viernes, 9 de noviembre de 2012

Huesos

Aunque con una semana de retraso, no me resisto a escribir algo sobre este clásico de otoño que representa en nuestro blog el especial de santos y difuntos, sobre todo después de leer el excelente artículo de Historia y Numismática donde se da un repaso a las costumbre funerarias de los romanos. No deja de resultar singular ese culto a la muerte inherente a todas las culturas humanas, pasadas o presentes, ese morbo que representa la contemplación de la muerte, bien como algo bello, tenebroso o simplemente grotesco.
Al albur espirituoso de efluvios etílicos un paisano me llama para que me acerque a él. Tapándose la boca con la palma de la mano, mirando de soslayo al personal que indiferente observa la escena, como si me tuviera que contar el secreto del hallazgo del Arca de la Alianza, susurra en mis oídos:
Me han dicho que te gusta la historia.
Bueno, algo
Yo es que tengo libros, ¿sabes? Leo y conozco algunas cosas viejas que pasaron en Setenil. Evidentemente a estas alturas de conversación ya ando yo algo intrigado, así que le meto los dedos para ver si el prenda suelta eso, prenda.
Yo conozco algunas historias de cuando mi abuelo y el abuelo de mi abuelo, que me las han contado y luego que tengo libros y leo, porque yo aunque no tenga estudios tengo cultura.
Cultura y una borrachera del quince, pienso yo, pero bueno, es lo que hay.
En la iglesia había huesos, ¿sabes?
¿huesos? Pregunto yo...la cosa promete.
Trabajando en la iglesia, continua el paisano, levantamos un día la solería y ¿sabes lo que encontramos?
¿Huesos? respondo yo. El otro se hace el sorprendido;
Efectivamente, huesos humanos, de mayores, muchos de niños, unos con ropa, incluso algunas calaveras aún tenían pelo. Abrimos un nicho y la peste era insoportable, aquello estaba fresco ¿sabes? Continúa su relato este hombre como si contara el mayor de los arcanos, el misterio de los misterios, nervioso, en voz baja, casi inaudible como si estuviera desvelando un secreto insondable. Sus ojos inyectados en sangre, quizás por los vapores etílicos, se movían nerviosos de un lado a otro, como si trataran de detectar a un posible delator de entre aquellos que nos rodeaban.
Traté de comentarle a mi amigo la costumbre antigua de enterrar a algunos privilegiados en los bajos de las iglesias, como señal de distinción, incluso le hablé de los cementerios intramuros de las viejas ciudades medievales. De hecho en La Torre y Olvera aún se ven a la luz los restos de camposantos junto a la iglesia y el castillo y en Setenil es innegable.
Huesos de difuntos, carabelas, niños, todos juntos y de aquellos nichos salía un hedor insoportable, como si hubieran muerto hace unos días, sigue como si no me hubiera escuchado. ¿Fosas comunes? Le aclaro yo.
Eso, eso, fosas comunes, todos juntos y aún olían a muerto. Luego llegó la persona que dirigía los trabajos, nos dijo que sabía lo que había pasado...”con la iglesia hemos topado” concluyó. Nos ordenaron que recogiéramos aquellos huesos en sacos y los echáramos en una cuba. ¡una cuba llena de sacos de huesos! sin respeto ninguno. Cualquiera sabe lo que allí había pasado.
Pese a buena borrachera, el testimonio de este paisano de deja de ser sorprendente; Restos de huesos en los bajos de la iglesia, nichos de hidalgos y sus familias, quizás alguna fosa común, puede ser, junto a la iglesia estaba el Hospital de Santa Catalina. Más extraño es desde luego lo del hedor, quizás provocado por la humedad y los gases acumulados en aquellos bajos, vaya usted a saber, no podemos ni siquiera imaginar que fueran relativamente recientes como insinuaba mi interlocutor. Lo de meterlos en sacos y echarlos a la basura ya me suena peor.
Hace años vi un documental sobre un reino perdido en las arenas del desierto de Gobi, una ciudad, antaño rica y próspera, en los confines de la ruta de la seda y de la que hoy día sólo quedaban sus piedras. Después de las excavaciones pertinentes, los arqueólogos chinos descubrieron las momias en perfecto estado de conservación de familias enteras, de tal manera que aún se distinguían sus rasgos faciales pudiendo asimilar su parentesco a simple vista. Fueron enterrados hacía milenios con sus lujosos ropajes y ajuares.
En las piedras había dibujos e inscripciones; árboles, animales, ríos, y plegarias que pedían un viaje placentero al más allá. Para aquellos nobles antiguos, el mayor de los regalos sería el permanecer todos juntos para la eternidad en aquellas arenas del desierto, protegidos de los saqueadores y el paso inexorable del tiempo por las temperaturas extremas. Nunca imaginaron cunado vivían que miles de años después unas manos extrañas los sacarían de sus moradas ancestrales para llevarlos a un museo de Pekín.
Al menos estas momias tuvieron suerte, pues fueron tratadas con respeto y veneración científica y posiblemente aún descansen juntas, pero ¿que ha pasado con los restos de esos setenileños de épocas pasadas? un saco, una cuba y a la basura. Ahí queda su lejano deseo de descanso para toda la eternidad, su “requien in pacem”. No se ustedes, pero al menos en mi caso lo que hicieron con aquellos huesos venerables me produce cierto desasosiego, una falta de respeto inconmensurable para aquellos que nos precedieron.
Quizás en esta sociedad en la que vivimos, tan racional ella, no haya lugar ni tiempo para pensar en el mayor misterio de la vida.

4 comentarios:

  1. Quizás la embriaguez le hizo exagerar o quizás no, escalofriante historia sin duda, un gran saludo.

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  2. Estimado Jesús
    No tengo ni idea de que va el asunto, quién realizó las obras y la verdad sea dicha, me importa un pimiento, además, no deberías interpretar nada de una historieta inspirada en el comentario de un paisano con unas copillas de más. Ya sabes que el tema de muertos y sus huesos siempre da mucho morbo.
    Por otro lado, no he publicado tu comentario por considerar inadecuado dar nombres de personas que quizás no desean que sean publicados.
    Un saludo

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  3. Sencillamente no lo has entendido. Cuando se escribe sobre un hecho y en un foro, como éste, lo escrito adquiere una credibilidad, sea supuesta o no, que da lugar a un comentario como el mío, ya que la persona de la que se habla queda en entredicho. Que pena que sólo nos quedemos en lo superficial.

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