lunes, 10 de febrero de 2014

Los indiotas de Setenil

Recuerdo mis primeros carnavales como si fueran hoy mismo. Al tratarse de una fiesta relativamente reciente y sin mucho arraigo en Setenil, no me había prodigado mucho en acudir al pueblo durante el fin de semana en el que se celebraban, así que aquel pasacalle me resultó toda una sorpresa. Medio centenar de personas ricamente enjaezadas con mil y un disfraces, a cual más disparatado, subía en asonante algarabía por el pecho de la plaza. Bombos, pitos, tambores y ese famoso estribillo del

“Que bonito está mi pueblo
Está bonito de verdad,
Que bonito está mi pueblo
Cuando llega el carnaval…”

Luego, en La Plaza, les esperaba un gentío alborotado que aplaudía a rabiar la entrada de aquella alegre tropa  y un tablado donde Manolo Benítez ejercía de maestro de ceremonias. Unas fiestas donde los setenileños eran los verdaderos protagonistas, del pueblo y para el pueblo, una auténtica expresión popular de alegría y celebración del carnaval.
De todas las agrupaciones que participaban en aquellas fiestas, me acuerdo en especial de la que formaban un numeroso grupo de amigos que, comandados por el sin par José Antonio “El Piti”, destacaban año tras año  tanto por la originalidad de sus disfraces como por la picardía y atrevimiento de sus letras.
Fue a mediados de los años noventa cuando estos chavales se echaron a la calle disfrazados de indios. Por norma general en esta agrupación, las mujeres solían vestir bonitos vestidos que realzaban su belleza quedando los hombres relegados a disfrazarse con grotescos ropajes que exaltaban su aspecto cómico. En esa ocasión el dimorfismo sexual era mínimo y todos los componentes vestían un traje marrón con flecos, diferenciándose únicamente los hombres con un tocado de plumas a modo de jefe siux. El disfraz en sí no era ese año de los más espectaculares de su historial, pero el tipo y sobre todo la letra de alguno de sus estribillos fue lo que hizo que aquella actuación quedara grabada en la retina de todos.
Subían los grupos uno a uno al tablao. Manolo los iba presentando. Unos cantaban, algunos hacían alguna gracia, otros simplemente enseñaban su disfraz, hasta que llegaba el plato fuerte de dos o tres chirigotas que desplegaban su repertorio. Entonces les llegó el turno a ellos, a los Indiotas de Setenil, y el gentío que abarrotaba la Plaza de Andalucía se quedó estupefacto al oír de las bocas de aquellos chavales una de sus letras:   

"En el ayuntamiento han cambiao de coche,
No se han comprado un twingo ni tampoco un opel,
Que montón de dinero se habrán gastao,
Pá el peazo coche que se han comprao.

El alcalde lo coge lo necesario,
Porque eso de ir andando es un calvario,
Y después dice el tío que no ha robao,
Nosotros aguantando y tós callaos.

Somos los indios, indiotas del sur
Hemos venido cantando el tuc-tuc,
Al ayuntamiento nos gusta cantar
Fumamos contigo la pipa la paz".

Montse, Eduardo, Antoñín, Lina Marín, Pedro Jesús Zamudio, Rafalito Andrades, José Antonio “EL Piti”, Isabel y Mari Villalón, Encarni Márquez, Tere, Mari Francis, Antonia, Pepi Moreno y Carmelita Corral son los que aparecen en la foto aunque desde luego había otros componentes del grupo, más o menos fijos como Laura, Rafael “Bolero”, Romero, Esther y Marisol Andrades, Alonso Zamudio, Sebastián Bermúdez y algunos otros que ese año, por la razón que fuera, no aparecen retratados haciendo el saludo indio.
La actuación de los Indiotas de Setenil hubiera quedado en un mero lance propio de la idiosincrasia del carnaval, esa de reflejar con guasa las cosas que han pasado en el año, la de saltarse por un día las normas y criticar al poder establecido, si no hubiera sido porque al excelentísimo munícipe, que en aquellos lejanos años noventa era el mismo que rige hoy los destinos de esta noble villa, no se lo hubiera tomado a la tremenda y “llamado a consulta” a los padres de todos y cada uno de los componentes de la chirigota.
Aún hoy, cada vez que recuerdan aquella ocurrencia del alcalde, las anécdotas son varias. Eduardo y Montse estaban casados e incluso tenían hijos. Cuenta Eduardo que ¿qué hubiera pasado si, haciendo caso a la orden de citación, se presenta en el Ayuntamiento acompañado de su Padre, el inolvidable Eduardo Hidalgo? La que se hubiera montado en aquellos salones hubiera sido para grabarlo en vídeo y venderlo para que hicieran una película, pues las escenas que se habrían sucedido hubieran sido de lo más divertidas.
De todas maneras, con la presencia de gran número de padres y de todos los chavales, lo que pasó aquel día fue de lo más surrealista, propio como decimos de una película de Berlanga donde magistralmente se parodian los excesos del modo de ser de los españoles. Delante de un video VHS de la actuación, con suma maestría del manejo  del Play, del pause y del patrás, palante, el alcalde y los suyos le echaron en cara a todo ese grupo de ciudadanos lo que habían cantado esa noche de carnaval, que estaba muy feo hablar de esas cosas, y que si en Cádiz se querían meter con el Rey, con el presidente del gobierno y con todo bicho viviente, ese era su problema, que en Setenil eso de salirse del tiesto “nanai de la China”.
Puede que la letrilla tuviera algo de “mala uva”, e incluso resultara injusta, pero vista con el tiempo no deja de transmitir cierta inocencia y candor, mientras que la consiguiente reprimenda del alcalde rozó el ridículo.
El caso y es lo que importa, que desde aquella famosa “llamada a consulta” en los salones del Ayuntamiento, los carnavales de Setenil vinieron a menos año tras año hasta convertirse en la fiesta sin gracia y sin chicha que se celebra hoy día. Siempre se ha achacado este exceso de celo de los responsables municipales en mantener intacta su reputación como la causa principal del declive, ya que provocó el aburrimiento y la apatía de esta agrupación puntera.
De facto y desde aquel día de ponía coto a los temas a tratar mediante la aplicación de una censura en toda regla, estableciéndose unos límites a la actuación de las agrupaciones, aunque quizás, y para ser justos, se puede barajar la hipótesis de que este grupo y algunos otros, tanto por el paso de los años como por la propia evolución de sus vidas,  habían agotado su capacidad de transgresión y la mera posibilidad física de dedicarle tanto tiempo a la ardua tarea de preparar su exuberante puesta en escena.
De todas maneras la política del Ayuntamiento, no sé si espontánea o intencionada, fue más sutil y efectiva. A partir de ese momento se atrasarían las fechas de los carnavales para intentar que las afamadas chirigotas y comparsas de Cádiz Capital vinieran a Setenil. A partir de ese momento serían otros los que actuarían en los tablados de La Plaza para cantar de una manera mecánica y sin mucho espíritu, (por andar ya metidos en cuaresma y tan lejos de su tierra, imagino) a su Tacita de Plata del alma, a los verdes mares y al aire de levante que baña de salada claridad la ciudad.
Nosotros, "los catetos de Setenil, ese pueblo perdido en la Sierra de Cádiz al que no viene ni Dios" (sic), podríamos haber seguido cantando nuestras cosas, hablando de nuestros aires, ensalzando la belleza de nuestros campos, el azul de los cielos, la rusticidad de las casas metidas en los tajos. Cantando eso de;

