lunes, 11 de julio de 2011

Historias de verano (I): El frutero



Diariamente, una furgoneta cargada de frutas sale de Olvera, pasa por Setenil a eso de las ocho de la mañana, coge El Puerto del Monte y se encamina hacia Ronda para hacer el reparto diario.
Durante horas, prácticamente el horario diurno completo, nos olvidamos de ella hasta que a las nueve de la tarde hace el recorrido inverso de vuelta a Olvera.
Alguien se dio cuenta de esta rutina diaria. Inexorablemente, haga frío o calor, llueva o nieve, la furgoneta hace el mismo recorrido pasando por las distintas etapas en el horario previsto.
Imaginamos a ese conductor cansado por una maratoniana jornada de trabajo, agotado por el calor y la briega con la gente de tienda en tienda. Lo imaginamos fritito por llegar a su casa, quizás se parará antes a tomar un cervecita con los amigos, pero nada de pasarse que mañana hay que volver al tajo: Cargar la furgoneta, Setenil, Puerto del Monte, Ronda otra vez, y ahora encima con esta calor que todo lo hace más difícil.
Una de esas tardes en que la furgoneta vuelve a Olvera, a su paso por esas parcelitas que hay en La Dehesa, un pequeño grupo de niños sorprende al conductor, dos niñas, quizás tres le saludan desde el portal de una parcela. Lleva tanta velocidad que no le ha dado tiempo a reaccionar y cuando coge por el cruce del Alambique ya ha olvidado la escena. Al día siguiente hay más niños, cuatro o cinco, ahora tienen vacaciones y se reunen para pasar la tarde en alguna piscina. Cuando pasa el frutero todos le saludan y ahora si le da tiempo a pitar.
La escena se va repitiendo día tras día y el conductor ya viene prevenido cuando toma la curva para darle al claxon y saludar sacando la mano por la ventanilla. Las niñas parecen enloquecer cuando el frutero les responde. Un día, colocan un letrero en la portada: ¡Regálanos unas frutas! A la mañana siguiente, alguien pita en la puerta, la madre se asoma y sólo ve una enorme sandía de ¡¡11 Kg! Esa misma tarde otro cartel de agradecimiento y las niñas a saludar en la puerta, como está mandado.
Imaginamos como decimos a ese conductor cansado después de una extenuante jornada, quizás venga cabreado pensando en su trabajo, que a veces, como todos, se hace demasiado complicado, pero al dar la curva que bajando del Puerto del Monte nos lleva a La Dehesa, ese hombre no escatimará la mejor de sus sonrisas, no puede defraudar a ese coro de niñas que ha diario dejan sus juegos en la piscina y salen a saludarle en la portada de su casa.
Llegará ese hombre tan cansado a su casa como siempre, pero ahora con una satisfacción extra. Hay detalles que lo hacen a uno reconciliarse con la vida.

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