viernes, 14 de octubre de 2011

El abuelo



Tenía yo un abuelo, algo flamenco y altanero
amigo de sus amigos y en las fiestas el primero.
Tenía este abuelo mío un bonito trabajo;
Convertir el trigo en pan en su horno de abajo.
Por las tardes a sus huertas acudía con ilusión;
La Noria, Los Montecillos y por supuesto El Manchón,
a regar los surcos de tierra, con el agua y el sudor.

Era este hombre un maestro en mil alquimias;
De la tierra sacaba tomates y calabazas,

las espigas de trigo convertía en hogazas,
y como por ensalmo, la conversión del vino,
la hacía por el camino.

Temeroso del Señor, sin ser beato ferviente,
que bien sabía que no había trigo sin simiente,
no olvidaba al cielo de vez en cuando una oración,
respeto y temor del hombre sencillo,
hechicero en su horno y en el campo labrador.

Algunas mañanas, desde las nube baja
un cálido aroma a leña y pan,
que mi abuelo al Señor le hace unos ochitos
y raudo a las huertas celestiales acude a regar.
(dicen que deja a tres o cuatro ángeles amasando)

(Septenilium)

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