martes, 4 de febrero de 2014

Del diablillo de Setenil y otras cuestiones

¿Recuerdan el diario de Antoñita Sánchez? ¿Las fiestas del Patrón San Sebastián, las salidas al campo, los eventos del mes de Mayo, las cartas a las amigas? Puede que sólo se tratara de un mero ejercicio escolar redactado por una niña de unos once años, pero sin duda su lectura permite hacernos una somera idea de algunos aspectos de la vida en Setenil en las primeras décadas del siglo XX. Tengo que buscar una libretita que tenía mi abuelo donde anotaba asuntos relacionados con el campo y la panadería, las aceitunas, el aceite, la fecha en la que paría una cochina y los cochinillos que tenía, el precio del trigo, de la harina, los kilos de pan que se llevaban a los cortijos, la leña que bajaban del monte.
Más actual es un diario que conocí no hace mucho donde se daba fe de todo tipo de cuestiones, tanto familiares como de la actualidad diaria del pueblo, del cumpleaños de un nieto, por poner un ejemplo,  la fecha de un fallecimiento, pasando por todos y cada uno de los eventos, por muy pequeños que sean, que se desarrollan en Setenil. Este diario secreto, cuando le pasen unos años por encima, tendrá un valor incalculable y será un instrumento imprescindible para conocer el modo de vida de los setenileños a principios del siglo XXI y las cosas que sucedían en el pueblo.
Evidentemente, un diario siempre es el resultado de la persona que lo escribe, es decir, si es una niña de once años sus páginas reflejarán las cosas que solían hacer las niñas de su edad que iban al colegio, pues en aquellos años habría una gran cantidad de niños sin escolarizar. Así pues, el diario nos dará una visión parcial de las cosas, que nos ayudará a conocer el mundo en el que fue escrito, pero parcial en todo caso.
¿Qué pasaría si nosotros mismos nos propusiéramos dar cuenta de todo lo que ocurre en un pueblo como Setenil? Por definición, un blog viene a ser algo parecido, un cuaderno de bitácora donde el capitán del barco recoge todo lo que acontece durante la travesía. Quizás, dentro de muchos años y si todas estas páginas virtuales perduran en el tiempo, blogs, tags, pods, wasaps, serán unas herramientas imprescindibles para conocer la época en la que se desarrollaron.
Por ejemplo, a finales de enero de 2014, un tal “Diablillo de Setenil” publicó en una página homónima una acusación cuyo contenido no vamos a repetir pues tampoco tiene relevancia.
En un principio, el hipotético estudioso del futuro podría tomar la afirmación de “diablillo” como cierta (poco meticuloso sería desde luego), aunque la lógica científica le haría contrastar la información con más material al respecto.
Veamos el caso más detenidamente; el tal “diablo”, partiendo del principio de que “difama que algo queda” y amparado por el velo negro del anonimato, publica su diatriba. Debido a la gravedad de las afirmaciones y a lo candente de determinadas cuestiones de ámbito local (que el futuro estudioso indague), se produce una oleada de respuestas sin precedentes en su contra que obligaron a “diablillo” a cerrar el quiosco al día siguiente.
Fenómeno curioso este. Todos sabemos que lo publicado en Internet siempre deja rastro y difícilmente desaparece, así que la publicación y sobre todo la batería de respuestas que le suceden permanecerán en los anales locales por su impacto social y mediático.
Pero, ¿Quién es este “diablillo” que con tanta saña se ha empleado y tan presto a esconderse ha corrido cuando una avalancha de bofetadas a modo de encolerizados Twist le llovieron por doquier? No lo sabemos, al menos por ahora. Se han barajado nombres, ya se sabe como son estas cosas, aunque sería bueno recordar que todo linchamiento moral es reprobable desde cualquier punto de vista.
El tal “diablillo”, o quizás deberíamos llamarlo “satancillo”, no ha elegido el apodo a la ligera. Diablo, a la par que malicioso o peligroso, viene a significar algo así como un duendecillo travieso en determinado aspectos, máxime cuando se le une el diminutivo. Setenil, Satanil, satancillo, diablillo, bueno, las cosas de la etimología.
Aparte de su jactancioso alias, de “diablillo” poco se sabe, salvo la hincha que le tiene al autor de Imagina Setenil. Si es alguien iletrado, quizás sería de buen corazón ayudarle en la ardua tarea de acercarse adecuadamente y de una manera más positiva al mundo de internet e incluso, ya que estamos, algo de gramática y expresión escrita. Si por el contrario es una persona de estudios, bueno, esto ya es más grave, pues hablamos con un necio en el sentido amplio de la palabra.
Si la iniciativa de buscarse enemigos y prodigarse en calumnias viene por iniciativa propia lo imaginamos como una persona profundamente envidiosa y con grandes deficiencias sociales. Si por el contrario sus acciones corresponden a un mandato o recibe ordenes de un superior, no cabe duda de que hablamos de una persona de muchas tragaderas y de amplias posaderas para aguantar las embestidas del destino.
Si este fuera  el caso, “diablillo” sería el paradigma de la estupidez porque pretendiendo dañar a alguien en beneficio de otro, consigue justamente lo contrario y perjudica a aquel que pretende beneficiar realzando la figura del otro a quien pretendía dañar. En fin, si yo fuera su jefe lo despediría ipso facto.
Sin duda el estudioso del futuro accederá a estas páginas de la intrahistoria de manera cauta y precavida, quizás con un esbozo divertido en su rostro, no es para menos, con el varapalo que se ha llevado el pobre diablo y su posterior desbandá, pero desde luego su interés se centrará en aspectos más concretos e interesantes de la realidad. Me refiero a la relación de los hombres con las nuevas tecnologías de la comunicación; mensajes, Wasap, redes sociales, a la inmediatez de las informaciones que vuelan o circulan por la red, en la mayoría de los casos sin ser contrastadas, la impunidad con la que se actúa, la falta de responsabilidad de una sociedad donde no se respeta la privacidad ni la honorabilidad de las personas.
No hace falta viajar hasta el futuro para comprender que esta revolución vertiginosa que se está produciendo en el mundo de la información y las comunicaciones viene siendo un tema de reflexión de los estudiosos en la actualidad, y nos advierten de que la distancia con la que se difama o se emiten juicios de valor hace que los autores se sientan más seguros y protegidos, máxime cuando se realizan desde el anonimato o desde un alias, como es el caso que nos ocupa.
Todo esto que ha ocurrido con lo del “diablillo” nos tiene que hacer recapacitar. En cierto modo, la rapidez en la que se viene desarrollando este fenómeno del mundo de la información y las tecnologías nos ha convertido a todos en niños que jugamos con armas de fuego. Pueden ser útiles pero también muy peligrosas. La manera en la que el tal “diablillo de Setenil” se ha comportado nos recuerda mucho a  un niño que ha roto de una pedrada los cristales de una ventana y ha corrido a su casa, confiado en que nadie descubra que él ha sido el culpable.

¡Salud amigos!

5 comentarios:

  1. El arte de la sencillez y la sabiduría. Chapó Rafa. Ángel Medina y Laín.

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  2. No me he enterado de nada. Ya me lo contarás en persona. Pepe Sevilla

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  3. Hay muchos "diablillos" y todos se reunen en la misma persona.

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  4. Con este blogs nos demuestras a todos que las injusticias se pueden denunciar públicamente pero siempre desde el respeto y la educación..... Saludos

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