Que esto del Internet es un medio de comunicación muy dinámico ya lo sabemos, tanto como para tener que revisar muchos de los datos que ayer fueron publicados sobre las fechorías y andanzas de Joaquín Camargo, alias el Vivillo.
Quien la sigue la consigue, y eso me ocurrió cuando modifiqué los canales de búsqueda y encontré algunos textos, que aunque fueron citados en la anterior Entrada, no teníamos en nuestro poder. Así, una vez leídos, podemos retomar el tema, y tratar de dar claridad a estos acontecimientos.
La fecha exacta de los hechos producidos en Setenil, fue el mes de Septiembre e 1905, haciéndose eco de inmediato la noticia en los periódicos nacionales. De esta manera se relata en El Imparcial de Madrid, el 23 de Septiembre del mismo año: "El relato oficial sobre lo acaecido en el camino de Villamartín a varios vecinos de Setenil tiene el sabor de las viejas leyendas del bandolerismo andaluz. No un hombre sólo y desprevenido, sino unos cuantos acostumbrados a aquellas sendas, gentes sin duda, como tratantes y vendedores de feria, con muy escasa timidez, los que sufrieran en el término de El Gastor secuestro, golpes y despojo. Iban los vecinos de Setenil con el pensamiento en sus negocios, y guardando en el pecho billetes y monedas, cuando ocho hombres a caballo (y parece natural que bien pertrechados de armas), saliéronles al paso y cortándoles ánimos y camino.Ya dueños del campo, los bandidos cayeron sobre los infelices asaltados, y luego de amarrarlos, los dejaron sin una peseta y sin un billete (39000 reales en papel y 280 pesetas en billetes formaron el botín de aquel criminal vencimiento), y como los continuadores del viejo bandidaje no estaban de prisa, invirtieron las horas de siesta en aumentar el número de prisioneros con cualquier caminante, que por acaso fuera llevado allí de su mala suerte."
El artículo continúa con las declaraciones ofrecidas por el mismísimo Gobernador de Cádiz que dice que "no se trata de nada político." Recientes estaban entonces años de revueltas y conflictos como para dar pie rumores de convulsión en el campo andaluz. Sentencia finalmente el periodista de esta manera: "Sequía, hambre, emigración, bandidaje: Cada mal va engendrando otro mayor, y ante el crecimiento de todos, unidos en una grande calamidad, sorprende que el gobierno haya olvidado la gráfica máxima con que Romanones describió la situación diciendo; -Hay en España un problema aparte, el problema de Andalucía- ¿A que nuevo horror se espera para afrontarlo?"
Desde luego que el periodista es un poco catastrofista, y seguramente, por la coyuntura que le dan los sucesos de Setenil, aprovecha para atizarle un poco al gobierno de turno. El Caso es que lo acaecido en Setenil, resulta la gota que colma de vaso de la tensa situación que se vive en el campo andaluz debido a la inseguridad y la delincuencia.
Otro periódico, Siglo Futuro, publica el 26 de Septiembre un artículo que aporta nuevos datos y muchos detalles sobre estos sucesos: El robo se produjo el 20 de Septiembre, sobre las diez de la mañana, a la altura del Cortijo de Cabaña, propiedad por aquellos entonces de Don Fernando Troya. Se trataba de una amplia partida bien armada, que fue reduciendo durante horas a todos los que pasaban por ese camino. En total 18 personas acabaron amarradas, entre ellos los setenileños Pedro Guzmán y Antonio Ortiz, que pierden unos 39000 reales, aunque desde luego, la peor parte se la lleva el corredor alcalareño Juan el del Horno, al que le cambian los 60 duros que llevaba por un buen par de guantazos.
Los bandoleros, se dedican a merodear por aquellas tierras durante unos días, llegando incluso a intentar el asalto del cortijo Cabañas, defendido a punta de escopeta por Fernando Troya, Enrique Martí y Pedro Marín. Luego, el artículo ofrece un parte de la Guardia Civil, así como detalles de la fisonomía de los bandidos. La cosa adquiere tal calibre, que el gobernador de Cádiz manda al Teniente Coronel de la Benemérita, Don Manuel Díez Piné, al mando de dos secciones de infantería y caballería, y tratar de organizar de esta manera batidas para dar con los forajidos.
