jueves, 9 de mayo de 2013

De monstruos, fantasmas y otros seres mitológicos: Devoradores de cuerpos

Había antes en los montes hoyos excavados donde los hombres trabajaban, muchas veces hacían carbón de la leña de los bosques y otras veces hacían cal de la piedra. Esos hoyos se convertían en túmulos y resultaban ser una vía de comunicación entre las mismas entrañas de la tierra y el mundo exterior. Dentro había fuego y calor y desde lejos se oían los rugidos de los seres sobrenaturales que allí moraban.
Muchas veces los seres del inframundo pedían carne humana y los hombres inmolaban criaturas en aquellos altares; eran gentes malas o despreciables que nadie quería en el pueblo y los echaban vivos a hornos y caleros para que el fuego los devorara lentamente. No quedaba nada de ellos. Era su manera de implorar a la naturaleza por una buena cosecha, un buen casamiento o suerte en algún negocio.
Cuando los hombres perdieron esta ancestral y primitiva costumbre,  los seres del inframundo siguieron pidiendo su porción de carne y ante la sordera de la gente empezaron a buscar por su cuenta. Así, cada cierto tiempo se cobraban su mercancía; Niños, hombres, mujeres incluso animales desaparecían en aquellas tumbas de fuego, muchas veces, la gente que trabajaba en las cercanías acudían ante los terribles gritos  y lograban rescatar sus cuerpos horriblemente mutilados, como a medio devorar. 
 Los niños crecían escuchando a sus madres advirtiéndoles que no se acercaran a aquellos monstruos feroces, pero siempre, siempre los seres del inframundo se las ingeniaban para  atrerlos y devorarlos. Eran víctimas inocentes que pagaban por todos los demás.

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