sábado, 7 de febrero de 2009

El Cordi. Alcaide de Setenil

Dejamos al bueno de Fernadarias rumiando su pena y su odio. Al fin y al cabo, como cuenta el romance … no se tuvo por vengado. Perder un hijo o la propia vida es el peaje a pagar por vivir en la frontera.
Mientras tanto, quizás en su casa setenileña y al abrigo de la muralla, un guerrero musulmán le cuenta a los suyos lo poco que ha faltado para perder la suya. Es El Cordi, Alcaide moro de Setenil que seguramente por poquito se librara de la venganza que tan fiéramente El Alcaide de Cañete le infringiera a la caballería rondeña. Así eran estas gentes.
Pero no sería este Cordi un hombre de perder el ánimo tan fácilmente. Tantos años en la frontera imprimen carácter, y como veremos más adelante, El Cordi lo tenía y grande, llegando a ser considerado un personaje mítico en el Reino de Granada. Ser durante treinta años Alcaide de Setenil, en unos tiempos tan revueltos y difíciles como aquellos, no estaba al alcance de cualquiera (ahora me parece que ser alcalde es mucho más fácil y lucido que entonces), y a este hombre no lo achantaban así como así. Digno rival para Fernandarias y el mismísimo Infante Don Fernando de Antequera si era menester.
Recomiendo a todos la pausada lectura de La Crónica de Juan II de Castilla, desde el Capítulo 62 en adelante, concretamente desde la página 151. Nos habla esta deliciosa obra, escrita en castellano del siglo XV, del asedio que el mismísimo Infante Fernando de Antequera impuso a Setenil allá por el mes de Octubre del 1407, con lombardas y todo, con la florinata de la caballería de la época, que todos querían lucirse en la toma de la fortaleza nazarí. Pero, ¡hay amigos!, que no sabían estos pájaros quien les esperaba en La Villa. Ni más ni menos que nuestro amigo El Cordi, y aquí si que lo pasaron mal estos caballeros acostumbrados a una guerra más de campo abierto que de escalar tajos arriba y abajo, y de perder la vida de un lanzazo en la ingle o un bollano mal dado. Así nos cuenta como un tal Juan de Porras, por salir imprudentemente en busca de vituallas murió junto con otros compañeros sin que ni su propio hermano pudiera hacer nada por salvarle la vida, llevándose este mismo dos o tres virutazos de recia encina setenileña en el pellejo. Estas huestes del Cordi no se andaban por las ramas.
Pasan los días de Octubre, y los oficiales de Don Fernando le aconsejan levantar el sitio, que la villa no se conseguirá si no es a costa de perder muchos y buenos caballeros, que la tropa está desmoralizada y que pronto llegaran las lluvias y los fríos. El Infante, a regañadientes eso si, que sabe que la vergüenza a su nombre será mucha por la rebeldía de los moros en no entregarse, manda finalizar el asedio y buscar cobijo en tierras cristianas.
Salen los cristianos como pueden, atropelladamente diría yo, y dejando mucha intendencia en el real. Llega el relato a un punto interesantísimo en el que, quedando encargado de la retaguardia el Condestable Don Ruy López Dávalos, y viendo de que manera el personal va saliendo de las lomas de Setenil que parecen que huyeran del mismísimo diablo, reprende a los suyos y cabalgando con otros en busca de algún objeto de valor que quedara en el campamento, se topa con el mismísimo Cordi. Da a entender el relato que ese encuentro se produce en lo que hoy sería la plaza, a donde llegaría el Condestable, para desde el Lizón hablarle el Alcaide:
-¿Porqué no te vas con los tuyos? ¿no te cansas de hacernos mal?
- Que no Cordi, que no, que sólo vengo a recoger unos fierros que se dejaron los míos
y orgulloso y altivo, el moro le responde desde el Lizón, que parece el pecho pujante de un coloso (desde la plaza parece como si la roca sacase pecho):
Esos hierros los he cogido yo para hacer herraduras a mis caballos. ¡Toma ya la chulería del moro!
- Pues nada. que se le vamos a hacer, le responde el Condestable.
- Con Dios Cordi
- Con dios Codestable. Buen viaje...
¿Quien diantres es este Cordi, tan obstinado y valiente que hace huir al mismísimo Infante de Castilla? Pues este señor era uno de esos que estaba en continuas refriegas con el Fernandarias, que más de una vez estuvo a punto de perder el pellejo a manos del de Cañete, como aquella vez, por el 1401, en la que el castellano salió a correr por las tierras de Ronda, para degollar a treinta desgraciados que pilló por esos campos y llevarse 300 vacas y 2000 ovejas, precioso y fácil botín si no fuera porque detrás suyo salen bien enfadados los rondeños, como es lógico, y el zorro Alcaide de Cañete, manda a unos huir con el botín para aguardar él con sus caballeros a los moros, muy cerca de Setenil.
Desde el torreón, El Cordi, escuchando la música del guateque sale con los suyos a cortarle la retirada al Fernandarias, pero este que de guerra sucia sabe un montón, les sale por el otro lado y ¡zas! mata lo que no está en los escritos y todos corriendo a resguardarse en la Villa, que el Fernandarias cabreado ya sabemos como se las gasta.
Bueno, estas son las cosas de la frontera, como dijimos, y donde las toman las dan, y El Cordi, pronto tendría ocasión de devolver la afrenta.
Fue cuando el Infante Don Fernando andaba por Antequera, en la empresa que a la postre le daría fama y renombre. El Alcaide Fernandarias estaba con él, como es lógico, quedando Cañete a cuidado de su hijo. Cometió entonces este muchacho la osadía de salir a correr tierras de moros, allá por Ronda, y a la vuelta lo pillaron los setenileños para darle muerte a este y a otros muchos. El resto de la historia ya la conocemos por el Romance de la Venganza de Fernandarias; el viejo deja el sitio de Antequera y sale a matar rondeños (hay que tener en cuenta que las tropas de Setenil siempre combaten junto con las de Ronda).
Esta es la gente de la frontera. Un personaje tan singular como es el Fernandarias necesita de un alter ego como El Cordi, que no le desmerece ni en fiereza, ni en valentía y mucho menos en inteligencia. Yo personalmente me quedo con el Alcaide moro de Setenil, orgulloso y valiente que defiende su pueblo a capa y espada y que no le tiene miedo a nadie. Con él, Setenil fue considerada la perla de la frontera granadina, con fama de inexpugnable e inconquistable. En los salones de la Alhambra, allá en la capital Nazarí, celebraban los granadinos sus victorias con alegría y júbilo. Con más guerreros como El Cordi, los cristianos lo habrían pasado bastante peor para concluir la Reconquista.

Bibliografía:
Crónica de Juan II de Castilla. Escrito por Fernán Pérez de Guzmán. Juan de Mata Carriazo.
Setenil de las Bodegas. José y Jesús de las Cuevas. Dpto. de Publicaciones de la Diputación Provincial de Cádiz. Serie Pueblos de la Provincia de Cádiz. Nº 11
Romance de La Venganza de Fernandarias. Anónimo.

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