De esta amplia información que nos da el periódico Siglo Futuro, sacamos varias conclusiones: Evidentemente los feriantes iban a la Feria de Villamartín, tratándose de hasta 18 personas reducidas. Los ladrones andan varios días por la comarca, no un día como hablan otras crónicas, llegándose a pensar que incluso podría tratarse de varias partidas bien organizadas que daban golpes simultáneos en lugares diferentes. Otro dato curioso es que aquí se menciona a Juan Camargo como el Vivito, y no como el Vivillo. Por último el corredor apalizado, Juan el del Horno, es nombrado en otras crónicas como José, y siendo de Alcalá del Valle no puede tratarse de mi tatarabuelo Don José Ramírez Torres, que al ocurrir estos hechos, muy probablemente, se encontrara tranquilamente amasando pan en la Calle Ronda (fíjense que mal rato le hemos evitado pasar al buen hombre).
Los hechos siguen dando mucho de que hablar, y el Sábado 7 de Octubre de este 1905, el Periódico Época publica una entrevista con Don Pedro Guzmán realizada por el Sr. Weis. La transcribimos de corrido porque puede ser muy esclarecedora:
"El día 20 del pasado mes me dirijo a caballo por el camino de Villamartín acompañado por los vecinos de Setenil, Antonio Ortiz y Martínez, a quien llevaba como mozo a mi servicio (evidentemente, los hermanos de las cuevas confunden los términos cuñado y criado) Iba yo a la feria de Villamartín para comprar cerdos, a fin de engordarlos en los bellotares de la sierra, industria que ejercemos y que es la base de nuestra vida. Llevaba sobre mi 39000 reales en billetes del banco de España y en moneda de plata 280 pesetas.Al llegar al extremo del cortijo de Cabañas, a dos leguas de Setenil, vimos aparecer de repente a varios hombres a caballo, armados todos de escopetas. Surgieron cuatro por delante como para cortarnos el paso, y cuando nos apercibíamos para la defensa, vimos presentarse por la derecha otros cuatro, caballeros también y no menos bien armados.Al ver como se presentaba aquella gente, de cuyo objeto y propósito no podíamos dudar, intentamos hacer uso de nuestras armas... Aseguro a usted que me eché la escopeta a la cara, y tuve encañonado a un hombre que era sin duda el jefe de la partida, el Vivito (aquí también lo llaman el Vivito). Si hubiese apretado los gatillos habría muerto a aquel hombre, pero comprendí que era inútil la resistencia. A mi descarga hubiera seguido la de los bandoleros. Preferí resignarme al despojo de todas maneras inevitable. Los bandoleros eran ocho, y para resistirlos sólo dos: yo y Antonio Ortiz...¡Las escopetas al suelo! Nos dijeron. Depositamos sobre la tierra nuestras armas. Uno de aquellos forajidos trató de violentar a mi acompañante, golpeándole en el pecho con el cañón de su escopeta. En aquel momento, el que parecía jefe de la partida, y que ustedes los periodistas llaman el Vivito, exclamó, interrumpiendo la acción del que violentaba a Ortiz:¡A ningún hombre se le debe maltratar!No era necesaria la violencia, porque había que rendirse. A mí aquellos bandidos me registraron, y tuve que entregarles cuanto llevaba."
Después de la entrevista, el Sr Weis, autor del artículo, hace su comentario: "¿Es que los dueños de la tierra no están aquí tan seguros de su dominio, que no quieren mezclar la queja con el vituperio? ¿Es que el daño sufrido en su indefensión no advierte de peligros nuevos: la quema de sus mieses, el degüello de sus rebaños, la pérdida de todos sus bienes?¿Es que podría existir el bandolerismo en Andalucía si el propietario, si el hombre honrado, se viera seguro en sus intereses y en su persona."
Evidentemente, el problema de la inseguridad en el campo andaluz estaba bastante politizado.
La cosa, como vemos, produce gran alarma en la opinión pública española. Es entones, que aprovechando lo candente del asunto, el fotógrafo y reportero José Campúa se dirige a Setenil para dar cuenta de los hechos. Los resultados son las seis páginas publicadas en la revista Nuevo Mundo el 19 de Octubre, casi un mes después de los acontecimientos. Significa este reportaje la primera referencia fotográfica de Setenil aparecida en la prensa, que por su contenido y amplitud, resulta un verdadero tesoro para nuestro pueblo.