“Ya estamos aquí otro año
Pueblo querido para cantarte
Eres tu lo que nos llena de ilusión
y de amor durante todo el año.

Este carnaval  que hoy te cantamos
y que todos llevamos en la sangre
que por eso somos gaditanos
y sobre todo setenileños.

Por tus calles y tus esquinas
por esas casas bajo los tajos
y sobre todo por tus mujeres
eres el rincón más bonito de Cádiz…”

Contando sin tapujos las cosas que pasan en el pueblo, en el Ayuntamiento con sus políticos, como hacen en todos los lugares de España, haciendo bueno el dicho de que en carnaval, al menos por una noche, todo está permitido, todo es lícito. Pero los setenileños, ya se sabe… En fin, hubiera sido bueno desde luego para la salud social de nuestro pueblo y una señal de normalidad que estas coplas continuaran año tras año. Quizás hubiera calado en la ciudadanía una mayor capacidad de implicación en los asuntos que le son propios, un sentimiento justo en definitiva de expresarse libremente y sin reprimendas en aquellas cuestiones que le competen.
Los Indiotas de Setenil y sus padres se fueron a sus casas, mosqueados y abrumados por la falta de cintura y la incapacidad de autocrítica de sus responsables políticos y con ellos, los carnavales de Setenil se fueron al garete, al menos en su esencia verdadera y más pura.
Eran otros tiempos. Los políticos miraban a sus ciudadanos desde una atalaya, apoltronados en sus sillones, confiados y seguros de su poder. Hoy  en día sería impensable un acto de este tipo. ¿Se imaginan ustedes a un alcalde mandando cartas de citación a los componentes de una chirigota con motivo de su última actuación? Al alcalde en cuestión se le cae el pelo, le lloverían las críticas por todos lados, las redes sociales arderían con la ocurrencia del político y en el siguiente febrero no sería una si no un millón de coplillas las que le lloverían. Sencillamente, haría el indio.

"Somos los indios, indiotas del sur
Hemos venido cantando el tuc-tuc,
Al Ayuntamiento nos gusta cantar
Fumamos contigo la pipa la paz".
¡Jau!

¡Salud amigos!

3 comentarios:

  1. Pues la verdad es una pena que se hay perdido esta tradición tan gaditana que es sacar critica en modo de coplas por Febrero. Todo el mundo sabemos que este suceso que hizo el excelentísimo alcalde de nuestro pueblo mino en la autoestima y en las ganas de todos los Setenileños a la hora de sacar sus coplillas. Es verdaderamente una pena que en nuestro pueblo no salga ninguna chirigota para animar nuestro Carnaval y que esto vuelva a ser lo de antes.

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  2. Asi fueron las cosas, a partir de aqui se acabaron los carnavales de los setenileños¡¡¡¡¡

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  3. Recuerdo que mi fiesta preferida después de Semana Santa eran los carnavales, me disfrazaba con mi grupo todos los años, como me divertía escuchar esas chirigotas y ver el ambiente que, por aquel entonces si llenaban la plaza , llegaban de Alcalá del Valle, Arriate, los Plazos etc..
    Después de ese año nada fue igual, la ilusión de los Carnavales se fue perdiendo al igual que el interés en ellos.
    Por muchos grupos que trajeran de Cadíz poniéndose "medallas" para hacer saber al pueblo que eran los primeros premios, los Carnavales de Setenil dejaron de existir para dar paso al derroche de dinero que se gastaron para traer las chirigotas de Cadiz.
    Por los menos yo tengo la suerte de decir, yo si viví "aquellos carnavales de Setenil"

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