
Me hubiera gustado poner en este blog algo sobre la charla
“Restauración del Patrimonio de Setenil: La Iglesia de la Encarnación” organizado por el
Exmo Ayto.de Setenil , pero lamentablemente la falta endémica de tiempo que padezco me lo impidió. Me hubiera gustado hacer alguna entrada previa anunciando el acto, al menos poner una imagen y un horario como la de este cartel anunciador de
invitación a los blogs que encabeza la entrada y que nos entregaron en la puerta del salón a pocos minutos de que se iniciara el evento pero, como digo, no ha sido posible.
Me hubiera gustado que muchos setenileños hubieran subido este pasado viernes a los salones del Ayuntamiento para presenciar ese acto, al menos, unos pocos más de los que nos presentamos el pasado viernes en ese salón de Plenos hubieran sido testigos de ese evento de tintes surrealistas y
berlanguianos con el que nos obsequiaron nuestros representantes municipales.
El caso, y es lo que importa, es que allí se celebró el acto; representantes del Obispado, el arquitecto encargado de la restauración y representantes municipales, todo bien adobado con una cámara de vídeo y gran cantidad de digitales encargadas de plasmar el evento para la posteridad; Una cuidada puesta en escena para un acontecimiento que no pude disfrutar en su totalidad pues la hora escasa de permiso de la que disfrutaba solo dio para escuchar cuarenta y cinco minutos de justificaciones, propaganda, actos florales y adulaciones varias, y sólo quince minutos del inicio de la ponencia de don
Fernando Visedo, la única persona que tenía que haber hablado esa tarde.
Así pués, hablo de oídas, de la gente que durante el fin de semana me contó lo que pasó, de los que fueron abandonando los salones antes de que acabara la “conferencia” y de los que allí aguantaron con estoica y resignada paciencia. El personal, al menos gran parte de los allí congregados, nos presentamos para escuchar a Don Fernando sobre las obras de restauración de nuestra Iglesia mayor, y después hacerle preguntas sobre las cuantiosas dudas que tiene la ciudadanía sobre las mismas pero, ni una cosa ni la otra.
Dos enormes cuadros de un Setenil antiguo en blanco y negro jalonaban las alas del salón. Se nos invitó a comparar el Setenil de ahora con el Setenil antiguo,
“hechos objetivos” como se dijo, luego llegó lo de que era el momento de la
"alta política”. Siguieron las adulaciones, en algunos casos sonrojantes dadas las críticas que en público o en privado algunos de los ponentes habían hecho sobre las obras de restauración de la iglesia y el propio encargado de las mismas y, cuando ya llevábamos cuarenticinco minutos como digo, empezó Don Fernando a hablar de lo suyo.
Lamentablemente me tenía que ir y lo dejé divagando entre las ruinas de esa
Baelo Claudia que me tría aromas a mar y salitre y una añorada adolescencia entre dunas y pinares.
Me hubiera gustado de veras terminar de escuchar la ponencia de don Fernando Visedo, aguantar al instante en el que dejara esas antiguas piedras que miran a África y de una vez llegara a esa
Iglesia Nuestra de La Encarnación que de la mañana a la noche parece otra, como nueva y remozada pero que tanto trabajo nos está costando digerir al verla vestida de blanco, como de traje de comunión.
Hubiera deseado hacerle algunas preguntas, escuchar sus explicaciones que seguro las tiene, oír las razones por la que se han tapado algunas pinturas murales, las nervaduras de la bóveda, ese blanco de mortero tan artificial, la falta de presupuesto y el resultado final de la obra, la luz, el sincretismo arquitectónico, la teoría de la
“iglesia enchufada”. Quizás Don Fernado hubiera podido defender su trabajo…pero no fue posible. ¡Cuarenta y cinco minutos de presentaciones previas a su ponencia lo impidieron!

Quizás no era el momento de la
“alta política”, como se dijo allí esa tarde, era el momento de que hablaran los técnicos, que ya viene siendo hora en este país, de que se explicara el responsable de las obras de restauración de la
Iglesia de Nuestra Sra. De la Encarnación, era el momento de la divulgación y no de la propaganda, de la información a la ciudadanía y no de la justificación de quimeras y ensoñaciones vacías que ya nada significan. Simplemente era el momento para que el arquitecto hablara de nuestra iglesia, de que nuestros responsables políticos en definitiva nos traten como a mayores de edad y no como a niños.
En fin, ni el mismísimo Jose Luis García Berlanga hubiera imaginado un guión como este para una de sus películas.
¡Salud amigos!