¿No le gusta a usted la Semana Santa Juan?
Hombre, respeto si que tengo por esas cosas, pero ya hace tiempo que dejé de ir
¿Y la Romería? Con lo que a usted le gusta el campo
Mucha gente... a mí es que las aglomeraciones me marean ¿sabes? Cuando más joven si...Pero, yo lo respeto todo.
Y desisto de tratar de sacar a Juan de su ensimismamiento, de su estar consigo mismo, indiferente a estas cosas, como su huerta, como su arroyo.
Y sin embargo la prisa, la inmediatez parece no querer dejarnos en paz. Me cuenta Juan que llevan unos días entrando los coches en su finquita, ven que hay una casita y paran. Vienen con música y hablando por un megáfono, aparcan en la era y se bajan tres o cuatro. Los perrillos se ponen a ladrar. A algunos los conoce, pero a otros no, y es que los mayores se pierden con la gente nueva, como si poco a poco perdieran contacto con la realidad. A algunos les saco parentesco por la pinta, pero a la mayoría...Y entonces le hablan de política, le invitan al próximo mitin y le piden el voto, y Juan que no le gusta hacerle un feo a nadie, les escucha, pero no los entiende muy bien, y les dice que acudirá a la cita, aunque no se ha enterado ni el día ni la hora, y todos le dan la mano y le dicen lo bonito que tiene aquello, y que como ganen le van a arreglar la carretera...y Juan mira el carril, igual de destartalado que siempre, lleno de baches y socavones. Y los muchachos del coche se despiden entre risas y palmadas en la espalda, le dejan unos papeles y mecheros y se van. Y Juan se queda aturdido, con la soleta apoyada en el costado y las manos llenas de esas cosas. Un mechero siempre hace falta en el campo, piensa. Les podía haber ofrecido un vasillo de mosto, pero no le dio tiempo, tenían prisa.
Y vuelve Juan a su quehacer, a labrar las papas que ya asoman las castañuelas entre las matas, a atajar los surcos, a orquestar con la vista esa sinfonía de tierra y barro, a su silencio. Cambia el aire y unas nubes negras y perezosas asoman por encima de Acinipo. Quizás caiga una chubascailla esta noche. Una brisa rasante baja por la colina y mece al unísono los trigales vecinos. Poco a poco, la música, los alardes, las proclamas del megáfono se hacen más tenues y difuminadas. La calma, el silencio del campo, pronto sólo se oirá el murmullo del agua y el estremecedor piar de los pájaros que buscan acomodo entre los chopos.
Ahí queda eso. El relato en sí es sencillo y en consonancia con los tiempos electorales en que nos hallamos. Pero tu prosa, es cautivadora, al menos para mí. Deberias, si no lo has hecho ya, explotar esa vena y tomarte en serio esas cualidades. Bueno, perdona, tu mismo. Enhorabuena y salud amigo.
ResponderEliminarja ,ja ,ja con lo tranquilo que esta este hombre en su huerta , pero Juan con sus años en fin buen articulo Rafa , lo que es la vida , saludos.
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