El intrépido reportero jerezano, (uno de los padres del periodismo gráfico español, no hay que olvidarlo), llega a Setenil de incógnito. Se entrevista con una pareja de la Guardia Civil que se encuentra por la calle y que le dan referencias. Le comentan que le será difícil entrevistar a nadie y mucho menos retratarlos, pero nuestro aventurero reportero es obstinado: Fotografía a los once guardias de reconocimiento por la sierra y al cabo Romano. Se dirige a la Posada de La Victoria, con su fachada de nueve ventanas. Precioso nombre para una posada; ¿Tendrá algo que ver el hecho de que la dueña se llame Dña. Victoria Vargas Valencia, que aparece en la Guía como regente de la Casa de Huéspedes (que útil nos está saliendo la lista). José Campúa, hace fotos tanto del exterior, como del interior. Yo pondría la mano en el fuego de que se trata de nuestra conocida discoteca La Pozá, en la Calle Ronda, por la curva que coge la casa. El reportero explica que hay testigos de que El Vivillo se alojó allí no hacía mucho. En esta posada se entrevista y retrata el alcalde, Don Sebastián Guzmán, que se libró por casualidad de sufrir la misma suerte que su primo Pedro. Luego realiza unas impresionantes instantáneas de la calle Triana y las Cuevas del Sol, prácticamente al nivel del río. Entrevista a José el del Horno, aún convaleciente de la paliza que se llevó el día de autos. José Campúa se agencia un caballo y recorre la sierra en busca de información, entablando contacto con una partida de ocho Jinetes, muy bien armados todos, y que se dejan fotografiar de una manera muy flamenca. Don José regresa a Setenil dispuesto a retratar al principal protagonista, Don Pedro, junto con Don Antonio Ortiz y el señor Pilar, libertador de los secuestrados. Supongo que todo esto lo haría en unos cuantos días, porque de otra manera mucho le habría cundido la faena. El resultado como digo es estupendo y merece la pena que lo disfruten íntegramente.
Aquí dejamos por lo pronto las historias del Vivillo o Vivito, y a estos arrojados setenileños que viajaban con las escopetas en ristre, valientes como corresponde a los hombres de estas sierras antiguas cargadas de historias y leyendas. El arrogante Fernandarias y el intrépido Alcaide Cordi, no podrían tener mejores herederos.
Por cierto, en todos estos reportajes y artículos periodísticos, no mencionan nada de lo que me contó mi amigo, tataranieto de Don Pedro, sobre si olvidó o no el dinero en su casa. De todas formas, retratado el rico labrador setenileño, ¿No les parece que tiene una extraña y enigmática sonrisa? Quizás no le hubiera contado al periodista todo lo que ocurrió. Quién sabe, Hay cosas que siempre quedarán en la leyenda.
Quien la sigue la consigue, y eso me ocurrió cuando modifiqué los canales de búsqueda y encontré algunos textos, que aunque fueron citados en la anterior Entrada, no teníamos en nuestro poder. Así, una vez leídos, podemos retomar el tema, y tratar de dar claridad a estos acontecimientos.
La fecha exacta de los hechos producidos en Setenil, fue el mes de Septiembre e 1905, haciéndose eco de inmediato la noticia en los periódicos nacionales. De esta manera se relata en El Imparcial de Madrid, el 23 de Septiembre del mismo año: "El relato oficial sobre lo acaecido en el camino de Villamartín a varios vecinos de Setenil tiene el sabor de las viejas leyendas del bandolerismo andaluz. No un hombre sólo y desprevenido, sino unos cuantos acostumbrados a aquellas sendas, gentes sin duda, como tratantes y vendedores de feria, con muy escasa timidez, los que sufrieran en el término de El Gastor secuestro, golpes y despojo. Iban los vecinos de Setenil con el pensamiento en sus negocios, y guardando en el pecho billetes y monedas, cuando ocho hombres a caballo (y parece natural que bien pertrechados de armas), saliéronles al paso y cortándoles ánimos y camino.Ya dueños del campo, los bandidos cayeron sobre los infelices asaltados, y luego de amarrarlos, los dejaron sin una peseta y sin un billete (39000 reales en papel y 280 pesetas en billetes formaron el botín de aquel criminal vencimiento), y como los continuadores del viejo bandidaje no estaban de prisa, invirtieron las horas de siesta en aumentar el número de prisioneros con cualquier caminante, que por acaso fuera llevado allí de su mala suerte."
El artículo continúa con las declaraciones ofrecidas por el mismísimo Gobernador de Cádiz que dice que "no se trata de nada político." Recientes estaban entonces años de revueltas y conflictos como para dar pie rumores de convulsión en el campo andaluz. Sentencia finalmente el periodista de esta manera: "Sequía, hambre, emigración, bandidaje: Cada mal va engendrando otro mayor, y ante el crecimiento de todos, unidos en una grande calamidad, sorprende que el gobierno haya olvidado la gráfica máxima con que Romanones describió la situación diciendo; -Hay en España un problema aparte, el problema de Andalucía- ¿A que nuevo horror se espera para afrontarlo?"
