domingo, 2 de septiembre de 2012

El Romancero de tradición oral en Setenil de las Bodegas (II)



La profesora Virtudes llega a Setenil en el verano de 1982, en pleno mes de julio. Como ya hemos visto, entraría por El Carril en uno de esos días de calor sofocantes de mediados del estío. “Embelesada con la belleza de Setenil”, repara en un señor mayor que, sentado a la sombra, la miraba y le sonreía. Se acercó a él y le comentó que andaba buscando gente que conociera romances antiguos.
“Pero si eso ya no lo canta nadie, eso son cosas de viejos”
Ese fue el primer contacto que tuvo con nuestro pueblo. Don Francisco le recitó "el romance de Alfonso XIII" y el de "la criada y el señorito", que había aprendido de los ciegos ambulantes que venían por los pueblos, pero le dijo que conocía a unas señoras que seguro sabían más que él. De esta manera le llevó de la mano a la casa de Dolores e Isabel Molinillo Morales, verdadero punto de partida de la búsqueda del romancero en Setenil y Andalucía.
En cuatro o cinco horas las hermanas Molinillo le cantaron o recitaron unos cincuenta romances de origen medieval, romances que les había llegado a ellas por vía de la memoria, por boca de su madre. Dolores e Isabel, junto con otras señoras de Benaocaz y Benamahoma, resultaron ser las mejores transmisoras del romancero de toda Andalucía, un eslabón insustituible en una cadena de la literatura popular española. Gracias a ellas se seguían cantando los mismos temas que se cantaban en el siglo XIII.
En ese momento, la profesora Virtudes le dio al play de su radiocasete para que escucháramos un romance cantado de la propia boca de las hermanas Molinillo y que fue grabado en aquella jornada de julio. Recuerdo perfectamente aquel momento; la voz de estas dos señoras empezó a sonar en la sala como salida de otro mundo, al principio algo indecisas, pero pronto cogieron el tono y empezaron a cantar un antiquísimo romance de origen alemán y que en España se adaptó en el siglo XIII al ambiente de la época, la convivencia de moros y cristianos por estas tierras. En ese momento comenzaron a sonar unas voces ancestrales y antiguas que nos embargaron a todos los presentes y que sin duda fueron capaces de transportarnos a otra época, quizás a aquel mundo del que nos habían hablado en conferencias anteriores.
Así decía este bellísimo romance:

“Pasé por los torneos, pasé por la morería
Y una morita lavaba, allá en la Fuente Fría.
Apártate mora bella, apártate mora linda
Deja beber mi caballo, de esa agua cristalina.
No soy mora, soy cristiana, soy de la España nacida
Me cautivaron los moros, el mes de Pascua Florida.
¡Si quieres venir a España, sube a mi caballería!
¿Y mi ropa caballero, en donde se dejaría?
La mejor se guardará, la otra se tiraría.
Yendo por aquellos montes, la mora llora y suspira.
¿Por qué lloras mora bella, por qué lloras mora linda?
Porque estos eran los montes donde mi padre venía
Con mi hermano Alejandrito, y yo en su compañía.
¡Dios mío! ¿Qué es lo que oigo? ¡Virgen sagrada y María!
Pensé en traer una esposa, y traigo una hermana mía.
Abrir puertas y balcones, ventanas y celosías
Que ha aparecido la reina, que buscaban noche y día”

