sábado, 15 de septiembre de 2012

Isabel y Fernando



¿Habéis entrado alguna vez en una de esas casas cuyas paredes están adornadas de macetas y objetos dorados? Seguro que sí, son muy típicos en los patios sevillanos y cordobeses, quizás en los granadinos la decoración sea más orientalizante, pero no deja de ser una imagen muy andaluza. En Setenil aún se ven algunas casas viejas decoradas con esos objetos que tan de moda estuvieron en un tiempo. Platos, candelabros, anafres y copas, objetos de aparente uso común pero cuyo baño dorado les confiere un carácter suntuario y distintivo.
Quizás hayáis visto esos platos con las efigies de los Reyes Católicos enfrentadas, bien en el mismo objeto o por separado, Isabel y Fernando presidiendo ese rincón de la casa destinado a la pura exhibición de propios y extraños, tal y como aparecen en la imagen de este excelente de oro que me ha pasado, como no podía ser de otra manera, nuestro experto en numismática Rafael D.C.
No hace falta ser un experto en historia para darnos cuenta la importancia de estos reyes y su reinado en la historia de España; unificación de Castilla y Aragón, expansión a Navarra, conquista de Granada, descubrimiento de América, expulsión de los judíos, campañas de Italia y Flandes, política europea, estrategias matrimoniales y tantos asuntos que marcaron el devenir de sus reinos en los siglos venideros. Los Reyes Católicos significaron la unificación territorial, política, religiosa e incluso étnica de los antiguos reinos hispánicos, la expansión de estos más allá de las fronteras continentales y su afianzamiento como gran potencia del orbe, no es de extrañar por tanto que su figura fuera ensalzada por la historiografía tradicional española y encumbrada a la categoría de mito durante el franquismo.
Setenil entra de lleno en esta historia. Fue durante su reinado cuando pasó del islán granadino a la España cristiana y la presencia del rey Fernando por estas tierras durante la conquista es segura. De la pluma de sus secretarios aparece una y otra vez el nombre de nuestro pueblo en Cédulas Reales, gracias y prerrogativas, así como en las crónicas de la conquista. Setenil conserva un escudo inspirado en la simbología heráldica de Isabel y Fernando, donde no faltan el yugo y la maroma, su extraña toponimia, no hay duda, fluiría de los labios de estos reyes y la enriscada imagen de esa ciudad encaramada a una peña quedaría asociada a una de las etapas más intensas de su reinado.
Quizás ahora, podamos conocer algo más de la imagen de los Reyes Católicos por la serie que TVE retransmite los lunes en hora punta. No está mal algo de historia, aunque mucho me temo que venga a reflujo de una especie de Los Tudor a la española y no será de extrañar que veamos en más de una ocasión a Doña Isabel en escenas de alcoba, que tampoco está mal. Lo más seguro es que el nombre de Setenil no salga a relucir en la película, aunque releyendo un articulillo de los hermanos de las Cuevas me he encontrado con alguna secuencia de novela en la vida de los reyes, precisamente por el tiempo en que se ponía cerco a la fortaleza de Setenil:
Quizá, por si fuera poco, en esta campaña es donde rebrota el amor de los dos esposos distanciados levente por las pretensiones de Fernando al Rosellón y la Cerdeña. Fernando se queda en Tarragona, mientras Isabel pasa la pascua en Toledo y baja al sur a reclutar el ejército que continúe la Guerra de Granada. Hasta comienzos de verano no se ven. Walsh, que es el mejor psicólogo de la Reina, publica una carta del enamorado Fernando, escrita en primavera, donde se dice; “vivís en Toledo y yo en pequeñas aldeas. ¡Bien! Un día volveréis a vuestro antiguo afecto” y aquí apostillan los de Arcos: ese día debe estar en ese verano de Setenil.
En un apunte del artículo, los autores nos recomiendan encarecidamente que leamos íntegramente la carta enamorada del Rey de Aragón:
"Mi señora: ahora se ve claramente quien de nosotros ama más. Juzgando por lo habéis ordenado se me escriba, veo que podéis ser feliz, mientras que yo no puedo conciliar el sueño, porque vienen consejeros y mensajeros y no me traen letra de vos. La razón por la que no me escribís no es que no tengáis a mano papel, ni que no sepáis hacerlo, sino que no amáis y sois orgullosa. Vivís en Toledo y yo en pequeñas aldeas, ¡bien! Un día volveréis a vuestro antiguo afecto. Si no yo moriría y vos seriéis la culpable. Escribidme y hacedme saber cómo estáis. No tengo nada que deciros sobre los asuntos que me retienen aquí, excepto los que Silva os comunicará y los que Fernando del Pulgar os ha dicho. Te ruego des fe a Silva. Escribidme. No olvidéis darme noticia de la princesa. Por el amor de Dios, recordarle, lo mismo que a su padre, quien besa vuestras manos y es vuestro siervo. El Rey."
Puede que el reencuentro de los Reyes fuera en la campaña de Setenil, aunque la idea unánime es que no se produjo in situ, es decir, mientras la presencia del Rey es segura, no hay pruebas de que Doña Isabel conociera nuestro pueblo, pese a esa leyenda tan extraña y perturbadora del Infante Don Sebastián.
La idea del niño de la Reina, nacido y muerto en el Real de San Sebastián está firmemente consolidada en el subconsciente popular setenileño, así lo recoge además la tradición y se ha mantenido como coletilla en folletos y libretos publicitarios. Alguien además quiso ver en el pavimento ligeramente subido de una parte de la ermita de San Sebastián una especie de tumba o enterramiento, cosa que desde luego no tiene ningún fundamento. No hay escrito que sustente esta leyenda y ningún estudioso más o menos serio ofrece datos de un infante muerto en Setenil.
Los hermanos de las Cuevas, escritores costumbristas y románticos no quieren pasar de largo por una tradición tan bonita como bien elaborada y la sueltan de soslayo, “...cuando el río suena agua lleva” pero se adhieren a la idea general de que aquí no hubo niño muerto por la lógica de que la Reina Isabel no estuvo en Setenil. Las crónicas dicen que pasó la campaña en Córdoba, donde se instaló la Corte y despachaba sus asuntos, donde se tomó la decisión de cercar Setenil y donde fue informada de la conquista:
“Sabido por la reina que la villa de Setenil fue tan presto tomada” Sabido no visto, la Reina decidió ir a Sevilla y el rey que había salido de tierra de moros, “vino a ella al camino”.
En Sevilla se produjo el tan esperado reencuentro entre los dos esposos y Don Fernando, fervoroso de amor, le traía a su Reina una espléndida joya insertada en piedras preciosas; La Villa de Setenil, la inexpugnable, aquella que hiciera doblar el espinazo a otros reyes antes que ellos. Quizás de los labios de la Reina Isabel fluyera sensual en aquella jornada; “Setenil, ay mi Setenil”.

1 comentario:

  1. Bonito artículo Rafael, sólo decir que son nuestras leyendas y que nuestra obligación es seguir transmitiendola de generación en generación, esta leyenda del niño San Sebastián, de hecho es conocida en nuestro pueblo desde que se conquisto , leyenda o no, debemos seguir con su legado,y sin duda es una pena que hoy día la leyenda este perdiendo todo su encanto y está pasando de ser unas de las histórias favorítas de contar de nuestro pueblo, a ser olvidada por nuestra juventud. Un gran saludo.

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