miércoles, 8 de mayo de 2013

De monstruos, fantasmas y otros seres mitológicos: Tres jinetes.

Cae la tarde y la noche se pone en la Campiña. La luna aún es un esbozo entre nubes pintadas de cárdeno. Tres jinetes salen de las cuadras de ese viejo cortijo; una yegua y dos jacas colinas bien aderezadas. Ellos traje, corbata, botas y sombreros de ala ancha, apuestos y arrogantes, los tres bizarros mozos de esa casa.
Al trote alegre van por entre los olivos, ahora cogen para La Venta de Leches. Los vecinos los ven pasar. ¡A la Feria de Ronda! ¡Ya salen para la Feria de Ronda! Pronto azuzan sus monturas y galopan por aquellos viejos caminos cuajados de pitas, La Limosna, Calle. Son tres gigantes, tres centauros terribles que levantan nubes de polvo a su paso. Sus capas tremolan al viento, pasan por los campos, por los cortijos de la antigua Acinipo, los cascos de las bestias arrancan chispas en las calzadas empedradas, sus risas suenan en la noche como si fueran bárbaros terribles.
Los labradores los oyen venir, ahora ven sus figuras reflejadas en la luna, esconden a sus mujeres e hijas. Ellas se asoman al filo de las ventanas, al amparo de la oscuridad, miedo y una sensación de vértigo insondable.
Los viejos señoritos, los nietos de los patricios romanos, los amos de aquellos cortijos antiguos no soportan la gallardía de esos jinetes, su bizarría, el arrojo de su paso soberbio, la independencia con la que viven. Algún día se tomarán cumplida venganza, quién sabe, quizás sea muy pronto.
La luna ya luce en el firmamento. Los tres jinetes llegan a la feria de Ronda, los cascos de sus monturas estallan como la pólvora en el pavimento y sus risas se oyen en toda la Sierra.
Las gentes de aquellas tierras cuentan que en las tibias noches de septiembre aún se ven tres sombras cabalgando, las sombras de tres jinetes terribles.   

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