lunes, 28 de noviembre de 2011

Setenil, citta aperta

Apura Juan el café de la mañana, cargado y muy caliente, como a él le gusta, escuchando las conversaciones de sus compañeros de barra. Los monos de trabajo y las pergañas de barro delatan su condición de gente del campo. Después del asunto de los disparos, ahora de lo que toca hablar son de las inspecciones de trabajo. Juan afina el oído...esto le interesa.
Alguno de ellos se llegó a la Seguridad Social a preguntar y allí, ya se sabe; Si no quiere usted tener problemas, papeles en regla, pero claro, ¿cuales son esos papeles?
Donde de verdad han hecho estragos ha sido en Olvera y Algodonales, aquí, quieras o no, hemos tenido suerte. Comenta otro. Por ahí han pillado a familias enteras sin asegurar. Les ponen una multa, le quitan el paro y le obligan a devolver todo lo que hayan cobrado. Una ruina.
¿Pero eso cómo va ha ser?
¿Que no? En Olvera dicen que uno cuando vio lo que le venía encima se ha suicidado. La cosa está mala de verdad.
Pero bueno, lo que hay es que trabajar como Dios manda y ya está, luego, cuando se terminen las aceitunas das de alta el paro.
Sí, pero con el que tiene cuatro palmos de tierra ¿Que pasa? Deja que las aceitunas se queden en el campo, porque entre lo poco que valen y el gasto que tienen no te salen las cuentas.
Todos callan.
El camarero le pone a Juan una copita de machaco. Aún es temprano.
Sigue la conversación
Dicen que los inspectores esperan a los aceituneros en la puertas de los molinos, donde no tienen escapatoria.
Bueno, y en el campo van acompañado de dos guardias, y corretean a la gente por esos campos, como en los tiempos de la guerra. Cuentan que en Olvera pillaron a un abuelo haciendo unas sopas y también lo querían emplumar, y le dijeron que le iban a quitar la paga y el hombre lloraba que era una pena de verlo.
Y encima, los controles de la guardia en todos los cruces. Como te vean con un tractor o un remolque te paran seguro, y como ahora te pueden multar por lo que quieran... Lo que te digo, la cosa se está poniendo fea.
Juan asiente con la cabeza. A él mismo le metieron hace unos días cien euros de multa por llevar un faro fundido del cuatro ele... Como está la cosa tan buena, encima.
Después de un prolongado silencio acaba la tertulia. Uno a uno salen del bar en busca de sus labores. Con inspectores o sin inspectores hay que ganarse el pan.
La mañana está fría. Hoy ha caído una de las primeras helás y en el campo aún se ve blanco de la escarcha. Tenues columnas de vaho ascienden cuando los rayos de sol inciden sobre la hierba y la tierra mojada. Esto ya huele a invierno.
Juan se monta en su cuatro ele y se dirige a lo suyo. Él, gracias a dios, ya no tiene esos problemas. Desde hace unos años tiene la paguilla, que aunque escasa les da para ir tirando en casa, y luego con la huerta en el campo siempre tiene la alacena llena. Este año, quizás no haga matanza, que es mucho trabajo y encima hay que arreglar un montón de papeles. Ya mismo nos van a cobrar hasta por respirar, musita Juan cuando empieza a carrilear.
En el camino ve a los aceituneros que ya han metido mano. De todas formas, por mucho que se quejen los jóvenes, nuestros tiempos fueron peores con los suyos.
Juan tiene poca faena; dar de comer a los bichillos, quemar unos ramones. Hace unos días plantó su huerto de invierno y matas de lombardas y coliflores asoman entre lomos milimétricos. Ahora sólo hace falta verlas crecer, animarlas y darles calor con la vista.
Hoy quizás coja algunas aceitunillas pintonas para sajarlas. Allí, junto al arroyo hay un olivo viejo que las da de escándalo, y por estar fresco y en umbría aún le lucen verdes.
Hasta él se llega Juan cubo en mano y empieza a ordeñar los racimos de aceituna. De pronto, un escalofrío le sube por la nuca; ¿Y si los inspectores me pillan ahora mismo? ¿Cómo le explico yo que lo hago para sajarlas? Mira que si me quitan la pagilla con el trabajo que ha costado que me la den....
Juan mira a su alrededor, a los chopos amarillentos, a los tajos, al cielo. Le ha parecido escuchar el motor de un coche por el camino. La perrilla, que tan bién le conoce, husmea el aire. Habrá que estar alerta.
En la lejanía se oye el cansino y monótono ronroneo de las vibradoras. ¡Bah!, eso era, una vibradora. Ahora tienen máquinas para todo. Antes si que era duro coger la aceituna, sentencia nuestro amigo mientras vuelve a su quehacer.

3 comentarios:

  1. Bonito articulo Rafael, a ver como termina esto, muchas guerras de nuestro mundo ,empezaron por menos. Lo que yo digo es porque esta gente en los tiempos buenos no daban ni una vuelta por ningún lado ,que es lo que pasa, que ahora la gente estaba hecha a un sistema inventado por ellos y de la noche a la mañana lo quieren sanear, si en los tiempos buenos fueran atizado como ahora al menos la gente estaria consenciada y no fuera hecho falta tanta mano dura tan de pronto, yo lo que opino es que ban a consiguir que el paro no suba en un par de meses , luego volverá a la normalidad todo , subida de paro, en fin a ver si el 2012 tiene mas arreglo.
    Un saludo.

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  2. No se, no se...Dicen que el 2012 será peor que el 2011, y encima lo del AVE. Mal asunto

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  3. La suerte de Juan es que su actividad laboral ya pasó. LOs que vienen ahora lo tienen laboralmente bastante peor, legal o ilegalmente. Que nos estan eliminando derechos que es una cosa mala. Y lo que viene... Uffff. Saludos.

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