jueves, 14 de marzo de 2013

El cementerio de árboles

Dibujo sobre una agenda hecho con boligrafo Bic
Grabado de Moreno Capdevila
Grabado de Moreno Capdevila
A un lado de ese viejo camino que conduce a una antigua ciudad, una casa vieja devorada por el tiempo. Como las magníficas villas que antaño se levantaban entorno a Acinipo, este cortijo se alza en la ladera de la Mesa; muros vetustos de un pasado laborioso y señorial. Los algarrobos secos del patio delatan lo que nos vamos a encontrar, ruina, escombros, podredumbre.
La puerta entreabierta nos invita a pasar, nada que no imaginemos. El agua baja por los muros, las tejas besan los suelos de loza donde crece la hierba. Una cocina, habitaciones, un salón, cuadros, muebles desechos, una mesa desolada y sobre la mesa un libro. Parece que alguien lo hubiera dejado allí a propósito, como si deseara que alguien entrara para leerlo. “Inventario de cenizas”. En la portada un ángel, quizás un demonio, un cuerpo humano que torna a árbol o un árbol que se vuelve humano, seco, enjuto, retorcido, como los algarrobos del patio exterior. Definitivamente abro las páginas y leo;




“Al caer de los ángeles,
a la hora Que Dios recoge sus miradas cárdenas
y un mármol gris extiende sobre el mundo
sus silenciosas alas,
se congregan los árboles supérstites
para velar sus muertos.

Con pasos de crepúsculo descienden
desde lo alto del más alto cerro,
quietos, innumerables, Como ríos exánimes
los troncos muertos. Olímpicos, extáticos, humildes.
Atónitos, rebeldes, resignados. Mirándose los pies o el ido cielo.
Plácidos unos.
Otros retorcidos
como la imagen del remordimiento.
Otros más largos que su misma muerte
como si hubieran sido sorprendidos a la mitad del vuelo…

He aquí mi cementerio.
Como el hombre de cal
edifica con cal sus monumentos,
así mis muertos de madera
construyen de madera sus sepulcros
y les graban adentro del follaje
epitafios de viento.

He aquí mi cementerio de árboles.
Nuestros pasos de huesos deleznables
no los despertarán, porque para ellos
no son sino crujidos de silencio.
Nuestros ojos hirvientes de gusanos
no turbarán su seño; nos conocen
desde antes que naciéramos.
Saben desde hace inmemoriales siglos
que solamente somos
la sal, la pudrición de su alimento”.

Palabras de un poeta loco que canta canciones desesperadas… cierro el libro y salgo de aquellas estancias desoladas, los algarrobos secos me siguen con sus ojos de carcoma. Extraños fantasmas me acompañaron en aquella visita, etéreos moradores que aún sueñan con mares de trigo heridos por el arado y bueyes ungidos como ancestrales galeras.
Fuente: Inventario de cenizas. Octavio Novaro. Grabados de Moreno Capdevila. México 1964
Para saber más: Octavio Novaro. Instituto Nacional de bellas artes de México.



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