lunes, 19 de julio de 2010

La Batalla de las Fuentes del Guadalete

Caballeros cristianos y musulmanes. Cántigas de Alfonso X El Sabio
En el año 711 de nuestra era, tropas musulmanas procedentes del Norte de África y comandadas por Tarik, (Ṭāriq ibn Ziyād al-Layti en árabe, طارق بن زياد, Tarik en la transcripción tradicional española) desembarcan en Gibraltar, mientras Don Rodrigo, el último rey de los godos, se dispone a la defensa de su reino. El resultado de esta famosa batalla es bien conocido: Las tropas norteafricanas vencen a los godos y conquistan la antigua Hispania romana, que salvo un pequeño rincón del norte peninsular, queda sometida a los invasores. Comienza así un largo periodo de la historia de España que desde la baja Edad Media llega hasta la Edad Moderna. Ocho siglos que han marcado el devenir histórico de los pueblos de la Península Ibérica.
Y todo como decimos comienza con esta batalla, donde como cuenta el Romance épico de El Reino Perdido:
“Las Huestes de Don Rodrigo se desmayaban y huían,
Cuando en la octava batalla sus enemigos vencían...”

Sobre los hechos y circunstancias de la batalla han corrido ríos de tinta, y en determinados aspectos fantasía y realidad se funden, como ocurre con el mito de la Cava y la traición del Conde Don Julián, aunque la magnitud de la circunstancia histórica resulta evidente en tanto en cuanto su resultado produjo la pérdida o la adquisición de un reino, según desde el campo que se mire.
Lo que pretendemos con la entrada de hoy es hacernos eco de las continuas polémicas que existieron sobre el lugar geográfico de la contienda, que desde principios de siglo mantuvo en discordia a diferentes escuelas de medievalistas españoles.
De hecho, aún hoy, en pleno siglo XXI, cuando la historia y la arqueología se preocupan quizás de asuntos más técnicos que puedan aportar mayor información para el conocimiento del pasado, el primer encuentro con los musulmanes aparece como algo difuso, y el escenario geográfico donde se desarrolla puede despistarnos.
Así, los niños-guía que enseñan Arcos de la Frontera a los visitantes cuentan que la batalla se celebró justo debajo de su pueblo, en las orillas del río, y así podemos llegar a creerlo si no indagamos mucho, puesto que la presuponemos en algún punto del río Guadalete.
La polémica en las primeras décadas del siglo XX se centraba en dilucidar si el encuentro entre las tropas de Tarik y Rodrigo (o Roderik), tuvo lugar en la Janda gaditana, entre las localidades de Barbate y Medina Sidonia, o en los márgenes del Guadalete. El hecho de que hoy la conozcamos por el topónimo de nuestro río nos da idea de que corriente ganó esta porfía, gracias sobre todo a la intervención del famoso historiador Sánchez Albornoz.
El artículo que presentamos en esta entrada representa un ejemplo de esta corriente guadaletista, donde Jerónimo Bécquer (1857-1925), comenta para el Boletín de la Real Academia de la Historia (Tomo 68. 1916), la obra “Rectificaciones Históricas; de Guadalete a Covadonga” de Ricardo Burguete, donde se hace una defensa de las fuentes del Guadalete como el lugar exacto donde se dilucidó esta crucial batalla para la historia de España, es decir, entre las Serranías de Ronda y Grazalema, muy cerca de la antigua ciudad de Accinipo, posiblemente con varios escenarios de combate entre los que pudieran estar las Mesas de Setenil, es decir, nuestra campiña.
Perdonen si me he enrollado hasta llegar a este punto, pero me parecía importante ponerlos en antecedentes.
La defensa que se hace en el artículo de Bécquer sobre este libro se basa en la experiencia militar del autor, que sin menospreciar los textos árabes y latinos sobre el asunto, se ampara en la lógica del arte militar y la importancia que para la guerra suponen los accidentes geográficos, que desde luego descartarían una batalla a campo abierto sin que los invasores cuidaran sus espaldas. Así lo cuenta el propio autor:
“Desembarcado Tarik en Gibraltar, si su objetivo era abrir la
campaña en dirección recta á Córdoba, habría sido un desatino el encaminarse hacía el Barbate y lago de la Janda, porque dejando á su derecha y á retaguardia en parte el macizo montañoso de la Serranía, se exponía á que lo ocupase Don Rodrigo, en cuyo caso se habría visto aquél precisado á retroceder y se hubiese encontrado bloqueado en el Peñón. Gibraltar sólo carece de valor, si la Serranía está ocupada y fortificada; pero si la Serranía está abandonada y desmantelada, Gibraltar tiene un valor incalculable...”
