sábado, 4 de febrero de 2012

Las huestes de Setenil en la batalla de Lopera

Bueno amigos, llegó el frío de verdad. ¡Llevamos dos días bajo cero! y por la madrugada tenemos temperaturas de -7 ó -8 grados. ¿no queríamos invierno? pues invierno y del bueno.
Hoy, cuando el frío nos tiene acobardados en nuestras casas, pega una buena historia, una de batallitas de moros y cristianos. Esta trata sobre la batalla de Lopera en la que las huestes del Cordi se las ven y se las desean en una incursión por tierras cristianas. Lean, lean:

En los albores de la Guerra de Granada, el sultán nazarí Muley Hacén propone a los suyos una incursión por tierras cristianas, quizás para resarcirse de las últimas afrentas sufridas a manos de sus enemigos. El lugar elegido es la frontera occidental del reino, concretamente las postrimerías de la Serranía de Ronda.
A principios de Septiembre se reúnen en la ciudad del Tajo la florinata de las caballerías granadinas y malagueñas. Hamet el Zegrí, alcaide de Ronda, ejerce de anfitrión de la nobleza del reino entre los que encontramos a los alcaides de Málaga, Coín, Álora, Velez-Málaga y gran parte de la Axarquía. Todas las comarcas de la raya, incluidos los setenileños con su Cordi a la cabeza, aportan fuerzas para conformar un ejército de unos 1500 hombres de a caballo y 4000 de infantería.
La incursión se desarrollaría más o menos por lo que hoy sería la carretera a Sevilla, quizás algo escorados hacia el sur, buscando la ciudad de Utrera.
Pronto, tan numeroso ejército es divisado por un destacamento de almocárabes, tropa de elite cristiana acostumbrada a luchar en zonas de montaña, dando aviso a Luis Puerrtocarreño y al mismísimo Marqués de Cádiz. La contienda estaba servida.
En algún punto del río Lopera, las tropas cristianas interceptan a los moros y después de una encarnizada lucha más de mil nazaríes pierden la vida, entre ellos los alcaides de Álora, Marbella, Comares, Coín, mientras el resto inicia la desbandada para poder salvar la vida.
En Historia del Burgo en el siglo XV, publicado por la Revista Jávega en 1976, se cuenta la especial animadversión que el Marqués de Cádiz y sus hombres tenían por los moros del Burgo y la Axarquía, a causa de algunos actos contrarios a las leyes de la guerra:
"Un grupo de fugitivos, capitaneados por el alcaide del El Burgo, se retiró por los campos del Guadalete, teatro en otro tiempo de la empresa más afortunada de sus abuelos, el Marqués de Cádiz, que había salido de Arcos, con la gente de Jerez, salió al encuentro con tanto mayor ardimiento que sabía de esos moros eran montañeses de la Axarquía, los que habían asesinado a sus parientes y compañeros, y que iban ataviados con los arneses de los vencidos, un soldado cabalgaba en el mismo caballo de su hermano Beltrán.
Frenético salió contra ellos, aumentó la mortandad y los acosó hasta su entrada en la Serranía. Por una coincidencia singular trajeron cautivo al alcaide del Burgo, contra el que tenía ojeriza especial, pues este caudillo había degollado al destacamento de cristianos de Jerez y Arcos, en el asalto de la fortaleza de Montecorto, pues era un gran escalador".
La carnicería fue total. Los cristianos perseguían a los moros que trataban de huir buscando la Serranía y el que no moría en el campo acabaría su vida en alguna mazmorra, caso del propio alcaide del Burgo.
Pero, ¿que pasó con los moros de Setenil? Gente aguerrida, como todos aquellos que participaron en tan desafortunada empresa desde luego, setenileños y rondeños contaban con una ventaja respecto a los demás: El conocimiento de un terreno que no en vano hacía linde con sus tierras. De esta manera, dándose cuenta quizás de que la huida por el mismo lugar por dónde habían llegado era una muerte segura, y que los cristianos centrarían sus esfuerzos en dar caza a los moros de la Axarquía a los que les tenían ganas, optaron por adentrarse más en tierras de cristianos por lo que hoy son los campos de Las Cabeza , por el camino de Montellano a Lebrija más o menos, para una vez metidos en la guarida del lobo, atravesar el Guadalete a la altura de Arcos. Los hermanos de las Cuevas, siguiendo la Crónica del Cura Bernáldez, relatan como contaron con la ayuda de un mudéjar para poder huir: "Los guiaba un mozo llamado Elche el Perrero, que había sido cristiano y era moro, entonces, y conocía la tierra como los linces. Bernaldez dice que el mudéjar trabajó de panadero en Arcos".
La estrategia les salió de perlas porque unos treinta hombres de a caballo de Setenil y Ronda, con sus alcaides a la cabeza, logran burlar la persecución de los hombres del Marqués de Cádiz y regresar a sus localidades.
Atrás no sólo dejaban a sus enemigos; El 17 de Septiembre de 1483 unos mil soldados del ejército nazarí perecieron o fueron cautivos, imnumerables pertrechos quedaron en el campo de batalla y quince banderas fueron enivadas como botín de guerra a los Reyes Católicos, pero lo peor de todo, la desmoralización de los granadinos y la constatación de que vencer a los cristianos en campo abierto, fuera de las escarpadas serranías, era una quimera.
Hamed el Zegrí y nuestro Cordi eran perros viejos en estas lides y al menos lograron salvar sus vidas y muchos de los suyos. Sabían moverse por estas tierras y en este tipo de situaciones pero otra cosa sería salir con éxito del próximo reto que la historia les depararía, una guerra que estaban destinados a perder.

1 comentario:

  1. Bonito artículo Rafael, tubo mucha suerte nuestro Cordi esos días de 1483. Un saludo.

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