De Setenil69 |
Bajo la tórrida calima de agosto, como todos los años, los setenileños, alegres y exultantes celebraron sus fiestas, y ajenos a los negros nubarrones que asoman en la lontananza se comió, se bebió y se gastó como si de verdad fuera la ultima feria.
En esta se estrenó nuevo real en el Vizcaíno, allá donde antaño lucieran majestuosas las encinas, y donde hoy, merced a las cosas del progreso, se expande este viejo pueblo nuestro; un barrio, un instituto una urbanización. Enormes avenidas bien asfaltadas, farolas etc. Nada que ver con ese laberinto de calles imposibles que poco a poco se deshabita algo más abajo.
El Real está bien. Era cuestión de prestigio más que de necesidad, como si fuera un servicio más que la ciudadanía necesitara: Una feria como Dios manda, con sus amplias arterias, su particular Calle del Infierno, sus casetas, sus buenas actuaciones. Ahora sólo faltaba llenarla de gente, llamar a los vecinos y a los forasteros; “venid a nuestra feria, veréis lo chula que es y lo bien que se come y lo limpia que está”. Y todo el mundo al Real, bien elegantes, comedidos y satisfechos.
Luego tenemos la otra, la de Las Cuevas del Sol, la que se celebra cada año bajo la roca, pétreo parasol que alivia a los feriantes de esos rayos de sol que caen perpendiculares a esas horas sobre nuestras cabezas. Esa es la verbena del desbarre y el despidote, la del pantalón corto y las chanclas, la del sudor, la de las mangueras y los cañones de espuma, la del tapeo y la cervecita fresca, la de Bartolito El Gallo haciendo el direstrique sobre el tablao, la de los móviles grabando. Aquí es difícil mantener el tipo durante más de tres horas.
La feria de este año tuvo además otros alicientes; con el alcohol y las ganas de pasarlo bien llegaron unos invitados que aprovechando la relajación de estos días se dedicaron a corretear los chalets en busca de plasmas, DVDs y otras golosinas. Macrorredada policial, tiros, persecuciones, helicópteros, vamos, que ni Corrupción en Miami. Y me acuerdo yo de ese artículo en un diario de provincias en el que el decimonónico Setenil se asomaba al siglo XX, con una historia de bandoleros y asaltantes de caminos que secuestran a unos lugareños, y les roban y la Guardia que sale en su busca y todo con un aire romántico muy del gusto de la época. Demasiado calor, demasiado alcohol, demasiado de todo. Me da la sensación de que las cosas se magnifican en verano, como si se perdiera la moderación que hay en fechas más templadas.
El lunes tempranito salgo de mi casa para buscar el coche y en la puerta de su bar veo al bueno de Domingo. Me ofrece un café, invitación irrecusable. Trato de pagárselo y se ofende:
- nunca le cobro al primer cliente de la mañana. Es norma de la casa. Ya sabes que yo esto lo tengo por gusto, que si no se me caía el mundo encima. A mí eso de jubilarme...
- bueno Domingo, muchas gracias, a seguir bien.
- Nada muchacho. Cuidado en la carretera.
Busco mi coche en la Jabonería, hace un agradable fresco matinal. Desde lejos veo una figura que se acerca lenta y parsimoniosa. Cuando la tengo a mi vera no puedo evitar un grato recuerdo;
- hombre Juan ¿dónde va usted tan temprano?
Juan Solano, eterno bajo su roída mascota, tiene que afinar la vista para reconocerme.
- hola Rafalillo, pues que se me ha acabao el pan y me tengo que llegar al pueblo. ¿Qué haces tú por estos barrios?
- A buscar el coche Juan, que me voy a trabajar. Está usted hecho un chaval.
- Pues ya pasé hace unos años de los ochenta, y parece que fue hace cuatro días cuando estábamos en el Manchón.
- Todavía cogerá usted la soletilla
- Poco, poco no te creas. Más que nada para enseñarle a los nietos a atajá el huerto.
- Bueno Juan, me alegro mucho de verlo
- Y yo a ti hijo, y yo a ti. Le das muchos recuerdos a tu gente.
Y sigo mi camino entre tajos y pitas, y creo que estos dos encuentros me han alegrado el día, que andaba yo un poco meditabundo con esto de la feria, la crisis, los cambios y el progreso, y me alegro de que haya cosas que no cambian y que permanecen inalterables, aunque sólo sea durante una resacosa mañana de verano
(Setenil. Agosto 2008)
Nota: Curiosamente, esta feria de 2008 , la primera que se celebró en el nuevo Real del Alambique, tiene muchas similitudes con la de este 2010, en la que también nos han visitado los amigos de lo ajeno, y donde aquellos nubarrones de crisis que se veían entonces en la lontananza están ahora sobre nuestras cabezas. Por ese verano de 2008, Domingo aún no había cerrado su bar en la Calle Ronda.
Afortunadamente, a estos dos excepcioanles personajes de Setenil aún podemos seguir encontrarlos donde siempre. Es una gozada hablar con ellos, se aprende bastante, son catedráticos de la vida.
ResponderEliminarUn saludo.
Usted lo ha dicho: "catedráticos de la vida", con dos formas de ver la vida muy parecidas al clásico Séneca andaluz; estoicismo y guasa ante los avatares de la vida.
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