La profesora Virtudes había tenido el detalle de invitar a su conferencia a la hija de Dolores Molinillo, así que el momento fue muy emotivo. Esa tarde, en aquella sala de la Villa, se volvió a escuchar un romance que ya se cantaba tal cual en la Edad Media, con toda su belleza y dramatismo primigenio, como salido de un túnel del tiempo y que como si de un tesoro se tratase, había perdurado en Setenil después de tantos siglos.
No es de extrañar que fueran estas mujeres las que abastecieran de romances a la profesora Virtudes. Según ella, los hombres andaluces son muy vergonzosos, cosa que no pasa en el resto de España. Ellos conocen el romancero, lo aprendieron de sus madres al igual que sus hermanas, pero se niegan a cantarlo, como mucho a recitarlo.
El romancero es una parte de folklore popular que se desarrolla en las actividades colectivas; la siega, la recogida de la aceituna, la pesca, cuando las mujeres se reunían a lavar en el río, a coser, a tomar el fresco en las puertas de sus casas, actividades cotidianas que van desapareciendo por las formas de vida actuales; la urbanización, la prisa, la uniformidad. De esta manera, el romancero no sale a la calle, queda circunscrito al hogar, privativo por tanto de la memoria de la mujer, en el caso de Setenil todas fallecidas ya en aquel lejano 1994: las hermanas Molinillo, Dolores Bastida Mariscal, Ana Cintado Bastida, Carmen Domínguez Montes, María Domínguez Ávila. Todas ellas han sido las custodias de un tesoro único para la lengua y literatura española.
La recopilación de romances en Setenil fue fabulosa, así como su calidad y variedad temática. Quizás los más sorprendentes sean los llamados romances tradicionales, que son los más poéticos del género y cuyo origen se remonta a la Edad Medias o a los siglos XVI ó XVII. Sorprendentemente no se conservan romances populares de temas históricos, de reyertas ni hechos de guerra entre moros y cristianos, que en su momento seguro que existieron, pero que no han llegado hasta nuestros días. La gente no canta romances porque sea erudito, sino porque le dice algo lo que canta, porque tiene pellizco y le llega. Sería imposible que algo durara siete siglos si ya no significa nada para el pueblo. El romancero no es un género de noticias, lo histórico dejó de significar algo en el momento que los hechos que se relatan se diluyen en el tiempo. Así, se tratan temas naturales y propios del ser humano, que transcienden desde luego modas y estilos. Se habla del amor, la familia, las relaciones humanas, temas todos ellos atemporales y que estaban tan vigentes en el siglo XIII como en la actualidad. El amor es desde luego el tema estrella en el romancero que se conserva en Setenil, el amor en todos sus matices: el engaño, la fidelidad, la seducción, el sexo. Historias transgresoras de incestos, adulterios, todo contado con gran calidad artística y bellísimo desde el punto de vista poético.
Un romance muy cantado en Setenil es el romance de "Blanca Flor y Filomena", un mito griego que recoge Ovidio en su Metamorfosis y que es adaptado por el romancero a sus formas y estilos. Estremece escuchar ese mito de origen clásico en Setenil convertido en una historia de horror, con mutilaciones, violaciones, asesinatos y canibalismo, y donde se olvida el poético final que aparece en la obra de Ovidio. En los romances aparece la visión del mundo de la gente de la época y las acciones de sus protagonistas se representan de un forma simple, de buenos y malos y una moralidad justiciera. Muchos de estos romances han pasado a formar parte del repertorio de cancioncillas infantiles como el del “Señor Don Gato, sentadito en su tejado” del que también existen algunas versiones antiguas en Setenil.
El sexo es tratado de una forma sutil, “con que finura se dice todo sin decir nada”, saltando de esta manera las cortapisas morales que imprimían los tiempos. Así tenemos el poema de "El Segador y La Dama", que tanta risa le daba a las señoras que lo recitan y que sin duda debió de resultar muy recurrente en las reuniones de mujeres sin la mirada inquisitiva de sus hombres:

“Salieron tres segadores a segar fuera de casa
Y uno de los segadores lleva la ropa bordada
Los dediles son de oro, las hoces de fina plata
Y el sombrero que lo cubre, lleva una pluma encarnada.
Había tres señoritas en un balcón asomadas,
Una de las señoritas del segador se prendaba.
Oiga usted buen segador, que mi señora lo llama
Por si quiere usted segar, un haza de cebada.
Cebada segaría yo, si el precio me acomodara
Dígame señorita, dónde la tiene sembrada.
Ese haza segador, no está en cerro ni cañada
Que está entre dos columnas y sostienen a mi alma.
Ese haza señorita, para mi no esta sembrada
Que es pa condes o marqueses O para el rey de la casa.
Siéguela buen segador, que será muy bien pagada.
Le ha segado siete haces, y al octavo se cansaba.
A la mañana siguiente el segador se marchaba.
¡Oiga usted buen segador, que se le olvida la paga!
Le ha dado dos mil doblones, en un pañuelo de Holanda
Que vale más el pañuelo, que el dinero que llevaba.
A la mañana siguiente, por el segador doblaban
¿Quién se ha muerto? ¿quién se ha muerto?
¡El segador que segaba!
No se ha muerto, no se ha muerto
Que lo mató la dama”