Desde luego que el periodista es un poco catastrofista, y seguramente, por la coyuntura que le dan los sucesos de Setenil, aprovecha para atizarle un poco al gobierno de turno. El Caso es que lo acaecido en Setenil, resulta la gota que colma de vaso de la tensa situación que se vive en el campo andaluz debido a la inseguridad y la delincuencia.
Otro periódico, Siglo Futuro, publica el 26 de Septiembre un artículo que aporta nuevos datos y muchos detalles sobre estos sucesos: El robo se produjo el 20 de Septiembre, sobre las diez de la mañana, a la altura del Cortijo de Cabaña, propiedad por aquellos entonces de Don Fernando Troya. Se trataba de una amplia partida bien armada, que fue reduciendo durante horas a todos los que pasaban por ese camino. En total 18 personas acabaron amarradas, entre ellos los setenileños Pedro Guzmán y Antonio Ortiz, que pierden unos 39000 reales, aunque desde luego, la peor parte se la lleva el corredor alcalareño Juan el del Horno, al que le cambian los 60 duros que llevaba por un buen par de guantazos.
Los bandoleros, se dedican a merodear por aquellas tierras durante unos días, llegando incluso a intentar el asalto del cortijo Cabañas, defendido a punta de escopeta por Fernando Troya, Enrique Martí y Pedro Marín. Luego, el artículo ofrece un parte de la Guardia Civil, así como detalles de la fisonomía de los bandidos. La cosa adquiere tal calibre, que el gobernador de Cádiz manda al Teniente Coronel de la Benemérita, Don Manuel Díez Piné, al mando de dos secciones de infantería y caballería, y tratar de organizar de esta manera batidas para dar con los forajidos.
De esta amplia información que nos da el periódico Siglo Futuro, sacamos varias conclusiones: Evidentemente los feriantes iban a la Feria de Villamartín, tratándose de hasta 18 personas reducidas. Los ladrones andan varios días por la comarca, no un día como hablan otras crónicas, llegándose a pensar que incluso podría tratarse de varias partidas bien organizadas que daban golpes simultáneos en lugares diferentes. Otro dato curioso es que aquí se menciona a Juan Camargo como el Vivito, y no como el Vivillo. Por último el corredor apalizado, Juan el del Horno, es nombrado en otras crónicas como José, y siendo de Alcalá del Valle no puede tratarse de mi tatarabuelo Don José Ramírez Torres, que al ocurrir estos hechos, muy probablemente, se encontrara tranquilamente amasando pan en la Calle Ronda (fíjense que mal rato le hemos evitado pasar al buen hombre).
Los hechos siguen dando mucho de que hablar, y el Sábado 7 de Octubre de este 1905, el Periódico Época publica una entrevista con Don Pedro Guzmán realizada por el Sr. Weis. La transcribimos de corrido porque puede ser muy esclarecedora:
"El día 20 del pasado mes me dirijo a caballo por el camino de Villamartín acompañado por los vecinos de Setenil, Antonio Ortiz y Martínez, a quien llevaba como mozo a mi servicio (evidentemente, los hermanos de las cuevas confunden los términos cuñado y criado) Iba yo a la feria de Villamartín para comprar cerdos, a fin de engordarlos en los bellotares de la sierra, industria que ejercemos y que es la base de nuestra vida. Llevaba sobre mi 39000 reales en billetes del banco de España y en moneda de plata 280 pesetas.Al llegar al extremo del cortijo de Cabañas, a dos leguas de Setenil, vimos aparecer de repente a varios hombres a caballo, armados todos de escopetas. Surgieron cuatro por delante como para cortarnos el paso, y cuando nos apercibíamos para la defensa, vimos presentarse por la derecha otros cuatro, caballeros también y no menos bien armados.Al ver como se presentaba aquella gente, de cuyo objeto y propósito no podíamos dudar, intentamos hacer uso de nuestras armas... Aseguro a usted que me eché la escopeta a la cara, y tuve encañonado a un hombre que era sin duda el jefe de la partida, el Vivito (aquí también lo llaman el Vivito). Si hubiese apretado los gatillos habría muerto a aquel hombre, pero comprendí que era inútil la resistencia. A mi descarga hubiera seguido la de los bandoleros. Preferí resignarme al despojo de todas maneras inevitable. Los bandoleros eran ocho, y para resistirlos sólo dos: yo y Antonio Ortiz...¡Las escopetas al suelo! Nos dijeron. Depositamos sobre la tierra nuestras armas. Uno de aquellos forajidos trató de violentar a mi acompañante, golpeándole en el pecho con el cañón de su escopeta. En aquel momento, el que parecía jefe de la partida, y que ustedes los periodistas llaman el Vivito, exclamó, interrumpiendo la acción del que violentaba a Ortiz:¡A ningún hombre se le debe maltratar!No era necesaria la violencia, porque había que rendirse. A mí aquellos bandidos me registraron, y tuve que entregarles cuanto llevaba."