Es decir, sería evidente que los norteafricanos, una vez desembarcados en Gibraltar, y viendo la escasa resistencia que se les oponía, buscaran la ocupación de los principales núcleos geográficos del sur peninsular, lo cual los encaminaba directamente hacia el Valle del Guadalquivir, concretamente hacia las populosas ciudades de Sevilla y Córdoba. Acceder a estas directamente desde la bahía gaditana, sin ninguna protección a retaguardia, significaría a todas luces una auténtica negligencia).
Avance de la caballería musulmana. Cántigas de Alfonso X El Sabio
“...Que Tarik, al encontrar abandonada la Serranía se apresuró á ocuparla, lo demuestra el camino que siguió luego Don Rodrigo. Si aquél hubiese situado su ejército en las orillas del lago de la Janda, los visigodos, al llegar á término de Medina Sidonia, no hubieran tenido más que tomar el camino alto de todos los tiempos que conduce á Alcalá de los Gazules y á Algeciras, envolviendo y rebasando la línea de Tarik, el cual se hubiese visto obligado á retirarse precipitadamente y á encerrarse en Algeciras ó en Gibraltar. Pero como Tarik estaba en la Serranía, Don Rodrigo no tenía más remedio que atacarlo en ésta; y como para apoderarse de un macizo montañoso no hay otro recurso que el de asediarlo por sus más anchas entradas y atacarlo ascendiendo con diversas columnas combinadas para obligar al enemigo á extender el frente, debilitándolo, Don Rodrigo, viniendo de Córdoba, no podía aventurarse á forzar el paso por los desfiladeros que desde El Margen, por Teba y Cañete, conduce á las Mesas de Setenil; ni a atravesar los Gaitanes para embestir el frente oriental de la ciudadela de Ronda, y no le quedaba otro recurso que operar por el frente occidental en su parte norte, utilizando el amplio y accidentado portillo existente entre la prolongación del Peñón de Algamita(s) por las sierras dé las (V)eguas y de Algodonales, y la Sierra de Grazalema, en cuyo portillo nace, en tres brazos, el famoso Guadalete.
Y esto es, indudablemente, lo que hizo Don Rodrigo, atacando por ese portillo, que le permitía operar con tres columnas en combinación que se apoyasen y alineasen para atacar, envolver y romper á un tiempo por un flanco y por el centro la línea de defensa de Tarik, que se extendía, sin duda alguna, desde las mesetas de Setenil al cerro de San Cristóbal, en Grazalema, es decir la línea de fuentes del Guadalete; y debía estar ahí la línea de defensa, porque los musulmanes no podían esperar ser atacados por otra parte viniendo Don Rodrigo desde Córdoba. Así se explica también que Tarik pidiese urgentemente refuerzos á Muza, pues la defensa de las altas mesetas de la Serranía de Ronda exige una guarnición proporcionada á su magnitud...”
Así pues, entiende el autor que Tarik asciende desde Gibraltar afianzando posiciones por la Serranía de Ronda, presentando un amplio frente donde quedaría incluido parte de lo que hoy es término de Setenil, mientras Don Rodrigo se apresta a combatirlo llegando desde Córdoba).
"...Realizándose así por parte de Don Rodrigo la operación, que en el lenguaje de la ciencia militar moderna podría llamarse «ruptura operativa», se explica que diversas crónicas arábigas digan que la batalla duró de cuatro á ocho días, pues indudablemente al ascender los visigodos por las orillas de los tres brazos del Guadalete, se verían precisados á sostener durante varios días diversos combates, porque Tarik saldría á cerrarles el paso en las estrechuras para ceder lentamente con defensa obstinada en los recuestos de la montaña, hasta que se produjo la traición que ocasionó la derrota de Don Rodrigo. Pero la batalla no habría podido durar, no ya ocho días, como dicen algunos cronistas, ni siquiera cuatro, como afirman otros, si se hubiese librado en las inmediaciones de la laguna de la Janda, terreno ligeramente ondulado en el cual, sobre ser pequeño para el número de combatientes, las armas que entonces se usaban y la diferencia de fuerzas entre moros y cristianos, hacían imposible un combate de semejante duración.
Mapas de situación y movimiento de tropas