¡Toma ya! Imaginen lo que se tenían que reír las mujeres cantando estas historias mientras lavaban en la orillita del río.
Otro tipo de romances que se cantaban en Setenil eran los romances tradicionalizados, ya del siglo XVIII, XIX e incluso de principios del XX. Se trata de aquellos papelitos de colores que vendían en ferias y celebraciones y que luego se adaptaron a las formas métricas del romancero antiguo. Tratan historias puntuales de amores o crímenes, pero que desde luego no conservan la calidad y belleza de las composiciones antiguas.
También son tratados los temas religiosos, pero visto desde una moral muy sencilla, sin ninguna complejidad metafísica ni teológica. Se trata de premios o castigos de la divinidad por las acciones. En Setenil se conserva una versión, cantada por Dolores Molinillo, de un romance donde un ateo es castigado por San José y que es única en toda Andalucía.
También en los romances de ciego o viejo que se vendían a una gorda se tratan historias truculentas y culebrones dignos de la más endiablada serie de sobremesa, pero que ya han perdido, como decimos, toda calidad poética.
Aquella tarde pudimos escuchar algunos ejemplos de estos últimos romances, que sin duda hicieron reír a todos los presentes pero que evidentemente no tenían nada que ver con los romances antiguos que escuchamos al principio. Las letras, la entonación, la musicalidad, aquellas voces tan bonitas nos transportaron a la época de la vida en la frontera, a los amores y querellas de moros y cristianos a un mundo antiguo que parecía fluir de nuevo por los trocitos de hierro y cromo de aquel magnetófono.
Al menos en mi caso, escuchar aquellas canciones y poemas, conocer su origen y descubrir la importancia que las gentes de Setenil de las Bodegas tuvieron en su custodia y resurrección, fue todo un impacto.
Tenía muchas ganas de publicar estas entradas sobre los romances de tradición oral en Setenil, aunque reconozco que no tenía muy claro como hacerlo. Al final me decidí a seguir el guión de la misma profesora Virtudes Atero, usando para ello los apuntes que tomé aquella tarde y, sobre todo, una cinta de casete que como si fuera un tesoro aún conservo desde aquel lejano 1994.
No quisiera terminar esta entrada sin reclamar para nuestro pueblo la realización de eventos como este que nos ha ocupado hoy. Setenil no puede convertirse en un erial cultural, no podemos anclarnos en la idea de que en tiempos de crisis hay que atender unos aspectos y descuidar otros menos importantes. La cultura es relativamente barata, muchas veces hasta gratis, sólo hace falta intención y altura de miras. No podemos permitir que el conocimiento y la ilustración queden para determinados círculos académicos o para las élites políticas y económicas, porque así estaremos subvirtiendo el principio de democratización de la cultura. La cultura es un bien intangible, quizás no ponderable en votos y adhesiones, pero es necesaria, y las administraciones públicas tienen la obligación de hacerla asequible a sus administrados.
¡Salud amigos!

3 comentarios:

  1. Enhorabuena Rafael por las entradas resientes, entradas que hemos hablado en más de una ocasión ,es un tesoro sin duda poder volver a leer esos romances de época antaño, enhorabuena y gracias por compartirlo, un gran saludo.

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  2. Las cintas de las Jornadas Histórico-Artísticas, las de la portada, existen y nos dan una pequeña muestra de ello. Excepcional trabajo. Jesús López.

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