Después de la entrevista, el Sr Weis, autor del artículo, hace su comentario: "¿Es que los dueños de la tierra no están aquí tan seguros de su dominio, que no quieren mezclar la queja con el vituperio? ¿Es que el daño sufrido en su indefensión no advierte de peligros nuevos: la quema de sus mieses, el degüello de sus rebaños, la pérdida de todos sus bienes?¿Es que podría existir el bandolerismo en Andalucía si el propietario, si el hombre honrado, se viera seguro en sus intereses y en su persona."
Evidentemente, el problema de la inseguridad en el campo andaluz estaba bastante politizado.
La cosa, como vemos, produce gran alarma en la opinión pública española. Es entones, que aprovechando lo candente del asunto, el fotógrafo y reportero José Campúa se dirige a Setenil para dar cuenta de los hechos. Los resultados son las seis páginas publicadas en la revista Nuevo Mundo el 19 de Octubre, casi un mes después de los acontecimientos. Significa este reportaje la primera referencia fotográfica de Setenil aparecida en la prensa, que por su contenido y amplitud, resulta un verdadero tesoro para nuestro pueblo.
El intrépido reportero jerezano, (uno de los padres del periodismo gráfico español, no hay que olvidarlo), llega a Setenil de incógnito. Se entrevista con una pareja de la Guardia Civil que se encuentra por la calle y que le dan referencias. Le comentan que le será difícil entrevistar a nadie y mucho menos retratarlos, pero nuestro aventurero reportero es obstinado: Fotografía a los once guardias de reconocimiento por la sierra y al cabo Romano. Se dirige a la Posada de La Victoria, con su fachada de nueve ventanas. Precioso nombre para una posada; ¿Tendrá algo que ver el hecho de que la dueña se llame Dña. Victoria Vargas Valencia, que aparece en la Guía como regente de la Casa de Huéspedes (que útil nos está saliendo la lista). José Campúa, hace fotos tanto del exterior, como del interior. Yo pondría la mano en el fuego de que se trata de nuestra conocida discoteca La Pozá, en la Calle Ronda, por la curva que coge la casa. El reportero explica que hay testigos de que El Vivillo se alojó allí no hacía mucho. En esta posada se entrevista y retrata el alcalde, Don Sebastián Guzmán, que se libró por casualidad de sufrir la misma suerte que su primo Pedro. Luego realiza unas impresionantes instantáneas de la calle Triana y las Cuevas del Sol, prácticamente al nivel del río. Entrevista a José el del Horno, aún convaleciente de la paliza que se llevó el día de autos. José Campúa se agencia un caballo y recorre la sierra en busca de información, entablando contacto con una partida de ocho Jinetes, muy bien armados todos, y que se dejan fotografiar de una manera muy flamenca. Don José regresa a Setenil dispuesto a retratar al principal protagonista, Don Pedro, junto con Don Antonio Ortiz y el señor Pilar, libertador de los secuestrados. Supongo que todo esto lo haría en unos cuantos días, porque de otra manera mucho le habría cundido la faena. El resultado como digo es estupendo y merece la pena que lo disfruten íntegramente.
Aquí dejamos por lo pronto las historias del Vivillo o Vivito, y a estos arrojados setenileños que viajaban con las escopetas en ristre, valientes como corresponde a los hombres de estas sierras antiguas cargadas de historias y leyendas. El arrogante Fernandarias y el intrépido Alcaide Cordi, no podrían tener mejores herederos.
Por cierto, en todos estos reportajes y artículos periodísticos, no mencionan nada de lo que me contó mi amigo, tataranieto de Don Pedro, sobre si olvidó o no el dinero en su casa. De todas formas, retratado el rico labrador setenileño, ¿No les parece que tiene una extraña y enigmática sonrisa? Quizás no le hubiera contado al periodista todo lo que ocurrió. Quién sabe, Hay cosas que siempre quedarán en la leyenda.
Aún habiendo ciertas diferencias en el relato de los hechos por los periódicos, la cantidad (supuestamente) robada coincide, 39.000 reales (9.750 pesetas) y 280 pesetas del Imparcial y los dos mil duros del ABC.
ResponderEliminarMuy currada la entrada Rafa.
Efectivamente; 4 reales 1 peseta, 5 pesetas un duro. Al final 2000 duros aprox.
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