...Y no se diga, como he oído afirmar á persona muy competente, que el encuentro comenzó en la laguna de la Janda, y que Don Rodrigo se fue retirando hasta sufrir la derrota definitiva en las orillas del Guadalete; porque esto contradice un aserto en el cual convienen todos: que la batalla se iba desarrollando en sentido favorable á los visigodos, hasta que se produjo la traición de los witizianos. Para que Don Rodrigo se hubiese ido retirando desde la laguna de la Janda, pretendiendo buscar refugio en la Serranía por el portillo del Guadalete, era preciso que desde el primer momento la suerte de las armas le hubiese sido adversa, pues nadie se bate en retirada cuando va venciendo. Además, se olvida que en las inmediaciones de la laguna de la Janda todo favorecía á Don Rodrigo, que no sólo tenía fuerzas mucho más numerosas que las de Tarik, sino que contaba con abundante caballería,
de la que carecían los musulmanes, y que éstos no eran árabes, sino bereberes, más acostumbrados á la guerra de montañas que á luchar en campo abierto: otra razón para creer que Tarik, en cuanto desembarcó, debió apresurarse á ocupar la Serranía. No se sabe de ciencia cierta en qué parte de la línea de batalla cumplieron los witizianos su compromiso de abandonar á Don Rodrigo y revolverse contra él, y no parece verosímil que se confiase á parientes cercanos de Witiza el mando de las columnas que formaban las alas derecha é izquierda del ejército real; pero el terreno dice que la columna que avanzaba por Zaframagón, que correspondía al brazo tercero del Guadalete, debió ser la que consumó la traición, pues siendo aquélla la destinada á envolver, se explicaría perfectamente que al trocarse en enemiga los visigodos fuesen rechazados en la hondonada que forma el río entre Puerto Serrano y Villamartín...”
Quedan claras por tanto las teorías de Burguete, que defendidas por Jerónimo Bécquer, sitúan el encuentro entre godos y bereberes del 711 en las fuentes del Guadalete, con un amplísimo y abrupto frente fácilmente divisable desde las ruinas de la antigua ciudad de Accinipo, es decir; Montecorto, la Sierra de Grazalema, Los Villalones, la Campiña Setenileña, Algodonales, Zahara etc y cuyo resultado no se dilucidaría hasta que no trascurrieran varias jornadas de lucha.
Imaginamos a esos godos derrotados huyendo en desbandada y perseguidos por sus feroces enemigos por la sierra. Con ellos quizás fuera Don Pelayo, un espadario de Don Rodrigo, que llegando a Covadonga se aprestaría a reorganizar a los suyos y hacer frente a los invasores.
Aparecen ahora esos versos del Romancero sobre la pérdida del reino, como más reales y dramáticos, cuando nos describen el cansancio del caudillo godo y las terribles heridas de su cuerpo. Sólo ahora, conociendo que por los escarpados riscos de la serranía se tuvo que batir con sus enemigos, y muy posiblemente perder la vida, cobra verdadera dimensión el poema épico:

ROMANCE SEXTO - EL REINO PERDIDO
Las huestes de don Rodrigo desmayaban y huían
cuando en la octava batalla sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas y del real se salía,
solo va el desventurado, sin ninguna compañía;
el caballo de cansado ya moverse no podía,
camina por donde quiera sin que él le estorbe la vía.
El rey va tan desmayado que sentido no tenía;
muerto va de sed y hambre, de velle era gran mancilla;
iba tan tinto de sangre que una brasa parecía.
Las armas lleva abolladas, que eran de gran pedrería;
la espada lleva hecha sierra de los golpes que tenía;
el almete de abollado en la cabeza se hundía;
la cara llevaba hinchada del trabajo que sufría.
Subióse encima de un cerro, el más alto que veía;
desde allí mira su gente cómo iba de vencida;
de allí mira sus banderas y estandartes que tenía,
cómo están todos pisados que la tierra los cubría;
mira por los capitanes, que ninguno parescía;
mira el campo tinto en sangre, la cual arroyos corría.
Él, triste de ver aquesto, gran mancilla en sí tenía,
llorando de los sus ojos desta manera decía:
«Ayer era rey de España, hoy no lo soy de una villa;
ayer villas y castillos, hoy ninguno poseía;
ayer tenía criados y gente que me servía,
hoy no tengo ni una almena, que pueda decir que es mía.
¡Desdichada fue la hora, desdichado fue aquel día
en que nací y heredé la tan grande señoría,
pues lo había de perder todo junto y en un día!
¡Oh muerte!, ¿por qué no vienes y llevas esta alma mía
de aqueste cuerpo mezquino, pues se te agradecería?»

Fuentes: artículo de Jerónimo Bécquer para el Boletín de la Real Academia de la Historia (Tomo 68. 1916), sobre la obra “Rectificaciones Históricas; de Guadalete a Covadonga” de Ricardo Burguete. Biblioteca Cervantes vitual.
Romance sexto: El Reino Perdido.
Para saber más:

La Batalla del Guadalete. Wikipedia.


¿ Dónde nace El Guadalete? Blog Entorno a Jerez

Aconsejo especialmente la lectura de "Orígenes de la Nación Española. El Reino de Asturias." de Claudio Sánchez Albornoz, uno de los mejores estudios sobre la invasión musulmana y los primeros años de la Reconquista, contada de una manera exquisita al estilo de los viejos relatos de batallas. Una obra imprescindible para conocer la Edad Media Ibérica

4 comentarios:

  1. Me comentan que en la segunda fotografía, la del avance de la caballería musulmana, lo que tocan algunos caballeron son vuvuzelas...bueno, más bien parece que las vuvuzelas vienen de estos antiguos trompetones...pero la verdad es que son iguales

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  2. Interesante articulo. Dejame la bibliografia si la tienes.

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  3. Abajo viene todo, incluido el enlace directo al artículo original, que creo que es de 1919, pero se lee muy fácil.
    el libro de Claudio Sánchez Albornoz es fácil de pillar. te recomiendo que lo lleas porque es una pasada. eso es historia de verdad, y muy divertido de leer.

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  4. Si señó, dos artículos muy curiosos

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