Aumento del ritmo cardiaco, vértigo, confusión, temblor quizás alucinaciones…son algunas de las reacciones psicosomáticas que puede sufrir un individuo cuando se expone a la contemplación de obras de arte o la acumulación de belleza. Es el Síndrome de Stendhal, descrito de esta manera por el viajero y escritor romántico del mismo nombre cuando visitaba la Basílica de la Santa Cruz de Florencia.
Representa esta foto más que ninguna la perplejidad que supone pasear por primera vez bajo la insondable majestuosidad de los tajos setenileños, la impresión innata de estar bajo toneladas de roca que desafían la ley de la gravedad, embargado quizás por la inverosímil matemática, por la insondable geometría de la piedra colgada del firmamento, sin que el pensamiento sea capaz de emitir ningún juicio o sentencia.
Como un signo de admiración, la sombra del viajero se alarga al sol del mediodía bajo un cielo nítido.
"Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme".
¿Acaso no tratan de representar las formaciones y esculturas de una Catedral las primigenias cuevas que habitaron nuestros ancestros? Como el mismo Stendhal ¿Puede un alma apasionada pasar indiferente bajo la telúrica fuerza de estos templos naturales ?
domingo, 29 de septiembre de 2013
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Magnífica comparación, Rafa. El paisaje como monumento. El mejor monumento de Setenil son sus rocas, son sus cuevas. Pedro Andrades
ResponderEliminarA mi provoca esas mismas sensaciones leer tus entradas....maravilloso como escribes...
ResponderEliminarA mí me provoca todas esas emiciones leer tus entradas. ...bellas bellas bellas
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