viernes, 11 de diciembre de 2009

El Catastro de la Ensenada en Setenil: Incidencias


Un estudio tan exhaustivo como el Catastro de la Ensenada, que lo que hacía era investigar en los dineros y haciendas de particulares e instituciones públicas y privadas, venía a levantar polvo sobre unas cuentas que dormían desde décadas el sueño de los justos.
Se trataba de unificar los diferentes impuestos que se pagaban en el Reino de Castilla, para homogenizarlo en un proyecto de contribución única, y para esto había que identificar y contabilizar todo lo habido y por haber.
El Fisco del Rey trata por todos los medios de evitar que en este proceso se produzcan fraudes o engaños. Para ello se organiza un cuestionario con algunas preguntas trampa; primero se hacía un estudio de los pesos y medidas del lugar, hacían cuentas sobre la rentabilidad de una determinada finca por quinquenios para sacar una referencia. Posteriormente preguntaban por el número de fanegas de una finca y lo que esta producía. Si las cuentas no cuadran con la media del quinquenio, la Curia ya había metido las cabras en el corral para revisar el asunto.
Por otro lado las conclusiones del estudio se leían en público, con lo que poner a tanta gente de acuerdo en mentir parecía muy complicado, máxime cuando habían jurado ante la cruz y respondían con su vida y sus bienes. De todas formas se dan muchos casos de fraude en el Catastro, incluso un pueblo, Villar del Saz de Navalón, se confabula en pleno para defraudar.
Pero, ¿Quién le pone un cascabel al gato? porque aquí hay dos partes. Así, en el caso de Setenil las incidencias vienen por unos sobornos supuestamente aceptados por el Juez Subdelegado que instruye la causa, Don Juan de Perea.
Cuando ojeamos los legajos del Catastro observamos que en la página 55 parece como si se tratara de dilucidar sobre unas cuestiones que no quedan claras en las declaraciones iniciales. De hecho, la fecha de inicio de los trabajos es el 24 de Septiembre de 1752, mientras que esta segunda parte data del 12 de Mayo de 1755. Cambian algunos de los declarantes y lo que es más importante, cambia el Juez Instructor, que ya no es Juan de Perea sino Joseph Antonio Tamaríz y Vargas, encargado a partir de ese momento del proceso.
Algo ha pasado para que se proceda a la destitución del Juez Subdelegado y se revisen algunos puntos de la declaración. La cosa parece que sucedió de la siguiente manera:
Juan de Perea fue destinado por el Intendente de Granada para la realización de trabajos relativos al Catastro a algunos pueblos de la Serranía de Ronda, como Grazalema, Setenil, Villaluenga, Benaocaz y Ubrique. Según parece se debió instalar en Setenil y desde allí se desplazaba a otros lugares.
Hay que tener en cuenta que las pesquisas del Catastro debieron de durar años y lo más seguro es que un mismo Juez realizara los trabajos en varios pueblos simultáneamente.
El caso es que ya en 1753, el Intendente Granadino está mosca con Juan de Perea, todo a raíz de las confidencias de uno de sus propios escribanos, que testifica como el Duque de Benamejí manda 300 Ducados al Señor Perea, para que los use como crea conveniente, todo esto en relación con unas investigaciones llevadas a cabo en la dehesa de Tomillos, en esos momento propiedad del de Benamejí (bueno...creo que el Cabildo Setenileño siempre las consideró como suyas y usurpadas por este poderoso), según las cuales el Juez contó 4000 fanegas cuando en realidad eran 7000, contabilizando la cosecha de bellota en 29000 reales cuando los cómputos debían salir en 50000. Por otro lado, y también en Setenil, se señala que se ha reducido la producción de la Dehesa del Marqués de Casa Tabares de 22000 a 9000 reales. También el propio Alcaide de la villa da testimonio de como se le hicieron llegar algunos dineros al Juez Subdelegado.
El caso es que El Marqués de Campoverde, Intendente de Granada, el 7 de Agosto de 1753, delega al intendente Joseph Tamaríz y Vargas para que resuelva el caso y siga con el procedimiento. Así, Juan de Perea es detenido el 12 de Agosto y conducido a la Cárcel de Ronda, iniciando entonces una serie de aventuras y peripecias que lo hacen famoso como El Bandolero del Catastro, como podemos leer en el archivo que abajo se detalla.
Juan de Perea no pasa mucho tiempo en la cárcel. Debió de tratarse este hombre de un tipo listo y seductor, pues sin violencia ni rompimiento de red, se escapó junto con la también presa María Hurtado, engañando a la joven hija del alcaide, Leonor, prometiéndole que obligaría a su novio, un tal Miguel Ruiz, a casarse con ella. Así es como el Sr Perea sale de los calabozos, a donde van a parar por negligencia o represalia la inocente por no decir boba niña Leonor, su padre el Alcaide y Dña Vicenta, esposa del granuja.
La rocambolesca fuga del Juez Perea complica la terminación de los procesos iniciados y la propia causa sumaria iniciada por Joseph de Tamaríz contra este. Se tienen que realizar nuevas declaraciones y la cosa se dilató tanto que el propio Intendente de Granada recibió una llamada al orden.
Mientras tanto Juan de Perea, ya fugitivo por esas tierras de dios, iniciaba su defensa mediante unas cartas que le hace llegar a un clérigo pariente suyo. En estas cartas, El Bandolero del Catastro arremete contra casi todos sus ayudantes, a los que acusa de estar confabulados contra él, y acusa a Joseph Tamaríz y Vargas de descerrajar en su casa de Setenil un baúl de su propiedad que contiene documentos importantísimos para su defensa.
Las Cartas de Perea, a la par que claman por la injusticia de su caso, hacen curiosas reflexiones filosóficas sobre la condición humana, así como la necesidad que tiene de amigos y dineros para defenderse: "...carece de hombre o caudal que le de la mano, y que necesitaría de ambos a fin de que los testigos falsos no venzan".
Se ignora si como en alguna carta menciona, el fugitivo se entrega en Granada y si la justicia lo trató en consecuencia a los supuestos delitos cometidos. Lo más seguro es que muriera fugitivo, pues se dice algo de que su viuda, liberada cuatro meses después de su captura vuelve a Marbella, porque amigos, como si de un vulgar Julián Muñoz se tratara, este bandolero venía de la ciudad de la Costa del Sol.
De esta manera, como si estuviéramos en la sección de noticias de cualquier telediario, tenemos un Caso Malaya el pleno siglo XVIII; con un cargo público sobornado y fugitivo, con ricos hacendados dando regalitos por aquí y por allá, fugas con historias de amores y esposas despechadas, todo ello sazonado con una serie de declaraciones de inocencia por carta que sólo hubiera hecho falta que salieran en el Salsa Rosa. Nada, como hoy mismo.
Gracias a Dios, que los setenileños, aunque todo esto ocurriera por estas tierras nuestras, no tuviéramos nada que ver en este desaguisado.

Fuentes: El Catastro de la Ensenada 1749-1756. Concepción Camarero Bullón (Archivo PDF)

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