martes, 10 de diciembre de 2013

Una visita a Setenil

 
Tantas veces les había hablado de su pueblo, tantas veces les había contado lo del río y los tajos, lo de las calles con techo de piedra y casas encastradas en la roca, tantas veces les había invitado a Setenil, que finalmente aceptaron y vinieron.
Antonio Guerra ejerce de cicerone con estos amigos y compañeros. La rusticidad de este pueblo troglodítico e imposible contrasta mucho con ese lugar cerca del mar del que vienen. Para Antonio, que se ha criado en las laderas del Tejarejo, esta es su tierra, su patria chica.
Pantalones de campana, cuellos de pico, camisetas ajustadas, el papel Kodac y ese tinta desteñida no dejan lugar a dudas; Finales de los setenta o el mismísimo año ochenta diría yo. La portada del torreón aún conservaba ese aire primitivo y guerrero que todos recordamos y  Cabrerizas es la misma calle por la que Curro Jiménez saliera de Setenil en aquel capítulo de la serie. los geranios engalanaban Herrerías que, aunque no podamos verlo, aún conservaría su empedrado. La Plaza cuando aún era La Plaza, lugar de encuentro y parada, bellas y blancas portadas, el puesto de Morenito y la escalerilla a su derecha. La antigua Posada ya ha sido derruida en la Calle Ronda y podemos ver el solar donde Bernabé construirá en breve su Pozá.
Las viejas casas de La Calle Triana aún en pie recordando un Setenil de arrieros y tratantes, la Caja de Ahorros de Ronda, la de los almanaques de Mingote, antes, mucho antes de fusiones, enciclopedias y cuberterías . Finalmente el grupo en el Lizón con la Ventosilla al fondo.
En definitiva, un pequeño reportaje  del pueblito perdido en la sierra que todos recordamos.
 
Pd. Como siempre, agradezco a Manolo y Alegría por compartir con nosotros estas fotografías, un pellizco de sus vidas y la de los suyos.
 
¡Salud amigos!






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