martes, 9 de septiembre de 2014

Una familia de Setenil


En la plácida tranquilidad de una noche de verano esta familia setenileña se dispone para la cena. De pie María Teresa y Filo, las dos mocitas casaderas de la casa junto a Manuel Isidro, el hermano pequeño que ya está hecho todo un tiarrón. Asomando la cabecita su primo Francisco Porras. Sentados Josefa Racero, casada con un pariente que se encuentra ausente en América, y los dueños de la casa, Isabel, con el delantal de ama de casa, y José, en el centro, cazo en mano como un cayado totémico delante del perol, el jefe del clan, la figura patriarcal que provee a la familia del sustento diario.
Posiblemente posaran antes de la cena para mandarle un recuerdo al pariente ausente o quizás para el hijo mayor que ya andaba haciendo las Europas. Luego se dispondrían todos en torno a la mesa y el padre daría gracias a Dios por los alimentos que iban a recibir.
Abajo, el río, como si lo estuviéramos viendo, el puente de piedra, la calle Triana, El Carmen y los tajos. El sonoro croar de los ramos y el eterno rodar de los cantos. Aromas a pimientos fritos y puchero ... el espacio escénico de una obra intemporal, la cadencia rítmica de sonidos inmutables, el impacto químico, nostálgico e insondable de la memoria.


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