueo calabacero al que estamos sometidos sea una moda pasajera, y esta cursilería de Haloween no acabe por absorver a nuestras Fiestas de Todos los Santos y Difuntos, que aunque vienen a celebrar lo mismo, ¿porqué perder los matices, que nos son propios, para fundirnos en esta anodina honogenización global que nos quieren imponer?
Para saber más:
Don Juan Tenorio de José Zorrilla. Resumen
Don Juan Tenorio de José Zorrilla. Versión descargable
Don Juan, en vísperas del olvido. Algún día en alguna parte. Blog particular (ver enlaces)
De Álbum sin título |
De Álbum sin título |
De Álbum sin título |
No hay comentarios:
Publicar un comentario